Escribo estas letras en el día que celebramos la Constitución. Un día de fiesta cívica, laica y donde todos (¿todos?) los ciudadanos de este país llamado España nos sentimos “amparados” por un texto que nos permite convivir en paz y desarrollar nuestra labor como ciudadanos.
Es verdad que un texto con tanta historia, se puede haber quedado algo “romo” en algunos aspectos. Pero no es menos cierto que como es el que tenemos, no podemos vivir continuamente en el lamento cotidiano pensando que “otro texto estaría mejor”, cuando ponerse de acuerdo en estos temas constitucionales es un auténtico “embrollo”. Al menos, así nos lo muestran nuestros políticos, cuando cada uno trata de “arrimar el ascua a su sardina” como decimos en plan coloquial.
Pero lo importante en este día es resaltar el convivir en paz. A lo largo de estos últimos años la sociedad española ha hecho un esfuerzo elogioso para caminar en pos de una paz que nos permita vivir con sosiego (no exento de dificultades), en progreso (no carente de situaciones que todavía nos duelen cuando afectan a personas) , en desarrollo cultural y social (con un bagaje todavía escaso en determinados temas).
Hoy tenemos la sensación de que hemos progresado mucho en nuestra sociedad, aunque todavía nos falta mucho para ser esa sociedad moderna que no arrincona como desechos a hombres y mujeres a los que se les ha “birlado” el futuro, una sociedad que margina a muchos jóvenes porque no les ofrece expectativas de futuro, una sociedad que elimina a unos porque no piensa como quieren otros, que crea barreras para que no “entren” aquellos que huyen de su país en guerra, destrozados por una vida que ha dejado de tener valor porque no tienen lugar para vivir como personas… Estos y otros muchos que tú puedes recordar, son elementos de dolor que claman por una realidad diferente.
Pero, junto a ello, no podemos ignorar esa pléyade de hombres y mujeres “laicos”, del pueblo, sencillos, que ponen su tiempo y sus fuerzas y también, por qué no, su dinero para remediar situaciones injustas; tantos y tantos voluntarios prendidos y casi enamorados de sus ONGD que dedican su tiempo aquí y allá (fuera de su país) para hacerle la vida un poco más agradable a sus semejantes; tantos y tantos que ante la mínima catástrofe “echan el resto” para contribuir con su solidaridad a hacer que el mal sea un poco menos sufrible a aquellos a los que les ha afectado el dolor más de cerca; y, cómo no, esa multitud sencilla, silenciosa, que no va dando muestras de “sacar pecho”, sino que desde la realidad cotidiana, callada, se convierte en prójimo diario de tantos hombres y mujeres que sufren.
¡Hoy también es su día! Y les felicitamos porque, como la Constitución, que es Carta Magna para todos los días en el vivir cotidiano, ellos se esfuerzan en sí mismos y ayudan a otros a hacer cada día más palpable lo que dice el artículo 14: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Por eso, a todos ellos, a todos vosotros, ¡gracias! en nombre de los que en el artículo anterior no se sienten reconocidos.
¡Y no hemos hablado ni de Dios, ni de cristianos, ni de curas o frailes o monjas! Solo de gente de buena voluntad. Hoy también la santidad “laica”, 6 de diciembre, es un valor.