Jesús llama, llama y sigue llamando. “Badator, beti dator” (viene y sigue viniendo siempre), dice una preciosa oración en euskara. Y llama a la puerta de nuestro corazón, con suavidad, con sumo respeto y “de manera imperceptible”, como decía La Salle. Y el adviento tiene el gran valor de ayudarnos a parar y a mirar la realidad con más atención y de clarificar lo importante de esta gran fiesta que es la Navidad. Para no perdernos, así, entre tantas luces y quedarnos con la Estrella de la fe, nuestra gran luz; para no confundirnos con tanto regalo, descubriendo que el verdadero regalo es Jesús que vuelve a nacer.

Y La Salle nos ofrece una frase maravillosa al final de una de sus Meditaciones para las Fiestas (MF), en concreto, la que escribe para “el día de la fiesta de la adoración de los Reyes”. Como siempre, aunque va desarrollando la meditación en torno al nacimiento de Jesús y la visita de los Magos, al final ofrece una aplicación a la vida de la escuela y nos hace este regalo:

  1. Reconoced a Jesús bajo los pobres harapos de los niños que tenéis que instruir”.
    • Nos podemos preguntar si esta frase era simbólica o era un reflejo real de lo que veía en los niños a los que atendían. La mayoría de aquellos niños eran “hijos de los artesanos y de los pobres”. Y muchos de ellos olerían “mal”, quizá. O a lo mejor vestirían con ropa harapienta, la única que tenían.
    • Desde la sociedad en la que vivimos, una sociedad que endiosa la estética, el buen olor y la buena presencia, nos podemos preguntar: ¿Cómo reaccionamos ante los diferentes, ante los que “huelen mal”, ante los que no pueden vestir mejor?
    • Nos podemos preguntar qué puede significar hoy esa expresión “bajo los pobres harapos”.
  • Los harapos exteriores.
    • Seguramente el propio La Salle tuvo que hacer su camino interior para aceptar y amar a personas tan distantes de su círculo social. Él mismo confesó que el olor de los primeros maestros con los que convivía le echaba para atrás y que él los consideraba como personas inferiores a los propios “criados” de la familia. ¡Cómo tuvo que cambiar su mirada! Tanto que acabó llamándoles hermanos, ¡es alucinante!
    • Y lo mismo les pasaría a él y a alguno de los primeros Hermanos con los niños y niñas “a los que instruían”. Seguramente el propio La Salle tuvo que ir más allá de lo aparente y descubrir la riqueza humana bajo la pobreza material.
    • La Salle nos invita a mirar más allá de esos niños que hoy también visten pobremente en muchos lugares (obras educativas y socioeducativas) del mundo lasaliano. Y nos invita a acercarnos a ellos con un corazón que ama y con una mirada que limpia y sana. Porque, según Jesús, son nuestros preferidos.
    • Hoy La Salle, a lo largo de todo el mundo, sigue comprometida con los niños más vulnerables y en aquellos lugares donde nadie quiere ir.  Y lo hace con ilusión y amor.
  • Los harapos interiores.
    • Hoy en día, en muchas de nuestras obras lasalianas, puede haber alguno de estos niños y niñas, y también una gran mayoría que huele y viste “bien”. Sin embargo, muchos de ellos están sufriendo por diferentes motivos y podríamos decir que tienen “harapos interiores”. Quizá su persona está rota por dentro. Y también estamos invitados-llamados a descubrirlos y a mirar más allá de esos harapos.
    • Pensamos en:
      • aquella chica que ha perdido a su abuela, la persona que le crió. O en aquella otra que perdió a su hermana por violencia de género. Su interior se ha roto.
      • aquel niño que vio cómo su padre pegaba a su madre.
      • aquella adolescente que no tiene palabra y que se esconde bajo el mutismo más absoluto. Quizá piensa que no vale nada.
      • aquel niño o niña que acaba de llegar de otro país y que carga con una mochila con experiencias y referencias muy diferentes a las nuestras.
      • aquel chico que quiere encarar unos estudios superiores y por el que nadie apostaría nada, porque “su fama le precede”.
      • aquella niña o adolescente que tiene la autoestima por los suelos.
      • aquella otra que tiene una visión tan distorsionada de su físico que ha caído en un trastorno alimenticio.
      • aquel chico o chica que no se siente a gusto con su cuerpo, con su género o que guarda en secreto su orientación sexual.
      • aquella chica o chico a la que la vida le ha superado, a la que la ansiedad le ha podido o que incluso ha caído en las redes de la depresión.
      • aquel chico que ha intentado suicidarse. (estamos seguros que a ti se te ocurren otros muchos casos: añádelos).

  • Juan Bautista nos invita a “mirar bajos esos pobres harapos”, exteriores o interiores. Y recalca con claridad que podemos “descubrir a Jesús” bajo esa apariencia. ¡Casi nada!

¡Cuántos milagros hacemos en nuestras escuelas y en nuestras obras socioeducativas cuando aceptamos, acogemos, miramos con confianza y con cariño, cuando abrazamos, cuando hacemos sentir en casa y cuando usamos palabras que sanan! Esos son algunos de los medios que tenemos para decirles que son personas válidas, dignas, queridas y ¡nuestras preferidas! Y no somos conscientes, a veces, del poder que nuestras palabras y nuestras acciones pueden llegar a tener, porque podemos ser, como decía la Salle en el lenguaje de la época, “ángeles custodios” de esos niños y niñas.

Foto superior de Ahmed akacha: https://www.pexels.com/es-es/foto/plato-verano-sucio-construccion-6758617/
Foto inferior: Detalle del cuadro de Giovanni Gagliardi, 1901. Casa Generalizia.