Soy Raül. Tengo 34 años y actualmente soy profesor de secundaria en el colegio La Salle Sant Celoni. De hecho, mi relación con La Salle empieza ya como ex alumno. Estudié toda la etapa obligatoria en la misma escuela donde ahora soy profesor. Tengo un gran recuerdo de los maestros y Hermanos de aquella etapa; más allá y visto ahora desde la distancia, no sólo por las cualidades de los conocimientos que transmitían, que sin duda era muy buena, sino también por lo que en el lenguaje actual podemos llamar acompañamiento. Sí, me sentí acompañado, desde una relación muy fraternal, cariñosa y también exigente, en positivo. Y allí también fui cultivando mi vida interior y la relación con el Trascendente. No sé si La Salle me hizo descubrir a Dios o Dios me descubrió a mí; pero, desde pequeño, siempre me he visto acompañado por esta experiencia que, además, conectaba con todo aquello que como niño vivía a la escuela.
Al terminar mi escolarización obligatoria tenía muchas dudas sobre qué es lo que me gustaba realmente y a lo que me quería dedicar en el futuro. De hecho me gustaba un poco todo. Sí es cierto que ya tenía cierta atracción por el mundo de la educación… supongo que también gracias a distintas propuestas que desde la escuela había vivido en actividades y proyectos donde los grandes a veces nos habíamos hecho cargo de los pequeños. Decidí encaminar mi trayectoria hacia las ciencias para que, si lo de ser maestro no me acababa de convencer, tuviera otras salidas profesionales.
En aquellos años de estudios post-obligatorios mi relación con La Salle continuó. Con la llegada de un nuevo Hermano director se puso en marcha un grupo scout, y me invitaron a participar como monitor desde los inicios. Era como seguir estando «en casa», en La Salle, pero viviéndolo de otra manera. Y acompañado también por ese Hermano y por otros Hermanos y Profesores que participaban del grupo. Esta vivencia cercana con ellos también enriqueció mi descubrimiento de Dios y me ayudó a sentirme útil y feliz por todo lo que hacía. Cada vez tenía más claro que mi mundo era el de la educación, y además cada vez me sentía llamado a implicarme en nuevos proyectos donde creía que podía hacer alguna aportación positiva.
Tuve la gran suerte, y así lo considero, que justo terminados mis estudios de biología en la escuela surgió una plaza y me llamaron. Sin pensar demasiado en nada ni hacer planes de futuro ni ningún otro tipo de consideración no dudé ni un momento. Continuaba «en casa» y haciendo algo que me hacía sentir realizado. Además, antiguos maestros eran ahora mis compañeros. Y yo ahora podía hacer esa tarea de acompañante desde otra perspectiva, desde el aula, desde la tutoría.
Y además tenía la gran suerte de sentir que esta manera de vivir mi vocación era compartida por un buen grupo de compañeros. Los Hermanos, además, siempre atentos a todo lo que pudiéramos necesitar, nos abrían su comunidad y compartían todo con nosotros. De ahí surgió la primera comunidad de Asociados seglares de la escuela, donde rápidamente me sentí llamado e invitado a participar y formar parte.
De hecho, en mi vida, y tal como he leído alguna vez del Fundador, un compromiso me llevaba a otro compromiso. Y así fue como asumía la tutoría, o el cargo de coordinador de pastoral de centro, o el de subdirector del colegio, o ser miembro del equipo de pastoral del Sector… así como, a nivel externo, participaba en entidades y asociaciones e incluso en política municipal para, como siempre, intentar aportar algo positivo en lo que me rodea. De hecho podría decir que he hecho lema de vida el «siempre listos» que dicen los scouts. Al final, de todo ello, lo único que he ido haciendo ha sido seguir las pistas que me han hecho sentir vivo y feliz, recibiendo migajas del Reino al que todos estamos llamados a construir.