El contexto en el que está narrada esta historia no se parece mucho a nuestra situación actual. Vivimos hoy en una sociedad plural, entre diversas posturas ante lo religioso, entre personas que tienen diferentes religiones… y todo esto es bien visto: nuestro mundo actual no se hace problema de esta diversidad. Pienso que es aquí, en las sociedades plurales donde este evangelio puede ser buena noticia: Dad a lo político lo que es político, y a lo religioso lo que es religioso. Aquí el mismo Jesús estaría fundamentando lo que hoy llamamos laicidad: es necesario no confundir las opciones y deseos políticos con las propuestas de las religiones. La sociedad civil no es la sociedad religiosa. La sociedad civil se puede organizar con otros patrones que no tienen porqué ser los de la religión oficial. Esto lo comprenderíamos muy bien si nos fuéramos a vivir a un país confesional islámico, pero nos cuesta entenderlo en nuestros países de fondo cultural cristiano.

Mt 22, 15-21
Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras. Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron:
– Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial. Dinos tu opinión: ¿es lícito pagar tributo al césar o no? Jesús, adivinando su mala intención, les dijo:
– ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Le presentaron un denario.Y él les dijo:
– ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Contestaron: – Del césar.
Entonces les dijo:
– Pues, dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

Es bastante torpe la opción de algunos colectivos en contra de todo lo religioso. La laicidad es un avance en nuestras sociedades, pero no consiste en eliminar la religión, sino en que ésta ocupe su lugar en una sociedad plural.
¡Ojo con emplear la religión para justificar ideas políticas o sociales!
Y también cuidado con querer barrer todo lo religioso y espiritual, sería cargarse la mayoría de las propuestas de sentido.

Lo que está claro que «dar al César lo que es del César» supone a la persona religiosa colaborar humildemente con la sociedad civil, dejarse juzgar por la ética (que por ser propuesta universal está por encima de la moral concreta de una religión) y trabajar por un mundo mejor, que a fin de cuentas es lo que quería Jesús con su propuesta del Reino. Bienvenida la sana laicidad que hace perder el poder a los que se creen en posesión de la única verdad.

Y «dar a Dios lo que es de Dios» significa para la persona religiosa ir más allá de los convencionalismos, más allá de lo justo… «si sólo amáis a los que os aman» (Mt 5, 46). Significa arriesgar seriamente la vida por el Evangelio y configurar toda la vida en la propuesta de Jesús. ¿O te pensabas que con un par de misas y cuatro oraciones ya se conforma?