– Necesitas cascos para escuchar la visualización.

1.- Introducción a la jornada:

Esta primera parte en para ambientarnos y situarnos racionalmente en lo que celebramos. Te aconsejamos su lectura.  En los siguientes pasos te invitaremos a  meditar y orar

 

 

Estamos rodeados de Misterio… La vida, el dolor, la felicidad, el sufrimiento… Todo ello es un misterio para el ser humano. Y durante siglos hemos buscado respuestas. En muchas ocasiones hemos recurrido a Dios para encontrar el sentido a cuanto nos preocupa o nos alegra. Y hemos recurrido a Dios, que es el Misterio por excelencia, a quien nadie ha visto jamás. La fe en el Cristo-Jesús nos desvela el Misterio de Dios, Misterio inabarcable para nuestra condición humana, para la Razón que nos hace humanos; inaccesible a la Ciencia que nos sorprende y fascina…
Los cristianos celebramos el Misterio del Dios que nos supera y a la vez nos fascina. Y en ese querer celebrarlo hay dos momentos centrales en el año cristiano:

1º- La Navidad nos habla de un misterio de profundo amor solidario: Dios ha querido compartir nuestra condición humana.
En la encarnación de Jesús de Nazaret hemos descubierto que Dios tiene un “rostro humano”. En Jesús de Nazaret hemos descubierto la bondad de Dios; hemos descubierto la fe, que nos invita a confiar en el Dios de la vida. El Dios que nos da la vida y a la vez da sentido a todo lo que vivimos.

Fano Icono

2º- La Pascua da luz a un misterio que amenaza la vida del ser humano, un misterio que nos asusta, que eludimos porque queremos vivir… ¡La muerte!
Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, también pasó por la experiencia de la muerte. La aceptó, aunque en lo más profundo de su ser había una resistencia a vivirla. La Pascua ilumina nuestra condición humana, a veces vivida en el miedo, en el temor y en la resistencia a la fragilidad, al dolor, a lo caduco, a la muerte… Si la celebración de la Pascua judía recordaba la solidaridad de Dios con el pueblo, la vuelta a la Libertad, el don que nos hace humanos; la Pascua cristiana nos remite a una Libertad más grande, la Libertad de los Hijos de Dios, vinculada a una vida perdurable, para siempre; nacida de la Resurrección de Jesús. Dios no quiso que la vida de Jesús de Nazaret acabase en un sepulcro para toda la eternidad. Dios resucitó a Jesús, y en su Resurrección intuimos la Vida a la cual hemos sido convocados para la eternidad.

 

2.- Ejercicio de presencia, para disponer cuerpo, mente y espíritu.

En esta segunda parte te ofrecemos un ejercicio de silencio, relajación  y visualización (tipo Hara). Necesitas estar en un lugar tranquilo, poder cerrar lo ojos y escuchar el ejercicio. Cuando termine el audio, mantente en silencio y déjate llevar del Espíritu.

 Fano arbol

 

 

3.- La Palabra guía nuestro corazón.

En la tercera parte  parte vas a meditar la Palabra de Dios.

Lectura del Evangelio según San Juan:      (Jn 20, 1-18)

El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro.
Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: -Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.23pascua
Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte. Los discípulos se volvieron a casa. María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Llorosa se inclinó hacia el sepulcro y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver de Jesús. Le dicen: -Mujer, ¿por qué lloras? Responde: -Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: -Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: -Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo. Jesús le dice: -¡María! Ella se vuelve y le dice en hebreo: -Rabbuni –que significa maestro–. Le dice Jesús: -Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: -He visto al Señor y me ha dicho esto.

 

 

4.- Meditación.

fANO untitledDesde una mirada meramente humana la vida de Jesús de Nazaret acabó en la tragedia de la cruz, y el proyecto de Jesús en el mayor de los fracasos. Jesús murió como un malhechor, abandonado por los que creyeron en él; sólo Juan, María de Nazaret y algunas mujeres permanecieron hasta el final. Entre éstas, María de Magdala.
El sentimiento de fracaso llevó a los discípulos a la dispersión y a la vuelta a la rutina; una rutina que quería apagar el dolor y el sentimiento de fracaso.
Leonardo Boff en uno de sus escritos afirmaba poéticamente que “Dios no quiso que sobre la tumba de Jesús creciese la hierba”. La vida, la resurrección era lo que Dios quería para su Hijo. Dios quería la vida en un momento en el que todos pensaban en el fracaso ligado a la muerte.

El primer día de la semana María de Magdala todavía se movía en la oscuridad, su pensamiento en la tumba, sepulcro de una ilusión, un sueño… La tumba, que pensaba encontrar cerrada, la vio vacía. No fue un motivo de alegría, María seguía en la oscuridad de sus sentimientos y le hizo pensar lo peor: alguien se había llevado el cuerpo del Maestro. Y volvió a Jerusalén, para comunicar otra mala noticia… Los discípulos corrieron hacia el sepulcro. Les bastó ver las vendas y el sudario para creer, y de nuevo volvieron a Jerusalén, para comunicar el acontecimiento, el Maestro está vivo, como había anunciado.

