«El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del Espíritu.»

Jn 3, 8

En una de las sesiones de nuestro Capítulo General, concretamente la del día 4 de mayo en la que se exponía el informe del Hermano Superior General, uno de los capitulares preguntó acerca de cómo impulsar la vocación del Hermano en los jóvenes en este tiempo de crisis. El Hermano Superior contestó: «efectivamente necesitamos vocaciones de Hermanos, pero hemos de preguntarnos por qué el Espíritu Santo nos da miles de mujeres y hombres lasalianos y no tanto Hermanos».

¿Tienes tú alguna respuesta para esta última cuestión?

Por favor, no sigas leyendo sin intentar elaborar tu propia respuesta o aproximación a la misma. Piensa tu propia hipótesis.


En el incio de la sesión del día 14, para ponernos en la presencia de Dios, el Hermano Julio Herrera (Distrito de Centroamérica-Panamá) nos leyó el siguiente texto del jesuíta Víctor Codina:

Copio aquí el texto original del enlace que puedes encontrar más abajo:

«Victor Codina. Hay un texto de los Hechos de los apóstoles un tanto desconcertante. El Espíritu Santo no consiente que Pablo predique la Palabra ni en Asia ni en Bitinia. Pero aquella noche Pablo tiene la visión de un macedonio que le suplica que vaya a Macedonia a ayudarles. Pablo lo cuenta a sus compañeros y deciden embarcarse hacia Macedonia, Filipos, Atenas y finalmente a Roma (Hch 16,6-10).

El Espíritu les cerró las puertas para una predicación a comunidades de origen judío y les abrió puertas hacia los gentiles. Seguramente Pablo no entendió plenamente su vocación a los gentiles hasta el final de su vida, cuando estando en Roma les dice a los judíos que la salvación de Dios ha sido proclamada a los paganos (Hch 28,28). Y aquí se acaban los Hechos de los apóstoles.   

Intentando actualizar este texto podemos constatar que el Espíritu Santo hoy está cerrando puertas a algunos sectores de la Iglesia occidental: seminarios casi vacíos, noviciados muy vacíos, envejecimiento del clero y de la vida religiosa masculina y femenina, falta de vocaciones, sensación de fracaso, incertidumbre sobre el futuro, caos y confusión. El Espíritu parece que nos cierra puertas.

Pero seguramente el Espíritu, aunque nos cueste aceptarlo, nos está abriendo otras puertas: un ministerio ordenado no solo abierto a varones célibes sino a hombres casados y a mujeres; una vida religiosa más pequeña y pobre, más profética y mística, menos davídica y más nazarena, en colaboración con otras congregaciones y el clero, sobre todo en colaboración con laicos.

El Espíritu cierra la puerta de una Iglesia clerical y machista, de una vida religiosa poderosa y autosuficiente y nos abre la puerta hacia la Iglesia toda ella Pueblo de Dios, sinodal, pobre y abierta, en la que los laicos, durante siglos marginados y pasivos, asuman su responsabilidad eclesial y social, una Iglesia nacida en el bautismo y la confirmación, toda ella ministerial, con diversos dones jerárquicos y no jerárquicos del Espíritu, una Iglesia en la que todos vivamos la unción del Espíritu que nos hace vivir la fe y participar activamente de la eucaristía, que es fuente de comunión eclesial y de solidaridad con los pobres y descartados de la sociedad.

¿Seremos capaces de discernir hoy este nuevo signo de los tiempos, esta siempre nueva y sorpresiva acción del Espíritu del Señor?».


Basta por el momento que meditemos lo que acabamos de leer en esta entrada.

En una próxima entrada ensayaré relacionar la Asociación como «odres nuevos» para responder a este impulso del Espíritu, tanto para la vocación del Hermano como para la vocación del seglar lasaliano.

Fuente: «Cristianisme i justícia»