Compartirse,
como Jesús con los enfermos, excluidos, pecadores, olvidados…
Partirse para dar vida.
«…tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber,
fui forastero y me recibisteis,
anduve sin ropa y me vestisteis,
caí enfermo y me visitasteis,
estuve en la cárcel y vinisteis a verme. (Mt 25, 35).
Derramarse como el vino.
Entregar la vida.
Olvidarse de las propias necesidades y salir a curar.
Encarnarse.
Poner su tienda entre nosotros.
Hacerse carne de nuestra carne.
La esencia de nuestra fe no es recitar un credo,
no es adorar una caja,
y menos si es de oro,
sino amar hasta el extremo de partirse,
y derramarse.
Como lo hace una madre por un hijo.
La esencia de nuestra fe no es seguir un ritual,
sino hacerse eucaristía,
pan ofrecido,
vino reposado…
Por eso no existe gesto más profundo,
no hay mejor síntesis del amor,
que bendecir un pan,
agradecer el vino,
y comerlo y beberlo en comunidad,
para recordarnos… no, más aún,
para revivir
y actualizar,
el mensaje del Dios de Jesús,
que nos habita con su Espíritu,
en nuestro cuerpo y en todo nuestro ser.
Jn 6, 51-58
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.” Los judíos se pusieron a discutir unos con otros: –¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo? Jesús les dijo: –Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
Y al comer y beber así, la vida nos desbordarà.
La muerte biológica no marcará el final.
Seremos acogidos por la vida divina.