Seas quien seas, ten a Dios siempre presente”.-

Este primer precepto que se nos propone corresponde a la clave más nuclear y esencial de nuestra identidad como consagrados: desde nuestro ser religioso/a, con todas nuestras limitaciones, humanidad, dones y capacidades, Dios siempre ha de estar presente y latente en nuestro SER y HACER. Debe ser el punto de mira de nuestras existencias, el timón de nuestro peregrinar…

Seas quien seas”. –

Dios nos llama cada día. La iniciativa es suya, y nos llama, seduce y escoge por lo que somos, desde donde somos y como somos… Con nuestras pobrezas, fragilidades, con nuestras capacidades, dones y habilidades… No porque seamos los mejores o más santos/as… ni especiales… Nos llama a seguir desde lo concreto, único y singular de nuestro ser, con nombre propio [1] .

Existe una expresión que creo puede situarnos en esta clave vocacional-bíblica. Dolores Aleixandre, hablando de la pedagogía de Jesús al dirigirse a la gente -en el caso concreto del Escriba, en “el icono del buen samaritano”-, nos dice: “Él (Jesús) no propone ningún ideal externo, sino que invita a sus interlocutores a acoger el don gratuito y a no centrarse en sí mismos y en su propia perfección, sino en relación con sus semejantes”. La “verdadera sabiduría consiste en mostrarse humano”.

¿No podríamos recuperar a partir de esa expresión, desde lo humano, nuestra propia pastoral vocacional? ¿No nos ayuda a crecer, a ser, la relación con la gente, el descentrarnos y el acercarnos al otro, al más necesitado de nuestro entorno…? ¿No son los otros quienes “catalizan” mi opción, mi propia humanidad?

Sigue más adelante, y nos afirma que “no es cosa tuya (nuestra) decidir quién es tu (nuestro) prójimo, sino que debes (debemos) mostrarte (mostrarnos) prójimo de todo ser humano en necesidad”. (Dolores Aleixandre, “Buscadores de pozos y caminos”, en USG-UISG, “Pasión por Cristo, pasión por la humanidad” (Congreso Internacional de la Vida Consagrada, Roma 2004), Ed. Publicaciones Claretianas, Madrid 2005, pp. 116.117.121)

Si tuviésemos que renovar nuestra pastoral vocacional, tendríamos que empezar por nuestra propia vocación. ¿Quién es el Dios de nuestras vidas? ¿Somos conscientes de que el Dios de Jesús, de nuestro mundo, nos sigue llamando hoy? ¿Desde qué claves, espacios y mediaciones nuevas vamos respondiéndole?

El Dios de la historia, el Dios de Jesús, es un Dios seductor al que, desde la singularidad y libertad personal, hemos de responder, para dejarnos seducir y escogerle, con la certeza de que Él va a ir transformando nuestras existencias… Siempre en proceso, itinerante, durante toda una vida… y con toda nuestra vida.

¿La vida, nuestra vida, es ese itinerario personal y vocacional en el que nos reconocemos y vamos descubriendo la grandeza de un Dios que nos sigue seduciendo? ¿Nos dejamos conquistar, en cada acontecimiento, en cada experiencia humana y humanizante? ¿Compartimos en comunidad nuestras llamadas vocacionales y nuestras experiencias de Dios? ¿Mis Hermanos/Hermanas saben de mis inquietudes, necesidades, deseos y proyectos, de lo que me conmueve humana y espiritualmente?

Ten a Dios siempre presente”. –

Dios es quien vertebra todo nuestro ser y hacer… Él es el tesoro escondido en nuestro campo, y “hemos vendido todo” para comprarlo, para quedarnos con lo mejor (Cf. Mt 13, 44-46), para siempre, sin vuelta atrás…

¿Qué significa “tener a Dios siempre presente”? La persona que tiene a Dios siempre presente es la que vive una actitud de búsqueda continua, una actitud contemplativa en la acción; la que se siente seducido por Él y acepta su plan.

Dios nos llamó un día, y nos sigue llamando hoy, y nos seguirá llamando mañana… La vida es vocación. Toda la vida es vocación y un camino para descubrirle e ir descifrando su proyecto para con nosotros. Ahí está la grandeza de un Dios Creador que genera vida y que sigue actuando en nuestra historia, en nuestro mundo, siempre al lado de los insatisfechos y sedientos de un mundo más justo y más humano.

Al igual que la samaritana, “si conociéramos el don de Dios”, nuestro seguimiento sería siempre nuevo y abierto a lo expectante y por llegar. No dejaríamos “nunca que nada ni nadie sofoque o entretenga los (deseos) que estuvieron en el origen de nuestra opción de seguimiento de Jesús en la vida religiosa, sino a mantenerlos siempre despiertos e insatisfechos porque en ellos se esconde nuestra mejor ‘reserva de humanidad’ y lo que nos permite continuar abiertos y expectantes ante ese Don que nunca acabamos de conocer por completo [2] .

