María centra sus deseos en Dios.
” Mi alma alaba la grandeza del Señor. Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa; porque el todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.”

María fue llevada a donde estaba su corazón. María había centrado todos su deseos en Dios.
La maternidad divina de María fue el mayor milagro en su vida y la fuente de su grandeza. Pero Dios no la coronó por su maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre y su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento a Dios.

María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también. María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios.
En este día de la Asunción hay que permanecer al lado de María y dejarse contagiar por la atracción de las cosas de Dios.