1-Hay en primer lugar la “Oración personal”. Supone el cultivo de una verdadera intimidad con Dios. Que Él llegue a ser el más importante en mi vida. No hace falta que lo comprenda todo. Dejamos esa labor para los filósofos o teólogos, y siempre se quedarán muy cortos en lo que hallen. Basta sentirlo, experimentarlo, vivirlo. Es un Don que no se consigue sin trabajarme a mí mismo en mi relación con Él. Llegar a verme menos individualizado y separado. Cultivar mi presencia en su Presencia. Encarnar mi ser espiritual. No olvidar que Dios mismo se encarnó en nuestra naturaleza humana. Tenemos a Jesús como gran icono del encuentro con Dios…
2-“Orar en grupo”. Tantas veces nos han dicho y demostrado que no somos islas. Todos somos uno formando el Cuerpo Místico del cual Cristo es la Cabeza. No basta contentarse con la oración individual. Tampoco es suficiente solo la comunitaria. Son necesarias las dos, de un modo integrado. Tanto cuando oramos solos como al orar juntos. Es relación personal como hijos, y a la vez comunitaria como hermanos, pues aunque somos únicos y distintos, tenemos también el mismo Padre…
3-“Orar con y por todos los hombres”. Tras el día de Pentecostés, los Apóstoles eran otros. Salen de su retiro y anuncian su experiencia en medio de las gentes.
Pedro lo hace en Jerusalén, lugar del aparente “fracaso” de su Maestro. Más tarde será Pablo en el Areópago. Y serán legión los que les van a imitar a lo largo de veinte siglos. Javier en la India, Patricio en Irlanda, Junípero Serra en California…
Son hombres que multiplican los cenáculos de oración en casas familiares, barrios, pueblos y hasta en los países más alejados. Están disponibles al empuje del Espíritu que sigue soplando. Van en busca de las ovejas sin pastor. Llevan a cabo el mensaje Ad Gentes aunque no estuviera escrito todavía. Hacen efectivo el Sermón de la Montaña. Dan de comer al hambriento. Enseñan el Plan del Creador al que no lo sabe, sea negro o piel roja. Se hacen levadura en medio de la masa humana y luz en la noche de la ignorancia evangélica.
Todo esto lo consiguen orando y enseñando a relacionarse con Quien ya se adelantó rezando por cuantos creerían en Él. Se sienten enviados por el Padre de todos: Son sus “embajadores” como tantas veces repite La Salle, sus incondicionales para el Reino…
Nota: De momento voy a dejar de escribir en este blog, debido a la salud.