Autora: Teresa Iribarnegaray

Título completo: En el centro, Jesús. Lectura existencial del Evangelio de Mateo.

Editorial Sal Terrae. Colección Pastoral nº 107. Cantabria. 2019. 373 páginas.

ISBN: 978 84 293 2873 8

Breve descripción: La autora recurre a un personaje ficticio, Yentl, una rabina de las primeras seguidoras de Jesús, para que nos guíe y ayude a comprender cómo se fue escribiendo este Evangelio por parte de un grupo de primero cristianos provenientes del judaísmo. Esta es la primera parte del libro. En la segunda parte, otros personajes de entonces y de ahora encarnan diferentes textos del Evangelio, en su vida concreta (lectura existencial). Ambas partes resaltando que es el encuentro con Jesús, el que cambió y cambia la vida de quien se atreve a creen en él (y ello lleva también a una lectura espiritual). La lectura del libro es muy dinámica y agradable. Es conveniente tener a mano el Evangelio de Mateo para leer el texto de referencia al inicio de cada capítulo.

Teresa, la autora, ya ha escrito con el mismo enfoque sobre el Evangelio de Marcos y Lucas-Hechos. Y en estos momentos está preparando el del Evangelio de Juan.


Índice:

Presentación.
El nacimiento de nuestro Evangelio.
Breve historia del pueblo al que Dios llamó.

1. Viniendo al Evangelio
Primero Jesús, el centro de todo

2. Presentación de Jesús (Mt 1,1-4,16)
José, un hombre que lleva la justicia más allá
Apertura a los paganos y primer rechazo de Israel
La voz que proclama la buena noticia
El bautismo de Jesús
Tentaciones que apuntan a otro modo de vivir…

PRIMERA PARTE

Jesús, el Maestro y el Señor, se dirige a Israel y anuncia el Reino (Mt 4,17-16,20)

3. Una enseñanza que suena a otra cosa Los contenidos de la enseñanza de Jesús
4. La justicia del Reino “Habéis oído que se dijo”: la ley veterotestamentaria.
“Pues yo os digo” la lógica del Reino
5. Después de las primeras palabras, las primeras acciones. Los milagros de Jesús
6. La misión del discípulo: una vida que anuncia y realiza el Reino ……
Aquel a quien Jesús envía vive unido a Jesús
En la persecución, confianza en Jesús
7. Historias con sabor a Reino
Tipos de parábolas.
Un alto en el camino

SEGUNDA PARTE

Lo que hay en los corazones (Mt 16,21-28,20)

8. La vida de la comunidad: radicalidad evangélica.
Cómo se vive esta humanidad que nos atrae en Jesús
Como las comunidades, así la Iglesia
Una Iglesia que se entrega hasta el fin
El amor y el juicio
9. La persona de Jesús, lugar de salvación y de juicio
La situación de la comunidad
Parábolas de juicio
La fe, las obras… y su culminación en Jesús
10. Cuando se acaban los discursos: la obra definitiva de Jesús.
11. La ruptura con Israel y el nuevo pueblo de Dios
12. Yo estaré con vosotros todos los días

