Rawick, M.& Lobjois, P. El diario de Myriam, Edelvives, Madrid, 2017, 120 pp.

Cuerpos blancos con la boca entreabierta, el torno desnudo y el pecho arqueado en busca de aire… Treinta niños víctimas de un ataque químico perpetrado la mañana del 6 de abril de 2017, en la provincia de Idlib, protagonizaron las portadas de todos los periódicos…”

Así comienza este libro que narra los horrores que vive una familia y las gentes de Alepo, a través de los ojos y de las vivencias de una niña que, cuando comienza el terror tiene seis años y que culmina con 13. “Me llamo Myriam y tengo trece años. Crecí en Jabal al Saydé, el barrio de Alepo en el que nací y que hoy ya no existe…”

Es la historia de cómo se ha ido desangrando Alepo a lo largo de los últimos años, fruto de la barbarie y de las bombas de no se sabe quién o de los disparos de los francotiradores que meten el miedo en el cuerpo a familias y, sobre todo, a los niños. A lo largo del relato que comienza con la fecha del 12 de junio de 2011, van pasando por los ojos de Myriam, la niña protagonista junto a su diario, del relato de unos años que marcarán la vida de las personas que conoce, de los que están y de los que, por desgracia, ya se fueron (incluso familiares) fruto de las bombas o de la masacre indiscriminada.

Como si de un relato que refleja el color más bello y bonito, donde todo es amabilidad, frescura, gozo y oportunidades de estudio en el colegio de los “maristas azules” como dice Myriam, se pasa gradualmente y sin saber por qué, a convivir con el desasosiego de no saber qué sucederá, no sólo mañana, sino al instante siguiente cuando la carga mortífera de un misil o una bomba trastoquen todos los planes.

Myriam va viendo con sus propios ojos cómo se degrada la situación social y política, cómo hay que huir de los lugares agradables que hemos disfrutado y vivido y cómo hay que protegerse a cada poco por el temor de que por cualquier bomba que estalle cerca o de los disparos de un francotirador que se ha apostado en los lugares de paso de los civiles (de Myriam y su familia), acabe con tu vida. Se pasa así, del más vistoso color, al oscuro de la destrucción, del no saber por qué hay que vivir la desgracia de abandonar el hogar de siempre o cambiar de casa o refugiarse, sabe Dios dónde, para no dejar la vida de cada persona que vive contigo a la intemperie de los acontecimientos que, en este caso, no son muy favorables.

Por encima de todo, cuando la gente sufre, la solidaridad y la preocupación por los otros no empañan la falta de alimentos o el gozo de un encuentro. Y se sabe disfrutar y compartir. Y se sabe valorar lo que significa la escuela de los Hermanos Maristas de Alepo. Y se sabe compartir el sufrimiento causado por aquellos que pretenden destruir la paz y la bonanza de una tierra que ha sido provechosa y rica para sus gentes.

El autor, un periodista P. Lobjois, se encuentra en Alepo, en diciembre de 2016 con Myriam (cuando tiene 13 años) y su familia. Y entre ellos se establece una corriente de simpatía y de mutua colaboración para sacar a la luz los recuerdos y las emociones, los quereres y los sinsabores, los gozos y las lágrimas de una tierra que ha sido fecunda para sus habitantes, donde muchas gentes encontraban su sustento y su calidad de vida, y donde ahora, esa misma tierra, suena a destrucción, a carencia de futuro, donde se huelen el horror y la guerra y donde el porvenir, a través de los ojos de una niña, estará marcado para siempre por la vivencia del horror y la tristeza de lo vivido.

También se refleja en el libro que la cordura se impone en el diario vivir, cuando cristianos y musulmanes hacen de sus vidas un círculo de respeto, de ayuda, de amor mutuo porque, por encima de diferencias de religión, es la vida con sus sinsabores la que nos une, cuando estamos atentos unos a otros, más preocupados por el bien de los demás que por el de uno mismo. ¡Extraordinario ejemplo en medio de la tragedia de una guerra!

Concluye la propia protagonista en el libro:

Me he visto atrapada en un conflicto que no tiene nombre, ni tampoco una palabra que los niños puedan comprender. No lo he entendido.Hablaban de guerra civil, de bombardeos rusos y de coalición internacional. Pero para mi solo había miedo, tristeza, angustia, recuerdos de una vida anterior que nunca recuperaré”.

Un libro para leer con calma, imaginándose el escenario y donde ayudará ponerse en la piel de esa niña que ha ido viviendo los horrores de la guerra desde antes de sus trece años. ¿Qué queda? Acaso seguir pensando o soñando que todo lo que relata de menos positivo, no vuelva nunca más.