En 246 plegarias para expresar la vivencia espiritual. ¿Demasiadas palabras?
Puede ser, pero si callamos «hasta las piedras gritarían» (Lc 19, 40).
Hay un tiempo para el silencio y un tiempo para la palabra, y esta página desborda de palabras, de creatividad.
No olvides que «la Palabra se ha hecho carne» (Jn 1, 14).

Con el buscador del navegador que utilices (el mío funciona con CTRL + F) puedes escribir la palabra que buscas, y encontrar aquella plegaria que sea más adecuada para lo que necesites. Puedes copiar aquella que te interese y enviarla a tu comunidad, o compartirla por mensajería. 

Ojalá encuentres aquí también inspiración para escribir tu propio salmo, tu propia plegaria.
O tal vez, al final,  estas palabras te lleven al tiempo del silencio… porque «el silencio es el lenguaje de Dios, todo lo demás es pobre traducción».

Agradezco a aquellos Hermanos que han recogido todas estas oraciones, y escrito algunas de ellas,  especialmente al Hno. Juan Antonio Rivera por hacerme llegar en formato digital el libro «Plegarias de la Comunidad».

(El número indica la página en la edición en papel)

Abbá! ¡Padre!

A ti, Padre, levanto mi alma 15
Soy tu Dios, la fuente de la vida 16
Di Padre 17
Nos dices que te llamemos Padre 18
Que estás en la tierra, Padre nuestro 20
Padre nuestro del educador 21
Padrenuestro (Asís, Encuentro de Religiones) 23
Porque queremos la hermandad 25
Padre nuestro que estás con nosotros 27
Todo es cuestión de amor 28
¿Quién contra nosotros? (Padre, sé que ordenas todas las cosas) 30
Bendito sea Dios 31
Desbordados por tu amor (Hoy queremos expresarte, Padre) 32
Salmo del «Abba» 33
Salmo 83. En las manos del Padre 35

 

Jesús, el Hijo

Los amó hasta el extremo (Aquella tarde los amó como nunca) 38
A vosotros os llamo amigos 39
Como el que sirve 40
Bienaventurado y feliz, Jesús 42
Iluminados por la luz del Nazareno 44
Creemos en Jesús, nacido del Espíritu y de María 46
Cristo, dije sí 48
Creo en el Resucitado, en el Señor de la Vida 49
Hasta el fin de los tiempos 51
Te amo, Jesús, por la multitud 53
Di con el corazón: Jesús es Señor 54
¿Quién eres, Señor? 56
Salmo 44. Yo te bendigo, Señor Jesús 58
Salmo 46. Gloria a ti por siempre 60
Cimiento y raíz 62
Testigos de Jesús Resucitado 63
¡Ven, Señor Jesús! (del Apocalipsis) 65

 

Espíritu Santo

Aquí estamos, Señor Espíritu Santo 68
Invocación al Espíritu 69
Te bendecimos, padre, por el Espíritu 71
¡Ven, Espíritu de amor y de paz! 72
Ven, Espíritu del Padre y del Hijo 74
Tú eres padre de los pobres 75
Ungidos por el Espíritu de Jesús 76
Al viento de tu Espíritu 78
Te bendecimos, Espíritu creador 80
Ven, Espíritu (canto inacabado) 81
Danos tus dones 82
Envía, Señor, tu Espíritu 83
Todo cuanto vive, de Ti recibe aliento 84
Espíritu de Dios (Visita los valles y rincones de tu corazón) 86
Invocación y disponibilidad 88
Letanía de Pentecostés 89
Siete son los dones del Espíritu 91
Tú que estás sobre mí 93

 

Trinidad

Bendito seas, Padre bueno 97
Trinidad (Dios Padre, tu querer da la vida) 99
Dios santo y único 100

 

Adviento. La espera

El adviento es un almendro de mi tierra 103
Es hora de despertar 104
Sobre los montes los pies de tu Mensajero 105
Plegaria para el Adviento (Desde nuestra fe pobre) 107
Él viene, viene, viene siempre 109
Adviento, tiempo de la espera de Dios 111
¡Ven, Señor, entra en nuestra casa! 112
Ven a recrear nuestra vida 113
Una vez más me invitas 115

 

Navidad

Hora de Navidad 118
Hacer posible la Navidad 120
Paz, es Navidad 122

 

Pascua – Resurrección – Nueva Humanidad

El sepulcro está abierto 126
La piedra se movió 128
Descubre tu presencia 130
¿Dónde estás, RESUCITADO? 131
Manos del resucitado 133
Cuando la muerte sea vencida 134
Resucitar es amar 136
El hombre nuevo de la Resurrección 137
Creemos lo imposible (Creemos en Jesús resucitado) 138
La nueva humanidad 140
Hemos visto al Señor 142

 

María

Bendita tú (Una mujer entre el gentío levantó la voz) 145
Canto de María (Canto a Dios, que me dio la vida) 147
Con María te bendecimos 148
A la Virgen del Magnificat 149
Oración a Nuestra Señora (Hermana peregrina) 150
María, creemos como tú 152
María, mujer oyente 153
Santa María del nuevo pueblo 154
Santa María de la libertad 155
Salmo de María (Mi corazón canta, Señor del alba) 156

A la mañana

Ha madrugado Dios esta mañana 160
He venido a ti 161
En el silencio de la mañana 162
Con la fuerza de Dios 163
¡Va por ti, Señor! 164
A ver si acierto a decirte lo que siento 165
Salmo 5. Al comenzar la mañana 166
Salmo 94. Para admirar y adorar 168

 

A la tarde

Al caer de la tarde (Estamos, Señor, en tu presencia) 172
A tu manera (Saliste, Señor, en la madrugada) 173
La noche (A ti, Señor, entregamos nuestras vidas) 175
Quédate, Señor, que se hace ya tarde 176
Acoge, Señor, mi vida entre tus manos 177
Acción de gracias al final del día 178
Salmo para despedir el día 179

 

Agradecimiento – Alabanza – Alegría

Alabad al Señor, todos los seres 183
Alabado seas, Padre 185
Cantad a Dios todas sus criaturas 186
Cántico del hermano sol 187
Dios de verdad 189
Te alabo, Padre, porque eres grande 190
Loado seas, mi Señor 191
Hubo un tiempo en que la alegría 193
Admirable en toda la tierra 194
Señor de la existencia 196
Motivos del corazón para alabarte 197
Celebra tu vida 198
Te damos gracias, Padre 200
Gracias por este encuentro 201
Gracias, Señor, por tu obra en nosotros 203
Canto de alegría en el señor (2sam 2, 1-10) 204
Salmo 8. ¡Qué admirable es tu nombre! 206
Salmo 15. De un corazón feliz 208
Salmo 32. De alegría y esperanza 210
Salmo 33. Desde la alabanza gozosa 211
Salmo 39. De acción de gracias 213
Salmo 64. Con grito de júbilo 215
Salmo 80. En el día de fiesta 217
Salmo 91. Para alegrarse 219
Salmo 96. De un canto nuevo 221
Salmo 103. Bendice alma mía 223
Salmo 110. Ante las maravillas de Dios 225
Salmo 144. Me has liberado 227
Salmo 144. De la gloria de Dios 229

 

Amor

Sólo os pido que os améis 233
El amor es la espera sin límites 234
Os doy un mandamiento nuevo 235
Tú eres amor; amor entregado hasta el extremo 237
Salmo 84. Desde el amor y la verdad 239
Salmo 88. Desde la lealtad y la fidelidad 241
Salmo 117. El amor de Dios nos alegra 243
Salmo 135. De la grandeza del amar 245
Canto al Amor (1Cor 13) 247

 

Bienaventuranzas

Condiciones para la paz del corazón 251
Bienaventurados los que aman 252
Bienaventuranzas de la paz 253
Salmo de las Bienaventuranzas 255
Bienaventurados los que lloran 258
Buscando a Dios

Con todas las fuerzas 262
Cantar del alma enamorada 263
El aroma de la promesa 264
Dios no ahuyenta a los inoportunos 266
Según las horas, la vidriera 267
Sed de Dios 268
Salmo de nuestro internet 269
No tengáis miedo 271
Aquí estoy, Tú sabes cómo 272
La sorpresa 273
Plegaria silenciosa 274
Despiértanos, Señor 275
Tú te has acercado 277
Hasta que tú me alcances 278
Peregrino de ilusiones 279
Yo no soy quién 280
Salmo 41-42. En búsqueda 281
Desde el salmo 63 (En mi lento peregrinar) 283
Salmo 63. De corazón abierto 284
Salmo 129. Desde lo hondo 286

 

Compromiso – Testimonio

Como un sencillo instrumento 290
El nuevo reloj 291
Cristo, no tienes manos 292
Feliz el hombre 293
Gracias porque nos necesitas 294
La casa del Padre 295
Manifiesto de la solidaridad 296
Opción por los pobres 297
Pequeña e insignificante semilla 299
Oración del enviado 301
Súplica a favor del testigo 302
Ha puesto su mirada en nosotros 304
Venimos a tu presencia, Dios nuestro 305
¡Cuánto tenemos que aprender de ti! 306
Nos tomas en serio 307
Maestros, testigos, mensajeros 309
Enviados a anunciar el Evangelio 311
Salmo 18. Desde la vida y la luz 313
Salmo 126. Si Tú no construyes nuestra casa 315

 

Comunidad – Iglesia

Comunidad que convence 319
Una comunidad alegre 321
Dichosa tú, Iglesia 322
Hacer de la casa un hogar 323
Oración para el camino 325
Piedra preciosa 326
Por mis hermanos de comunidad 327
“Signo fuerte” de Dios 328
Salmo del espíritu de comunidad 329
Desde el amor a la Iglesia 331
Salmo 121. Del hombre en camino 333
Salmo 132. De la comunidad 334

 

Confianza

Plegaria de adoración 338
Señor de lo Imposible 340
El don de la confianza 341
Experiencia de Dios 342
Yo digo al Señor: Tú eres mi refugio 343
Salmo 17. Para pedir valor 345
Salmo 21. De abandono en Dios 347
Salmo 26. De un corazón de fe firme 349
Salmo 45. Para un corazón fuerte 351
Salmo 56. De un corazón a punto 352
Salmo 89. De un corazón de barro 354
Salmo 90. La cercanía de Dios 356
Salmo 90. Bajo las alas 358
Salmo 115. Para recobrar la calma 360
Salmo 126. De la gratuidad 362
Salmo 126. Más allá de la utopía 364

 

Conversión – Discernimiento

Conversión junto al pozo 367
Convertirme, ¿hacia dónde? 369
Cambiad de vida 371
Te pedimos un corazón recto 373
Once peticiones desoídas 375
Los dos caminos 376
Ligero de equipaje 378
Si me voy acostumbrando 379
Alguien viene 381
Nos despiertas y recreas cada día 382
Por este tiempo tan propicio 383
Manos nuevas 384
Alegres de vivir en gratuidad 385