Relatos

– Diálogos de escribas I (1,1-17)
– El judío Jesús. Agnes Franzheimer, historiadora y creyente
– Honrar a Yahvé. José de Nazaret (1,18-25)
– Siguiendo una estrella. Melchior, Gaspar, Balthazar (2,1-12).
– Para ti ¿qué es adorar? Respuestas de distintos creyentes (2,11a)
– Tentaciones. Diversos enfoques (4,1-11)
– Responder a Dios, que siempre llama. María de Nazaret (4,18-22)
– La enseñanza de Jesús. Juan Alberto, que escribe para entender (5-7)
– Una enseñanza inolvidable. Jonatán (5,1-12)
– Dichosas y dichosos de nuestro mundo. Personas que у encarnan alguna bienaventuranza (5,1-12)
– La sal que tú eres, la luz que tú eres. La oración de Clarissa (5,13-16)
– Más allá de la ley. Mari Carmen (5,17-20)
– Normas externas y escucha interior. Unos papeles de Yentl, que busca aclararse (5,17-48)
– Lo nuevo y lo antiguo. Un grupo cristiano de Biblia (5,17-48).
– Líbranos del mal. Última petición del Padrenuestro, hecha desde distintas situaciones creyentes (6,13b)
– Cuando miras a Jesús. Luisa (6,25-34)
– ¿Qué dice Mateo? Edward, un teólogo enamorado de la Biblia (6,27.34; 28,19-20)
– Jesús, en el centro. Elyana (7,1-29)
– Encontrarse con uno mismo al abrir… Mario, inspector de Hacienda (8,5-13)
– «Los enemigos de cada uno serán los de su casa». Kerrtu (10, 34-39)
– Enseñanzas sobre el Reino. Wojciech (10,5-10; 11,21b; 7,21-23; 12,31-32)
– Celebración. Genaro, que hoy cumple 80 años (9,35).
– La vida que se oculta en las palabras de Jesús. Un grupo cristiano de estudio de la Biblia (8,14-15; 18,6-9)
– «Venid […] los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré». Situaciones que nos impiden vivir (11,28-30)
– Experiencias de Reino. Carlos Andrés, de Nicaragua (13)
– ¿Qué nos enseñan las parábolas de Jesús? Gabriela, charlista (13,3-30.44; 21,33-46)
– Un corazón lleno de oscuridad. Un fariseo llamado Set (15,1-20)
– Diálogos de escribas II (15,21-28)
– La historia de mi vida. Ángela, la cananea (15,21-28).
– Para comprender, mira a Jesús. María, la madre de Jesús (16,13-28)
-Una conversación instructiva. Fedora, una discípula de Jesús (22,15-22)
– Parábolas que dicen la Vida. Rober y Virginia (25,1-13).
– «Conmigo lo hicisteis». Rosa, ”exconstructora” del Reino (25,31-46)
– Un gesto que va más allá de la muerte. Juan, el de Zebedeo (26,6-13)
– Muerte y resurrección. Simón Pedro (26,69-75)
– «Tus heridas nos han curado». Myra, secretaria en una multinacional (27,1-56)
– Primer lamento sobre Jerusalén. Jesús (23,37-39)
– Segundo lamento sobre Jerusalén. Alguien como tú y como yo (23,37-39)
– Tercer lamento sobre Jerusalén. Ruaḥ, el Espíritu de Dios (23,37)
– Cuarto lamento sobre Jerusalén. Yahvé, el Padre de Jesús (23,37)
– «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»>. Del diario de Elisenda (28,20)


Citas que destaco:

«La tentación, toda tentación, nos hace creer que somos referencia última de realidad: que nuestra necesidad, o nuestro deseo, es la palabra definitiva y tiene que ser satisfecha indefectible e inmediatamente. Sin embargo, por el camino de asumir la necesidad, o incluso la carencia, reconocemos nuestra limitación y nos situamos en otra lógica: la que espera de Dios lo que necesita y se implica para satisfacer las necesidades de los hermanos, según hemos visto hacer a Dios. Comprendemos también así que, siendo tan urgente la necesidad de alimento, hay otra que lo es más: dialogar con Dios y recibir de él la inspiración (Espíritu) para que lo que hay que hacer se haga. De este modo, reconocemos la necesidad humana, tan flagrante; renunciamos a la tentación de resolverla con nuestras fuerzas, creyéndonos con ello dioses de lo material y perdiendo la perspectiva profunda que está en dialogar con Dios; rechazamos la tentación de resolver las cosas por nosotros mismos, comprometiéndonos en el camino que Dios propone.

No se trata de no hacer. Se trata de no hacer desde nosotros mismos, sino contando con Dios, que ha venido a ser «Dios con nosotros». Vista como tentación, esta primera se parece mucho a la de Adán y Eva (cf. Gn 3), que pretenden obtener por sí mismos, desconfiando de Dios, lo que les falta o creen que les falta. Una vez que superamos la tentación, empezamos a comprender que el pan es Jesús, y es en la relación con él donde encontramos todo lo como alimento». (Pág. 45-46)

«La vida, así, no es ya lo que nosotros hacemos o programamos, por valioso o ambicioso o entregado que sea. No es tampoco nuestra voluntad de cumplir la ley o de someternos a ella. El Reino de Dios está entre nosotros, está aquí, al lado… pero solo accedes a él por la fe. Si has recibido la vida que viene por la fe, puedes desear y pedir a Dios que te haga vivir según su modo nuevo. Si no has recibido la fe, no lo ves. El Reino de Dios es el mundo real, eficaz, pleno. Ahora bien, aunque sea un anuncio que todos pueden oír, solo se hace presente para quien ha recibido el don de mirar la vida desde la lógica de Dios». (Pág. 65)

