Título completo: Vida contemplativa. Elogio de la inactividad.

Autor: Byung-Chul Han

Ediciones Taurus, Barcelona, 2023, 140 páginas.

3ª edición

ISBN: 978-84-306-2562-8

Breve comentario:

He de decir que me ha costado leer alguno de los capítulos, pero también he de decir que aporta una nueva manera de acercarnos a lo espiritual, al silencio, a la contemplación o a, como diría el autor, la inactividad. Dudé por momentos de hacer esta sencilla recensión, pero algo me caló por dentro, algunas de las frases del libro quedaron como jugando en mi mente… Después, al seleccionar las citas que acompañan esta entrada, acabé confirmando mi decisión.  El enfoque al hablar de vida contemplativa es filosófico, no teológico ni confesional. Byung-Chul Han no está hablando de la vida monástica, sino poniendo sobre la mesa las limitaciones de nuestra sociedad tan inclinada a producir, a la acumulación de información y al individualismo. Hay en el libro una defensa de la poesía, de la fiesta, del no-hacer, del descanso, de la comunidad y, sobre todo, de la naturaleza como lugar para hacer la experiencia espiritual. Inactividad no quiere decir pasividad, pereza o dejadez… quiere decir escucha, alabanza, quietud, silencio, vida que acoge.

Clicar aquí para ir a las citas que destaco en este libro.


Índice:

Consideraciones sobre la inactividad
Una nota marginal a propósito de Zhuangzi
De la acción al ser
La absoluta falta de ser
El páthos de la acción
La sociedad que vendrá


Citas que resalto:

“La inactividad tiene su lógica propia, su propio lenguaje, su propia temporalidad, su propia arquitectura, su propio esplendor, incluso su propia magia. No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad que, sin embargo, no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento. No estamos accediendo ni a los dominios de la inactividad ni a sus riquezas. La inactividad es una forma de esplendor de la existencia humana.” (Pág. 11)

“La verdadera vida comienza en el momento en que termina la preocupación por la supervivencia, la urgencia de la pura vida. El fin último de los esfuerzos humanos es la inactividad.” (Pág. 13)

“Quien está realmente inactivo no se afirma a sí mismo. Se desprende de su nombre y se vuelve nadie. Sin nombre ni propósito, se entrega a lo que acontece.” (Pág. 27)

“Solo el silencio nos vuelve capaces de decir algo inaudito. La obligación de comunicar, por el contrario, conduce a la reproducción de lo igual, al conformismo: «El problema no consiste en conseguir que la gente se exprese, sino en poner a su disposición vacuolas de soledad y de silencio a partir de las cuales podrían llegar a tener algo que decir…».” (Pág. 30)

“La obligación de actuar y, aún más, la aceleración de la vida se están revelando como un eficaz medio de dominación. Si hoy ninguna revolución parece posible, tal vez sea porque no tenemos tiempo para pensar. Sin tiempo, sin una inhalación profunda, se sigue repitiendo lo igual. El librepensador se está extinguiendo.” (Pág 30)

“La reconciliación entre el ser humano y la naturaleza es el fin último de la política de la inactividad”. (Pág. 38)

“«Solo la voluntad, que por todos lados se instala en la técnica, zamarrea la tierra estragándola, usándola abusivamente y cambiándola en lo artificial. Obliga a la tierra a ir más allá del círculo de lo posible, tal como ha crecido en torno a ella, la obliga a aquello que ya no es posible y por tanto es lo imposible». Salvar a la tierra significa dejarla estar en lo que le es posible, en el círculo delimitado por lo que fue constituyéndose como su posible. La ética de la inactividad de Heidegger consiste en hacer uso de lo posible en lugar de imponerle lo imposible.” (Pág. 41)

“Para reparar las consecuencias catastróficas de la intervención humana sobre la naturaleza es necesaria, sin duda, una acción decidida. Pero si la causa del inminente desastre ha sido la acción humana, algo absolutamente establecido, una acción despiadada que se apodera de la naturaleza y la explota, entonces lo debe corregirse que es la propia acción humana. Por ello hace falta elevar la dimensión contemplativa de la acción, es decir, procurar ensanchar la acción incorporando la meditación.” (Pág. 55)

“El ser humano es un animal narrans, un animal narrador. Nuestra vida, sin embargo, no está siendo determinada por un relato vinculante, coercitivo, que nos pueda dar sentido y orientación. Estamos muy bien informados, pero carecemos de orientación debido a la ausencia de un relato.” (Pág. 65)

