La Trinidad es la constatación de la complejidad de lo divino. No sé si esto suena raro, pero Dios es lo contrario de lo sencillo. Dios no es obvio, inmediato, evidente.
¿Acaso decir que es Padre, Hijo y Espíritu os parece llano y claro?
Quizá sea una manera de decir que Dios está por encima de nuestras ideas, y que es más grande que nuestras cabezas, y que no cabe en nuestros discursos e imágenes.
Dios Padre:
fondo,
creación,
madre-tierra,
origen,
sustrato de todo,
fuente de vida…
Dios Hijo:
carne de nuestra carne,
Dios acampado en lo humano,
Jesús-rostro-de-dios,
Dios-pobre,
servidor,
Dios-vulnerable,
crucificado…
Dios Espíritu:
presencia continua,
energía en expansión,
proceso de evolución,
fuerza que nos habita,
chispa de todo fuego,
viento, brisa, huracán -depende-…
Dios triángulo, complejo, polifacético, múltiple…
pero todo ello en el amor, porque Dios es todopoderoso en el amor, por amor y a través del amor. No viene a condenar, sino a dar vida.
Jn 3, 16-18
“Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
“El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.
¡Ojo con reducir a Dios a una definción de catecismo!
Si estás abierto a la vida…
si aceptas la complejidad (que no la complicación),
si eres pobre en el Espíritu,
sin percibirlo estarás en su presencia.