Estos días tuve que escribir una carta al Visitador para solicitar la renovación de mi compromiso de Asociación. En diciembre de este año se cumplirán cinco años y pensé en todos los acontecimientos, buenos y menos buenos, que se han producido en mi vida, de cómo y de qué manera los he vivido, y cómo han influido en mi crecimiento personal.

Siempre que ocurren cambios en los procesos de crecimiento personal, suelo cuestionarme y preguntarme que me ha querido decir Dios y porque de esta o de aquella manera, no siempre tengo respuesta, o eso creo, seguro que si hay una solución al “cuestionario” lo que pasa es que estoy tan ocupada intentando salir de mi pena, miedo, sentimiento, dolor etc.etc…no lo veo y me pierdo un tiempo para luego descubrir que había respuesta. Dios nunca abandona a sus hijos, a unas nos cuesta un poco más de tiempo descubrirlo.

Con la Asociación pasa lo mismo,  podemos pensar que no sirve para nada. Qué más da que hayas hecho un compromiso o no. Podría dedicarme al servicio de los demás y especialmente a los más necesitados sin tener que hacer explicito mi compromiso con la Misión Lasaliana. Respecto a esa cuestión me gusta recordar la Homilía del Hermano Rafa Matas (en aquellos días Provincial del Distrito Valencia/Palma) en la que preguntaba de qué servía ser Asociada/o, para decir a continuación que de nada servía si no era para hacer presente en nosotros el Reino de Dios.

La vida es como un guiso, se compone de muchos ingredientes y hay que conseguir que todos estos componentes tengan sustancia y consistencia para que el resultado final sea apetecible. No basta que realicemos tareas y trabajos dedicados a los demás y sobre todo a los que creemos que más lo necesitan, a todo esto hay que ponerle  algo más.

La Asociación sirve para poner este sabor a nuestra Misión Lasaliana, siempre vivida desde un seguimiento de Jesús y su Evangelio y esto da sentido a la vida y a comprometerse a ser Asociada.