«Las persecuciones y pruebas que conlleva el seguimiento de Jesús para todo discípulo remiten al don de Dios, a su presencia en la vida del creyente, que lo capacita para responder, igualmente, al modo de Dios en dichas situaciones. A partir de Jesús, la prueba pasa a segundo lugar, pues lo esencial es en quién te apoyas, en cuanto creyente, en cada situación que te toque vivir». (Pág. 75)

Esta radicalidad (…) es un modo de ser que se caracteriza por querer, ante todo, lo que Jesús nos ha llamado a vivir. Dicha radicalidad se traduce, en primer lugar, para cada hermano o hermana en particular, en algo aparentemente opuesto a la radicalidad: hacerse como un niño. Jesús nos llama a existir desde esta pequeñez, que es nuestra verdad y que toma forma de bienaventuranza (18,4).

«Semejante pequeñez queda como horizonte y atraviesa buena parte del discurso: los pequeños no somos solo nosotros, los discípulos que nos tenemos que convertir al modo del Reino. Los pequeños son también todos aquellos que creen en Jesús y a los que hay que proteger y guardar en esa pequeñez, que tan fácil es mancillar. La radicalidad de la que hablamos se expresa también como amor a los pecadores; se reconoce en el perdón, que es origen de vida nueva, y en la oración ardiente, que actúa desde la fe; se traduce en la voluntad de recuperar al hermano, en el empeño de la comunidad por corregirlo o enmendarlo y en el perdón ilimitado que estamos llamados a practicar -personalmente y como comunidad-, obedeciendo el mandato de Jesús. Este perdón hace visible su persona y sus acciones en medio de la comunidad, en medio del mundo.

La radicalidad no se refiere, ya vas viendo, a sacar una espada y dar cuatro mandobles, sino a construir una comunidad al modo de Jesús, que se ha hecho siervo (cf. Is 42,1-4), de tal manera que los hijos del Reino son los que prolongan, en sus vidas, la presencia de Jesús en la comunidad». (Pág. 92)

Segunda parte, los relatos:

«¡Cuánto hace que mi corazón no te adora, Señor! Estoy lleno de discursos acerca de ti, pienso mucho en lo que diré y en lo que eso supondrá, pero me he ido deslizando hacia el poder que me dan esos dones que tú me has dado…
¿Lo he visto yo solo? No. Me lo ha hecho ver un hermano que no es brillante como yo, ni carismático como yo, ni resuelto como lo soy yo. Me lo dijo huraño, como enfadado: «Creo, Rubén, que te estás poniendo en el lugar de Dios. A otros los engañarás, pero a mí no. Antes vivías lleno de Dios, ahora vives lleno de ti». Yo le dije que no, que estaba estresado, que quizá todos esos recursos que empleo para llegar a la gente me han atrapado a mí… Él me decía que no, que era otra cosa. Que los medios pueden estar bien o estar mal, pero que, cuando uno está en su sitio, sabe usarlos para lo que son. Y luego me preguntó, en un tono más íntimo, menos defensivo que antes: ‘¿Cuánto hace que no rezas, Rubén? No se puede servir a Dios sin adorarlo primero, y en medio, y después…’.” (Pág. 153)

««Mira la sal», me digo a mí misma, ’coge un puñado’. La sal tiene sentido por lo que hace, por su utilidad: la hace que se realce el sabor de los alimentos. Los alimentos tienen sabor y la sal lo realza, y hace que los alimentos alcancen toda su intensidad.
O sea, la sal está al servicio de los alimentos, que ya tienen sabor propio. Se trata, por parte de la sal, de realzar el sabor que los alimentos tienen.
Si lo aplicamos a la vida, a esa vida para la que Jesús nos ha preparado al darnos la fe, tenemos entonces que los cristianos, los que vivimos unidos a Cristo, servimos a nuestros hermanos realzando su sabor: el sabor, el «toque», el don propio y la gracia propia que cada uno de ellos tiene. Y para eso, como la sal, no hay que hacer gran cosa. Se trata de disolvernos en nuestros hermanos, de dejarnos mezclar con ellos.
Eso dice, ¿no? Ahora, miro a las situaciones en las que esto se da en mi vida: con los alumnos, se trata de estar a su servicio para que salga su luz propia, la que son; con los padres de los chicos, se trata de que les ayude a ver lo mejor posible para que salga su luz, esa que son; cuando estoy con la familia, en la comunidad… Disolverme a favor de los demás… Así es como actúa la sal, y así es como nuestra sal, esa que Jesús dice que somos, actúa a través de nosotros. Se trata de ser con, de ser para, de ser «a favor de los demás, para que cada uno brille según su luz propia, para que cada cual descubra su sabor, su color, su luz, y sea eso que es». (Pág. 182)

