A veces pensamos que confesarnos como creyentes es lo que nos da identidad. Pero solamente es una etiqueta, y la etiqueta puede falsear el contenido. El criterio para la autenticidad no son las etiquetas, sino las obras, el modo de actuar.
«Por sus frutos los conoceréis» dice Jesús en otro momento (Mt 7, 16)
Las palabras, los discursos, lo aguantan todo. Las acciones diseccionan nuestras intenciones.
Mt 7, 21-27
No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo.
Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre? Y yo entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que hacéis el mal.
Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.
Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó su casa sobre arena.Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó.
Fue un derrumbamiento terrible.»
Echa un vistazo hacia atrás en tu vida. No te arrepientas tanto de las palabras dichas o no dichas, cuanto de lo que debieras haber hecho y no hiciste.
De todos maneras has llegado hasta donde has llegado. Aún tienes por delante el resto de tu existencia. Construye sobre roca, muévete, no te quedes en la orilla, juega tu partida, pasa a la acción, no seas perezoso. Haz aquello que sabes que debes hacer. Te encontrarás a Dios en medio de la refriega.