Nos hemos reunido en comunidad para tener un tiempo de Retiro. El fin del año litúrgico y el comienzo del Adviento es un momento privilegiado para ponernos en la Presencia de Dios por un tiempo un poco más prolongado.

Dice el libro de Eclesiastés (Qo 3, 1-7):

“En este mundo todo tiene su hora. Hay una momento para todo cuanto ocurre:
Un momento para nacer
y un momento para morir.
Un momento para plantar
y un momento para arrancar.
Un momento para matar
y un momento para sanar.
Un momento para destruir
y un momento para edificar.
Un momento para llorar
y un momento para reír.
Un momento para el duelo
y un momento para la fiesta.
Un momento para lanzar piedras
y un momento para recogerlas.
Un momento para abrazarse
y un momento para separarse.
Un momento para intentar
y un momento para desistir.
Un momento para guardar
y un momento para desechar.
Un momento para rasgar
y un momento para coser.
Un momento para callar
y un momento para hablar.”

En este tiempo de retiro vamos a tener un momento para callar y un momento para hablar, un momento para estar solos y un momento para compartir. Te pido que apagues tu móvil, que lo dejes durante este tiempo, para estar centrado en Dios, para dedicarle este tiempo a Dios.

Adviento es esperar a Dios, esperar a Dios es reconocer que la propia vida aspira a una plenitud que no tenemos. Esperar en Dios es preguntarnos por eso que falta, y estar abiertos a buscar en el Evangelio alguna respuesta.

Tres palabras van a representar tres experiencias: TAZA, ALCUZA y HERMANO/A. En cada experiencia habrá una introducción todos juntos aquí donde estamos ahora, habrá un tiempo personal y habrá un tiempo de oración compartida en el oratorio.

En cada experiencia:
-Una introducción, reflexión (aprox. 10 minutos)
-Un momento personal (entre 30-40 minutos)
-Un tiempo de oración compartida. (aprox. 20 minutos)

¿Comenzamos?

TAZA

Introducción:

(Lo mejor es representar literalmente la breve historia que vas a narrar, necesitarás poner en el centro una mesa, y colocar una taza y una tetera con la bebida humeante -ten cerca una toalla para recoger luego lo derramado-. Te aconsejo aprenderte el texto de memoria, para llegar mejor a los participantes)

“Según una vieja leyenda, un famoso guerrero va de visita a la casa de un maestro Zen.
Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificadas experiencias y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se derrama por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad:
– «Exactamente, señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?»

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
– «A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada»

(«El canto de la rana». Anthony de Mello)

Puede que cada uno de nosotros, ante Dios, seamos como este famoso guerrero. Ya nos lo sabemos todo, ya no tenemos tiempo que perder en nuevos aprendizajes. No le dejamos a Dios la oportunidad de decirnos algo. No puede haber Adviento si ya estamos llenos, satisfechos, completos.

Os invito en la próxima media hora a tomar esta taza, vuestra taza (puedes tener preparada una taza con el nombre de cada uno de los que participan en el retiro, con un rotulador permanente puedes escribir el nombre) y salir a pasear por el jardín, solos, sin ningún objetivo, sin ninguna meta, simplemente pasear muy lentamente, simplemente un tiempo para Dios. Déjate impresionar por cada paso, por cada detalle de tu alrededor, pero no persigas nada, no se trata de hacer un recorrido, no hay meta… hazlo todo muy lentamente.  Lleva la taza contigo, para recordarte que, sólo vaciándote de todo, en silencio, podrás abrirte a la auténtica y profunda experiencia individual.

Cuando acabe esta media hora, acude a la capilla y continúa allí en oración.


Tiempo personal (30 minutos).


Tiempo de oración compartida:

(En el oratorio ten preparada la canción: “Oh pobreza, fuente de riqueza”. También la puedes hacer sonar en )

“Aquí estoy, Señor, con mi taza vacía.” (Puedes repetir en varias ocasiones esta frase)

Puedes proyectar o dejar escrito con el canto:

“Bienaventurados los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el Reino de los cielos”

(Mt 5, 3)

(Invitas a cada participante a poner su taza sobre el altar o sobre la mesa central)

Esta oración es casi en silencio, pero si alguien desea expresar alguna cosa, da libertad para hacerlo.

Al terminar la oración dejar 10 minutos de pausa y descanso, e invitar a vVolver al lugar de inicio, para la introducción a la siguiente experiencia.


