Título completo: El testamento de La Salle. Un canto a la vida recibida y una pasión por la vida amenazada.

Autor: Álvaro Rodríguez Echeverría, FSC

Ediciones La Salle, Madrid, 2022, 149 páginas.

Cuadernos lasalianos nº 33

ISBN: 978-84-7221-535-1

Breve comentario:

El libro recoge y sistematiza diversas charlas que el Hno. Álvaro ha impartido en diferentes ambientes lasalianos. Textos abiertos para todos aquellos que quieren encontrar la fuente que alimenta nuestra misión, nuestro compromiso lasaliano. Si bien es cierto que especialmente los Hermanos encontrarán aquí iluminación para los tiempos que nos toca vivir. Destacaría la exquisita selección de citas del Fundador y del Papa Francisco, perfectamente conectadas para responder a los desafíos actuales. Aparecen bien explícitos los principios de la espiritualidad lasaliana: «realismo místico»; espíritu de fe y celo; la importancia de la comunidad; el bajar al barro, al pueblo a los pobres… Nos invita a continuar el Evangelio escribiendo en nuestras propias vidas lo que Jesús de Nazaret empezó. Todos tenemos páginas en blanco en nuestras existencias para escribirlas… «no con tinta sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón«.

Clicar aquí para ir a las citas que destaco en este libro.


Índice:

Presentación

1.- La Trinidad en nuestras vidas.

2.- Yo-Tú-Nosotros.

3.- El mayor bien de la Iglesia.

4. Nuestro seguimiento de Jesús.

5.- María sacramento de la ternura de Dios.
La humilde paternidad de José.

6.- Celo y desinterés en nuestro ministerio.

7.- Unión íntima.

8.- La autoridad como servicio.

9.- Volver al Fundador es volver al Evangelio.


Citas que resalto:

“El Fundador fue llevado, poco a poco, a descubrir que su vocación personal estaba ligada al hecho de hacer nacer una fraternidad al servicio de la juventud abandonada.” (Pág. 31)

“Hay dos maneras de entender el crecimiento en comunidad. El primero concibe la comunidad como ámbito: estilo de vida, actos comunitarios, plataforma de trabajo, techo común, estructuras… El segundo, la concibe como relación, comunión, intersubjetividad. Si en el pasado pensábamos que para mejorar la comunidad teníamos que cambiar sobre todo las estructuras, hoy creemos que para mejorar la comunidad debemos sobre todo fortificar y enriquecer nuestras relaciones.” (Pág. 36)

“Nuestra comunidad, esa pequeña iglesia, debe irradiar fe, esperanza y amor. Debemos potenciar la visibilidad de nuestras comunidades. Muchas veces se nos re- conoce por lo que hacemos, y generalmente, muy bien; pocas, por lo que somos. ¿Qué saben los jóvenes de nuestra vida de oración y de nuestro compartir la experiencia de Dios? ¿De nuestro vivir juntos como Herma- nos, apoyándonos y amándonos? Debemos hacer más visible la dimensión mística y comunitaria que nos hace Iglesia de Jesucristo.” (Pág. 54)

“Hablando del encuentro con Cristo, B. Meyer decía: «Si uno se encuentra con él en sus términos, hay una cosa que se hace clara: tiene lugar una cita no una teoría».” (Pág. 64)

“¿Me siento llamado a vivir como María una espiritualidad que me permita encontrar la fuente y el pozo de las aguas de Dios que sacia- rán mi sed y me darán fuerzas para encontrar al samaritano sufrido y los fundamentos esenciales de nuestra identidad, intimidad y generatividad?” (Pág. 90)

“¿Estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, por darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, con- sagrados, pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar… Por así decirlo, ¿me he «acomodado» en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a «salir fuera», hacia los demás? (Papa Francisco: 28 de agosto de 2013)” (Pág. 106)

“Hoy el papa Francisco nos está pidiendo una vida bien anclada en Jesucristo y que desde Él evite las tentaciones de la autorreferencialidad, la nostalgia, la autocomplacencia, el derrotismo, la búsqueda de la eficiencia y la eficacia como valores en sí mismos, el «resultado constatable y de las estadísticas». Desde la clave del discipulado evangélico, una conversión pastoral que se traduzca en mansedumbre, misericordia, paciencia, pobreza, austeridad, ternura y cercanía, sin temer tocar la carne de Cristo yendo a las periferias existenciales y geo- gráficas de la vida. Una vida centrada en Cristo y en su Evangelio, y para esto ponerse en camino de adoración del Señor y de servicio a Él en los hermanos y hermanas. Como ya lo hemos recordado, en otra ocasión el papa lo sintetizaba en dos palabras: Adorar y servir.” (Pág. 140)

«Qué felices sois por llevar siempre con vosotros el Santo Evangelio, donde están todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Jesucristo! (Col 2,3). Sed fieles a esta práctica. De este sagrado libro debéis sacar las verdades con que habéis de instruir cada día a vuestros discípulos, para infundirles, por ese medio, el verdadero espíritu del cristianismo. Para este fin, alimentad todos los días vuestra alma con las santas máximas contenidas en este libro di- vino, y haced que os sean familiares meditándolas a menudo» (Med. 159,1)