«Domine opus tuum» … Seguimos caminando
3.- Domine opus tuum.
«¡Señor, yo he oído tu renombre! ¡He visto tu obra, Señor! ¡En el curso de los años, hazla revivir,
en el curso de los años, manifiéstala; ¡pero, en la conmoción, acuérdate de tener piedad!» Hab 3,2
“Con la mira puesta en Dios”. Esa fue la mirada de San Juan Bautista de La Salle. Él conocía perfectamente las Escrituras, sabía escrutar el corazón humano porque supo cuidar el suyo y afrontar, desde su interioridad, las dificultades que iba encontrando en su camino que, por cierto, no fueron pocas. Su experiencia interior, le capacitó para descubrir el misterio de Dios y lo que Él le pedía en cada etapa de su camino. Por eso, sin saberlo, generó una espiritualidad confrontada con el caminar “juntos y por asociación” con los Hermanos.
Nuestro “juntos y por asociación” es la expresión más lasaliana de sinodalidad. Juntos y por asociación con una fe compartida, vivida y celebrada en comunidad para servir a nuestra misión educativa. Es nuestra manera de “caminar juntos hacia un mismo fin”.
Este caminar sinodal, a mi modo de ver, lo vivió nuestro Fundador en toda su vida:
· Caminó junto a su familia: educado en el seno de una familia cuidada, que acompañó y educó a sus hijos en todas las dimensiones humanas, intelectuales y espirituales. Una verdadera experiencia de Iglesia doméstica que, junto a una cuidada educación en el colegio “des Bons-Enfants”, puso la base a su personalidad y a su vocación sacerdotal. Una comunidad familiar de la que también tuvo que responsabilizarse.
· Caminó junto a la comunidad del cabildo catedralicio de Reims: a partir de sus 16 años. ¡Lo que debió ver, escuchar y aprender! Una experiencia de caminar junto a otros clérigos mucho más mayores que él y con responsabilidades importantes, también beneficios. Un caminar complementado por el paso por San Sulpicio. Un camino que, en principio, le auguraba un futuro humanamente prometedor.
· Caminó junto a los primeros maestros: con una experiencia previa de acompañamiento a las Hermanas del Niño Jesús, tras involucrarse en el apoyo a Adrián Nyel, mirando la realidad, consultando y discerniendo, optó por caminar con ellos. Primero, con todo lo que ello implicaba, llevándoselos a vivir a su propia casa y después, yéndose a vivir con ellos de cara a consolidar una necesaria formación de la que carecían inicialmente.
· Caminó con los Hermanos: “de un compromiso a otro”, el Fundador fue configurando junto a ellos, un nuevo estilo de ser, de vivir y de realizar la misión educativa en la Iglesia. No sin dificultades. Con éxitos, dudas y fracasos. Y con opciones muy arriesgadas que llevaron a la renuncia de todos sus bienes, incluida su canonjía, a partir de la interpelación de quienes caminaban junto él. Recorrió un camino de profunda conversión personal a Dios. Sí, una conversión que le supuso superar enfermedad, incomprensiones, rechazos, denuncias, envidias, fracasos a lo que él respondía con fe, humildad y más compromiso.
Nuestro llamado Voto Heroico, realmente voto fundacional, o su obediencia al requerimiento de los superiores para abandonar Parmenia y regresar junto a los Hermanos, son dos experiencias de vida que pueden leerse en clave verdaderamente sinodal: Juntos y por asociación, con todas las consecuencias y hasta el fin, su “adoro en todo…”.
Hay más. La dinámica seguida para escribir tanto la Regla de los Hermanos como de la Guía de las Escuelas, a partir de la experiencia de los Hermanos, comunidades y escuelas y, la Asamblea participativa de 1717 para elegir nuevo Superior y revisar la Regla de la escucha, el discernimiento y la toma de decisiones compartidas son actitudes verdaderamente sinodales.
¿No es un poco atrevido afirmar que nuestro Fundador realizó todo un proceso sinodal? Yo diría que no. Para quien fue capaz de configurar su vida desde la fe, la comunidad y la misión junto con otros, y supo plasmarlo en sus escritos y contagiar espiritualmente a sus seguidores, no es aventurada esa afirmación.
