La religión nos ayuda a hacernos conscientes de las semillas divinas que habitan a todo ser humano.
Yo, tú, él-ella estamos inseminados de vida.
Esta vida nos precede, nos nutre.
Y nos genera el reto de ser tierra apropiada para que dicha semilla fructifique.
La vida espiritual consiste en un no quedarse encerrado en las propias necesidades,
en abrirse para participar y dar juego a lo que nos habita, y no malgrarse al borde del camino.
Necesitamos también una dimensión ascética:
no dejarse llevar por la pereza o por la falta de tiempo,
y aguantar el esfuerzo por superar las dificultades que nos asaltan.
Y un tercer cuidado: alerta con las riquezas, el apego a las cosas y el querer de todo…
que ahoga y frustra el fruto.
Mt 13, 1-23
Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: “Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan. (…)
Oíd, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Los que oyen el mensaje del reinoi y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el malignoj y les quita el mensaje sembrado en su corazón. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y al pronto lo reciben con gusto, pero, como no tienen raíces, no pueden permanecer firmes: cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fracasan en su fe. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña: todo eso ahoga el mensaje y no le deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.”
Convertir la propia existencia en tierra buena.
Colaborar con el creador para generar más vida.
Dar el buen fruto de la alegría,
la amabilidad,
la compasión,
el buen corazón,
el compartir el pan,
derramar amistad,
cuidar al desvalido…
¡por sus frutos los conoceréis! (Mt 7, 16)
Cultiva tu tierra,
cuida tu cuerpo,
airea tu alma,
despedrega tu caràcter,
riega tus sequedades,
poda tus manías,
abona tus talentos…
¡Estás sembrado!