Saldar una ofensa de manera constructiva.
Perdonar.
Atar y desatar.
Hacer actuar a Dios (¡casi nada!)
Propiciar el cambio.
Todo es posible si dos o tres se ponen de acuerdo, si juntos buscan la solución, si interactúan.
Pero en nuestra vivencia de la fe nos falta más dimensión comunitaria. Nos cuesta compartir nuestra creencias y dudas. No solemos poner nuestra fe en la conversación.
Tendemos a actuar individualmente, sin el contraste y la corrección que da el compartir los proyectos, las opiniones, las iniciativas.
Sin embargo, si la fe la viviéramos más profundamente en grupo… ¡hasta Dios movería ficha!

Mt 18, 15-20

“Si tu hermano te ofende, habla con él a solas para moverle a reconocer su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a una o dos personas más, porque toda acusación debe basarse en el testimonio de dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación;  y si tampoco hace caso a la congregación, considéralo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma.
Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
Además os digo que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo os lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”

¿Con quién compartes tu fe?
En asuntos religiosos ¿sólo tú decides? ¿eres juez y parte?
¿Compartes tus dudas con personas que te puedan iluminar?
¿Te acompaña alguien en tu camino espiritual?