ALCUZA

Sobre la mesa, donde estaba antes la tetera y la taza, colocar una alcuza y una lámpara de aceite.

Introducción:

Hay un tiempo para vaciar la taza y un tiempo para llenarla.
La vida espiritual es paradójica, unas veces necesitamos tiempo para vaciarnos, otras veces para llenarnos del Espíritu.

Aquí tenemos una alcuza con aceite. El aceite es utilizado en la antigüedad como medicamento para tratar las enfermedades de la piel, las quemaduras, es signo de fortaleza, de vitalidad, es utilizado como combustible para iluminar. Tener la alcuza llena es estar preparado para afrontar las dificultades de la vida. Quizás por eso es utilizado en el Antiguo y Nuevo Testamento como signo del crecimiento y de la fortaleza espiritual.

Hay una parábola del Evangelio en la que Jesús emplea directamente este símbolo: Mt 25, 1-13

(Proyectar la imagen de las vírgenes durmiendo, con las lámparas encendidas)

En la parábola las muchachas han tomado sus lámparas para recibir al novio. Pero el novio tarda en llegar, y tarda en llegar… acaban durmiéndose. Las que habían preparado aceite de repuesto, pueden alumbrar la llegada del novio. Las que no habían sido previsoras, la llegada del novio las encuentra fuera de juego… y no pueden entrar a la boda.

El Adviento es este tiempo donde debemos estar vigilantes y hacer previsión de nuestro aceite, de nuestra competencia personal y espiritual. ¿Estamos preparados para leer los signos de los tiempos? Quizá el paso del tiempo nos adormece y necesitamos despabilar nuestras lámparas, revisar nuestras actitudes, cambiar ciertos hábitos, estar vigilantes y preparar el camino al Señor (Is 40 , 3)

¿Cómo asegurar el aceite nuestra lámpara?

Quizás la clave esté en conectar la anterior experiencia de vacío, de elegir la pobreza espiritual y, a la vez, estar abiertos, como un niño para aprender, para crecer.

(Proyectar la siguiente imagen)

“Os aseguro que si no cambiáis y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se humilla y se vuelve como este niño.”

Mt 18, 3-4

Revisar cómo va nuestro crecer humana y espiritualmente es la actividad que os propongo para esta segunda experiencia. ¿En qué necesito crecer? ¿Qué caminos necesito allanar y recorrer?

Realizar y mantener activo un Proyecto Personal puede ser una buena herramienta. En el documento: “Hablemos de la Familia Lasaliana, profundizando nuestra identidad, en la página 16 nos invita a la práctica del Proyecto Personal:

Proyecto Personal: los lasalianos sienten la necesidad de cuidar de su propio itinerario espiritual, de tener una actitud responsable hacia la vida y mantener una opción activa para con los pobres. Cada uno está invitado a construir el sentido de su vida, a tomar conciencia de sus propios errores, a cultivar sus talentos, a abrirse a la novedad del Espíritu y a no dejarse llevar por la pereza y la rutina. El Fundador escribió su propio proyecto personal en las «Reglas que me he impuesto».

Además, en la Regla de los Hermanos (56.2) se nos dice:

“Cada Hermano está invitado a elaborar su proyecto personal. Este proyecto lo implica en un proceso de conversión permanente que unifica y orienta su vida. Para elaborar y evaluar dicho proyecto, el Hermano tiene en cuenta su propio itinerario espiritual, las exigencias de la comunidad y los proyectos del Distrito. Si lo desea, el Hermano comparte su proyecto con la comunidad.”

Aquí sobre la mesa les ofrecemos una pequeña guía para hacer o revisar el Proyecto Personal (aquí puedes descargar un archivo Word con una propuesta de Proyecto Personal). Disponemos de los próximos 40 minutos para dejarnos ayudar a crecer, a alimentar nuestra lámpara. Busca un lugar tranquilo, déjate interpelar, escribe algo… ¿Qué te está pidiendo Dios en este momento de tu vida?

Sea lo que sea que escribas, llévalo a la oración compartida.


Tiempo personal (40 minutos). Cada participante toma una hoja con la guía del Proyecto Personal.


Tiempo de oración compartida:

En el oratorio ten preparado el siguiente canto u audición:

Al comenzar a cantarlo o escucharlo, lleva la lámpara de aceite que has utilizado antes en la introducción sobre el altar o mesa central.

