Autor: González Faus, J.I.
Editorial: San Pablo, Madrid, 2021, 445 pp.
Alguien podría decir a la vista del título: ¿Es necesario hablar de convivencia? Pues según el autor, no ve otra razón que sí, “…porque en una convivencia sana y establecida, es donde mayores niveles de felicidad pueden caber para todo el género humano”.
Parece que el autor (muy prolífico en su producción literaria y para muchos conocido por otras obras), se atreve con este libro apostando por el futuro, porque como dice “… no sé si podrá aparecer ,o si tendrá que hacerlo cuando el autor ya no esté, por cómo van las cosa para las editoriales…” Bueno, un pequeño rasgo de humor, no falta también en el prólogo para un jesuita nacido en 1933.
El autor ve una línea directriz a muchos de los artículos que ya ha escrito y que ahora se recogen desde ese prisma de la convivencia. Y, claro, en un mundo donde hay mucha crispación, mucho enemistarse unos con otros por cosas nimias a veces, mucho levantar la voz y descalificar, viene esta obra de González Faus a poner un poco de cordura desde el análisis que hace de las situaciones actuales o pasadas, en una ya de por sí complicada “convivencia”.
Sin duda ninguna, a medida que vamos leyendo estos capítulos, no muy amplios en extensión, pero muy certeros en su análisis, nos damos cuenta que es muy necesario hablar hoy de convivencia. No porque ahora descubramos que hay que hacerlo, sino porque leyendo la historia de nuestros antepasados en la fe (y el autor conoce muy bien esta historia), nos damos cuenta de que siempre ha habido tensiones que ha habido que superar. Y, desde ahí, desde lo que puede aportar una manera de vivir la vida, desde la fe, puede ayudarnos a todos a poner un poco de sensatez en las relaciones tan denostadas por múltiples aspectos del diario trajinar.
Divide el autor su obra en dos grandes partes: Una primera, más breve, de “Verdades cristianas” y otra segunda parte, mucho más amplia, cuyo título principal es “Consecuencias humanas para la convivencia”. La primera, haciendo un repaso a la figura del Mesías (locura o escándalo), a qué significa el Antiguo Testamento (una historia con teleología), el perdonar deudas o el dilema entre vida religiosa o vida consagrada.
En la segunda, se entresacan aspectos más prácticos de la vida y la historia de la Iglesia, las diversas realidades de la sociedad en general y los diversos apuntes para la política y la economía (protestas, regeneración económica, medios de comunicación… entre otros aspectos).
En un lenguaje incisivo, directo, muy claro y no exento de cierto tono jocoso en algunos momentos, va recorriendo el autor aquello que puede favorecer la convivencia desde una postura cristiana. Aunque está abierto a que otros lectores, con otras pretensiones o desde otras ópticas, valoren también el análisis certero, mordaz pero positivo que hace el autor para lograr unos caminos de convivencia mejores.
Es un libro que pretende también hacerse cercano a buscar líneas de convivencia positivas y no sólo crítica de lo que no se hace bien, con los ejemplos que nos ofrece, ya sea desde el ámbito de una tradición cristiana (Oscar Romero, María Magdalena o Fratelli Tutti) a otros, donde la vida va tomando derroteros muy distintos y puede dar lugar a concepciones diferentes en temas tan actuales como la violencia sexual, racismo, eutanasia, feminismo, infancia robada, tatuajes o personas con una riqueza que escandaliza (milmillonarios). Por eso, porque la vida está transida de ejemplos positivos y otros menos excelentes, se atreve a presentarnos con un lenguaje directo que ayuda a despertar la parsimonia que a veces nos caracteriza y que nos invita a meternos en estos entresijos y tomar postura ante todos ellos para no dejarnos perder en la maraña de lo que ofrecen sin más, las noticias de la prensa o los medios audiovisuales.
Dado que el autor recuerda, a veces con cierta sorna, que no sabe si en el momento en que publiquen el libro, estará el para contarlo (debido a su edad avanzada, que no impide la lucidez de mente y el espíritu abierto), nos ofrece una reflexión, casi al final de la obra, sobre el tema actual que no sigue preocupando actualmente: la COVID-19.
En esas páginas, es el artículo más largo (págs.. 381 a 439), se explaya con una meditación sobre la pandemia que titula “¿La bolsa o la vida?” donde el dolor humano, la delicadeza en el trato de unos para con otros, la preocupación por el débil desde una raíces cristianas debe ser el acicate que nos mueva a obrar, como ha ocurrido con tanta gente que ha estado en esta época dejándose la piel por los otros, frente a aquellos que se han olvidado de este dolor y pretenden volver de nuevo a una normalidad donde sigan primando el beneficio propio, la desfachatez en burlar la ley, el seguir enriqueciéndose con chalaneos dejando atrás la honradez y el sentido común de construir sociedad mejor, más humana y civilizada para todos.
Es de agradecer al autor el haberse puesto a revisar lo ya escrito en otras ocasiones y darle ese carácter de actualidad, de inmediatez, de oportunidad ante un mundo y una situación que precisa más que nunca, como dice el propio autor “… de una necesidad que le obliga a un cristiano a proclamar que convivir es el gran imperativo de nuestra historia…” (pág. 441). Y ello nos hace caer en la cuenta de dónde estamos poniendo el acento, cuando valoramos más a unas personas por su nivel de popularidad que a otras que, en lo sencillo de la vida (repartidores, maestros, enfermeros/as, agentes del orden, médicos, etc.) nos han devuelto la consciencia, de que la vida quizá hay que vivirla con unos ojos agradecidos, para saber dónde hay que mirar y descubrir otros niveles que no están en la fama, el éxito, el poder o el prestigio.
Por eso, el libro se convierte en un análisis de nuestra sociedad, a la vez que en una denuncia que no pretende ser agresiva como dice el autor, porque se considera hermano de todos y pecador como como todos. Tampoco pretende erigirse en el único que se da cuenta de lo que estamos viviendo, sino que pretende ofrecer una ayuda surgida de su reflexión y que pueda despertar las conciencias (a veces dormidas o anestesiadas por el poder soberano de los medios de comunicación) para que del corazón de muchos hombres y mujeres de bien, cristianos sobre todo, pero también de otras confesiones o credos, ante una realidad que vivimos cada día, pongamos los medios para hacer de nuestra sociedad esa casa común (como recuerda insistentemente el Papa Francisco) que hay que cuidar y donde convivir es algo más que soportarse porque no queda más remedio.
Así, nos puede quedar como anhelo, algo que se anima a hacer el autor de una manera machacona: “.. lo que aquí se ha dicho (en el libro) necesita ser completado, contrapesado, argumentado en contra y matizado todo lo que se quiera… pero sin llegar a olvidarlo. Porque si lo hacemos, algo grave nos pasa. Yo, por si acaso, seguiré insistiendo” (pág. 441).