 

Encuentro con Dios

Salmo de las hojas 390
Tarde te amé 392
Moverse es encontrarte a cada paso 393
¡Háblanos sin prisas! 394
Tú eres la brisa que alienta 395
En el encinar de Mambré 396
Reparar fuerzas 397
Así es mi vida cuando tú la alientas 399
Venid a mí 400

 

Fe y Esperanza

Creemos en la esperanza 403
Credo del hombre nuevo 404
La estrella de la fe 405
Creo que Dios es nuestro Padre 406
Creo en un Dios que es Padre 408
Credo “Fe y Justicia” (Creemos en Jesús, hombre libre y solidario) 410
Auméntanos la fe 411
Salmo del espíritu de fe 414

 

Ofrecimiento

Te entrego, señor, mi vida 418
En tus manos 419
Un tiempo para estrenar 420
Padre, me pongo en tus manos 421
Haz de mí un instrumento de tu paz (San Francisco de Asís) 422

 

Palabra de Dios

Para antes de leer la Palabra de Dios 425
Dimensiones de la Palabra 426
Gracias por la Palabra 429
La Paz y la Palabra 430
Palabra de vida 431
Tu Palabra, Señor 433
Para después de leer la Biblia 435
La voz que clama 436
Alabado seas por tu Palabra 437
Atentos a tu Palabra 438
Salmo 118. De la Palabra de vida 439

 

Perdón

Perdón sin condiciones 443
Acéptanos como somos 444
Clavos contra los hermanos 445
Dios de vida y perdón 446
Perdón, Señor 447
Salmo 50. Desde la misericordia 448
Salmo 85. Como arcilla abandonada 450

En presencia de Dios

Día tras día 454
Gracias por tu presencia 456
Día tras día, Señor de mi vida 458
Salmo de la mano de Dios 459
Dios del silencio 460
Presencia universal 461
Callar, esperar, gozar 462
Fija mi deseo sólo en ti 463
La palabra de mi voz 463
Pronunciaré tu nombre 464
Para estar contigo 465
Presencia viva 466
Salmo 84. Dios habita nuestra tierra 467
Salmo 114. Al único Dios verdadero 468
Salmo 138. Tú me sondeas 470

 

Reino de Dios

Compromiso por el Reino 473
Los ojos del corazón 474
Líbranos de la vieja levadura 475
La semilla más pequeña 477
Salió el sembrador a sembrar 479
Id y anunciad lo que habéis visto y oído 481
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis? 483
Salmo 7. De un corazón sincero 485
Salmo 71. Por la justicia y la paz 487

 

Seguimiento – Vocación

Al Dios de la vocación 491
Puerta y camino 493
¿Sobre qué has construido la vida? 494
Salmo 4. Para el camino 495
Salmo 22. Del amigo verdadero 497
Salmo 138. Señor de la vida 499
Seguir a Jesús (Mt 10, 1-15) 501
Me sedujiste, Señor (Jer 20, 7-18) 503

ABBA, PADRE

 

A TI PADRE LEVANTO MI ALMA

A ti, Padre, levanto mi alma.
No te pido que me escuches,
porque todo está abierto a tu presencia,
porque tienes tu oído pegado a mi corazón
y oyes el flujo de mi vida
y escuchas hasta mis silencios.
Sólo te pido que yo sepa escucharte.

No te pido que me enseñes tus caminos,
porque ya me los has enseñado maravillosamente.
Tus caminos están abiertos ante mí
y están perfectamente señalizados.
Sólo te pido que mis pasos
no se desvíen de tus caminos.
Ayúdame a recorrer los caminos que me has enseñado,
el Camino que me has regalado.

No es camino de estrellas, ni de leyes, ni de libros,
ni de renuncias, ni de muertes.
Es un camino de carne.
Es un camino cimentado en el amor,
asfaltado por la misericordia,
señalizado por el servicio y la entrega.

Tu Camino es el Jesús del amor y la misericordia.
Tu Camino son los hijos necesitados del amor y la misericordia.
Que yo sepa andar por tu camino, despacito y vigilante,
para no dejar pasar ninguna de tus señales,
para llenarme y derramarme en amor y misericordia.

 

SOY TU DIOS

Y el Señor pronunció las siguientes palabras:

Yo soy tu Dios, la fuente de la vida.
Yo no soy un gran Señor, sino tu Amigo.
No soy legislador, ni juez, ni policía,
sino impulso de libertad y llamada a la superación.
Yo no escribo normas en piedras o en códigos,
sino en lo más íntimo del ser.
Mi normas no son antipáticas,
ni doblegan ni traumatizan;
son pistas para conducir, escalas para ascender,
aliento para crecer.
Yo soy Dios
pero en ti y para ti.
Yo soy para que tú seas.
No quiero que sirvas temeroso,
que te pongas de rodillas como esclavo
ante ningún dios, ni en el cielo ni en la tierra,
ni ante nada ni ante nadie, ni ante mí.
Ponte en pie para servirme en el amor;
vive en el amor.
No destruyas nada;
no utilices ni te aproveches de nadie;
no engañes a nadie,
porque el otro, sea quien sea;
es mi hijo, es un dios,
porque Yo soy el Amor.
Favorece especialmente a los pobres,
a los mayores, a los huérfanos,
a los extranjeros y a los indefensos,
porque Yo soy el Amor.

Rafael Prieto Ramiro

DI ¡PADRE!

Di Padre,
si cada día procuras portarte como hijo
y tratas a los demás como hermanos.

Di nuestro,
si intentas aislarte de tu egoísmo.

Di que estás en el cielo,
si tratas de ver más lo espiritual
y no piensas sólo en lo material.

Di santificado sea tu nombre,
si procuras amar a Dios con todo el corazón,
con toda el alma y con todas las fuerzas.

Di venga a nosotros tu Reino,
si de verdad Dios es tu rey
y trabajas para que él reine en todas partes.

Di hágase tu voluntad,
si la aceptas y luchas por no hacer la tuya.

Di danos hoy nuestro pan,
si buscas compartir con los que no lo tienen
y con los que sufren.

Di perdona nuestras ofensas,
si quieres cambiar y perdonar de corazón.

Di no nos dejes caer en la tentación,
si te esfuerzas en alejarte del mal.

Di líbranos del mal,
si tu compromiso es por el bien.

Y di amén,
si tomas en serio la aportación de estas palabras.

Nelson Hernández

 

NOS DICES QUE TE LLAMEMOS PADRE

Señor Dios,
nos dices que te llamemos Padre,
porque somos tus hijos.
¿Podremos vivir un día como hermanos
unos para otros?

Tu pan de cada día, ¿lo hemos compartido?
¿Lo hemos partido con quien no debía recibirlo
más que de nuestras propias manos?
¿Hemos recogido las migajas para que nada se pierda,
para que el pobre pueda comer cuando no lo esperaba?

Tu nombre es santo, ¿hemos sabido honrarlo
en el nombre de nuestros hermanos?
¿Hemos aprendido a llamar
a quien de nada nos servía?
¿Hemos mirado al pequeño, al escondido,
al enfermo, al débil, al anciano,
a quienes llevan en su frente tu nombre,
ese nombre que decimos que queremos santificar?

Tu voluntad y tu reino,
¿lo hemos creado a nuestra medida, que es inhumana?
¿Hemos rechazado a los que no nos agradaban?
¿Permitiremos, hoy, que los hombres
puedan conocerte como amor,
como dulce y humilde corazón,
como Dios-con-nosotros?

¿Hemos perdonado las ofensas que nos han hecho
o todavía las conservamos
para el juicio particular de nuestro propio tribunal?
Si miras con rigor nuestra actitud, Padre,
¿cómo podrás hoy perdonarnos?
Aunque seamos malos hijos
y hermanos de duro corazón,
tu justicia es mayor que la nuestra.

Para que nos libres del mal
y nos reúnas contigo,
queremos despojarnos de nuestra voluntad
y nos ponemos en tus manos.

Benjamín González Buelta

 

QUE ESTÁS EN LA TIERRA, PADRE NUESTRO

Que estás en la tierra, Padre nuestro,
que te siento en la púa del pino,
en el torso azul del obrero,
en la niña que borda curvada
la espalda mezclando el hilo en el dedo.

Padre nuestro que estás en la tierra,
en el surco,
en el huerto,
en la mina,
en el puerto,
en el cine,
en el vino,en la casa del médico.

Padre nuestro que estás en la tierra,
donde tienes tu gloria y tu infierno
y tu limbo que está en los cafés
donde los burgueses beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la escuela de gratis,
y en el verdulero,
y en el que pasa hambre,
y en el poeta -¡nunca en el usurero!-.

Padre nuestro que estás en la tierra,
en un banco del Prado leyendo,
eres ese Viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo.

Padre nuestro que estás en la tierra,
en el cigarro, en el beso,
en la espiga, en el pecho
de todos los que son buenos.

Padre que habitas en cualquier sitio.
Dios que penetras en cualquier hueco.
Tú, que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro, que sí que te vemos,
los que luego te hemos de ver,
donde sea, o ahí, en el cielo.

Gloria Fuertes

 

PADRE NUESTRO DEL EDUCADOR

Padre nuestro que estás en el cielo…
Y también con nosotros.
Comenzamos en tu presencia esta jornada de trabajo,
con espíritu fraternal, porque Tú eres nuestro Padre.

Santificado sea tu nombre…
Que te alaben nuestros alumnos
y te bendigan al ver nuestras buenas obras.
Que tu nombre de Padre se haga visible
en la convivencia familiar de nuestra comunidad educativa.

Venga tu Reino… El que Jesús anunció y comenzó.
El Reino de la paz en el amor, en la justicia y en la libertad.
El Reino cuya maduración confiaste a cada uno de nosotros.
Que nuestras aulas sean la antesala
de una sociedad renovada por la convivencia fraternal.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…
Que la descubran todos los hombres y la realicen en todas partes.
Que nosotros llenemos tus exigencias
conviviendo y colaborando fraternalmente
en nuestra comunidad educativa,
y caminando como pedagogos con tus hijos
por los caminos de la libertad.

Danos hoy nuestro pan de cada día…
El pan de la mesa familiar,
el pan de la verdad y de la amistad,
el pan de la justicia y de la libertad.
Que lo compartamos cada día
con los alumnos que nos confiaste
y así crezcamos con ellos hasta la madurez del hombre nuevo.

Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…
Perdona nuestras mediocridades y nuestras limitaciones culpables,
porque con ellas empobrecemos a nuestros alumnos.
Y que nos comprendamos como Tú nos comprendes
y que perdonemos a nuestros alumnos como Tú nos perdonas.

No nos dejes caer en la tentación…
De hacer de nuestra vocación
una mercancía que se vende y se compra.
De olvidar a los marginados de la cultura.
De reducirnos a ser funcionarios
al servicio de una enseñanza no comprometida con la vida.

Y líbranos del mal…
Del paternalismo que aliena y no deja crecer.
Del autoritarismo que domestica
y borra la originalidad de cada persona.
Y líbranos del mal terrible
de no amar a nuestros alumnos. Amén

 

PADRENUESTRO

(Asís, Encuentro de Religiones)

Padre que miras por igual a todos tus hijos,
eres nuestro Padre, de todos,
de los cuatro mil millones de personas que poblamos la tierra,
sea cual sea nuestra edad, color o lugar de nacimiento.

Estás en los cielos y en la tierra
y en cada hombre, en los humildes
y en los que sufren.

Santificado sea tu nombre
en los corazones pacíficos de todos,
hombres y mujeres, niños y ancianos, de aquí y de allí.

Venga tu reino, el de la paz, el del amor,
el de la justicia, el de la verdad, el de la libertad.

Hágase tu voluntad,
siempre y en todas las naciones y pueblos.
En el cielo, en la tierra.
Que tus planes de paz no sean destrozados
por los hombres violentos, por los tiranos.

Danos el pan de cada día,
que está amasado con paz, con justicia, con amor.
Y aleja de nosotros el pan de la cizaña y del odio
que alimenta envidias y división.

Dánoslo hoy, porque mañana puede ser tarde.
Los misiles están apuntando
y quizá algún loco quiera disparar.

Perdónanos,
no como nosotros solemos perdonar,
sino como tú perdonas, sin resquemores, sin rencores ocultos.

No nos dejes caer en la tentación
de mirar con recelo al de enfrente,
de olvidarnos de nuestros hermanos necesitados,
de acumular lo que otros necesitan,
de vivir bien a costa de los demás.

Líbranos del mal que nos amenaza.
De los egoísmos de los poderosos,
de la muerte que producen el hambre,
las guerras y las armas.
Porque somos muchos, Padre,
los que queremos vivir en paz
y construir la paz para todos.

(Proclamado en Asís, en el encuentro mundial de las Religiones)

 

PORQUE QUEREMOS LA HERMANDAD

Porque queremos la hermandad entre todos los hombres,
incluso de los que han de vivir después de nosotros,
y de los que vivieron entre nosotros,
te decimos: Padre nuestro.

Porque es interminable y dura la tarea
y el deseo no merma a lo largo de la vida.
Y Cristo no es sólo la bebida en el camino,
sino el que aumenta muchas veces la sed,
te decimos: que estás en los cielos.

Porque vivimos donde se piensa, se ordena, se dicta
sobre el hombre, en fábricas, despachos, casas, universidades,
y sabemos que el poder y la riqueza en pocas manos
es el modo frecuente de ofender el nombre del Señor,
te decimos: santificado sea tu nombre.

Porque tememos el círculo maldito de producción,
consumo y beneficio, al que quieren sujetarnos a la fuerza,
te decimos: hágase tu voluntad.

Porque tenemos miedo, incluso de nosotros mismos,
de confundir el limpio camino que emprendimos en la vida,
y de llegar después de todo, a nuestras propias metas,
te decimos: venga a nosotros tu reino.

Hablemos también del pan de cada día,
que tú nos das a través de nuestro esfuerzo:
del pan, la luz, el gas, los calcetines,
la entrada para el cine, la tele o el periódico…
y que algunos nos quieren recortar
con un salario mínimo o todo lo más mínimo que pueden.

Recordamos a los hombres que sufren y no esperan,
también por nuestra culpa.
Y te decimos y decimos a esos hombres,
a través de tu amor paternal:
perdónanos nuestras deudas.

Porque nosotros, que vivimos en un pueblo rico,
comparado con otros de la tierra,
conscientes y llenos de ilusiones en medio de desesperados,
podemos decir sin grandes méritos:
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Y en medio de tantas tentaciones, tememos, sobre todo,
la de caer un día en la miseria
de no creer en Ti, en los hombres, en la vida;
de no querer seguir haciendo libre y justo nuestro mundo.
Por eso te decimos: no nos dejes caer en la tentación.

Líbranos del mal,
de todos los males que nos siguen como moscas,
como ratas voraces, como perros rabiosos.
Líbranos de pensar que nosotros solos podemos liberarnos.
Con la ayuda de los otros sí podemos,
con la alegre y segura promesa de tu gracia y de tu reino.

 

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS CON NOSOTROS

Padre nuestro que estás con nosotros.
Santificado seas en los hombres.
Que tengamos valentía y constancia
en la construcción de tu Reino de justicia y amor
para que haya igualdad entre todos.

Que no desfiguremos en nuestra vida
tu voluntad por nuestros propios intereses.
Que todos los hombres tengamos
un puesto de trabajo digno para ganar el pan de cada día.

Ayúdanos a perdonar como tú nos perdonas.
No nos dejes caer en la tentación
del desánimo,
de la autosuficiencia,
de manipular a los débiles,
de condenar a los que no obran
o piensan como nosotros,
de creernos los mejores,
de instalarnos a costa de los demás.

Y líbranos
del legalismo farisaico,
de la hipocresía y egoísmo,
de cualquier tipo de opresión,
de manipular a los que no sirven,
de la indigencia y apatía
y de la angustia de soledad. Amén

 

TODO ES CUESTIÓN DE AMOR

Todo es cuestión de amor, le dice Jesús a Nicodemo:
el amor de Dios manifestado
en el envío de su Hijo único al mundo,
no para condenar sino para salvar,
para dar vida eterna, salvación.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Ser amor es un correctivo a la vieja imagen de Dios
como producto del pensamiento filosófico;
como proyección de nuestros temores y remordimientos,
de nuestros complejos de culpa por acciones ocultas
de codicia y crueldad que tanto nos avergüenzan.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Todavía vivimos nuestro sentido de hijos
con temores infundados.
Ser cristianos nos da complejo ante una sociedad laica,
ante la maraña de intereses que cruzan fronteras y paisajes.
Nos sentimos corresponsables de la maldad manifiesta,
de la crueldad de las relaciones internacionales.
Y ponemos los ojos en Ti, Padre – amor.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Un Dios amor no puede ser celoso y cruel,
ni tomar los rasgos de figuras tiránicas:
el padre irresponsable, el guardián insobornable,
el juez inflexible, el jefe o el superior opresivo y dictador.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Recordamos a tantos niños
que no podrán nunca concebirte como padre amoroso.
Hijos de la violencia familiar, de la ausencia paterna,
del hogar sin fogón, de la emigración sin patria.
¿Cómo podrán llamarte Padre,
si nadie les enseña lo que esto significa?
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Nada de eso eres Tú, Dios y Padre;
en Ti no hay violencia, ni juicio, ni frialdad.
Eres el hogar, el fuego, el abrazo y la paz.
Lo hemos visto en Jesús. El también es amor.
Lo ha dicho lapidariamente Juan:
Dios es amor y el que ama ha nacido de Dios (1Jn 4, 8).
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

Eres, Padre, amor que salva y que libera,
que devuelve la dignidad a los ofendidos
y humillados de este mundo.
Amor luminoso que revela la vergüenza del pecado
y la gloria y la belleza de la virtud.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Porque Dios es amor.

 

¿QUIÉN CONTRA NOSOTROS?

Padre,
sé que ordenas todas las cosas para bien de los que te aman,
para bien de los que Tú has llamado y elegido.

Porque a quienes de antemano conociste
también los predestinaste
a ser conformes con la imagen de tu Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Singular misterio, el más misterioso:
nos has cogido la delantera
y has depositado tu confianza en nosotros.

Nos has llamado, nos has rehabilitado,
nos has puesto en el camino de la salvación
y nos has dado tu Espíritu y vida.

Si Tú, oh Dios, estás con nosotros,
¿quién contra nosotros?
Tú, que no reservaste a tu propio Hijo,
sino que lo entregaste por todos nosotros,
¿cómo no nos darás gratuitamente con él
todas las demás cosas?

¿Quién será el fiscal de tus elegidos
si Tú eres quien nos salva?
¿Quién será el que nos condene
si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado
y está a tu derecha intercediendo por nosotros?

¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿La tribulación, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?

Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los principados,
ni las cosas presentes ni las futuras,
ni los poderes ni las debilidades,
ni las alturas ni las profundidades,
ni criatura alguna
podrá separamos de tu amor, oh Dios,
presente en Cristo Jesús, Señor nuestro.

(Paráfrasis de Rom 8,28-39)

BENDITO SEA DIOS

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor, Jesús el Mesías,
que por su gran misericordia
nos ha hecho renacer a la vida.

Porque gracias a la resurrección de Jesús
nos ha hecho ser personas,
abriéndonos las puertas a una esperanza viva
que no decae ni se marchita;
y nos ha dado una herencia
que ni se estropea ni se pierde,
puesto que es vida y liberación plena,
cuyas primicias ya podemos disfrutar,
y que Él hará efectiva del todo
cuando lleguemos a su seno.

Aunque nos aflijan pruebas diversas,
no perdamos el ánimo; saltemos de gozo.
Que la alegría nos embriague y rebose al exterior.
Pruebas y aflicciones nunca faltarán.
Pero vedlas como motivo de alabanza.
A través de ellas, nuestra fe logra autenticidad,
se aquilata y resulta más preciosa,
como se prueba el oro en el crisol.

Así, nuestro conocimiento de Jesucristo,
probado en el seguimiento diario,
se convierte en manantial de vida y gozo
imposible de expresar con palabras,
mientras seguimos caminando,
seguros ya de nuestra salvación.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor, Jesús el Mesías,
que por su gran misericordia
nos ha hecho renacer a la vida.

(Paráfrasis de 1 Pe 1,3-9)

 

DESBORDADOS POR TU AMOR

Hoy queremos expresarte, Padre,
nuestra ilusión y nuestra alegría
porque tu aliento nos anima y guía,
tus manos nos alzan y sostienen
y en tu regazo encontramos ternura y descanso.

Con el corazón encogido por tanto don recibido
y tanto horizonte abierto,
nos brota con facilidad la alabanza.
Desbordados por tu amor
y llenos de gozo te ensalzamos.

Queremos vivir el presente
con la fuerza de las opciones hechas
y de los pasos dados,
con la paz de quien se siente querido
y la tensión y vigilia de quien ama.

Lleva a buen término lo que has comenzado.
No dejes, Padre, que nuestro orgullo o cobardía,
nuestras incongruencias y dejadez
estropeen el trabajo que cada día,
con paciencia y esmero,
Tú vas haciendo en nosotros.

Sigue abriendo nuestro corazón a tu Palabra
que se hace carne en tantos rostros conocidos,
y en tantos rostros que aún no conocemos.
¡Queremos alabarte siendo hijos tuyos fraternales!

 

SALMO DEL «ABBA»

Padre nuestro, casa abierta a los hombres,
sin puertas ni ventanas para que entre el sol.
Padre nuestro, corazón como una carpa de circo
que acoge en fiesta en juego de luz y color.

Padre, que estás en los cielos derramando estrellas
y dando vida en tu vida, al hombre, a la Creación.
Padre, santificado sea tu nombre y que tu Espíritu
haga en el hombre creado que viva en el amor.

Padre nuestro, venga a nosotros tu Reino,
tu mesa grande acoja al hombre y le dé calor.
Tu paz, tu misericordia, tu ternura y alegría
despierten en la Humanidad encuentro de reconciliación.

Padre, hágase tu voluntad, como se hizo al principio.
Hágase de nuevo, como se hizo en la Encarnación.
Hágase tu voluntad como se hizo en la Cruz
y del fracaso aparente surgió la Resurrección.

Hágase, aquí en la tierra, en el corazón del hombre,
como se hace en el cielo, viviendo en comunión.
Padre, danos hoy y cada día el pan nuestro,
el pan recién amasado que quita el dolor.

El pan compartido y hecho pedazos en las manos
que apenas tienen migajas sin ningún sabor.
Danos el pan, como tu Hijo con los suyos reunidos
en la cena del adiós, la cena nueva les entregó.

Danos el pan de vida, que el corazón no se sacia
con cosas que sólo tocan la piel y nunca el corazón.
Padre, danos compartir la hogaza grande con el hermano
y sentarlo a la mesa con mantel blanco, en el comedor.

Padre, perdónanos nuestras deudas, que somos pecadores
y tus manos de Padre saben sobre todo a perdón.
Perdónanos, tú que eres Padre y comprendes
el corazón de barro que se quiebra al golpe de la pasión.

Acógenos, como acogiste al hijo pródigo que huyó de casa
y al encontrarte entre sus brazos, se encontró.
Perdónanos, Padre, como también nosotros perdonamos,
como Jesús, tu Hijo en la Cruz, nos perdonó.

Danos un corazón lleno de ternura y misericordia
para que tengamos con el hombre siempre
entrañas de compasión.

Padre nuestro, no nos dejes caer en el camino,
no nos dejes caer en el momento duro de la tentación.
Danos la fuerza de tu Espíritu Santo que nos mantenga
firmes, como árboles en pie, como el hombre de oración.

No nos dejes caer en las ruinas del hombre viejo,
no nos dejes caer en el cansancio, en el sopor,
en la indiferencia, en la apatía, en la desgana,
en la derrota sin contar contigo, Tú que eres Dios.

Padre, líbranos del mal. Haznos libres como el viento
en tus manos. Libres como nos hiciste en tu amor.
Líbranos de la fuerza de pecado que llevamos
agarrada a nuestra piel de hombres en Redención.

Y danos la gracia que un día, en la Cruz, tu Hijo
nos dio al hacernos hijos tuyos en su Salvación.

Amén. Lee en la palma de mis manos mi corazón abierto,
tú que eres Abba, que eres Padre, y sabes que mi oración
es la plegaria que tu Hijo, -tu bondad abierta al hombre-
una tarde de nuestra vida, a los hombres enseñó.

 

Salmo 83. EN LAS MANOS DEL PADRE

Qué maravilloso es hacer morada en ti, Padre.
Qué dicha más grande encontrarte en lo profundo de mi ser:
tu amor es más bello que la puesta de sol sobre el mar,
tu ternura es más apetecible que la brisa mañanera.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

Mi corazón te busca, mi corazón desea estar contigo,
y no descansa hasta que tú seas el Centro de mi vida.
Mi corazón y mi ser entero gritan junto a ti de alegría.
La alegría de mi corazón eres tú, Dios de la vida.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

Yo me siento dichoso con los que moran en tu Casa,
dichoso y feliz con los que te alaban para siempre:
yo soy feliz porque mis fuerzas están en ti,
soy feliz porque habitas en lo profundo de mi corazón.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

En lo profundo de mi corazón has puesto tu tienda:
acógeme en lo escondido y escucha mi plegaria,
te hablaré al oído como un niño que busca ternura
y esperaré siempre el abrazo de tu corazón de Padre.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

Tú eres, Padre, Tienda puesta entre los hombres para siempre.
Eres Casa de todos, abierta al que busca, al que llama:
eres como el oasis en el desierto al caer la tarde,
eres como un lago en paz y serenidad para quien junto a ti acampa.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

Cuando contigo me encuentro en tu tienda,
tú me das a beber de tus limpias y frescas aguas:
tu gracia y tu gloria inundan nuestro encuentro
y salgo de junto a ti lleno de esperanza.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!

JESÚS, EL HIJO

 

LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO

Aquella tarde los amó como nunca,
como nadie había amado hasta entonces;
los amó hasta el límite,
antes de que las paredes del corazón se rompan;
los amó con un corazón poderoso
que concentra todo el amor del mundo.

Los amó a la manera de un Dios locamente apasionado
o apasionadamente loco;
los amó hasta el fin, hasta el extremo.
Tarde de amores.
Los amó hasta dar la vida por ellos,
pues es el amor más grande;
ellos, sus discípulos, sus hijos, sus amigos.

Los amó hasta dejarse comer por ellos,
niños de bocas ardientes,
como la madre que amamanta a su criatura
hasta con la propia sangre, amor generoso, oblativo.

Los amó como el padre, que, por ellos,
no tiene un minuto de descanso,
amor sacrificado, vigilante.
Los amó como el novio
que desea la mujer de sus sueños,
amor total, apasionado,
y por ella se entrega a todo,
para que sea sin mancha ni arruga ni nada semejante,
sino hermosa y resplandeciente.

Los amó como el mejor amigo,
siempre presente, aun en los momentos difíciles,
amor fiel, respetuoso.
Los amó sin pensar en sus méritos,
gratuitamente, ofreciendo su perdón primero
y sin poner condiciones, para siempre.

Los amó sin límites,
un océano de amor inmenso, en el que te pierdes.

Prieto Ramiro

A VOSOTROS OS LLAMO AMIGOS

A vosotros,
que compartís mi proyecto y lo lleváis a cabo;
a vosotros, que recibís mi Palabra
y la ponéis en práctica;
a vosotros, que os reunís en mi nombre
y evocáis mi presencia,
os llamo amigos.

A vosotros,
que sois fuertes
en vuestra debilidad;
a vosotros, que os mantenéis firmes en la opción evangélica;
a vosotros, que progresáis en la fe puesta en acción,
os llamo amigos.

A vosotros,
dispuestos a dar la cara, arrimar el hombro
a echar una mano;
a vosotros, con quienes se puede contar incondicionalmente
para toda buena causa,
os llamo amigos.

A vosotros,
que afrontáis la realidad e intentáis mejorarla;
a vosotros, que no renunciáis a la utopía y camináis hacia ella;
a vosotros, que dais una oportunidad a un futuro mejor,
os llamo amigos.

A vosotros,
que celebráis lo que creéis y compartís lo que tenéis;
a vosotros, juntos en la fiesta y juntos en la lucha;
a vosotros, que tenéis mis sentimientos y mi Espíritu,
os llamo amigos.

Joaquín Suárez Bautista

COMO EL QUE SIRVE

Tal vez, Jesús de Nazaret, el mayor escándalo de tu vida
fue presentar a Dios como el que sirve.
Tu Dios no exigía en tus labios ser servido,
sino ser aceptado como el Verdadero Servidor.
No era el Dios que había creado el mundo
para que el mundo se pusiera de rodillas ante Él.
Era el Dios que se revelaba dándose,
haciendo de su don la manifestación más luminosa de su Ser Eterno.
Era el Dios Amante que mendigaba nuestro amor
llamando tímidamente de corazón en corazón.

Y tú, Jesús de Nazaret, profeta de la Misericordia,
no podías ser otra cosa que el sacramento de la diaconía divina,
signo vivo de ese Dios arrodillado ante el hombre
(¿entendéis bien lo que he hecho con vosotros?)
Dios es Misterio de Servicio.
Dios habla en la noche del Amor.
Dios se esconde en el acto universal de su entrega gratuita.
Tú nos enseñaste que Él nos amó primero,
y que es su Amor el que limpia nuestros labios para todo beso,
fortalece nuestros brazos para estrechar soledades en ruta
y hacer arder nuestros amores en la llama única de su Amor.

Yo estoy entre vosotros como el que sirve.
Yo quiero ser el bálsamo que repara vuestros pies lastimados.
Yo quiero ser el pecho que da respiro a vuestras fatigadas sienes.
No he venido a disputar sobre la verdad del Dios Vivo.

No he venido a humillar al hombre
orgulloso de su propia humanidad.
He venido a mostrar que sólo sirve a la vida
aquel que llega a olvidarse de sí mismo.
(Tened entre vosotros la misma actitud de Cristo-Jesús,
quien, para mejor manifestar su condición divina,
dio rienda suelta a su amante corazón y tomó la forma de esclavo).

No es posible, a la vez, servir y ser servido:
he venido a poner a todos los hombres ante esta alternativa.
Pues la verdad de Dios sólo se revela a quien sirve,
y la Vida de Dios se manifiesta primordialmente
en el sacrificio por amor.

¿Quién es Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Dónde está Dios?:
Cuestiones ociosas para quien sabe amar en el olvido.
He venido a servir la dignidad del hombre
como meta de todas las energías del universo.
He venido a serviros la gloria de Dios
en el cáliz humano de tantos sufrimientos baldíos.

Antonio López Baeza

BIENAVENTURADO Y FELIZ, JESÚS

Bienaventurado y feliz, Jesús, Hijo de Dios
hecho hombre en las entrañas de María.
Feliz tú, Jesús, que siendo de condición divina
elegiste ser pobre y así nos enseñaste
lo que es tener a Dios por rey.

Feliz tú, Jesús,
que siendo impasible
preferiste ser capaz de compartir el dolor de los que sufren
y en tu resurrección nos mostraste lo que es ser consolado.

Feliz tú, Jesús,
que pudiendo enviar una legión de ángeles
optaste por poner la otra mejilla
y así nos enseñaste a ser no-violentos
y a heredar la tierra.

Feliz tú, Jesús,
que no necesitando alimentos
tuviste hambre y sed de justicia
y te comprometiste para que todos fuéramos saciados.

Feliz tú, Jesús,
que asumiste la condición humana
para poder ayudar a los demás
y así nos mostraste que es más feliz
el que da que el que recibe.

Feliz tú, Jesús,
que te hiciste en todo semejante al hombre,
menos en el pecado,
y así pudiste revelarnos
en tu corazón transparente el rostro de Dios.

Feliz tú, Jesús,
que te mostraste Hijo de Dios
trabajando duramente
para que fuera posible la paz.

Feliz tú, Jesús,
que fuiste fiel a tu vocación de Siervo de Dios
y por eso sufriste en tu carne la persecución,
el insulto y la calumnia
y así nos enseñaste a ser profetas
de un mundo nuevo.

 

 

ILUMINADOS POR LA LUZ DEL NAZARENO

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
creemos que más allá de este mundo
y después de la muerte
se cumplen los más antiguos
y apremiantes anhelos de la humanidad.
La muerte no es lo absolutamente definitivo;
el sufrimiento, el infortunio, el dolor,
la vejez, no son lo definitivo.

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
creemos que la justicia alcanzará su plena realización,
que nuestra búsqueda terminará
en una realidad plenamente nueva,
que nuestra tarea en esta tierra
es la responsabilidad y el amor,
que el crecimiento económico
debe servir a todos los hombres.

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
esperamos entrar un día en el reino de la libertad,
donde habrá comprensión y aceptación,
ninguna culpa ni angustia,
y todas nuestras preguntas adquirirán respuesta definitiva.

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
queremos trabajar por una sociedad y una iglesia mejores,
más justas, más libres, más pacíficas.
Nuestro mundo es provisional,
está en camino hacia su plenitud
y, en él, la vida de todos tiene sentido
y alcanzará su liberación y plenitud
en la gloria de Dios.

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
creemos que esta plenitud de libertad y felicidad es para todos.
Habrá muerte para la muerte,
liberación sin una nueva esclavitud.
Será el término de la historia
y habrá humanización plena para el hombre.
Seremos en Dios, en su vida,
bajo su reinado directo y exclusivo.

Iluminados por la luz del Nazareno, el resucitado,
creemos que, entonces,
tendrá vigencia directamente el reinado de Dios,
Reino de la salvación definitiva,
de la justicia cumplida, de la libertad perfecta,
de la verdad inequívoca, de la paz universal,
del amor infinito, de la alegría desbordante
y de la vida eterna.

Benjamín Forcano

CREEMOS EN JESÚS

Creemos en Jesús, nacido del Espíritu y de María,
mujer creyente y pobre.
Creemos en Jesús, crecido en esta tierra,
que trabajó con sus manos y amó a los hombres
con ternura infinita.
Creemos en Jesús, amigo de excluidos, enfermos,
pecadores, despreciados.
Creemos en Jesús, que no fue de importante,
de influyente, ni sabio.

Creemos en Jesús, que fue, cual ningún otro,
testigo del Amor, que es Dios, el Padre,
hacia los no queridos.
Creemos en Jesús, que no buscó riquezas,
que vivió pobre, a la escucha de Dios,
obediente a su voz, continuamente.
Creemos en Jesús, que tuvo un corazón
tan ancho y esponjado en el que cupo
la ternura de Dios: los herejes y los niños, las mujeres,
cobradores de impuestos y sencillos.

Creemos en Jesús, que tocó con sus manos
la lepra y las heridas de todos los postrados
a orillas del camino de la vida.
Creemos en Jesús, que proclamó impertérrito
el derecho de Dios:
la pureza, el amor, la justicia y el gozo,
la transparencia, el aire para así respirar
como hijos suyos todos.
Creemos en Jesús,
que vivió haciendo el bien sin ser reconocido.

Creemos en Jesús, que fue acallado y muerto
por la maldad del mundo.
Creemos en Jesús, que vivió incomprendido
por quienes lo seguían, que fue considerado
como loco y blasfemo por quienes no querían
que Dios fuese visible, cercano, vivo y nuevo.
Creemos en Jesús, colocado en la Cruz,
despreciado, indefenso,
cubierto por el odio y la hiel de los hombres.

Creemos en Jesús,
a quien Dios agarró del hondo del infierno,
del sepulcro de la muerte para darle la Vida para siempre.
Creemos en Jesús, cuyo nombre resuena
en todos los rincones de esta tierra dormida.
Creemos en Jesús, nosotros,
que tenemos la suerte de haberlo conocido,
de poder escucharlo e ir en su Seguimiento.

Creemos en Jesús, Aquel cuya Memoria
jamás será olvidada por quienes lo llamamos el Señor,
el Hermano, el Amigo, el Cercano.
Creemos en Jesús, a quien cantamos,
cuyo Pan repartimos
cada vez que, en su Nombre, nos juntamos.
Creemos en Jesús.
Creemos a Jesús como gracia y tarea.

Victoriano Casas

CRISTO, DIJE SÍ

Pero aquel Cristo a quien dije sí,
porque le oí, muy dentro,
que insistentemente me llamaba,
aquél, que me invitó a seguirle donde fuera,
aquél, que me sedujo locamente,
por quien dejé mis redes soñadoras,
es hoy también el mismo en el que creo,
el mismo en quien confío y a quien sigo,
a pesar de mil dudas y quebrantos,
de cansancios oscuros,
tropiezos y reservas.

Creo en Jesús, mi impulso y mi destino,
el punto de partida, mi horizonte,
mi sueño y mi término seguro.
Nadie como Tú me ha convencido.

Nadie como Tú marcó mi vida:
ni héroe, ni sabio,
ni líder, ni poeta.Ni libros, ni teatros, ni historias, ni películas,
ni crisis, ni aventuras, ni viajes, ni retornos,
ni gritos, ni blasfemias, ni horrores, ni desgracias,
ni chistes, ni sarcasmos, ni burlas, ni silencios,
ni luces, ni luceros, ni gozos, ni delirios,
me apartaron de Ti.

A Ti me arrimo.
Te conozco.
Te quiero y necesito.
Te espero y acompaño.
De Ti me fío.
A Ti me entrego.
Y me unges de nuevo
la vida con tu gracia.

 

CREO EN EL RESUCITADO

Creo en el Resucitado, en el Señor de la Vida,
en Jesús de Nazaret, carpintero sencillo,
hombre de pueblo, predicador itinerante y compañero de camino.

Creo en el Resucitado, el hijo de María,
quien hizo vida las palabras del Magníficat,
porque llevó la Buena Nueva a los pobres y excluidos.

Creo en el Resucitado, Señor de la comunidad,
quien para enseñar el amor de Dios
llamó a discípulos para compartir su vida.

Creo en el Resucitado,
el que caminó por los pueblos de Palestina,
el que anduvo por las orillas del lago,
el que se mezcló con la gente del pueblo,
para mostrar con su vida
que Dios no se olvida de los hombres,
conoce el sufrimiento y quiere la libertad y la justicia.

Creo en el Resucitado,
el que se ocupó de los que sufren,
el que tuvo compasión de los enfermos,
el que se acercó a los marginados para enseñarnos
que el Dios de la Vida
nace entre los pobres de este mundo.

Creo en el Resucitado,
el que se animó a presentar a un Dios vivo,
el que denunció los ritos vacíos y las leyes hipócritas,
el que habló con palabras sencillas,
para enseñarnos que lo importante
es vivir lo que Dios propone.

Creo en el Resucitado,
el que entregó la vida, el que cargó la cruz,
el que vivió el conflicto,
la incomprensión y la persecución por ser fiel.
El que nos enseñó que a Dios se le conoce
si se practica su voluntad.

Creo en Jesús,
el que vivió como Dios quiere que vivamos todos.
Creo en el Resucitado,
que nos llama a seguir sus pasos
y a hacer de nuestra vida una Pascua para los demás,
un paso del Señor para todos,
un signo de que la vida
es siempre más fuerte que toda muerte.
Creo en el Resucitado,
porque quiero vivir como él.

Marcelo Murua.

 

 

HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS

Prometiste, Señor Jesús,
estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.
Lo prometiste siendo ya dueño del mañana absoluto
en que te introducía tu Resurrección.
Señor de la Vida, más allá de todas las formas de muerte,
encontraste esa manera, tan tuya,
de comunicarte de corazón a corazón,
de misterio a misterio, sin que la opacidad de nuestra miseria
pudiera sofocar esa Luz de tu Ser
que inunda los repliegues de nuestro peregrinar en el tiempo.

Yo estaré con vosotros, dijiste, día a día,
hasta la plenitud de la historia.
Yo mismo seré ese futuro de Paz y Bien que toda vida anhela.
Yo, la raíz vitalizadora de todas vuestras empresas.
Yo, viniendo siempre de aquel Mañana
que jamás dejará de ser inspiración y coraje,
hacia el amor más puro y universal,
hacia el Abrazo que estrecha y funde toda miseria en gozo.

Ésta será la fórmula
de mi Nueva y Eterna Alianza con los hombres:
Vosotros seréis mi cuerpo y yo seré vuestro Pan.
Yo alimentaré las fuerzas de vuestra esperanza.
Yo os haré fuertes, por el Amor, contra el dolor.
Y vosotros elevaréis entre los pueblos
el signo de un Dios comprometido con el hombre,
hasta ser Palabra hecha Carne,
Misterio de Cercanía e Intimidad.

Yo seré el alimento que hace crecer, en quien me come,
la insatisfacción de todo lo que no soy Yo Mismo.
Y vosotros seréis mi Cuerpo:
mis brazos para estrechar soledades;
mi boca para clamar contra seculares injusticias
que se clavan en la carne de los más débiles;
mis pies para salir a la búsqueda
de todos los perdidos y olvidados;
mi corazón para latir al unísono
con todos los corazones que desfallecen.
Nadie coma de este Pan si no es en la firme determinación
de entregarse incondicionalmente a mi Amor
que busca a los últimos.

Ahora ya no podemos ignorar que Tú estás con nosotros,
encarnado en cada pobre que grita al mundo su miseria o rebeldía.
Ahora ya sabemos, con la Sabiduría del Espíritu
que florece en los surcos del dolor solidario,
que todo hambriento es Dios mismo
que solicita nuestro amor para ser saciado
y espera nuestras manos para enjugar sus lágrimas
y nuestros hombros para derribar muros seculares
de privilegios y marginación.

Antonio López Baeza

 

TE AMO, JESÚS

Te amo, Jesús, por la multitud
que se esconde en ti
y a la que se le oye gritar,
pedir, llorar con todos los demás seres,
cuando uno se estrecha contra ti.

Te amo como a la fuente,
el medio activo y viviente,
como meta y salida del mundo,
incluso del natural,
y de su devenir.

Centro en el que todo se encuentra
y que se extiende a todas las cosas,
las atrae hacia sí;
te amo por la continuación de tu cuerpo
y de tu alma en toda la creación
por la gracia, la vida, la materia.

Jesús, humilde como un corazón,
resplandeciente como una fuerza,
íntimo como una vida;
Jesús, en el que puedo derramarme,
con el cual debo dominar y liberarme.

Te amo como a un mundo,
como al mundo que me ha atraído,
y tú eres, ahora lo veo,
al que los hombres, mis hermanos,
incluso los que no creen,
sienten y buscan
a través de la magia del gran cosmos.

Pierre Teilhard de Chardin

 

 

JESÚS ES SEÑOR

Di con el corazón: Jesús es Señor.
Dilo con los labios: Jesús es Señor.
Grábalo en tus entrañas: Jesús es Señor.
Cántalo con tu voz: Jesús es Señor…

Jesús es Señor:
antorcha de libertad,
fuente de alegría,
viento de paz,
victoria sobre toda muerte;
estandarte en lo más alto de la tierra,
sol en las profundidades de nuestro ser,
meta de nuestro caminar,
compañero de vida y esperanzas…
que nadie nos podrá quitar.

Jesús es Señor:
de él brota la vida,
en él nuestra esperanza,
con él todo bien,
a él nuestro reconocimiento,
para él nuestra voluntad,
por él nuestra plenitud;
él nuestra justicia,
él nuestra salvación…
que nadie nos podrá quitar.

Jesús es Señor:
ya no hay más señores;
los señores del dinero y de la salud,
de las armas y de las leyes,
del poder y de los negocios,
de la democracia y de la razón de estado,
de la carne y del templo:
todos los príncipes de este mundo,
señores de las tinieblas,
están vencidos.

Jesús es Señor:
el que vive y el que hace vivir;
el que nos cura, recrea y salva
ayer, hoy y siempre.

Jesús es mi Señor.
No hay otros señores.
Jesús es nuestro Señor.

 

 

¿QUIÉN ERES, SEÑOR?

Cualquier día,
en cualquier momento,
a tiempo o a destiempo,
sin previo aviso,
lanzas tu pregunta:
y tú, ¿quién dices que soy yo?

Y yo me quedo a medio camino
entre lo correcto y lo que siento,
porque no me atrevo
a correr riesgos
cuando Tú me preguntas así.

Nuevamente me equivoco,
y me impones silencio
para que escuche tu latir
y siga tu camino.
y al poco, vuelves a la carga:
y tú, ¿quién dices que soy yo?

Enséñame como Tú sabes.
Llévame a tu ritmo
por los caminos del Padre
y por esas sendas marginales
que tanto te atraen.

Corrígeme,
cánsame
y vuelve a explicarme
tus proyectos y quereres,
y quién eres.

Cuando en tu vida toda
encuentre el sentido
para los trozos de mi vida rota;
cuando en tu sufrimiento y en tu cruz
descubra el valor de todas las cruces;
cuando haga de tu causa mi causa;
cuando ya no busque salvarme,
sino perderme en tus quereres…
Entonces, Jesús, vuelve a preguntarme:
y tú, ¿quién dices que soy yo?

 

 

Salmo 44. YO TE BENDIGO, SEÑOR JESÚS

Bulle y canta mi corazón con palabras graciosas;
quiero recitar un poema lleno de ternura y belleza a ti, Señor.
A ti, Señor Jesús,
que eres el más hermoso de los hijos de los hombres;
a ti, Señor, que te hiciste como uno de nosotros
asumiendo nuestro barro;
a ti, Señor, que en tu palabra has derramado
tu verdad y tu gracia.
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

Contigo camino ceñido de la verdad de tu Evangelio;
contigo marcho envuelto en la gloria de tu amor y lealtad;
contigo, Señor Jesús, entrego mi vida por la causa de la justicia;
contigo, Señor Jesús, hago de tu mandato de amor norma de vida.
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

Mis ojos se han abierto a la luz y la belleza de tu rostro;
mis manos se levantan para aclamar tu triunfo en la cruz;
mi corazón ama la justicia y la paz que dan tu Reino;
mi ser se abre a ti y queda inundado de la fuerza de tu Espíritu.
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

Mis ojos contemplan en la altura el trono que tu Padre
preparó para ti, Señor y Salvador del hombre y de la Historia.
Estás ungido con óleo de alegría por el Espíritu del Padre,
y llevas en tu frente la luz de tu victoria; ¡Eres el Único!
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y hombre, por siempre!

Pasarán los poderosos de la tierra encumbrados en sus tronos;
de sus torres y palacios quedará arena convertida en desierto;
hoy son unos, que suben al poder bajando a otros;
mañana son otros que se aúpan
poniendo el pie sobre los abatidos en las urnas.
¡Sólo tú, Señor Jesús, perduras en la historia para siempre!
¡Sólo tú, que subiste al madero de la cruz,
eres creíble en tu palabra!
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

Dame, Señor de las Bienaventuranzas,
unos ojos limpios, como los tuyos,
para que pueda ver el rostro puro y transparente de Dios.
Dame un corazón limpio, libre de egoísmo y de prepotencia,
para que pueda ver desde dentro,
desde donde sale el mal o el bien.
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

Aquí estoy, Señor Jesús, abierto a tu Persona y Evangelio.
Quiero lograr hacer posible la Civilización del amor aquí y ahora,
y que la vida y la verdad, y el servicio y la justicia…
sean la sal y el fermento de nuestra Historia confusa y tensa,
para que el Reino del Padre sea la mesa que acoja a todos.
Que termine la civilización de la muerte
y que nazca el hombre nuevo;
el hombre de ojos limpios de cara al Reino.
¡Yo te bendigo, Señor Jesús, Dios y Hombre, por siempre!

 

 

Salmo 46. GLORIA A TI POR SIEMPRE

Reunidos en tu nombre, Señor Jesús, queremos batir palmas,
unidos a todos los pueblos, queremos cantar al Dios de la vida;
convocados por tu Espíritu, te alabamos
bendecimos y glorificamos.
Con gritos de alegría te decimos:
¡Eres grande, eres Señor nuestro!
En tus manos el Padre ha puesto todo poderío: ¡Eres Rey!
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Todos los pueblos están entregados por el Padre a tu señorío.
Todos los hombres te los ha dado el Padre
para que sean en ti hijos.
En ti, Señor Jesús, somos herencia, pertenencia de Dios.
En ti, Señor Jesús, somos orgullo de la nueva raza ante el Padre.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Contigo contemplamos la gloria del Padre y le aclamamos.
Nuestras voces unidas a la tuya, Señor Jesús,
se elevan en un himno.
Para nuestro Dios, Señor Jesús, salmodiamos, alabamos.
Nuestro corazón, animado por tu Espíritu Santo, se regocija.
Contigo decimos: Tú, Señor nuestro, eres único, eres grande.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Toda la tierra el Padre la ha puesto en tus manos: ¡Eres Rey!
En tus manos está la vida del niño que crece y vive en libertad.
y la vida del joven que busca sentido a su existencia,
y la vida del hombre y la mujer que caminan juntos.
y la vida del anciano que llega a su plenitud.
En tus manos, Señor Jesús, nuestras vidas son ofrecidas al Padre.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Que en tu nombre los niños salmodien a Dios,
que es bueno y justo,
y los jóvenes vitoreen a Dios, que es vida y fuerza,
y los hombres y las mujeres aclamen a Dios, que es amor,
y los ancianos alaben al Dios de la vida y de la gloria.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Reina, Señor, sobre los corazones de los hombres.
Que la voluntad de tu Padre se haga en nuestra tierra
como en el cielo.
Que el Reino de tu Padre se haga presente en nuestra historia.
Que el pan de cada día que nos da el Padre
llegue a la mesa de todos.
Y que tu Padre, Señor Jesús, no nos deje caer en la tentación.
Y tú, Enviado del Padre, Mesías Salvador,
no nos dejes caer en el mal.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

Reunidos contigo, bajo la fuerza de tu Espíritu de Vida;
congregados contigo, a la voz de tu llamada salvadora;
unidos en comunión bajo el techo del mismo Padre;
identificados con el mismo sello de un mismo Bautismo;
alabamos, bendecimos, adoramos y damos gracias a tu Padre.
¡Gloria a ti por siempre! ¡Gloria a ti por siempre, Señor Jesús!

 

 

CIMIENTO Y RAÍZ

Cristo está en el centro de nuestra vida.
Cristo es el cimiento y raíz de nuestro ser.

Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de nuestra vida.
Que el amor nos sirva de cimiento y de raíz (Ef 3, 17).

Nada vale la pena en comparación con ese bien supremo
que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor.
Por él renuncié a todo,
y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo (Filp 3, 8).

Si de algo presumo, es de Cristo crucificado,
y Dios me libre de aspirar a otra cosa.
En la Cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí,
y yo para el mundo (Gál 6, 14).

Ya no soy yo quien vive:
es Cristo quien vive en mí.
Mi vida en este mundo consiste
en creer en el Hijo de Dios,
que me amó y entregó su vida por mí (Gál 2, 20).

Nadie vive ni muere para sí mismo.
Si vivimos, para el Señor vivimos.
Si morimos, para el Señor morimos.
En vida o en muerte, del Señor somos (Rom 14, 7-8).

Ningún otro puede salvarnos,
pues en la tierra no existe ninguna otra persona
a quien Dios haya constituido
autor de nuestra salvación (Hechos 4, 12).

Hemos aceptado a Cristo Jesús, el Señor.
Comportémonos ahora de manera consecuente.
Que él sea cimiento y raíz de nuestra vida (Col 2, 6).

Porque el único cimiento válido es Jesucristo,
y nadie puede poner otro distinto (1Cor 3, 11).

 

TESTIGOS DE JESÚS RESUCITADO

Señor Jesús:
Tenemos la mayor prueba del amor que Dios nos tiene.
Y es que, siendo nosotros pecadores, tú has muerto por nosotros.
De esta forma nos has reconciliado con el Padre,
y nos haces participar en su vida.
Todavía más: tú mismo, Jesucristo,
nos haces sentirnos llenos de alegría en Dios.

Sabemos que nuestro hombre viejo
ha sido crucificado contigo, Señor,
así ha quedado destruida la fuerza del pecado
y libres nosotros de su servidumbre.
Y si hemos muerto contigo, Jesús,
debemos confiar en que también viviremos contigo.

Sabemos que, al resucitar, triunfaste de la muerte
y la muerte ya no tiene dominio sobre ti.
En realidad, lo que murió en ti,
murió al pecado para siempre.
Así también nosotros debemos considerarnos
muertos al pecado para siempre,
pero vivos para Dios, nuestro Padre, en ti, Cristo Jesús.
Y ya que hemos vuelto a la vida,
queremos hacer de nuestros cuerpos
instrumentos del bien al servicio de Dios.

Si el Padre está a nuestro favor,
¿quién podrá estar contra nosotros?
Si te entregó a la muerte por nosotros, a ti, su propio Hijo,
¿cómo no habrá de darnos contigo todas las cosas?
¡Dios es quien nos salva! ¿Quién se atreverá a condenarnos?
Tú eres quien has muerto, Jesús;
más aún, resucitaste y estás al lado de Dios,
en el lugar de honor, intercediendo por nosotros.

¿Quién podrá arrebatarnos tu amor, Jesús?
¿El sufrimiento, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez, el peligro, el miedo a la muerte?
Dios, que nos ama,
nos hace salir victoriosos de todas estas pruebas.
Estamos seguros de que nada podrá arrebatarnos
este amor que Dios nos ha mostrado
por tu medio, Cristo Jesús, Señor nuestro.

Si tú, Jesús, no hubieras resucitado de entre los muertos,
nuestra fe carecería de valor,
y aún seguiríamos hundidos en el pecado.
Seríamos los hombres más desgraciados
si todo cuanto esperamos de ti
se cifrara en esta vida.
Pero no: tú, Cristo, has resucitado
y contigo también nosotros resucitaremos.

Pensamos, Jesús, que nada vale la pena
en comparación con ese bien supremo
que consiste en conocerte a ti, nuestro Señor.
Por ti estamos preparados para renunciar a todo,
y todo lo estimamos como basura con tal de ganarte a ti.

Queremos estar unidos a ti, Jesús,
no porque seamos buenos cumplidores de la ley,
sino porque creemos en ti,
y como respuesta a esa fe
Dios nos concede su fuerza salvadora.

Queremos conocerte, Cristo,
experimentar el poder de tu resurrección,
compartir tus padecimientos y morir tu misma muerte.
Esperamos así alcanzar en la resurrección
el triunfo sobre la muerte.

Señor Jesús: si hemos muerto contigo a las cosas del mundo,
¿por qué nos sometemos a ellas
como si viviésemos en el mundo?
¡Hemos resucitado contigo, Cristo!
Ayúdanos a poner el corazón en las realidades de tu Reino.
Si hemos muerto al mundo,
nuestra vida está escondida contigo en Dios.

 

¡VEN, SEÑOR JESÚS! (del Apocalipsis)

Cristo, a ti, unidos, te cantamos,
a ti que eres el testigo fiel y veraz,
el vencedor de la muerte,
a ti que nos amas y nos has lavado con tu sangre.

Eres Rey de reyes y Señor de señores.
De ti nos viene la salvación.
Señor Jesús, libertador de los hombres,
queremos vencer.

Tú que dijiste que al vencedor
le darás a comer del árbol de la vida.
Tú que dijiste que el vencedor
no sufrirá daño de la muerte segunda.
Tú que dijiste que al vencedor
le concederás sentarse contigo en tu trono.

Tú, Alfa y Omega, Principio y Fin,
que has dicho que al que tenga sed
le darás gratuitamente del manantial de la vida.

Tú que has dicho que la herencia del vencedor
será ser tú para él su Dios,
y él ser para ti un hijo.
Señor Jesús, vuelve.

Tú que has dicho que volverás pronto
y traerás tu recompensa contigo,
para pagar a cada uno según su trabajo.

Señor Jesús: ¡Ven!
Tenemos sed y queremos acercarnos,
queremos recibir gratuitamente el agua de la Vida.
Tú que has dicho:
«Sí, pronto vendré»,
mientras caminamos como nuevo Pueblo,
esperando nuestra liberación,
te decimos:
«¡Ven, Señor Jesús!»

 

 

ESPÍRITU SANTO

 

AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR ESPÍRITU SANTO

Aquí estamos, Señor Espíritu Santo.
Aquí estamos frenados por la inercia del pecado,
pero reunidos especialmente en tu Nombre.
Ven a nosotros y permanece con nosotros.
Dígnate penetrar en nuestro interior.

Enséñanos lo que hemos de hacer,
por dónde debemos caminar
y muéstranos lo que debemos practicar
para que, con tu ayuda,
sepamos agradarte en todo.
Sé tú el único inspirador
y realizador de nuestras decisiones.
Tú, el único que con Dios Padre y su Hijo,
posees un Nombre glorioso.

Tú que amas la suprema equidad
no permitas que quebrantemos la justicia.
Que la ignorancia no nos arrastre al desacierto.
Que el favoritismo no nos doblegue.
Que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos.

Por el contrario, únenos eficazmente a ti,
sólo con el don de tu gracia,
para que seamos uno en ti
y en nada nos desviemos de la verdad.

Y lo mismo que estamos reunidos en tu Nombre,
así también mantengamos en todo la justicia,
moderados por la piedad,
para que hoy nuestras opiniones en nada se aparten de ti
y, en el futuro, obrando rectamente,
participemos de lo eterno.

S. Isidoro de Sevilla

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU

Ven, Espíritu Santo,
a fin de que el Dios de Jesús
sea también el Dios único de mi vida.
Que ningún dios de poder
pretenda hacerme a su imagen dominadora.
Que el Dios del servicio se transparente
en todos los rasgos de mi existencia temporal.

Dame, Espíritu Santo,
la firmeza en el amor que da vida.
Dame la comunión en el fracaso de la Cruz,
el fracaso que pone en evidencia
la mentira de todos los triunfos
basados en la violencia,
en el orgullo de creernos mejores que los demás,
o en el afán de querer imponer lo nuestro a los otros.

Ven, Espíritu Santo,
íntimo conocedor de Jesús,
y llena con abundancia nuestros corazones
de su sencillez, de su humildad y de su pobreza,
que nacen de la gran riqueza
del amor del Padre.

Ven, Espíritu de madurez,
y recrea en las entrañas de todo ser humano
la armonía que destierra nuestras estridencias.
Siembra en todo corazón
esa paz que no puede desarraigar
ninguna amenaza o temor

Ven, Espíritu del Resucitado,
y resucítanos.
Pon en pie la alegría incomparable
de sabernos hijos en el Hijo,
enviados en el Enviado,
amados en el Amado
y glorificados en quien es la Gloria del Padre.

Ven, Espíritu del Silencio.
El silencio que todo lo contiene
y que es fuente inagotable de todo ser y todo crear.
Abre, dentro de cada uno de nosotros,
aquella hambre y sed de felicidad y de belleza
que sólo tú puedes saciar.

Recreación según el texto de A.L.B.

TE BENDECIMOS, PADRE, POR EL ESPÍRITU

Te bendecimos, Padre,
por el don del Espíritu que, por tu Hijo, haces al mundo.
Lo hiciste al principio,
cuando incubabas el universo al calor del Espíritu,
para que naciera un mundo de luz y de vida,
que pudiera albergar al hombre.

Te damos gracias porque, mediante tu Espíritu,
lo sigues creando, conservando y embelleciendo.
Te bendecimos por haber puesto tu Espíritu en el hombre,
y por el don continuo que de Él has hecho en la historia humana:
Espíritu de fuerza en los jueces y gobernantes,
Espíritu rector en sus reyes fieles…
Te alabamos por la acción de tu Espíritu en los profetas.

Te bendecimos sobre todo por Jesucristo,
lo mejor de nuestro mundo,
el hombre espiritual por excelencia.
Vivió guiado por el Espíritu,
evangelizando a los pobres,
ayudando y fortaleciendo a todos,
hasta que, resucitado, comunicó a su Iglesia
y a los que buscan con corazón sincero,
ese mismo Espíritu…

Que el Espíritu nos dé fuerza para luchar
por la verdad, la justicia y el amor;
luz para comprender a todos, ayuda para servir,
generosidad para amar, paciencia para esperar.
Padre, que tu Espíritu de amor traiga a tu Iglesia a la unidad.

Y, finalmente, haznos sensibles a la acción de tu Espíritu
en el mundo y en la historia de los hombres.
Ayúdanos a descubrirla en la ciencia,
en la cultura, en el trabajo, en la técnica,
en todo aquello que el hombre y el Espíritu
preparan conjuntamente:
el alumbramiento de los cielos nuevos y la nueva tierra.

 

¡VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ!

Espíritu de verdad,
que conoces las profundidades de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
dirige la humanidad para que reconozca
en Jesús al Señor de la gloria y al Salvador,
la culminación de la historia.
¡Ven, Espíritu de verdad!

Espíritu creador y artesano del Reino,
guía a la Iglesia con la fuerza de tus dones,
para avanzar con valentía día a día
y llevar a las generaciones venideras
la luz de la Palabra que salva.
¡Ven, Espíritu creador!

Espíritu de santidad,
aliento divino que mueve el universo,
ven y renueva el rostro de la tierra.
Suscita en los cristianos el deseo de la unidad,
para ser verdaderamente en el mundo
signos e instrumentos de la unión con Dios
y de la unidad del género humano.
¡Ven, Espíritu de santidad!

Espíritu de comunión,
ternura y misericordia de la Iglesia,
haz que la riqueza
de los carismas y ministerios
contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo,
y que todo el pueblo de Dios colabore
en la edificación del único Reino de Dios.
¡Ven, Espíritu de comunión!

Espíritu de consuelo,
fuente inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad con los necesitados,
da a la enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza
en los que sufren,
acrecienta en todos
el compromiso por un mundo mejor.
¡Ven, Espíritu de consuelo!

Espíritu de sabiduría,
que iluminas la mente y el corazón,
orienta el camino de la ciencia y de la técnica
al servicio de la vida,
de la justicia y de la paz.
Haz fecundo el diálogo
con los miembros de otras religiones,
y que las diversas culturas
se abran a los valores del Evangelio.
¡Ven, Espíritu de sabiduría!

Espíritu de vida,
por el cual la Palabra se hizo carne
en el seno de María,
mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor
y siempre dispuestos a acoger
los signos de los tiempos
que tú pones en el curso de la historia.
¡Ven, Espíritu de vida!

A ti, Espíritu de amor,
unidos en el Padre y en el Hijo,
te damos gracias, te alabamos y bendecimos.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!

(Oración eclesial para el año dedicado al Espíritu Santo)

 

VEN, ESPÍRITU DEL PADRE Y DEL HIJO

Ven, Espíritu del Padre y del Hijo.
Ven, Espíritu de amor.
Ven, Espíritu de infancia, de paz,
de confianza y de alegría.
Ven, secreta alegría
que brillas a través de las lágrimas del mundo.

Ven, vida mucho más fuerte
que nuestra muerte.
Ven, padre de los pobres
y abogado de los oprimidos.
Ven, luz de eterna verdad
y amor extendido en nuestros corazones.

Nada tenemos que te pueda forzar;
pero aquí radica precisamente nuestra confianza.
Nuestro corazón, en el fondo, teme tu llegada;
tan poco te pareces a este corazón tan tosco,
siempre en busca de sí mismo
mas, pese a todo, ésta es justamente
la más sólida garantía de tu venida.

Ven, pues, renueva e incrementa
tu presencia en nuestro mundo interior.
En ti ponemos toda nuestra confianza.
En ti nos amamos,
ya que tú eres el mismísimo Amor.
Gracias a ti podemos llamar Padre
al mismo Dios, ya que, desde cada uno de nosotros,
eres tú quien grita: ¡Abba! ¡Padre queridísimo!

Permanece en nosotros.
No nos abandones nunca.
Ni a lo largo del combate de la vida,
ni cuando ésta toque a su fin
y nos hallemos tan solos.
¡Ven, Espíritu Santo!