Fano sepulcro

Para María de Magdala el sudario no fue una evidencia para creer. Quizá el sentimiento de pérdida y de duelo era mayor que el de los discípulos. María se quedó junto al sepulcro, llorando… Llorar fue la reacción ante la pérdida de Jesús de Nazaret. Es la reacción profunda de una mujer que se había sentido acogida, entendida, aceptada y perdonada por Jesús. María sufre la pérdida del hombre que le había devuelto la dignidad de mujer, de hija de Dios.

Pero fue María la primera en experimentar la resurrección de Jesús. Bastó una palabra para experimentar al Cristo-Jesús: ¡María! Una palabra, un nombre de mujer. Un nombre que identifica a una persona que sufre; una palabra cálida y cercana que restablece la confianza, la fe.
Es evidente que María se había sentido apreciada, reconocida; y su seguimiento fue radical, su fidelidad hasta el final inquebrantable.

 

A continuación te presentamos una oración de Thomas Merton…

Merton, como María de Magdala, también se sintió aceptado y reconciliado por Jesús. Dejó atrás una vida compleja, y decidió como María de Magdala, seguir a Jesús. La vida de Thomas Merton transcurrió en la Abadía de Getsemaní, en Kentucky. Desde la peculiar vida retirada de un monasterio Merton quiso abrazar al mundo y a sus gentes desde su oración, desde sus escritos, desde los libros que publicó. Como María de Magdala, fue fiel, hasta el final.

En la espera de nuestra propia resurrección, hagamos nuestras las palabras de Merton:

Fano resurreccion

Enséñame cómo se va a ese país
que está más allá de toda palabra
y de todo nombre.

Enséñame a orar a este lado de la frontera.
Necesito que tú me guíes.
Necesito que tú muevas mi corazón.
Necesito que mi alma se purifique
por medio de tu oración.

Necesito que robustezcas mi voluntad.
Necesito que salves y transformes el mundo.

Te necesito a ti para todos cuanto sufren,
para todos cuantos padecen tribulación.

Necesito que tus manos sanadoras
no dejen de actuar en mi vida.

Necesito que hagas de mí,
como hiciste de tu Hijo,
un sanador, un consolador, un salvador.

Necesito que des nombre a los muertos.

Necesito que ayudes a los moribundos
a cruzar el río.

Te necesito tanto si vivo como si muero.

Es preciso. Amén.

(MERTON, Thomas, OCSO).

 

 

5.- De compromiso en compromiso.

La fe, bien vivida, nos hace mejores personas, saca de dentro de nosotros lo mejor, activa nuestra energías y nos hace comprometernos por un mundo más humano y justo. ¿A qué compromiso te lleva tu vivencia espiritual? Si no se te ocurre nada, en la tabla siguiente puedes tener alguna pista.

Cierra los ojos, contempla el sepulcro vacío, contémplate a ti mismo observado por el Cristo resucitado que pronuncia tu nombre. Guarda en tu corazón tu propio nombre expresado por Jesús resucitado…

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Recuerda a las personas que pronuncian tu nombre…

 

¿Eres acogedor y agradecido con las personas que te ayudan a ser persona?
¿Qué es lo que a veces te hace llorar?¿A quién confías tus momentos de oscuridad, de desilusión?

 

Como María de Magdala, ponte ante el sepulcro, y preséntale al Cristo resucitado tus sueños, tus ilusiones, también tus preocupaciones…

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¡Recuerda con gratitud momentos y alumnos que han pronunciado tu nombre!

¿Te muestras acogedor con los que cada día llegan a tu clase? ¿Acogedor como hizo Jesús con María de Magdala?Como María, ponte ante el sepulcro, y preséntale a Cristo tus “programaciones”, tus proyectos… También tu cansancio, tus fracasos.

Haz que a tu mente acudan los rostros de tus alumnos que sabes que sufren, porque no lo tienen fácil en la vida. Deja que el Espíritu de Jesús rece en tu interior por ellos.

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Contempla en tu interior los rostros de las personas que forman tu familia… Dirígeles una mirada acogedora…
¿Dedicas atención a tu familia como Jesús dedicó atención a María de Magdala?
¿Eres acogedor, comprensivo con aquellos que son parte de tu vida porque son tu familia?

En tu interior contempla el rostro del miembro más frágil, más necesitado de tu familia. Y preséntaselo al Cristo resucitado.

 


6.- Seguir descubriendo a Dios.

 

Es el domingo de Pascua, el primer día de la semana. Conviene salir de casa, no te quedes encerrado como en un sepulcro.

Dedícate a experimentar en tu rostro el sol primaveral que nos recuerda la cruz del resucitado.

Déjate acariciar por la brisa del viento que nos trae la noticia del Cristo resucitado.

Recoge unas flores del campo. No son para la tumba de Cristo. Son para alegrar tu casa, tu vida por el don de la resurrección de Cristo, anticipo de nuestra propia resurrección.

Busca flores distintas, tantas como personas hay en tu casa, en tu comunidad. Y ponlas a los pies de Jesús, para que sobre ellas venga la alegría de la resurrección.

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