Hoy hemos compartido la oración en casa de Marga N. Me ha recordado el estilo como oraban los primeros cristianos.

La experiencia nos ha enriquecido a todos. Algunos de los temas vividos en el grupo han sido: acertar en la diana, el don de la fe, cómo vivimos nuestra fe, hasta dónde nos influye el ambiente que nos rodea, tuvimos la suerte de ser bautizados ya desde pequeños, lo que entendemos por corazón puede que sea más importante que la mente…

Y partiendo de lo oído en una homilía reciente, voy a expresar alguna idea sobre la fe y el hecho de estar bautizados.

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Tierra «cultivada» 1º por otros para que la semilla crezca. Mt 13,8

La fe no es obra nuestra. Pero sin la colaboración personal y comunitaria no llegará a madurar. Necesita ir evolucionando con la vida. A medida que crecemos en otros campos, ella pide crecer también si no quiere quedarse anquilosada y raquítica.

No vale decir: “Hace tiempo que perdí la fe, o, nunca la he tenido, qué suerte la tuya, tú crees, yo no puedo creer”. Es verdad que siempre será una gracia recibida. También es algo a lo que cada uno necesita contribuir, tomando los medios y queriéndolo de veras. Como decía Teresa de Jesús, tener una “determinada determinación” de conseguirlo, porque lo veo bueno para mi vida.

Semilla-software venido de arriba. Re-nacer del agua y del Espíritu. Jn 3,5

Semilla-software venido de arriba. Re-nacer del agua y del Espíritu. Jn 3,5

Y el bautismo. Es el signo-sacramento de nuestro 2º nacimiento. Primero nacimos según la naturaleza. Ya desde ese momento pertenecimos al cuerpo de la humanidad. Entonces recibimos no solo nuestra parte material. También el alma, el espíritu, la chispa divina que dio vida a este cuerpo físico.

Ser bautizado atañe al que lo recibe. Y atañe, yo diría que aún más, a quienes han sido mediadores de su vida como ser humano, a sus padrinos, a cuantos están en su derredor desde su tierna infancia. Necesita ser alimentado con esa “leche espiritual” de la que habla San Pedro (1Pe 2,2). Y luego seguir siendo arropado en un clima propicio para crecer como cristiano, frente a otros ambientes que no ayudan a esa Nueva Vida. Es una semilla, y más tarde será un pimpollo, no todavía un árbol robusto. Para que pueda echar raíces profundas, la sembramos en una tierra que necesita ser Cultivada día tras día. Necesita Luz del Sol interior, Agua que brote del verdadero Manantial, Vitaminas y condimentos que le ayuden a digerir y asimilar lo que vivirá desde la Palabra…Es decir, no basta alimentar el cuerpo, la sensibilidad e inteligencia del neonato-bautizado, sino también su ser espiritual de miembro de Cristo, de la Iglesia.

Sin faltar al respeto me atreveré a comparar al nuevo cristiano con un ordenador. Todo lo que uno es como perteneciente a la especie humana sería el hardware, provisto además del software necesario para ir creciendo etapa tras etapa. Pero con el Bautismo recibe un nuevo software que podrá abarcar el conjunto hardware-software básico humano, dándole nuevas y mejores prestaciones a un nivel más integrador… Se trata de que ese software “divino” entre en funcionamiento y no se quede oxidado. Como tampoco la semilla sembrada tenía que dejarse olvidada en un rincón de tierra seca, sin abonar y sin luz.