Hoy la cuestión no es encontrar la norma o el proyecto de vida.
No nos falta conocimiento de lo que hay que hacer.
Tengo pocas dudas de que la gente no sepa lo que hay que elegir para ser justos, para ser solidarios, para favorecer la paz.
Seamos sinceros: lo sabemos.

Mt 22, 34-40
Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de aquellos, maestro de la ley, para tenderle una trampa le preguntó:
–Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le dijo:
–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es parecido a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.

El problema està en si nos lo creemos.

Queremos… pero lo quermos poco. Nos dura poco el impulso.
Somos buenas personas, pero nuestras acciones suelen quedarse cortas.
Nos falta fe para quererlo con ganas, para implicarnos en conseguirlo.
Nos falta la motivación para aguantar el esfuerzo y pasar del sentimiento solidario a la acción solidaria. Y de la acción solidaria al proyecto solidario sostenido.

Todos sabemos que hay que amar al prójimo.
El problema está en practicarlo.
Por eso os pongo esta vez la primera lectura que acompaña al Evangelio en la liturgia de este domingo:

Ex 22, 21-28
“No maltrates ni oprimas al extranjero, porque vosotros también fuisteis extranjeros en Egipto.
No maltrates a las viudas ni a los huérfanos, porque si los maltratas y ellos me piden ayuda, yo iré en su ayuda, y con gran furor, a golpe de espada, os quitaré la vida. Entonces quienes quedarán viudas o huérfanos serán vuestras mujeres y vuestros hijos.
Si prestas dinero a alguna persona pobre de mi pueblo que viva contigo, no te portes con ella como un prestamista, ni le cobres intereses. Si esa persona te da su ropa como garantía del préstamo, devuélvesela al ponerse el sol, porque esa ropa es lo único que tiene para protegerse del frío. Si no, ¿sobre qué habrá de acostarse? Y si él me pide ayuda, en su ayuda iré, porque yo sé tener compasión.

Por eso no hay mayor religiosidad, mayor espiritualidad, que tener la capacidad de trabajar por los necesitados, atender a los pobres, cuidar al que sufre.
Por eso para Jesús cada vez que nos complicamos la vida por el que tiene hambre, está desnudo o en la cárcel… lo estamos haciendo por él.
En ello consiste la auténtica religión.
A ello nos tiene que llevar la espiritualidad.
De ello se nos juzgará, sólo de ello.