«Así, la pregunta acerca de lo que estoy haciendo con mi vida se responde viendo si estoy aprovechando el tiempo para hacer lo que Dios me ha mostrado que quiere que haga, para estar donde él quiere que esté. Y esto me des cansa, me plenifica y me despliega, pero no para mí. Y Dios se ocupará de lo demás (cf. Mt 6,34)». (Pág. 217)

«[Hablando de la parábola de las muchachas prudentes] Las prudentes no son las serias, ni las ahorradoras, ni las aburridas, ni las egoístas ni las místicas (como las necias no son las divertidas, las dilapidadoras, ni las que comparten o se entregan al Reino). Las prudentes, las sabias, son las que no han dejado que el anhelo de Dios, el escuchar sus inspiraciones en el mundo, se apague en su corazón». (Pág. 313)

«Una vida que no se sustenta en el propio yo, en la necesidad de aparentar, o de conseguir, o de merecer; que no se apoya en el miedo a la muerte o en los miedos que se derivan de él, sino que se vincula a mí, como Jesús. Y se lanza, como él, por los caminos de la historia. Por la fe en Jesús, por la comunión con él, me llamaréis Padre como él lo hace. Ya no seré una idea, sino que seré vuestra vida, vuestra alegría.
Será una vida distinta, porque vais a ver el mundo con otra mirada. Ya no lo veréis como un lugar que va mal, como lugar de caos y desolación, como una jungla de «Sálvese quien pueda». Lo veréis como el espacio en que, en medio del mal, vence nuestro Amor, que alcanza a todo y lo abraza todo, y todo lo puede transformar.
Al mirar a Jerusalén, al mirar a cada uno de los lugares de la tierra, vuestra mirada nueva no deja de ver el mal. Pero lo ve atravesado por la victoria que, en Jesús, hemos traído a toda la realidad, a cada cosa: mirarás los abusos que los países ricos cometen contra los países pobres, el sufrimiento de tantos seres humanos desplazados de su tierra para vivir en ninguna parte, el dolor de los pobres de la tierra, el deterioro ecológico y las mentiras burdas o sutiles que llenan el corazón de desconfianza, y no verás ya solo eso. Verás eso, que está ahí, pero ya no lo verás como la última palabra. Ya no verás el mal, el dolor y la muerte como la última palabra, porque no lo son. Por esta fe que actúa por medio del amor (cf. Gal 5,6b), verás el mal, el dolor y la muerte, pues siguen estando, y verás, más profundamente todavía, más poderoso que ellos, el Amor de Jesús, que lo atraviesa todo y puede traer a cada ser, a cada grupo, a cada pueblo de nuevo a la Vida». (Pág. 362-363)

«Ahora sabes que tu vida es fecunda. No porque hagas muchas o pocas cosas, sino porque vives unida a Nosotros [dice el Padre Dios], y en la medida en que nuestra Vida pasa a través de ti, el mundo entero está siendo bendecido. Y ya no te importa que se vea o no: la resurrección de Jesús, que es el big bang de la salvación, no la vio casi nadie, y a los que la vieron, hubo que explicársela. La Vida corre por raíles más profundos, desde los que se empapa de Vida a la vida.
Entonces vivirás resurrección. No la última, definitiva y total. Esa la dejamos como promesa para el final. Pero la vida sabrá a resurrección allí donde te atrevas a creer. Y cuanto más creas, más verás. Y cuanto más veas, más amarás, más te entregarás, más esperanza serás en el mundo que te rodea». (Pág. 364-365)

«Antes quería ir a donde quería. Sabía que irías conmigo, pero estaba tan ciega, mendigando aquellos amores, que creía que todo se traducía en «llevarte a ti», como si fueras el actor secundario del programa que me había trazado. Ahora veo que eres tú el que lo llevas todo, el que me llevas, y no me conduces solo por los estrechos márgenes de mi vida limitada, sino que me llevas más allá de mí, hacia aquellos lugares a los que solo puedo ir contigo, hacia aquellos lugares donde entraré en relación contigo, porque allí, en esa vida que supera los límites, estás tú. Ya no son las cosas, ni las personas ni las circunstancias lo que me atrae, sino el ir contigo, el ser llevada por ti, el descubrir que eres tú el único que quiero que no falte en mi vida. Y es que mi vida, para llegar a ser lo que está llamada a ser, solo se comprende contigo. (Pág. 372)