Posiblemente la Palabra de Dios más clara y menos cumplida por los mismos que formamos la Iglesia. En otros pasajes de los Evangelios somos muy literalistas, pero en éste no importa saltárselo.
Consideramos al divorciado fuera de la comunión porque “lo que ha unido Dios no lo separe el hombre” (Mc 10, 9)  y no hay que saltarse la Palabra de Dios, pero llamamos “padre” o “jefe” y dejamos que se ejerzan poder sagrado.
La mujer queda fuera de los cargos en la Iglesia porque Jesús nunca puso como apóstol a una fémina, pero buscamos los mejores puestos y vestimos ropas con grandes borlas y cenefas para la liturgia.


¡Mira que es incómodo este Jesús!

Mt 23, 1-12
Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros. “Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

No puedo exigir, poner cargas, analizar el nivel moral del vecino si el mío me lo blindo. Cristo es el personaje más corrosivo para cualquier religión. No es de extrañar que lo mataran por blasfemar, por desmontar chiringuitos sagrados.
En estos momentos de regresión tridentina este texto es lejía que purifica.
Ya sé que ahora el cristianismo está en crisis en nuestro primer mundo, pero es que nos faltan aprender lecciones esenciales del Evangelio, y
“La palabra de Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos; penetra hasta lo más íntimo de la persona, y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4, 12)

O sea: no busques padres, sino hermanos.
No alguien que te diga lo que tienes que hacer, sino compañeros con los que compartir tu fe.
La religión es para adultos, te toca ser adulto en la fe, no un niño… la Primera Comunión ya pasó.
Piensa por ti mismo. Escuchas consejos, pero piensa por ti mismo.
Déjate ayudar, pero decide siempre desde tu autonomía.
Y recuerda que de lo único de lo que se te juzgará es de si has amado, especialmente a los que nadie ama… como dice nuestro único jefe: Jesús, el Cristo.