Por el camino de la vida uno puede instalarse en lo cómodo, en lo sabido o heredado, o puede estar en búsqueda. Tarde o temprano a cada persona nos surge la sed de felicidad, notamos la carencia, crece el anhelo… pues estamos hechos de insatisfacción, estamos llamados a ir más allá. Forma parte de nuestra dimensión transcendental, y no tiene remedio.

Puede que tengas coche, casa, yate, pareja, salud, fama o poder… puede.
Tal vez no tengas todo lo  anterior y no haces más que desearlo… ¿es así?
Tal vez le das de cuando en cuando al alcohol o a alguna otro estímulo químico para sentirte vivo… tal vez.


¿Qué hacemos con nuestros anhelos?
Tenemos la tendencia a «depredar», a acaparar y consumir y nos cuesta percibir que el tesoro no se consigue, no se adquiere. Se recibe. No se posee, se encuentra. Sólo que he de apostar todo para poderlo disfrutar. He de renunciar a mi ego, a mi yo posesivo.

Mateo 13,44-52
“El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.
También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que posee y compra la perla.
Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar, que recoge toda clase de peces. Cuando la red está llena, los pescadores la arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en canastas y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos,  y arrojarán a los malos al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.
Jesús preguntó: – ¿Entendéis todo esto? –Sí, Señor –contestaron ellos. Entonces Jesús añadió: –Cuando un maestro de la ley está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas.»

Entonces ya no hay miedo a perder nada, porque se posee el no poseer.
No sólo no hace falta protegerlo, sino que se reparte.
El tesoro es la experiencia espiritual de sentirse conectado con la fuente de donde todo mana. Es sentirse habitado por la Vida. Es descubrirse estimado, cuidado, amado por Dios.

Siéntate tranquilamente.
Relájate.
Respira en profundidad.
No tengas prisa…
que se apacigüe tu cuerpo,
que se calme tu mente.

Si una caja representaratu tesoro…
Al abrirla ¿qué encontrarías?
No racionalices mucho…

¿Qué te gustaría encontrar?


Mateo 13,44-52