Convertirse en llama, unas relaciones de Vida para dar vida.

A modo de comienzo: ¡Este es el tiempo…!

Dicen que el cambio comienza cuando alguien vislumbra el siguiente paso. O más bien cuando alguien alcanza a ver que el último paso ya no funciona. Descubrir el siguiente se convierte en una bendición, una carga y un reto. Explorar el siguiente paso es una bendición porque se puede dar el momento mágico de embarcarse a lo desconocido con fuego y entusiasmo. Y buscar es una carga pesada cuando el camino parece que no lleva a ninguna parte. Y es un reto porque nos confronta con opciones nada fáciles“. [1]

Estamos inmersos en un tiempo en el que se nos exige vivir con creatividad, lucidez y con cierta generosidad, abiertos a la “novedad” y urgidos por los desafíos y retos de un mundo que reclama, cada día, más la visibilidad y significatividad de unas relaciones profundamente humanas, fraternas y solidarias.

En primer lugar, creo que vivimos, como Iglesia y como religiosos, en un momento de gracia y clave de nuestras historias, y os invito a que vayamos descubriendo con audacia cuál ha de ser el nuevo rostro de nuestra vida de consagrados [2] . Es el momento de preguntarnos: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué debemos hacer (seguir haciendo) en este momento?

Asimismo, como CONFER (Religiosos de España), hemos iniciado un tiempo de reflexión. Un tiempo de búsqueda y de encuentro con lo más profundo de nuestra vocación y misión. Un tiempo en el que TODOS/AS, como comunidad de consagrados, estamos llamados a discernir y responder, con autenticidad, dónde estamos, cómo estamos y desde dónde nos hemos de situar para que nuestra VIDA sea Vida, visible y significativa, y seamos testigos de una Vida que acoge la novedad y dé respuesta a los anhelos y esperanzas de nuestro mundo, de nuestros hermanos y hermanas, los más “pequeños”.

¡Este es el tiempo! Este es el comienzo de una nueva historia, tanto personal como comunitaria, e institucional. Este es el kairós al que somos llamados y convocados: una historia que quiere ser narrada con frescor nuevo, desde el Espíritu, y de la mano de un Dios Padre-Madre que hoy sigue recreando y apostando por nuestra humanidad. Esta es la misión a descubrir.

Este es nuestro tiempo, nuestro “aquí y ahora”. Con sus turbulencias y sus esperanzas. Si tuviésemos que escoger un relato evangélico que pudiese describir nuestro momento histórico actual, nos vendría a la memoria el relato lucano de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35).

Hoy, la vida religiosa pasa por su atardecer y, al igual que los discípulos, camina de vuelta y envuelta en sentimientos de decepción y tristeza. Por el camino, vamos compartiendo nuestras confesiones personales y comunitarias sobre lo que nos está aconteciendo: La falta de credibilidad y atracción de nuestra forma de vida en muchos ámbitos de la sociedad, la ausencia de candidatos y candidatas en nuestras instituciones, la edad avanzada de nuestras comunidades…y, quizás, hayamos enterrado en nuestra Jerusalén nuestras posibles y primeras esperanzas… “Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel”. Esta actitud desolada de los dos discípulos va a sintetizar la desfigurada y empobrecida imagen que se habían hecho de la identidad y la misión de Jesús¿Quién es nuestro Jesús? ¿Cuál es la imagen que ofrecemos de Jesús? ¿En quién y dónde se fundamenta nuestra espiritualidad? Pero un desconocido camina con ellos… y toma la palabra… Se hace huésped y, estando los tres alrededores de la mesa, toma pan, pronuncia la bendición, lo reparte y desaparece ante los cegados ojos de los dos discípulos… Aunque este relato comience narrando una historia de abandono, huida y dispersión, también se nos presenta, en su desenlace, como una historia de regreso y de re-encuentro

Nuestra reflexión, bajo el título “¿…No ardía nuestro corazón…?”, quiere ser una propuesta de regreso y de re-encuentro con nuestras narraciones personales y comunitarias, para ayudarnos así a dialogar, discernir y contemplar, con ojos nuevos y corazones encendidos, la siempre transformante presencia de Jesús en nuestro caminar.

La tarea de desandar y de tomar el camino de regreso de nuestra vida hacia el re-encuentro con lo más radical de nuestras historias vocacionales y carismáticas ha de llevarnos, sin nostalgias ni titubeos, a lo más genuino y fundante de nuestras opciones de vida: nuestra experiencia de Dios.

Creo que ésta es la cuestión auténtica a la que nuestra vida religiosa se ha de enfrentar en este atardecer (o nuevo amanecer), y a la que ha de responder, visible y significativamente, si quiere ser Vida y seguir dando vida. Así, nos lo recuerda la Hna. Mary Sujita, exSuperiora General de las Hermanas de Nôtre Dame:

La cuestión verdadera a la que se enfrenta la vida religiosa hoy es, ante todo, el aletargamiento espiritual y la falta de fe. Ninguna sabiduría espiritual o libertad radical interior puede llegar cuando descuidamos la contemplación y nos protegemos de todo ascetismo y disciplina de corazón. Cuando tengamos una atracción profunda e irresistible hacia Dios y experimentemos el amor incondicional y constante de Dios en nuestra vida personal, nos llenaremos de pasión por Jesús y por su misión [3] .

“… ¿No ardía nuestro corazón…?” es una invitación al reencuentro y regreso esperanzador, en búsqueda apasionada de nuestra identidad, y que nos exige una respuesta real y vital a una pregunta latente: ¿Dónde está nuestro Dios?

1. Extractos del pensamiento de la religiosa benedictina Joan Chisttiter, en la Revista “Diakonia” (68), 1993, pp. 3.6.

2. En estas últimas décadas, la literatura y reflexión teológica sobre la vida religiosa y consagrada va encaminada hacia estos derroteros de “un nuevo rostro” y hacia los caminos de refundación que necesita para ser significativa y generar signos de vitalidad.

3. Hna. Mary Sujita, snd, “Reflexiones sobre la Vida Consagrada”, Ponencia impartida a los Hermanos de las Escuelas Cristianas en el 44º Capítulo General, en Roma (7 de mayo de 2007). Ver también en Faustino Oteiza, “Mary Sujita Kallupurakkathu: ¿Una vida consagrada con futuro?”, en Revista “Vida Religiosa”, nº 8/vol. 103 (Madrid, octubre 2007): “Sólo una experiencia profunda del Padre como la tenida por Jesús suministra el fuego, la energía interior, que ayuda a vivir con pasión la vocación consagrada…”, p. 34.

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