La Escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir.

Autor: Josep Maria Esquirol

Ed: Acantilado. Barcelona, 2024. 188 páginas.

ISBN: 978-84-19036-90-2

Breve comentario:

Bienaventurados los que van a la escuela de la vida, comienza así el autor una reflexión filosófica, pero accesible, sobre el sentido de la educación. Forma, manera, atención, soledad, mundo, mirada, fraternidad, espiritualidad… son conceptos que van enlazándose en nuevas bienaventuranzas, en cada capítulo del libro. Es cierto que algunas frases hay que leerlas dos veces, pero el autor abre hondura en su reflexión, porque de eso también se trata en toda educación, abrir el mundo, hacer mas mundo, abrirlo con los demás. Dedicar un rato a la meditación, a la interioridad, a la oración constituyen elementos esenciales para ser hoy educador.


Índice:

Notas introductorias

1. Felices los que van a la escuela: cruzarán el umbral.

11. Felices los que encuentran buenos maestros: se acordarán de ellos.

111. Felices los que van contra el destino: ya son origen.

IV. Felices los que prestan atención: entrenan su espíritu para recibir.

v. Felices los que se hacen amigos de trazos, números, palabras o gestos: serán fuente.

VI. Felices los que no hacen mal a los demás: hacen ya mucho bien.

VII. Felices los que, al cabo de los años, siguen atentos al mundo: verán el camino.

VIII. Felices los que siguen atentos a la vida: verán la manera.

IX. Felices los que vuelven a la escuela del alma: tomarán apuntes en una libreta.

x. El último día de curso.


Citas que resalto:

“La escuela es también el lugar: aquel donde se cultiva el alma mediante la atención a las cosas del mundo. (Pág. 20)

“El cultivo de uno mismo es cometido de todas las edades. Esto implica, primero, entender de otra forma el lugar educativo y, después, extenderlo para que, así, pueda haber escuela toda la vida”. (Pág. 23)

“La vida no espera fuera de las aulas. Lo que ocurre en las aulas es la vida misma. Sí, educamos para…, pero, aún más hondamente, vivimos educando y siendo educados.” (Pág. 36)

“He aquí, pues, las palabras silenciosas que el alumno siente que le dirige el maestro:
Estás solo, eres alguien.
Estás solo, eres alguien, y por eso vas a morir.
Estás solo, morirás, pero vivir tiene sentido.
Estás solo, pero, conmigo y con otros, puedes compartir el deseo por el mundo.
Estás solo, pero, conmigo y con otros, podrás ser poeta y obrero de más mundo.
Había que llegar hasta aquí. La enseñanza explícita del maestro es la del mundo. La enseñanza secreta y silencio-sa es la de la soledad. Y la gracia que todo lo hace posible es la del encuentro.” (Pág. 52)

“La sabiduría humana, muy humana, no busca oráculos que revelen qué va a pasar en el futuro. Sólo hay un tipo de oráculos o de señales a los que cabe atender: aquellos que, en lugar de anticipar el futuro, dan buenos consejos para andar el camino y para tener vida espiritual.” (Pág. 56)

“Este es uno de los objetivos de la educación: dar confianza -o restablecerla- para que nadie se odie veladamente a sí mismo, y para que todos podamos ser generosos con los demás. “ (Pág. 62)

“El humano es una profundidad abierta al mundo. Pero la atención es el esfuerzo para ensanchar un milímetro más la apertura y mantenerse en ella. Este esfuerzo es tan decisivo que se convierte en la primerísima práctica espiritual. La escuela, así, es -debería ser- el primer receso, el primer retiro, el primer desierto, para cultivar la oración o la plegaria de la atención.” (Pág. 67)

“Mirar cuesta poco. Pero mirar bien cuesta mucho. Y, en realidad, sólo ve el que mira bien. La madurez de la vida es, en parte, un progresivo cambio en la mirada que te deja ver mejor, con mayor amplitud y hondura.” (Pág. 68)

“Todos somos principiantes en el mismo camino. Entrar en diálogo con los demás es convertirse en peregrino junto a otros peregrinos. Aquí el peligro está en seguir no la lógica de la atención y el estudio, sino la lógica del domino y de la afirmación: en esta segunda se trata de convencer, de persuadir, o incluso de engañar.” (Pág. 76)

“El maestro debe estar apasionado por el mundo y debe amar a los otros. Pasión por el mundo y amor a los otros: toda la vocación docente resumida en esta fórmula. El maestro hace presente al mundo -ayuda a hacer presente al mundo- y se hace presente a los otros.” (Pág. 78)

