Querido lector, traigo a tu consideración un concepto nuevo, un término que cuando lo leas por primera vez creerás que ha sido un error ortográfico, pero nada de eso, lo que quiero remarcar en este texto es la necesidad de vivir, de tener presente en cada momento, la experiencia de Dios en tu vida cotidiana.
El objetivo de esta reflexión no es otro que dar a conocer en el año que la Familia Lasaliana dedica a la Espiritualidad, la característica principal de ésta. Como observarás, el concepto que te presento es una suma, un poco rocambolesca, de dos términos que en el mundo lasaliano están muy relacionados: experiencia y espiritualidad.
Tras realizar lecturas sobre espiritualidad, identidad lasaliana, y estar ligado a la gran familia lasaliana desde los seis años como alumno y, actualmente como docente y asociado, me gustaría compartir contigo este pilar fundamental de nuestra espiritualidad.
Desde los orígenes del Instituto nuestro fundador, san Juan Bautista de La Salle, dio una gran importancia a la experiencia, a experimentar a Dios en la propia existencia. Y es que la espiritualidad tiene que ver con el itinerario personal, con ser consciente de la mediación de Dios en nuestra trayectoria existencial. ¿Eres consciente de la ayuda y asistencia de Dios en tu proceso vital?
Te animo a realizar este sencillo ejercicio: siéntate, reflexiona y discierne la acción de Dios en tu vida, cómo Dios te ha ido guiando por el camino, sin obligarte, de compromiso en compromiso, como nos dice La Salle que fue guiado por Dios en su Memorial sobre los Orígenes:
“Por este motivo, aparentemente, Dios, que gobierna todas las cosas con sabiduría y suavidad, y que no acostumbra a forzar la inclinación de los hombres, queriendo comprometerme a que tomara por entero el cuidado de las escuelas, lo hizo de manera totalmente imperceptible y en mucho tiempo; de modo que un compromiso me llevaba a otro, sin haberlo previsto en los comienzos”. (MSO 6)
Para ser consciente de esta espiritualidad, tu relación con Dios debe ser viva y auténtica, sustentada en la oración y en la constante percepción de su presencia en tu vida diaria:
“La presencia de Dios te será de gran utilidad para ayudarte y animarte a realizar bien tus acciones”. (Cartas 102.7)
Alimenta tu vida y transforma tu acción y tu forma de ver las cosas con una mirada de fe para que puedas alcanzar tu objetivo, que no es otro que sentirse elegido por Dios para la misión encomendada. Es decir, SER CONSCIENTE DE TU VOCACIÓN LASALIANA, como nos refiere en las Meditaciones de Retiro:
“No debéis dudar de que es un gran don de Dios el regalo que os ha hecho al encargaros de instruir a los niños y anunciarles el evangelio”. (MR 201.1)
“Dios os ha dado bienes y talentos para emplearlos a su servicio”. (MR 205.1)
La lectura creyente de todo lo que estás viviendo por medio de la oración, la lectura y reflexión (meditación) de la Sagrada Escritura y la participación de los sacramentos transformará tu mirada y, por lo tanto, tu misión. Pensarás que algunas veces, o la mayoría, te equivocas ya que no siempre dejamos a Dios conducirnos. Pero no debes desistir. Juan Bautista de la Salle nos los transmite en sus muchísimos de sus escritos. Aplicarse en la oración asegurará una mejoría en el desempeño de nuestras acciones:
“Tened la certeza de que cuanto más os apliquéis en la oración, mejor desempeñaréis vuestro trabajo” (MF 95.1)
Como decía el Papa Francisco: “todos somos pecadores”. Pero, aunque no somos perfectos, estamos llamados a ser fieles y perseverantes, dando ejemplo a quienes nos rodean para irradiar la alegría del Evangelio. Nuestro fundador siglos antes, animaba en sus Meditaciones a trabajar con el ejemplo:
“Debéis servir de modelo a quienes estáis encargados de enseñar.” (MF 132.1)
Estas acciones anteriormente mencionadas te irán transformando la mirada hasta hacerla menos inquisitiva y más comprensiva, más acogedora, más caritativa, más humana. Por ende, al modificar tu mirada se transformará tu acción y te convertirás en un lasaliano que vivirá el ESPÍRITU DE FE y CELO.
La espiritualidad lasaliana no es una espiritualidad de “rincones místicos”, de soledad meditativa. ¡Ojo, querido lector, que no se excluyen las acciones anteriores! Son necesarias, pero la experitualidad, como yo la llamo, se hace en la vida cotidiana, en tu familia, en tu comunidad, en tu escuela u obra socioeducativa… como nos refiere La Salle en su Colección de varios Trataditos:
“No hagáis diferencia entre los deberes propios de vuestra profesión y el negocio de vuestra salvación. Tened por cierto que nunca obraréis mejor vuestra salvación como cumpliendo bien los deberes de vuestro trabajo”. (CT 16.1)
La espiritualidad lasaliana se alimenta de las actividades cotidianas que se realizan con una gran perfección, de la buena acogida a familias, de programaciones bien hechas, de clases bien preparadas, de juntas de evaluación reflexivas donde no solo se hablen de resultados académicos, de la escucha activa y acompañamiento al alumnado, de una sonrisa y abrazo al que lo necesita. No es solo el momento de la oración, ni solo el momento de la eucaristía, es todo lo que se vive, todo lo que se experimenta. Es una experitualidad que surge de nuestro interior y de la comunidad para ponerla en práctica en la realidad diaria con hermanos, alumnos, familias, etc.
No deseo resultar insistente, pero confío en haber sido claro: la espiritualidad lasaliana se fundamenta en la vivencia auténtica, originada en nuestra relación personal e individual con Dios, y que se expresa en la comunidad, promoviendo la creación de lazos fraternales y contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Deseo que este sea el primero de muchos sobre esta temática y que su lectura haya sido de tu agrado.
Imagen destacada: Foto de Antonio Alcina y alumnos suyos.