Coloca junto a la lámpara, después de iniciado el canto, un ejemplar de los escritos de San Juan Bautista De La Salle donde se encuentran “Las Reglas que me he impuesto”, un pequeño escrito que está inserto en la “Colección de varios trataditos”.  En las obras completas de la Edición San Pio X están en la página 119 del Tomo I.

Parece ser que el Fundador, alrededor de 1685, en uno de sus retiros, escribió estos 20 puntos o prácticas personales concretas. Son muy concretas. Los estudiosos dicen que están inspiradas en algunas prácticas jesuitas de la época. Quizás el contenido de esas prácticas es de otra época, quizás nos parezcan hoy poco inspiradoras, pero lo que es más importante es que nuestra lámpara no alumbra sólo a base de buenas palabras, o frases sonaras, sino cuando les ponemos carne, cuando practicamos aquello que puede alimentar nuestra vida. Juan Bautista De La Salle fue un maestro espiritual, lo que hoy llamamos Proyecto Personal es lo que más se acerca a estas “reglas que me he impuesto”.

Os invito a levantarnos progresivamente y depositar nuestro Proyecto Personal sobre estas “Reglas que me he impuesto del Fundador”, mientras, cantamos o escuchamos otra vez, el canto inicial.

Terminamos leyendo juntos esta oración:

“Señor, quiero que mi vida se acerque al estilo de Jesús.
Acepto mis limitaciones, mis sombras y defectos.
Pongo toda mi persona a tus pies.
Reconozco que quieres que siga creciendo, como un niño, en tu presencia:
Te presento, entonces, mis inquietudes, mis sueños y mis esfuerzos por alimentar mi vida.
Guíame en este proceso,
despiértame cuando me duerma,
hazme saber que estoy en el buen camino,
y dame tu energía
y tu fuego interior.”

Indicas a cada uno que vuelva a tomar su Proyecto Personal y lo lleve consigo a la tercera experiencia.

Al terminar la oración deja 10 minutos de pausa y descanso, e invitar a volver al lugar de inicio, para la introducción a la siguiente experiencia (que no olviden llevar su Proyecto Personal)


HERMANO/A

Sobre la mesa no hay nada.

Introducción:

(Pide a todos los participantes que se pongan de pie en círculo o semicírculo)
En la primera experiencia, la taza ha sido el símbolo, el centro de atención.
En la segunda experiencia ha sido la alcuza y la lámpara de aceite.
En esta tercera experiencia somos cada uno de nosotros el centro de atención, el icono.
Hermano/a es la palabra que nos centra ahora.

(Da indicaciones para que el semicírculo o círculo formado por todos los hermanos/as se ordenen de alguna manera, más o menos aleatoria. Por ejemplo, por la fecha de nacimiento –sin tener en cuenta el año-, así en un extremos estará el hermnao/a cuyo nacimiento esté más cercano al 1 de enero, y en el otro extremo el más cercano al 31 de diciembre.

Se trata en este momento de experimentar el estar en camino en la vida con tu hermano/a.
A modo de discípulos de Emaús te dispones a tener un tiempo para compartir con tu hermano/a.
Va a ser un compartir en actitud de escucha, de acogida y respeto a lo que nos diga el hermano/a.
A su vez, en este tiempo de caminar juntos, cada uno se predispone a implicarse en la comunicación, en una comunicación personal de calidad, con profundidad.

¿Qué podemos comunicar, compartir?
Lo que cada uno desee, necesite.

Por ejemplo:

Se puede empezar por compartir el silencio, sólo caminar juntos.
Puedo seguir con: ¿Cómo me encuentro en este momento de mi vida?
¿Qué me preocupa?
Puedo compartir también algo de mi Proyecto Personal?

Es necesario escucha, no es obligatorio opinar o aconsejar al hermano/a, pero si el espíritu te dice que aconsejes, puedes hacerlo.


Tiempo personal compartido con tu hermano/a (30 minutos). Ten a mano el Proyecto Personal.


Oración compartida:

(En el oratorio tener preparada una vela por cada participante, y una vela central o pascual que represente a Jesucristo)
Esta oración final de este retiro es una plegaria de acción de gracias por la persona de cada hermano/a, por la comunidad.

Cada uno está invitado a encender una vela por el hermano/a con el que ha estado paseando estos últimos minutos: dice su nombre, luego toma el fuego de la vela que representa a Jesucristo y enciende una de las velas pequeñas. Si uno lo desea puede decir algo dando gracias por tal hermano/a.

Después de cada o de varias intervenciones se puede cantar el siguiente estribillo o escucharlo en el enlace que está más abajo: