«Para mí, mirar con los ojos de la fe es amar la diversidad.
Es ver a Mohamed… y no a un moro.
Ver a En Quin… y no a un chino.
Ver a Alioune… y no a un chico de color.
Ver a Andreu… y no a un discapacitado.
Ver a Magdalena… y no a una niña sorda.
Ver a Christian… y no al hijo de ése que se droga.
Ver a Adán… y no al hijo de ese otro que está en la cárcel por malos tratos.
Y ver a Tomás… y no a ese niño disléxico que no arranca a leer.
Y ver a Joan… y no a ese niño con TDAH que desmonta una clase como si nada.
Y ver… ¡a tantos niños y niñas diferentes!
Y, sobre todo, ver a mis hijos jugando en el patio con ellos sin apenas notar que exista alguna diferencia (o sin acordarse de ellas).
Ver a Salvador que trae a En Quin a casa a jugar un ratito a la Play -«Es que él sabe muy buenos trucos, mamá- me dice». Pero para luego enseñarle a montar en bici, merendar cosas que en China no las habían probado jamás de los jamases, partirse de risa con los lametazos de nuestras perritas…
Y ver a Paula, la pequeña, durante la hora de guardería de las doce «cuidando» a Adán, jugando a ser mamá, llevándole en brazos de un lado para otro y mirándole fijamente a los ojos para decirme: – «Pero mamá, ¿tú has visto lo guapísimo que es ese niño?».
Creo que de seguir así voy a tener suerte y mis hijos también van a saber mirar con los ojos de la fe.»
Hace unas horas, Joana Mª Márquez Estrany (orientadora del Colegio La Salle de Inca – Mallorca) me acaba de enviar este texto por el móvil. En realidad lo compuso hace ya algunos años, para una formación de profesores nuevos en la que participó. Y resulta que, limpiando y ordenando archivos del ordenador, lo acaba de recuperar.
Después de chatear un rato, añade: «He de decir que por ahora, puedo agradecer que mis hijos miran con los ojos de la fe.»
¡Me ha parecido tan interesante compartirlo!