Como afirma el Papa Francisco: “El sínodo es un camino de discernimiento espiritual, de discernimiento eclesial, que se realiza en la adoración, en la oración, en contacto con la Palabra de Dios”. [1]
Sabemos cómo la Palabra de Dios fue un referente constante en nuestro Fundador. Sus pensamientos, sentimientos, actitudes y su misión tenían como centro la Palabra de Dios y, de manera especial, los Evangelios. Es más, nos pide que los escuchemos “con docilidad y la leyéramos todos los días con aplicación”.[2] Nos dice: “Si queréis estar llenos del Espíritu de Dios y plenamente capacitados para vuestro empleo, estudiad sobre todo los libros sagrados de la Escritura, y particularmente el Nuevo Testamento, para que sirva como norma de conducta, tanto a vosotros como a aquellos que instruís”.[3] La Palabra de Dios siempre con nosotros, incluso físicamente, llevando el Nuevo Testamento en el bolsillo para facilitar su lectura y recordarnos la presencia de Dios en nuestra cotidianidad.
El contacto continuo con la Palabra de Dios era la base de la oración y adoración en el Fundador. Sabemos la importancia que le daba a la oración y nos recomendó perseverar “con asiduidad” en ella.[4] Conocemos cómo todas sus decisiones eran tomadas después de largos tiempo de adoración y oración. Y mirando a la misión, invitaba a “subir todos los días a Dios por la oración, para aprender de Él todo cuanto debamos enseñar a nuestros alumnos, y luego descender hasta ellos, acomodándonos a su capacidad para educarlos sobre lo que Dios nos haya comunicado”,[5] hasta el punto que seamos capaces de llegar a reconocer “a Jesús bajo los pobres harapos de los niños que tenemos que educar y adorarle en ellos”[6]
Su discernimiento espiritual fue otra constante en su caminar. San Juan Bautista de La Salle contó siempre con personas a su alrededor que le ayudaron en su crecimiento y discernimiento, tanto espiritual como para su misión en la Iglesia y en la comunidad. Sabemos que, entre otras y otros, mujeres como su madre Nicolasa Moët, su abuela Petra L’Espagnol, Madame Maillefer, Françoise Duval, Catherine des Croyères o Luisa Hours y hombres como Pedro Dozet, el P. Bauyn, Nicolás Roland, Nicolás Barré y el mismo Adrian Nyel contribuyeron, de una u otra manera, a su discernimiento personal.
Finalmente, y no menos importante, su fidelidad a la Iglesia. Incuestionable incluso cuando no siempre encontró comprensión y apoyo. Dos gestos, entre otros muchos, la demuestran: el envío del Gabriel Drolin a Roma en donde permaneció durante 26 años y su propio testamento espiritual: “Les recomiendo, ante todo, que tengan siempre absoluta sumisión a la Iglesia, máxime en estos calamitosos tiempos, y que, en testimonio de esta sumisión, no se separen en lo más mínimo de la Iglesia romana, acordándose siempre de que he mandado a Roma dos Hermanos con el fin de pedir a Dios la gracia de que su Sociedad le sea siempre enteramente sumisa”.[7]
En su caminar, con quienes el Señor le había unido, ni quiso ser el protagonista, ni constituirse en un líder incuestionable. Para San Juan Bautista de La Salle, el verdadero protagonista que guiaba este caminar era Dios por medio de su Espíritu.
El empeño de nuestro Fundador y lo nuclear, que hemos heredado en nuestra espiritualidad, reside en conocer y cumplir la voluntad de Dios. Su “adoro” y, así, lo expresa en sus Reglas Personales: “Consideraré siempre la obra de mi salvación y del establecimiento y guía de nuestra comunidad como la obra de Dios: por eso le dejaré a Él el cuidado de la misma, para no hacer lo que me corresponda en ella, sino por orden suya; y le consultaré mucho sobre todo lo que deba hacer, tanto en una cosa como en la otra; y le diré a menudo estas palabras del profeta Habacuc: Domine, opus tuum”.[8]
4.- Seguimos caminando
“Iba de camino” (Mc 10,17)
Y seguimos caminando actualizando nuestro “juntos y por asociación”. Con toda la vida consagrada, hemos sido y somos inalterablemente y durante la historia de la Iglesia una evidente expresión de la vida sinodal.
