Seguramente que en tiempos de La Salle había otros parámetros algo diferentes de los actuales para los momentos de oración. Basta leer sus escritos sobre el tema. Me refiero sobre todo a la oración compartida. Pues de la que cada uno pudiera hacer como suplementaria no tenemos noticia.
En esa oración comunitaria podemos distinguir la vocal y la mental.
La vocal era de máxima sencillez. Entre nosotros aún no había entrado el estilo de la Liturgia de las Horas con toda la riqueza que ello supone. Con todo puedes admirar cómo las meditaciones escritas por La Salle tienen su tinte bíblico.
En cuanto a la mental, hecha en comunidad, era como la esencial, y la que ocupaba la mayor parte. La vocal le servía de pórtico ambientador y de punto final.
Hoy día vivimos mucho más en el ruido, la cantidad de palabras, la necesidad de tocar muchas ideas que se suceden unas a otras, de buscar la novedad, hasta llegar a cierto consumismo de textos y comentarios.
Hay el gran peligro de querer llenar ese espacio de oración. Somos hijos de nuestro tiempo: huimos de quedar en el vacío, en silencio, a la espera de que quien está presidiendo nos diga lo que hay que hacer. Es un esperar de que siga otra cosa hasta que el reloj marque la hora.
Quizá exagero en lo que digo. Con todo veo que eso anterior es sin duda necesario e imprescindible para los jóvenes de hoy, los neófitos en la experiencia de orar. Hay que ayudarles desde fuera, necesitan textos, explicaciones, variedad, música de fondo. A través de todo ello van aprendiendo, pues están todavía casi a cero en ese arte. Si quieren avanzar tendrán que ir suprimiendo poco a poco lo accesorio que no sea en sí mismo oración. De momento necesitan todavía leche espiritual. No tienen dentadura ni estómago para un alimento sólido.
En cambio para alguien que ya ha leído y oído mucho sobre oración, que lleva años y años dedicando tiempo para orar, creo que su oración no ha de ser ya siempre como la de quienes son principiantes. Sobre todo en lo referente a la meditación. Hay que tener el valor de suprimir todas las adherencias que no pasan de ser meras florituras y ayudan a ocupar el rato sin aburrirse.
Con todo quiero añadir, para la vocal, que es bueno el que siga teniendo aires de celebración festiva si la comunidad es sensible a ello, sobre todo en los Domingos y días especiales. Sin que se coma el tiempo necesario para la meditación.
Cómo orar entonces (me refiero a la meditación). No vale una explicación, por detallada que sea. Te pongo una comparación: a andar nos ayudaron cuando empezamos a dar los primeros pasos. Luego hemos descubierto nuestro modo de caminar personal, que no es muy diferente del de los demás. Pero es mi estilo, muy propio, lo uso de modo natural y casi inconsciente, lo hago con muy poco esfuerzo, siento que necesito moverme cada día… y miraré de hacerlo… aunque estuviera medio tullido.
Pues algo así es como yo veo el progreso en la meditación. Como en el andar. El trabajo básico lo hicimos al aprender y ser constantes en ese ejercicio meditativo. Al morder la cáscara dura y amarga para llegar al núcleo de aquella nuez que aún estaba verde y podía madurar si no la abandonábamos…
Lo demás es ya saber dar el lugar preferente a La Palabra, tan antigua y siempre nueva. Y dejar que el Espíritu de Jesús sea el que ore en mí y en mi comunidad. Es lo que La Salle llama oración sencilla, hecha en el fondo del alma, más allá de los razonamientos y reflexiones. Aquí ya no es un arte, es Don. Ato