La espiritualidad lasaliana necesita de formación. Es imprescindible una mínima formación bíblica, formación en diversos campos de la teología, en los retos actuales de la humanidad. El espíritu también se alimenta de ciencia y de la historia. No se puede ser un creyente ingenuo, continuamente debemos «actualizar nuestros mapas mentales». No se trata sólo de formación intelectual, también de experiencias, encuentros… El Fundador estableció tiempos para la formación y el retiro, vio la necesidad de reunir a los Hermanos, ofrecerles escritos, trabajar conjuntamente textos y documentos. Como lasalianos enriquecemos nuestros saber y nuestra práctica con formación.
“En aquel verano de 1691 reunió a los Hermanos en la casa de Vaugirard, recién alquilada, para días de renovación espiritual. Probablemente durante aquellos días habló de su proyecto a dos de los Hermanos en quienes más confiaba, invitándolos a comprometerse juntos de por vida en la obra de las Escuelas gratuitas”
Obras completas de San Juan Bautista De La Salle, pág 93.
Hay días en que me quedo triste
contemplando mi único talento.
¡Me siento tan poco agraciado!
Y temo perderlo,
lo amarro,
lo bloqueo,
lo entierro.
Y tú me sigues enviando
propuestas, retos y sueños.
¿No ves que sólo sirvo para lo que sirvo?
¡Busca a otros que sean más capaces!
~
Hay mañanas en que te siento más cerca,
y descubro que tengo más de un talento.
Que tienes razón, que podría ir más lejos.
Si me abro,
si salgo de mi nido…
si le dedico tiempo,
si me cultivo…
entonces, siento misteriosamente
crecer en mi interior
la semilla de tu Reino…. (pausa)
~
Y me pregunto:
¿no será que perdí los talentos por el camino?
La rutina,
la falta de constancia,
un poco de pereza
y, sobre todo, el no descubrir tu presencia
en este mundo que tanto está cambiando.
Y así, pensándolo bien,
un tercer talento aparece en mi vida,
rescatado de cuando era más joven,
de mi amor primero por ti… (pausa)
~
Los alumnos, los jóvenes,
los padres, los maestros,
los que comparten la misión de educar,
parecen mirarme pidiendo más de mi persona.
¡Ay, Señor, qué más quieres!
¿Aún puedo aprender?
¿Que me fie de ti?
¿Qué me prepare para atender sus necesidades?
Hace un rato pensaba que tenía solo un talento…
y ahora ya un cuarto me estás pidiendo… (pausa)
~
Pensaba que ya estaba bien,
que no me ibas a pedir nada más.
Y he aquí que te pones a hablar… de amor.
de querer a mis hermanos y hermanas,
de hacer comunidad
de aceptar y apreciar a todos,
de perdonar,
de escuchar los problemas de otros,
de ponerme a servir,
y a lavar los pies,
y a curar heridas.
Me has dado el talento de amar… (pausa)
~
Vale, me rindo, lo has conseguido:
Tengo cinco talentos.
Gracias por confiar en mí.
Humildemente,
me comprometo a cultivarlos.
~
Y termino aquí el salmo,
temo que me desbordes
con más dones.