Nuestro caminar sinodal está guiado por el Espíritu que sigue llamándonos a ser testigos del amor de Dios. Tanto el Instituto como la Familia Lasaliana posibilita que todos podamos expresarnos, escucharnos recorriendo juntos un mismo camino, desde la diversidad de modos y opciones de vida.
La participación, la toma de decisiones compartidas, y a todos los niveles, expresa nuestro deseo de corresponsabilidad. Sí, es cierto, nos queda mucho por hacer todavía. Encontramos “cizañas” que dificultan nuestro caminar, pero también encontramos el deseo de conversión, de dejarnos guiar por el Espíritu, de responder a los retos que hoy existen en nuestro camino compartido entre todos los lasalianos y las Lasalianas. Y todo ello, son “semillas” que vemos fructificar en muchos lugares del mundo lasaliano.
Nuestra sinodalidad la expresamos por medio de nuestro compromiso comunitario: comunidades de Hermanos, de asociados, de Hermanos y asociados; de construir verdaderas comunidades educativas que respondan a nuestra misión educativa en favor de los niños, jóvenes y adultos y, de manera especial, a quienes más lo necesiten; de construir la comunidad distrital y regional por medio de consejos, capítulos y asambleas participativas; de nuestro Capítulo General y la Asamblea Internacional de la Misión Educativa Lasaliana (AIMEL), de nuestros Consejos, General y para la asociación y misión (CIAMEL) después de otros encuentros y asambleas de carácter internacional como la asamblea de las Fraternidades Signum Fidei, la de Hermanos Jóvenes y la de Jóvenes Lasalianos.
El nuestro es un camino recorrido con un claro sentido de pertenencia, en comunión con todo el Pueblo de Dios. Con apertura y acogida a todos y de todas las culturas y tradiciones religiosas. Lo recorremos junto a otras familias carismáticas, en intercongregacionalidad desde el encuentro, la escucha y el mutuo discernimiento.
En el actual Sínodo, los datos que nos llegan son muy elocuentes. Nuestra participación lasaliana es significativa: nos consta como entorno a unos 687 Hermanos y 1.756 de nuestros laicos lasalianos, han participado, de una u otra manera, en la primera fase del mismo. Entre ellos, unos 276 han ejercido un cierto liderazgo en el desarrollo del mismo a nivel diocesano y/o de otras instituciones implicadas en el Sínodo. Muchos Distritos han favorecido procesos de reflexión. La mayoría de ellos, respondieron al cuestionario institucional que ha dado pie a nuestra síntesis.
Como Instituto y Familia Lasaliana, hemos contribuido al documento de la USG, de las Familias Carismáticas y de la Congregación para la Vida Consagrada.
Sabemos que lo importante no son los documentos sino la vida que reflejan o hacen brotar. Sí, queda mucho por hacer, pero estamos en camino.
Un camino que, viendo el resultado de las consultas realizadas, entre otros, a los Hermanos Visitadores, a los Asociados, a las mujeres lasalianas y al mismo Consejo General, es altamente positivo. Seguimos caminando hacia un mismo fin.
Concluyo con el siguiente texto de la Sra. Heather Ruple Gilson y el H. Paco Chiva, Co-Secretarios de la Asociación que afirman: “Como Familia Lasaliana, seguimos abiertos al movimiento del Espíritu Santo, a la continua llamada a responder a las necesidades de los jóvenes y alumnos en los márgenes, y a ser ministros y embajadores de Cristo entre nosotros y con nuestros alumnos”. [9] De eso se trata.
Sigamos caminando y que el camino, sea lugar de encuentro con el Resucitado. Nos queda ahora la segunda fase que será a nivel continental. Estemos abiertos a colaborar con los dinamismos que, en cada Región, se puedan establecer. Y, si deseamos conocer más, basta consultar nuestra página institucional:
Español: www.lasalle.org/sinodo/
Francés: www.lasalle.org/fr/synode/
Inglés: www.lasalle.org/en/synod/
Italiano: www.lasalle.org/it/sinodo/
Sigamos caminado.
H. Rafa Matas