La fuerza del río.
Las aguas bravas de un río poseen una fuerza que modifica todo aquello que encuentra en su recorrido.
En su marcha se adapta a mil volúmenes diferentes horadando y abriendo caminos, limando aristas y asperezas. Las aguas a su paso fecundan de vida de huertas y riberas.
Las aguas bravas son metáfora del entusiasmo ardiente que anida en toda persona para trasformar la realidad que le envuelve.
CARENCIAS
El río en su recorrido tiene sus peligros; el peligro de convertirse en aguas estancadas cuando la abulia y la apatía nos conducen a situaciones de estancamiento; el peligro de aguas contaminadas cuando nos dejamos llevar por valores negativos; el peligro de las aguas superficiales cuando nuestras vidas se convierten en atonía de encefalograma plano; el peligro de las aguas filtradas que no se dejan ver, cuando somos timoratos en la expresión de nuestras creencias y valores.
EVANGELIO
El Evangelio de Jesús nos invita a hacer partícipes a todos los hombres del agua vivificante de su mensaje. “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15)
Jesús de Nazaret nos impulsa a comunicar sus valores con la fuerza del fuego. “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49)
La noticia de Jesús bien presentada se hace atractiva, despierta el deseo de conocerla y, a la vez, fecunda a quien la escucha. “Y le dice la mujer: “Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed” (Jn, 4, 15)
PRÁCTICA.
Estas aguas hay que canalizarlas para que su poder vivificante humanice nuestro mundo. Cada una de nuestras actividades son los canales que fecundan nuestros ambientes cotidianos, escolares, familiares y sociales:
– Déjate llevar por las aguas de Campañas solidarias.
– Sigue el flujo de tus aprendizajes. La formación personal te capacita aprender y comprender mejor el mundo.
– Escoge la corriente en la que ve vas a zambullir… pero elige bien, dedícale tiempo a tus opciones.
COMPETENCIAS
Para vivir con profundidad y actuar con fundamento se necesitan una serie de prácticas y convicciones. Para ello debemos ser capaces de:
– Manifiesta abiertamente tus creencias. Habla de lo que te mueve a actuar.
-Despierta el sentido positivo de la vida. Hazte sensible a lo que la realidad te enseña.
– Demuestra interés más evidente por las personas con quienes convives, con las personas con las que trabajas.
– Participa en encuentros y acompañamientos personales: tutorías, reuniones, celebraciones.
OTRAS RELIGIONES
La misión de la Iglesia se agranda con el conocimiento de nuevas culturas y religiones. El cristianismo católico, con excepciones, peca de timorato a la hora de comunicar sus valores y creencias. Apreciamos que otras religiones son más espontáneas a la hora de presentar sus valores y creencias.
Los cristianos católicos hemos perdido, en muchas ocasiones, la conexión con la fuente, con el flujo de nuestra vida. La espiritualidad es estar conectado con la fuente. Somos responsables de buscar esta conexión.
– participa en celebraciones litúrgicas más vivas y donde puedas expresarte.
– implícate en algún proyecto donde puedas ayudar a otras personas.
Espíritu de celo:
Para La Salle, el espíritu de celo, era la segunda dimensión, después de la fe, para la espiritualidad.
Celo es interes, empeño, generosidad, implicación…
– “En segundo lugar el espíritu del Instituto consiste en el celo ardiente de instruir a los niños” (Reglas y Constituciones 2,2)
– “… y poned en ello toda diligencia al dirigirles vuestras enseñanzas considerándoos en este particular como ministros de Dios y los dispensadores de sus misterios” (Meditación 193, 1)
– “En el empleo que ejercéis sois los embajadores y ministros de Jesucristo; por consiguiente, tenéis que desempañarlo como representantes suyos” (Meditaciones para el tiempo de Retiro 195, 2)
– “El compromiso apostólico forma parte integrante de la consagración del Hermano a Dios. El espíritu del Instituto, implica, por consiguiente, que todos sus miembros reaviven en sí mismo el espíritu de celo, a la luz de la vida y las enseñanzas del Fundador para dirigirse a los demás con corazón de pobre” (R. 47)
Ricardo Mateo, Raimundo Frutos y Joaquín Martín.
Nuestro compromiso con la misión educativa es incuestionable. Nuestro Fundador nos habla de tener «celo ardiente». Me pregunto hasta qué punto lo vivimos en el día a día. ¿Qué nos motiva? ¿Con qué actitudes vivimos nuestra misión? ¿Cómo la actualizamos? ¿En qué invertimos nuestro tiempo como Hermanos y Lasalianos? Me gustaría que algún lector pudiera contestarme a esas cuestiones. Gracias.