“Si las palabras inaudibles pero precisas del maestro que llegaban al alumno eran éstas: «Estás solo, pero el mundo vale la pena», las palabras inaudibles pero precisas que le llegan del compañero son éstas: «No me dejes solo, hazme compañía».
La soledad que soy no es una invitación al egocentrismo, sino a la fraternidad. El compartir escolar toma la forma de apoyar a quienes tienes al lado. Es una respuesta difícil. Con modulaciones que van desde abrirme camino, sin pisar al otro, a no pisar al otro como camino. Sobre todo, no hacer mal. Reconocer que sólo hay un mandato que viene del otro: no hacer mal. Y no hacer mal es ya hacer bien. Porque la indiferencia es una de las maneras más desgarradoras de hacer daño.” (Pág. 110)

“El mundo como situación fundamental se nos d a de diversas maneras, se nos revela de varios modos, esenciales e irreductibles entre ellos. Sustancialmente, de tres… A veces, el mundo se nos da destacando la belleza y la hondura. A veces, el mundo se nos da destacando la oscuridad y el sufrimiento. A veces, el mundo se nos da destacando su estar en vías. (Pág. 126)

“Sí. Hay mundo. Belleza. Hondura. Lugar. Situación. Que puede hacer de casa. Es nuestro mundo, nuestra casa… No darse cuenta es sufrir ceguera espiritual.
Justo ese sí es la raíz de todo lo que la tradición ha entendido como vida contemplativa. Es el sí contemplativo. La vida contemplativa -la contemplación- es el punto y seguido al sí del mundo; es el sí del mundo estirándose sin fin.” (Pág. 129)

“Es obvio que ante el sufrimiento y el mal la respuesta nunca es la contemplación. ¡Jamás! Sería una depravación. Cada movimiento espiritual responde a un aspecto de la situación, no a todos. Y toca cuando toca. Ante el mal, la respuesta es el gesto médico: curar, hacer compañía, amparar y resistir. No hay movimiento espiritual mayor. Todo aquel que cuida al otro es médico, porque, antes que una categoría profesional, médico es una determinación antropológica. Nada más humano que el gesto médico, ni nada más santo.” (Pág. 133)

“El mundo acaba por mostrarse como envío, como en vías. Es decir, como no consumado, como no definitivo. De tal modo que no sólo el humano está en camino, no sólo el humano está en vía (homo viator), sino que también el mundo lo está. El mundo está en camino. Está en vías, es un envío.” (Pág. 137)

“Justamente porque es casa, pero podría serlo aún más, aparece el compromiso de hacer más mundo en el mundo. Al combate contra el mal como gesto médico, se añade ahora el gesto constructor, el compromiso cosmopoiético de hacer más mundo en el mundo.
Quien lee el poema del mundo obtiene energía para hacer más mundo. Para ser él mismo creador de mundo. Criatura que lee la creación y se convierte en humilde cocrea-dora, cosmopoiética. Porque aún le falta mundo al mundo -más casa, más armonía, más belleza-.” (Pág. 138)

“En la escuela de la madurez, en lugar de consumir una teoría tras otra, se procura que los pensamientos profundos y vivos descansen con nosotros y nosotros con ellos. “ (Pág. 148)

“Todas las escuelas del alma -las que de veras lo son- entienden que el alma debe ser cultivada, porque puede perderse. Y el alma se pierde cuando venera los falsos dioses -el dinero, el poder o la fama- o, peor aún, cuando adora al diablo -la furia y la violencia-.
Entonces, ¿cuándo se salva el alma? Pues cuando, al madurar, genera fraternidad y mundo, y permanece abierta al sentido.” (Pág. 154)

“Es muy triste que un médico no tenga ganas de curar ni ofi-dio para hacerlo. Pues lo mismo en cuanto al maestro. Edu-car mal y sin ánimo es un pecado.
No puede enseñarse sin vida, sin pasión o sin experiencia.
Los charlatanes son los demagogos de las sombras.
Tanto el mundo como el alumno piden amor. Sin amor, todo se retrae. Con amor, todo se manifiesta.
Todos somos educadores. Porque nos orientamos unos a otros.
A vivir aprendemos unos de otros. Pero moriremos y todavía no habremos aprendido lo suficiente a vivir.” (Pág. 155)

“El nihilismo es un cierre. La educación es lo contrario.
Desde su lugar, la escuela debe cultivar todo lo que ahora mismo la sociedad ignora. Toneladas de información fluida. Pero ¿y el camino para vivir?
El problema no está en la «cultura científica», sino en esa dichosa ideología del progreso que nos instala en el «siempre más»: más cosas, más lejos, más innovador, más avanzado, más excelente, más competitivo, más inteligente, más productivo… Esta ideología provoca una ansiedad de fon do y una histeria encubierta que está minando el mundo de la educación.
La prioridad, hoy, no está en introducir a los alumnos prematuramente en la complejidad, sino en acercarlos a lo fundamental y también a lo simple: el triángulo, la lluvia, la paz.
Filosofía y educación tienen el mismo origen y el mismo sentido: el sentido.
En la escuela del alma nos preguntamos quién es el humano, pero, más obsesivamente todavía, qué pasaría si de verdad fuéramos un poco más humanos.”. (Pág. 156)