“Lo simbólico repercute de manera inmediata en la percepción. En los niveles prerreflexivos, emocionales, estéticos, influye sobre nuestro comportamiento y sobre nuestro pensamiento. Los símbolos producen cosas comunes que hacen posible el nosotros, la cohesión de una sociedad. Solo por medio de lo simbólico, por me- dio de lo estético, se construye el sentir compartido, el sim-páthos o la co-pasión. En el vacío simbólico, por el contrario, la sociedad se divide en individuos indiferentes, porque ya no existe lo asociativo y vinculante. La pérdida del sentir compartido propiciado por lo simbólico agudiza la falta de ser. La comunidad es una totalidad que se transmite simbólicamente. El vacío simbólico-narrativo, pues, conduce a la segmentación y a la erosión de la sociedad.” (Pág. 66)

“La falta de ser provoca un exceso de producción. La hiperactividad y la hipercomunicación actuales se pueden entender como una reacción a la falta de ser reinante. La falta de ser se contrarresta con el crecimiento material. De este modo, producimos contra el sentimiento de falta. La producción, probablemente, alcanza su máximo nivel en el grado cero del ser. El capital es una forma de supervivencia. El capitalismo se nutre de la ilusión de que más capital produce más vida, más capacidad de vivir. Pero esa vida es una vida desnuda, una supervivencia.” (Pág. 68)

“A la pregunta sobre para qué había venido al mundo, el filósofo griego Anaxágoras respondió: «Para contemplar». (Pág. 69)

“Contemplación y alabanza son formas de la inactividad. No persiguen ninguna meta ni producen nada. Es solo la falta de ser la que da impulso a la maquinaria de la producción.
La alabanza es el fin último del lenguaje. Es lo que le confiere un esplendor festivo. En la alabanza se supera toda falta de ser. Ella canta a y evoca la plenitud de ser. Rilke eleva en un poema la alabanza haciendo de ella la tarea del poeta: «Oh, di, poeta, ¿qué haces tú? – Alabo.».” (Pág. 71)

“El trabajo desconecta y aísla a las personas. La absolutización del trabajo y el rendimiento desmantela el ser en cuanto ser-con. La fiesta, por el contrario, crea comunidad. Reúne y une a las personas. El sentimiento de festividad es siempre un sentimiento de comunidad, un sentimiento-de-nosotros. Hans-Georg Gadamer entiende la fiesta como el fundamento de la comunidad: «La fiesta es comunidad, es la presentación de la comunidad misma en su forma más completa.».” (Pág. 72)

“La creación del ser humano no es el último acto de la Creación. La Creación culmina con el reposo del sabbat. De ahí que Rashi escriba en su comentario al Génesis: «¿Qué era lo que le faltaba al mundo? El reposo mismo. Al llegar el Shabat, llegó el reposo; entonces concluyó y fue completada la obra de la Creación». “ (Pág. 77)

“…el futuro de la humanidad no depende del poder de las personas que actúan, sino de la reactivación de la capacidad contemplativa, es decir, de la capacidad que no actúa. La vida activa degenera en hiperactividad y no solo termina en un burnout de la psique, sino también del planeta entero, si este no acoge en sí a la vida contemplativa.” (Pág 106)

“La crisis actual de la religión no puede atribuirse simplemente al hecho de que hayamos perdido toda fe en Dios o a que nos hayamos vuelto desconfiados con respecto a determinados dogmas. En un plano más profundo, esta crisis apunta a que estamos perdiendo cada vez más la capacidad contemplativa. La creciente obligación de producir y comunicar dificulta la pausa contemplativa. La religión presupone una atención particular. Malebranche describe la atención como la plegaria natural del alma. Hoy el alma ya no ora más. Hoy el alma se produce. Debido a su hiperactividad se le puede atribuir la responsabilidad por la pérdida de la experiencia religiosa. La crisis de la religión es una crisis de la atención.” (Pág. 107)

“Quien se entrega a la escucha se pierde en el «todo de la naturaleza», en el «inmenso azul», en el «éter», en el «sagrado mar». En cambio, quien se produce, quien se exhibe, es incapaz de escuchar, de contemplar en una pasividad infantil. En la era de las permanentes auto- producción y autoescenificación narcisistas, la religión pierde su fundamento, puesto que el desprenderse de uno mismo es un acto constitutivo de la experiencia religiosa. La autoproducción es más dañina que el ateísmo para la religión.” (Pág. 109)

“Debe calificarse de «religioso» el instante en que la libertad se torna naturaleza: «La religión respira allí donde la libertad misma ya se ha convertido de nuevo en naturaleza». La naturaleza le abre los ojos al sujeto que se cree libre y soberano y lo capacita para la contemplación. Lo auténticamente romántico es el instante en que el sujeto, frente a la naturaleza, renuncia a su soberanía y rompe a llorar… El yo sale así espiritualmente de la prisión en sí mismo… Deshecho en lágrimas el sujeto se entre a la veneración de la tierra.” (Pág. 111)

Imagen destacada: Al buscar una imagen para la entrada me ha venido la fotografía Icarus de David Lachapelle: https://www.davidlachapelle.com/icarus