“Puede ocuparse uno… por reflexiones numerosas, o por reflexiones cortas… fundadas en la fe y apoyadas en un pasaje de la Sagrada Escritura, o bien por simple atención a Cristo Nuestro Señor”: EMO
Según vemos, propone tres posibles etapas en el progreso de oración mental.
La primera etapa, la de razonamientos. Es la mente la que está más ocupada. Se halla más en la línea de nuestra dinámica natural. No dejamos de pensar y dar vueltas a las cosas. Al reflexionar tenemos la impresión de estar viviendo. No es fácil desprenderse por un momento de los pensamientos múltiples.
La segunda la sitúa entre la de los razonamientos y la del silencio. En ella se trata de reflexiones cortas en las que uno se detiene viviéndolas interiormente. Es como ir creciendo en el amor. Dejarse amar y aprender a mar, como lo hace y propone Jesús, según nos enseña el Evangelio. Puede llamarse del nivel afectivo.
La tercera es la del silencio. La más activa, pero en otro orden de cosas. Para orar ya no necesitamos el imparable parloteo interior. La vida es más intuición que lógica. Hay quietud de la mente. Se consideran las cosas de golpe, como de un vistazo. La mente no se entretiene en analizar, ni describir nada. Se vive, sin más, la verdad en la que uno está centrado.
En esta etapa hay unidad. La dispersión ha cedido a lo esencial. Fatiga menos y se puede continuar por más tiempo. Supone el haberse ejercitado es los dos estadios anteriores hacia una mayor simplificación. Esta es la meditación más provechosa espiritualmente. En ella se aprecia lo que es orar, estar en compañía sin necesidad de palabreo. Pues la proximidad a través de palabras supone siempre un hallarse todavía fuera, distante. No llega al verdadero encuentro.
En este tercer nivel, Dios, Jesús, ya no es un extranjero que recibo en mi casa. Él es el dueño de la casa donde también vivo yo. Las limaduras dispersas, que soy yo, se hallan recogidas por la atracción del “Imán” con el que han conectado por una fuerza que actúa calladamente. Hay distinción entre el imán y las migajas de hierro. Pero hay proximidad. La suficiente para que las limaduras reciban la benéfica influencia del imán. Quedan imantadas. ato