Hoy me propongo escribir algo sobre 3 luces que nos ayudan a vivir. Más bien son 3 conjuntos de luces. Ya las conocemos, pero siempre podemos hacernos más conscientes de esta terna puesta a nuestra disposición.
1ª-Los 5 sentidos: ver, oír…Además poseemos otros como el equilibrio, la orientación. Hay seres vivos que los tienen más perfeccionados, incluso poseen alguno distinto de los nuestros. También hemos llegado a prolongar, verbigracia la vista, a través del microscopio…
2ª-El 2º grupo de luz puede ir creciendo a lo largo de la vida. Me refiero a la inteligencia, la imaginación…Estas luces las usamos a partir de los sentidos. Su alcance va mucho más allá de los mismos. Incluso pueden independizarse de ellos en algún momento. Pero igual que aquéllos, éstos también están sometidos a posible engaño, e incluso a grandes desvíos (fuera de la vía que nos conduzca hasta donde necesita llegar nuestro tren). Así sucede, en varios casos, con la ciencia y la técnica llevadas a ultranza y sin ética.
3ª-Como los 2 grupos anteriores, éste es un gran regalo hecho a la humanidad. Me refiero a esa suprema Luz que nos llega por la Revelación. Para admitirla como Luz necesaria en nuestro caminar, se supone que ya tenemos un mínimo de fe. Nos supera, ya que no pertenece a lo que humanamente constituye nuestro ser natural. Es pura gracia añadida a lo que ya somos como criaturas. Toda la Revelación, globalmente, encierra esta 3ª Luz. Con todo, es en Cristo, en su Evangelio, donde mejor descubrimos su riqueza. Y añado que el mismo Génesis en sus primeros capítulos son una gran iluminación si su enseñanza, tan elemental y sencilla, no la discernimos con la rejilla científica de hoy. En esta 1ª semana del texto bíblico descubrimos el gran cariño del Creador preparando la casa-jardín donde va a poner al hombre, cumbre de su Obra.
Agradecer cualquier don recibido, usarlo bien, potenciarlo, es algo que no puede olvidar un hijo bien nacido. Necesitamos educarnos en el modo como vivimos estas 3 luminarias recibidas por adelantado. Ya lo hacemos, en parte. Podemos hacerlo todavía más con respecto a cada uno de nuestros sentidos. También con nuestra mente. Y hasta mucho más y mejor con la lámpara de una fe viva y práctica. Llevar a su plenitud todo lo que el Padre mismo nos sigue enseñando, sea en la meditación diaria de su Palabra, o en lo que constatamos en nuestra actividad misionera.
Si Dios parece que ha desaparecido, no es porque Él se haya marchado. Es más bien porque nosotros podemos llegar a ser sordos a su Palabra, aunque sigamos oyéndola materialmente. Ciegos a su Presencia, aunque esté en todo lo que vemos y sabemos. Se ha oxidado el tímpano y el cristalino espiritual de muchos humanos. Han perdido el don de verle y oírle. Sus cuerdas vocales están disonantes para poder alabarle. Es mucho el trabajo interior que está por hacerse. Pero es posible si nos damos cuenta de ello y hay todavía tiempo y fuerzas para llevarlo a cabo.