San Juan Bta. de La Salle nos recuerda en sus meditaciones que necesitamos “la plenitud del Espíritu de Dios, pues debéis vivir ni proceder sino conforme al espíritu y las luces de la fe” (MDF 43,2). Con frecuencia me pregunto sobre el lugar que ocupa el Espíritu Santo en nuestra espiritualidad personal y comunitaria y hasta qué punto dejamos que el Espíritu cuestione nuestro de vida. Ante el nuevo año que en breve iniciaremos, bien puede servirnos la siguiente oración:

“Desde lo hondo de nuestro corazón te pedimos, Señor:
Envía tu Espíritu sobre nuestra aridez y nuestra frialdad. 
Envía tu Espíritu sobre nuestra oscuridad y nuestros miedos.
Envía tu Espíritu sobre nuestra fragilidad y cansancio.
Envía tu Espíritu sobre nuestras carencias y ansias insaciables. Envía tu Espíritu sobre nuestras contradicciones y luchas.
Envía tu Espíritu sobre nuestra impaciencia y falta de fe.

Envía, Señor, en este NUEVO AÑO tu Espíritu que renueve en nosotros todo lo que no sea espiritual y haga de nuestro corazón una casa en donde puedas morar TÚ con nuestros Hermanos. Haz de nuestras vidas una ofrenda permanente bajo la acción de tu Espíritu. Amén.