La cruz, para todas las personas de nuestro mundo, se identifica con el cristianismo. Así como la media luna con la religión islámica, el candelabro de siete brazos con el judaísmo, etc …

No siempre ha sido así, hasta el siglo IV la cruz no es utilizada por los cristianos para representar sus creencias. Seguramente, para aquellos cristianos seguía siendo… un instrumento de ejecución, de tortura hasta la muerte, que era utilizado por el Imperio Romano como sentencia capital para los no ciudadanos romanos.

Recordemos que los cristianos fueron perseguidos periódicamente por el sistema romano, hasta principios del siglo IV. En este ambiente las representaciones de lo cristiano eran crípticas (escondidas): un buen pastor, un ancla, unas iniciales, el acrónimo del pez… Conclusión: no encontramos cruces en la iconografía cristiana hasta mediados del siglo IV.

A medida que avanza la historia aparece el arte bizantino, románico, gótico, hasta llegar el barroco… poco a poco la cruz ha tomado protagonismo.

Aquí podemos hacernos una idea de cómo cada obra de arte es una encarnación de las creencias o manera de pensar religiosa de cada época.

Los iconos sencillos e inexpresivos del románico.

El poder de la Iglesia en el poder del Cristo del pantocrátor.

El realismo del renacimiento.

El sentimiento y expresividad del barroco.

Y es, quizás, el barroco el que pervive en las cruces que tradicionalmente utilizamos. Recalcan el dolor de un hombre en el momento más trágico que es su muerte, y una muerte por una ejecución injusta. Exaltan la entrega de su vida, su sacrificio redentor. Desarrollan una visión de lo religioso que, sin ser completa, es cierta: Cristo muere por todo ser humano, para rescatarlo, comprarlo con su sangre.

Y aquí viene una crítica. Es acorde con nuestra tradición cristiana representar con una cruz nuestra fe, pero podría representarse con otras imágenes (piénsese en la parábola del buen samaritano…) y, aquí nuestra aportación, con otras cruces digamos que no tan barrocas.

La religiosidad expresada en la cruz barroca exalta el sacrificio y tiene el peligro de olvidar todo lo que pasó antes de su muerte (el mensaje, la palabra, la vida y hechos del crucificado) y, sobretodo, lo que aconteció después de su muerte: la Resurrección (la intervención de Dios confirmando con la vida el mensaje de Jesús).

¿Podríamos resolver la cruz de otra manera? Me refiero a que no se centrara en la ejecución, en la muerte y en el dolor. A que el símbolo del cristiano no diera miedo a los niños. Y no por soslayar esa parte de la vida de Cristo, sino para equilibrarla con el resto del Evangelio. No para olvidar que existe la cruz, y que cada uno tiene que cargar con la suya, sino para recordarnos nuestro compromiso con los crucificados de hoy. Un compromiso que consiste en curar heridas, hacerse solidario, lavar los pies, compartir el pan, dar vista… incluso hasta entregar la vida, claro.

Porqué no ponerle creatividad, color, resurrección, parábolas, símbolos… que nos ayuden a expresar nuestra identidad y los valores que tiene nuestra tradición cristiana. Cultivar esos valores es positivo, representarlos plásticamente una necesidad.

Dicho esto, también creemos que no es adecuado hacer bandera de un crucifijo. No es bueno clasificar a las personas por su religión. Hay algo previo a ser cristiano, musulmán o agnóstico: somos personas. Ya el mismo Jesús avisaba que de debajo de las piedras podría sacar Dios hijos de Abraham. Previo a la fe, está la dignidad humana. Pero tampoco hace falta aniquilar o esconder la dimensión religiosa de cada persona. En un aula de un centro educativo católico debe de haber algún símbolo de su carácter propio, de su identidad. Un crucifijo, sin ser la única opción, es pertinente.

En definitiva: os proponemos ser creativos, corregir el dolorismo y la negatividad que exageran los crucifijos al uso y elaborar, con la participación de los alumnos algo artísticamente sostenible, asumible y válido cristianamente… como lo que sigue.