Mucha gente mueve corazones …
En la sociedad actual hay muchas personas que mueven corazones: la enfermera del geriátrico cuidando con bondad a sus pacientes, el médico visitando a sus enfermos, la voluntaria de una asociación de minusválidos, el monitor de un club de tiempo libre, el educador social dando cariño a chavales, la maestra educando a sus alumnos, el niño o la niña, el o la joven que se da cuenta que su compañero o compañera está solo en el patio o en la clase o que no tiene amigos y se acerca a él o a ella, …
¿Cuándo toco los corazones de mis alumnos, compañeros, amigos…?
-Cuando les veo como personas, cuando conozco a cada uno de mis alumnos, manifestando a todos el mismo respeto, haciéndoles sentir que son importantes para mí.
-Cuando desarrollo una relación de confianza, de bondad, de interesarme por lo que les pasa.
-Cuando dedico tiempo gratuito a las otras personas.
-Cuando sé leer los momentos, su expresividad, y acierto a interpretarlos.
-Cuando soy capaz de empezar aceptando lo que veo de los demás, sin juzgarles, ni valorarles.
-Cuando le hago sentir al otro que es importante para mí.
Desde el Evangelio…
“Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario?”
Lc 6, 31-32
Nos admiran las personas que se dedican a los demás y lo hacen con cariño, con amor, con alegría, con bondad… ¿Acaso no nos gustaría ser tratados así a nosotros por parte de las personas con las que nos relacionamos? Jesús nos invita a acercarnos con bondad, con ternura, no solo a la gente que queremos sino a todos con los que nos cruzamos en la vida, empezando por nuestros alumnos (especialmente los que presentan más dificultades), por nuestros compañeros de trabajo, por las familias de nuestros centros, por las gentes de los lugares en los que vivimos…
¿Cómo está mi capacidad de amar?
¿Cuál es mi actitud ante los acontecimientos diarios?
¿Quién no necesita ser tocado?
¿Somos capaces de admirarnos por los éxitos de las personas que nos rodean?
¿Soy capaz de ponerme en lugar del otro antes de tomar una decisión?
Conectando con otras confesiones religiosas.
“La solución a muchas de nuestras limitaciones mentales o bloqueos emocionales yace en la generosidad, porque la práctica de generosidad es expansiva.”
(Dhardo Rimpoche – Budismo).
Desde La Salle
San Juan Bautista de la Salle utiliza veinticinco veces la expresión “mover los corazones”, a las que se han de añadir una docena de frases donde emplea aislado el verbo “mover” con idéntica acepción.
En muchos momentos de su vida, Juan Bautista de La Salle movió el corazón de sus alumnos. Uno de esos momentos fue cuando estuvo en Parmenia enseñando a los niños.
Tocar el corazón.
«¿Esta es vuestra fe que llega a cautivar el corazón de los alumnos y a inspirarles el Espíritu Cristiano? Ese es el mayor milagro que podéis obrar, y el que Dios os exige, por ser ese el fin de vuestro empleo” MF 139,3
Al compañero desconocido…
Durante un mes, a cada miembro de la comunidad educativa (o cualquier grupo de personas que convivan diariamente) se le asigna la observación de alguna persona, intentando que sea una con la que tiene poca relación. Durante este tiempo le va dejando mensajes anónimos positivos en los que le expresa admiración, gratitud por su manera de ser…
La dinámica acaba en una celebración de acción de gracias: Aprovechando la imagen de las gafas, como símbolo de una nueva mirada, dibujamos unas gafas grandes y en sus cristales se pegan esas notas positivas.
Competencia espiritual…
Construye sistemas de valores y creencias.
– Elabora preguntas de sentido y finalidad.
– ¿Cuáles son tus valores y creencias personales (tu espiritualidad propia).
¿A quiénes te vinculas afectivamente?
– Desarrolla estima hacia sí mismo, los demás y el entorno.
– Utiliza los sentimientos como motor de crecimiento personal.
– Comprométete con la realidad del mundo en que vivimos (compromiso ético).
Posibles actividades:
Imagina el “por qué” de diversas situaciones, y traslada la pregunta a realidades de su vida.
Verbaliza aspectos positivos de sí mismo y los demás.