¡Qué cosas tienes, rafamatas! ¿Cómo se te ocurre hacer tantas preguntas a la vez? La vida hay que simplificarla. Si empiezo a responder a todas tus cuestiones, cuando llegue a la última estaré cansado, y sin embargo es la más significativa, la definitiva, aunque parezca la menos importante. En tus visitas pregunta a cualquier Lasaliano a qué dedica su tiempo, especialmente su «tiempo libre», como dice la canción, y por sus respuestas deducirás sus motivaciones, sus actitudes ante la misión, y fuerza de su entrega por la educación. Quizás el entrevistado no se entere de por donde van los tiros, pero tú que eres muy sagaz… Saludos
Qué cosas teiens Joaquín!!! No te hagas preguntas tú y verás lo que pasa… ¡Siempre hemos de estar en estado de pregunta! y, claro… de respuesta también ¿o no? Lo cierto es que en la medida que nos preguntamos, cuestionamos, in terrogamos… e intentamos responder… es más fácil seguir creciendo por dentro, que de eso se trata en esto de la espiritualidad.
Qué cosas tenéis los dos, Joaquín y Rafa. Las preguntas escasas dan somnolencia. La abundancia de preguntas deja sin aliento a quien tiene que responderlas. Pero, ¡ah! ¿dónde está el justo medio, si es que puede hablarse así? El tema no es de más o menos, sino de que hay preguntas que uno no puede dejar de hacerse (o hacerlas a otro, si sientes tu labor educativa): ¿Para qué sirve tu vida? ¿Qué pones en tu vida para que sea valiosa para otros? ¿Por qué darle a la vida sentido desde lo lasaliano? Preguntas, no muchas, que van siempre dirigidas a uno mismo pero desde lo que puedo servir, ofrecer a otros… sin pensar tanto en mi mismo… porque me creerme el centro del mundo me agota.
Se termina un año de la Vida Consagrada. Allá lejos queda aquel inicio de Adviento de 2014 y nos vemos ya culminando este torrente que nos ha invadido a lo largo de muchas semanas y que tendrá su culmen el día 2-2-2016.
Atrás queda un torrente, un caudal enorme de experiencias, de vivencias, de encuentros diversos, de llamadas a la renovación y a la sencillez, de compromisos que se han ido haciendo vida en el transcurso de los días. ¿Queda algo al mirar ahora hacia atrás? ¡Vaya, pregunta un tanto retorcida! ¡Claro que queda!
Se han agrupado como un torrente momentos de encuentro entre comunidades que han hecho sentirnos mucho más fraternos; se han desplegado como un río en crecida caudalosa las iniciativas en uno y otro lugar en favor de la vida consagrada; se ha derramado como lluvia fresca sobre las comunidades y las personas: lecturas, artículos de revista, libros fantásticos… que nos han puesto otra vez el cargador de nuestra vida a 100 para no perder comba.
Queda ahora que ese torrente en crecida no sea tan impetuoso que arrastre todo y no quede más que fango, sino que sepamos filtrar el agua de los buenos deseos que siempre lleva deseos de infinito y que calma la sed de lo que nunca hemos dejado de anhelar: ser testigos del Dios vivo, que se ha hecho como uno de nosotros.
Quizá en esta tesitura de «Caudal» y en este tiempo de verano, se hace más necesario el río caudaloso… (de todo). Primero, de agua, para apagar tanto fuego que algún descerebrado ha encendido (caso de la isla de La Palma) para regodeo de su vista y salir luego en los periódicos… ¡Por Dios!, qué falta de sensibilidad, de responsabilidad y de… cabeza.
Pero no quería ir por ahí. Me viene a la mente el evangelio de hoy y la necesidad de refrescar, ante tanta cabeza llena de otras cosas, una inteligencia que desemboque en el amor. Sí, porque nos dice Jesús: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. » Casi nada, y casi todo.
Cuando creíamos tener el dominio de las cosas, cuando nos creíamos superiores porque éramos los dueños de todo, viene Jesús con ese chorro (ese caudal de energía personal) y nos desmonta todo lo que habíamos imaginado… si es que no iba en su línea.
Perder todo, para ganar todo. Vaciarse de todo, para llenarse de todo. Olvidarse de todo para que Dios sea el único necesario. ¡Pufff! Difícil misión para los que caminamos a «pie de obra», preocupados por muchas cosas y tratando de llenar muchos vacíos.
Pero «la cosa» es simple. Piensa y pregúntate: ¿De qué llenas tu vida, que te cueste tanto desprenderte? ¿Qué acapara tu atención que te haga olvidar o perder el norte de lo que importa? ¿Qué te invita a salir de ti para encontrarte más pleno? ¿Dónde poner el acento para sentirse lleno de lo valioso?
Acaso pueda ser bueno recordarnos con frecuencia que somos «pregoneros», voceros de lo bonito de Dios. No olvidemos eso que nos recuerda el profeta Nehemías en la lectura de hoy (y que recuerdan otra parecida de Isaías en el capítulo 52): «Mirad sobre los montes los pies del heraldo que pregona la paz…» (2,1).
Extraordinario servicio podemos hacer a este mundo un tanto desquiciado si somos herederos, anunciadores, emisarios de la paz, de la fraternidad, de la acogida. Será como un «caudal», una torrentera que se desborda y que regará nuestra pequeña o gran parcela por donde nos movamos. ¡Seguro que la refrescará!