“Paradójicamente, lo que más dice de alguien no es «su propio proyecto», sino su compromiso con los demás.
La alteridad del otro no te hace callar, no te condena al mutismo, sino que, por el contrario, te hace responsable, es decir, pide que respondas. La palabra del otro no se impone a la tuya: te la da.” (Pág. 159)

“Lo importante no es que los demás te entiendan. Lo importante es compartir las cosas con los demás. Si compartes, ya no necesitarás que te entiendan. Porque ya te habrán entendido.
Nos ayudamos unos a otros apoyándonos. Sí. Y, también, enseñando y haciéndonos señales.
Lo que el alma más ansía no es conocimiento, sino contacto.
Los vínculos nos liberan.»


«¡Dime algo!» viene a ser lo mismo que «Dame la mano».” (Pág. 160)

“Si el maestro únicamente insistiese en mi capacidad para ser poeta y constructor de mundo, el peligro de altivez sería muy fuerte. En cambio, me dice: «Estás solo, pero están los demás». No me invita a ser demiurgo engreído del mundo, sino poeta fraterno.” (Pág. 160)

“El maestro nos enseña a ser creadores de mundo y hermanos del tú, de forma entrelazada.”

“Las palabras que viven en nuestra memoria maduran con nosotros. Son palabras hechas carne y pensamiento. Maduran con nosotros y nosotros con ellas. La vida es pensamiento que madura.” (Pág. 162)

“La gente necesita de poesía y de mística para no enloquecer.” (Pág. 164)

“No hay nada que de verdad valga la pena: éste parece ser el último mensaje encubierto de la cultura occidental. Nihilismo.” (Pág. 165)

“Sólo hay testimonio de lo que nos sobrepasa. La interioridad no es un lugar recóndito de mí, sino el lugar en el que el infinito me afecta y me convoca con mi propia voz.” (Pág. 171)

“La gracia es el exceso de azul en el cielo azul” (Pág. 172)

El contemplativo contempla la gracia.

La gracia de la repetición: el niño quiere que se vuelva a leer el cuento; el adulto, que vuelva a salir el sol.  (Pág. 172)

“Vivimos, pero no sabemos muy bien lo que es vivir. Morimos, pero no sabemos muy bien lo que es morir. Y esperamos, pero no sabemos muy bien lo que esperamos.” (Pág. 173)

“Pensamos porque estamos conmovidos y desbordados por la vida, la muerte, el tú y el mundo.” (Pág. 178)

«Mientras los hombres afirmen que además de lo que cuenta hay algo más que cuenta, la tiranía estará muerta.
En cualquiera de las modalidades totalitarias se finge serlo todo. Y en cualquiera de las modalidades tiránicas, igual: ser el único referente. Pero he aquí la experiencia decisiva: hay algo más que cuenta. Quien mantiene esta apertura hacía eso que también cuenta dígase sentido, verdad, ser, bien, Otro… no se dejará asimilar a ninguna totalidad, ni se convertirá en adulador de ninguna clase de tiranía, ni se evadirá hacia el reino de la impersonalidad.” (Pág. 180)

«Hoy, la pasión del principiante debe hacer frente y resistir el diletantismo académico, la cultura nihilista de tono bajo, la somnolencia consumista, el cientificismo convertido en ideología y, sobre todo -no debemos cesar de repetirlo, todas las modalidades de fundamentalismo y de totalitarismo- que, pese a las posibles apariencias, siempre son frías, muy frías-.» (Pág. 185)

«El último día de curso, como todos los demás días, se pronuncia la plegaria filosófica de la paz y se dedica un rato a la meditación de la vida. Dos hábitos breves pero imprescindibles, sin los cuales la reunión carecería de sentido. La plegaria es una petición a la vez que la intendencia de la acción. Y la meditación sirve para que el pensamiento nunca deje de ser pensamiento vivo.» (Pág. 186)

«El día de los vivos es más bien corto. El fulgor de una estrella desnuda dura miles y miles de años. En cambio, el brillo de los ojos humanos siempre se apaga antes de la cuenta. Pero ese día de los vivos, aquí, justo aquí, es una claridad y calidez absolutamente inexplicable, increíble, imborrable, que lo cambia todo, que cambia el todo, por siempre jamás. (Pág. 188)

Foto destacada: pexels-antonius-ferret-5275830