La inspiración no llega todos los días. Hoy tampoco estoy inspirado. Pero tengo dentro una idea y la voy a lanzar a los ocho vientos.

Llevo años rezando. Y también meditando. Creo que no es exactamente lo mismo. La Salle nos dio unas pistas muy pedagógicas y sencillas para relacionarnos diariamente con nuestro Padre, con nuestro hermano Jesús.

Es un modo de acudir con frecuencia a la mesa del alimento espiritual. Algo que uno puede experimentar como una necesidad imprescindible para  sentirse vivo, y no tanto como una norma.

Así hacemos cada día con el alimento material. Cuando voy al comedor, no pienso salir de allí sin haber comido de veras. No me basta con ver los manjares que hay sobre la mesa y hablar de ellos. No me vale decir: “qué variados son hoy, qué sabrosos parecen”.

Pues igual en la oración. No me quedo en que este salmo, ese texto del Evangelio, aquel comentario, son ideas y frases “nuevas, sublimes”. De ahí quiero salir alimentado. Y empleo todos los medios que están a mi alcance. Deseo aprovechar ese tiempo como un don de Dios, para mejorar mi salud espiritual, descubrir lo que Él es y significa para mí en este momento.
Hato