Se interesa por los demás, preguntándoles como se encuentran…
Expresa sentimientos mediante alguna forma (palabras, dibujos, modelado), en celebraciones o reflexiones.
Es capaz de realizar acciones de ayuda desinteresada por sus compañeros.
Colabora en alguna acción solidaria con ONGs.
José Luis Gómez Aldana, Juan Antonio Martínez Sancho, José María Valero Moreno.
Me pregunto: en nuestra manera de vivir y actuar ¿dejamos que el afecto, la amistad, la relación con los demás… sean mediación de Jesús? ¿Proyectamos a Jesús o nos proyectamos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos llegar a «tocar los corazones» si no dejamos que Él «toque» el nuestro?.
Hoy es día 2 de febrero. en toda la Iglesia se celebra el «Día de la Vida Consagrada». Un acontecimiento que, este año, ha tenido un marchamo especial al clausurarse el Año de la Vida Consagrada.
Simplemente se me ocurre un comentario al hilo del título que encierra esta sección: «Mover los corazones…»
Un anciano, Simeón, siente que su corazón da un vuelco cuando ve entrar al Niño con su Madre en el templo. No cabe duda de que es un corazón despierto, que ha estado durante mucho tiempo aguardando con paciencia este momento. ¡Y lo encuentra y tiene su recompensa cuando ya casi, ni él mismo, seguro, lo esperaba!
¿Qué estaría pasando por ese viejo corazón en años, pero joven en deseos, de Simeón?
Se me ocurre pensar que ha dado con la clave. Tiene en sus manos al Hijo de Dios, al esperado, al que las naciones han estado deseando. Y, ahora, lo tiene en sus manos.
Podemos pensar que, claro, verlo en la realidad es diferente de imaginarlo en lo ideal, como nos pasa a nosotros.
Pero a Simeón el corazón le arde (¿os acordáis de los dos de Emaús, que sentían eso mismo al contacto con el peregrino que se les acercó?), le da un vuelco por tener cerca a Jesús. Ahora puede morir tranquilo porque ha visto al Salvador.
Nosotros en nuestras comunidades, todos los dáis, ojo, todos los dáis experimentamos la presencia de Jesús en medio de nosotros (nos fiamos de lo que dijo Él mismo: Donde dos o más… allí estoy yo). ¿Arde nuestro corazón cada día? O ¿está, más bien «fofo»? Porque si es lo primero, nuestro experiencia de la comunidad es grandiosa, fecunda, positiva, llena de vida… aunque nuestra comunidad no sea «de otro mundo».
Pero si es lo segundo, ¡ay madre, algo no va bien! porque la presencia de Jesús sigue real pero no mueve nuestro corazón. Acaso, apegados más a otras cosas, nuestro corazón se va tras otros dioses (lo mío, mis intereses, mis preocupaciones, mis chismes, mis deseos, mis… y siempre mis…). Quizá haya que cambiar el chip de la mirada para que el corazón se mueva por otro lado. Pero para ello hay que tener los ojos muy abiertos para captar la sencillez que refleja ese favor del hermano, ese saludo mañanero que nos despierta y alegra, esa paz que desprende el hermano mayor de la comunidad y que,apenas puede hablar, o ese momento de oración como comunidad reunida en torno a la Palabra de Dios que dulcifica momentos un poco más amargos… O ese encuentro con alumnos, ¡bendito encuentro! que devuelve ilusiones y ¡claro! también pone en marcha el corazón.
Son muchas las ocasiones para que el corazón se mueva. Son varios los momentos para que olvidando lo nuestro, desprendamos el calor humano que tiene el encuentro con el otro, sin esperar nada a cambio… solo el sentirse cerca construyendo fraternidad.
Así, Simeón,cuando tuvo al Niño en brazos pudo exclamar: «Mis ojos han visto la salvación…» Y el corazón se le ensanchó mucho, mucho porque se dejó querer por un Niño en sus brazos.
Acaso nosotros, sosteniendo al niño de nuestros desvelos, de nuestra disponibilidad, de nuestro desafío orante, de nuestra fraternidad… podamos decir con el resto de hermanos de la comunidad: «Mis ojos han visto la salvación…» ¡Bonita clausura local, si esto es así, de ester Año de la Vida Consagrada!