Nuestra historia es historia de Dios Creo que deberíamos de narrar y contemplar en nuestra vida, personal y comunitariamente, experiencias de ÉXODO, ALIANZA, TIERRA PROMETIDA, SERMÓN DEL MONTE, MILAGROS Y PARÁBOLAS… Nuestra historia es historia de Dios, es historia de salvación. Y nuestras comunidades deberían de constituirse en “puentes de fraternidad [3] , donde se fraguase y cristalizase, al calor del Evangelio, presencias y gestos de un Dios de entrañas de misericordia, con los brazos extendidos (Lc 15, 11-32). Hoy es el tiempo de narrar experiencias de itinerarios y de acompañamientos con la gente; itinerarios de acogida con los inmigrantes y los ‘sin techo’, con aquellas personas que se ven alejadas de su tierra, cultura y hogar, en constante éxodo. Narrar experiencias de Encuentro y de Comunión que expresen la misericordia de un Dios Padre que sigue apostando por su mundo; donde nuestra vida consagrada, nuestra comunidad en “complicidad asociativa”, sea gesto y espacio de alianza y fidelidad. Narrar diciendo que “lo imposible” ya es posible, que vamos todos en búsqueda de una tierra mejor, más humana, más habitable, más hermana, más entrañable. Es tiempo de sentarnos en el monte y narrar las grandezas de un Dios Padre que nos llama bienaventurados y felices, porque nuestra vida, la vida que desborda de los pobres, de los que lloran, de los perseguidos, de los pacíficos… sabe a Reino y habla del Dios del Reino. Y, hoy, nuestro mundo, a gritos silenciosos, anhela milagros y presencias narrativas que le cuenten las parábolas del Reino; milagros que les levanten de las cunetas y orillas de nuestros caminos de opulencia e individualismo; parábolas que cuenten historias reales de verdaderos caminantes con los que caminan y de buscadores con los que buscan…; parábolas de comunidades samaritanas y de los hijos pródigos en busca de unos brazos paternos y maternos…

A modo de narración: De pasión se trata…

La fe en Dios nos llama a ser hombres y mujeres apasionados, peregrinos convencidos y convincentes de caminos y pozos que alumbren con sus presencias las vidas de tantos hermanos y hermanas que yacen tirados y olvidados en las oscuridades frías de nuestra sociedad.

La auténtica cuestión es llegar a vivir a Dios como pasión ardiente. Esta es la llamada urgente que nos reclama este siglo XXI: ser místicos/as. ¿Cómo vivir a Dios de manera ardiente y apasionada? Desde su mirada, desde su corazón (sentir), desde su presencia, desde sus entrañas de misericordia. La relación con Dios no depende de nuestro esfuerzo sino de su atracción… Lo nuestro es consentir a su atractivo, dejar que sea Él quien viva en nosotros, dejarnos conquistar por Él. Es la conquista y la aventura de toda una vida.

Para narrar una historia siempre nueva –desde la Novedad de Dios- en medio de tantas historias viejas de fragmentación y de olvidos y exclusiones… es preciso que la Vida Religiosa, y cada uno de nosotros en ella, recorramos un doble camino de inclusión y de memoria creativa:

  • La gracia, la sabiduría y la complicidad vocacional de que en nuestro encuentro con el mundo descubramos al Dios del mundo: ese Dios que está en la realidad dándose, habitando, trabajando, descendiendo, vivificando (esto es ser contemplativos en la acción).
  • Y la gracia, la sabiduría y la complicidad vocacional, también, de que en el encuentro con el Dios de la Vida, descubramos el mundo de Dios: ese mundo-humanidad que aspira a la libertad de los hijos de Dios y anhela los lazos creativos de la fraternidad entre todos los hombres y mujeres, encadenados por tanta tiranía y egoísmo fratricida (esto es ser activos en la contemplación).

Un doble camino, un doble movimiento, una doble dinámica existencial, que nos ha de obligar a expresar lo más genuino de nuestro PROYECTO de vida como consagrados: EXAGERAR A DIOS, apasionados por el Dios de Jesús que nos muestra su mundo y nos envía al mundo.

Todo intento de renovación, de refundación de la Vida Religiosa, de nuestra vida comunitaria e institucional, comienza por ahí: acogiendo al Señor en el espacio que limita el realismo duro con la esperanza, nuestro precario presente con el futuro de Dios.

  1. Durante mucho tiempo, la vida religiosa ha sido definida como “estado de perfección”. Sin embargo, la Hna. Joan Chittister nos dice que “es importante caer en la cuenta de que la vida religiosa no es un estado de vida perfecto para gente perfecta; no es un estado de vida del que ni siquiera se suponga la perfección, sino un estado de vida (forma de vida) en el que se cuenta con el esfuerzo, y el fracaso se da por supuesto, y cuyo contenido lo constituye más la búsqueda humana que la engañosa noción de la impecabilidad. Sólo desde el reconocimiento de su fragilidad, puede tener esperanza la condición humana, tal como proclama la vida religiosa en cualquier parte”, en o.c. Joan Chittister, “El fuego en estas cenizas…”, p. 25.
  2. o.c. Dolores Aleixandre, “Buscadores de pozos y caminos” …, p. 122.
  3. Como nos dice el papa Francisco: “Estamos llamados a reconocer cada signo y movilizar toda nuestra energía para eliminar los muros de división y construir puentes de fraternidad en todo el mundo” (Papa Francisco, mensaje a Tercera Conferencia mundial sobre Ética Teológica, 27 julio 2018; cf. también en Fratelli Tutti 62, 216 y 276)

Foto destacada: Gracias a Pexels-alamin-zulfar-17834531