Karl Rahner

 

TÚ ERES PADRE DE LOS POBRES

Tú eres padre de los pobres:
socorre nuestra miseria
Tú eres pródigo en dones:
llena nuestras vidas
Tú eres luz de los corazones:
ahuyenta nuestras tinieblas.

Eres consuelo admirable:
disipa nuestra tristeza
Tú habitas en nuestra vida:
se bienvenido a nuestro hogar.

Oasis del caminante:
sácianos de tu dulzura.
Esta vida nos fatiga:
Tú eres nuestro descanso.

El miedo nos paraliza:
Tú eres nuestra valentía.
El mundo sufre y llora:
Tú eres nuestra esperanza
Cuando nuestro corazón esté sediento:
sé Tú nuestra fuente.

Cuando nuestro camino sea oscuro:
ilumina nuestra senda.
Cuando nuestro futuro sea incierto:
sé Tú puerto seguro.
Nuestras heridas están abiertas:
Tú las puedes sanar.

La muerte no triunfará:
Tú eres la vida.
Ya no estamos solos:
Tú estás en medio de nosotros.
Danos tu fuerza y tu coraje:
Tú eres poderoso.

Danos un gozo que no se apague:
Tú eres fuente de bien.
Dirige nuestro destino:
Tú eres nuestro Dios.

 

UNGIDOS POR EL ESPÍRITU DE JESÚS

Padre nuestro,
tú nos has elegido desde el principio,
para que reproduzcamos en nosotros
los rasgos de tu Hijo,
de modo que él sea el primogénito
entre muchos hermanos.
Nos has llamado,
nos has dado tu amistad,
nos has hecho partícipes de tu gloria.
La garantía es el Espíritu
que has puesto en nuestros corazones.

Hijos tuyos son
los que se dejan guiar por tu Espíritu, Padre.
No hemos recibido un espíritu
que nos convierta en esclavos;
por el contrario,
tu Espíritu nos transforma en hijos
y nos permite exclamar: «¡Padre!»
Si somos hijos, también somos herederos.
Si participamos con Cristo en sus sufrimientos,
también compartiremos la gloria con él.

Haz que tengamos un mismo sentir,
que vivamos en paz,
para que tú, Dios del amor y de la paz,
estés con nosotros,
y tu amor, y la comunicación del Espíritu Santo,
estén en todos nosotros.

Padre, creemos que uno solo
es el cuerpo y uno solo el Espíritu,
como una es la esperanza
a que hemos sido llamados.
Sólo hay un Señor, sólo una fe,
sólo un bautismo.
Sólo un Dios, Padre de todos nosotros,
que a todos dominas,
por medio de todos actúas
y en todos vives.

Si vivimos en tu amistad,
no vivimos según la carne,
sino según el Espíritu,
y tu Espíritu, Dios nuestro,
habita en nosotros.
Somos tu carta, Padre,
escrita no con tinta,
sino con el Espíritu de tu Hijo;
no en tablas de piedra,
sino en la tabla de nuestro corazón humano.

Te pedimos, Padre,
que derrames sobre nosotros
los tesoros de tu bondad;
que tu Espíritu nos llene de fuerza
y de energía hasta lo más íntimo de nuestro ser;
que Cristo habite, por medio de la fe,
en el centro de nuestra vida;
que el amor nos sirva
de cimiento y de raíz.

Padre, tú has derramado
en nuestros corazones tu amor,
manifestado en Jesucristo,
por medio de tu Espíritu Santo;
y nosotros, en comunión con tu Espíritu,
con Jesús, nuestro hermano,
te llamamos con el corazón gozoso:
¡Abba, Padre!

(De las Cartas de San Pablo)

AL VIENTO DE TU ESPÍRITU

Al viento de tu Espíritu,
que animó y ordenó, desde el inicio,
la creación toda
e infundió aliento de vida
en todos los seres,
nos colocamos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que guio a tus profetas y mensajeros,
y a todo tu pueblo,
por los ambiguos caminos de la historia,
nos aventuramos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que penetró y remansó en el corazón
y vientre de María de Nazaret,
haciéndola portadora de vida y esperanza,
vivimos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que se apoderó de Jesús
y lo llenó de fuerza y ternura
para anunciar la Buena Nueva a los pobres,
nos apostamos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que se llevó en Pentecostés los prejuicios y los miedos,
y abrió de par en par las puertas del cenáculo,
para que toda comunidad cristiana
fuera siempre sensible al mundo,
libre en su palabra,
coherente en su testimonio
e invencible en su esperanza,
nos abrimos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que se lleva, hoy, los nuevos miedos de la Iglesia,
que critica en ella todo poder que no sea servicio
y la purifica con la pobreza y el martirio,
nos reunimos, Señor.

Al viento de tu Espíritu,
que sopla donde quiere, libre y liberador,
vencedor de la ley, del pecado, de la muerte,
y alma y aliento de tu Reino,
obedecemos, Señor.

 

TE BENDECIMOS, ESPÍRITU CREADOR

Te bendecimos, Espíritu creador,
fuente de vida y novedad,
dador de identidad cristiana y libertad,
que renuevas constantemente la faz en la tierra.

Te glorificamos, Espíritu del pueblo
y de los profetas,
huésped inquieto,
sabiduría de Dios,
fuerza creadora de la historia,
promesa de justicia, solidaridad y paz.

Te ensalzamos, don de Dios,
irresistible presencia de liberación,
que haces de cada pueblo y nación,
de cada familia y comunidad,
de cada hombre y mujer,
una zona liberada del Reino de Dios.

Reconocemos tu presencia en el reverso de la historia
y en el corazón de nuestro mundo:
en la esperanza de los pobres,
en el ansia de libertad,
en la lucha por la justicia,
en el grito de los oprimidos,
en la defensa de los derechos humanos,
en cada alegría, conquista y anhelo
de este largo caminar hacia la plenitud del Reino.

¡Bienvenido, Espíritu,
a nuestro mundo y a nuestra casa!

 

 

VEN, ESPÍRITU  (canto inacabado)

Ven, Espíritu.
Ven, Amigo.
Ven, Maestro.
Ven, Protector.

Ven, Don gratuito.
Ven, dulce Luz.
Ven, Fuerza suave.
Ven, Aliento vivo.
Ven, Soplo divino.
Ven, Perfume penetrante.
Ven, Huésped inquieto.
Ven, Guía seguro.
Ven, Gozo gozoso.

Ven, Brisa y Huracán.
Ven, Fuego y Fuente.
Ven, Paz y Guerra.
Ven, Herida y Aceite.
Ven, Consolador y Perturbador.
Ven, Iniciador y Consumador.
Ven, Torrente y Cauce.
Ven, Artista y Artesano…

Haz tu obra en mí
y tu obra en el mundo.

 

DANOS TUS DONES

Ven, Espíritu de Jesús,
sobre los que creen,
sobre los que dudan,
sobre los que temen.

Derrama tu fuego
sobre la tibieza de nuestros quereres,
sobre el invierno de nuestras ilusiones,
sobre el rescoldo de nuestras opciones.

Sopla tu aliento
sobre los que construyen el futuro,
sobre los que conservan los valores,
sobre los que protegen la vida.

Alumbra con tu luz
a los que crean el arte y la belleza,
a los que trabajan por la paz y la solidaridad,
a los que tienen cargos y responsabilidades.

Enriquece con tus dones
el corazón de todos los hombres y mujeres,
las ciudades y pueblos de todos los continentes,
todas las culturas y todas las religiones,
y el querer de los pobres.

Ven, Espíritu Santo.
Ven, aquí y ahora,
y permanece con nosotros,
siempre en nosotros.

 

ENVÍA, SEÑOR, TU ESPÍRITU

Ahora que el tiempo parece detenido,
ahora que tu presencia es más palpable,
ahora que mi ser desea y anhela,
ahora que me veo necesitado,
yo te pido al estilo humano:

Envía tu Espíritu
sobre mi aridez,
sobre mi fragilidad,
sobre mis miedos,
sobre mi pobreza,
sobre mi cansancio,
sobre mis contradicciones,
sobre mis luchas,
sobre mi impaciencia,
sobre mi frialdad,
sobre mis ansias insaciables,
sobre mi falta de fe…

Envía, también, tu Espíritu
sobre mis alegrías,
sobre mi esperanza,
sobre mi trabajo,
sobre mis proyectos,
sobre mi familia,
sobre mi campo arado,
sobre mis flores compartidas,
sobre mis ansias de cambio,
sobre mis semillas de vida.

Envía, Señor, tu Espíritu,
que cubra con su sombra
todo lo que soy y tengo;
que queme mis despropósitos
y riegue lo que es brote de tus dones.
Envía, Señor, tu Espíritu.

 

TODO CUANTO VIVE, DE TI RECIBE ALIENTO

Todo cuanto vive, de Ti recibe aliento.
Todo cuanto crece, de Ti recibe savia.
Todo cuanto se mueve, de ti recibe aire.
Todo cuanto canta, de Ti saca la música.
Todo cuanto grita, de Ti aprende la protesta.

Tú haces en el silencio.
Tú obras en lo secreto.
Tú construyes sin hacer ruido.
Tú creas sin miedo.

Tú estás, a la vez, profundamente escondido
y profundamente presente,
como la levadura en la masa,
como el oxígeno en la atmósfera,
como la fragancia en las flores,
como el sabor en las frutas.

Gracias a Ti tenemos ganas de vivir
y de construir un mundo mejor.
Gracias a Ti siguen vivos los gérmenes
de igualdad, libertad y fraternidad.

Gracias a Ti soñamos utopías
y caminamos con dignidad.
Gracias a Ti hemos aprendido la tolerancia
y a compartir nuestras semillas de verdad.

Gracias a Ti, hombres y mujeres
de toda nación, lengua y color,
van edificando los cielos nuevos y la nueva tierra
donde es posible entenderse en la diferencia.

Espíritu de Jesús
acelera el día en el que la Babel de la desigualdad
y las murallas del Norte rico e insolidario
se desmoronen y no puedan volver a levantarse,
y un nuevo orden de valores sea la Carta Magna
de todos los ciudadanos del mundo.

Borra toda frontera y ley -natural, religiosa y civil-
que justifica o crea castas, clases, parias;
y envuélvenos en una paz, tu paz,
donde sea posible vivir todos como hermanos.

 

ESPÍRITU DE DIOS

Visita los valles y rincones de tu corazón
y te toparás con manantiales de vida,
de justicia y solidaridad,
de verdad, paz y alegría.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en ti.

Repara en la vida de tu familia
–cercana y lejana, rota y unida, en éste y aquél-:
descubrirás huellas de corazones entregados
y hermanos que quieren ser hermanos.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en vosotros.

Observa el caminar de tu pueblo,
a veces triste y lento, otras alegre y ligero,
con proyectos, planes y sueños,
abriendo caminos o sólo senderos.
Es mi Espíritu que alienta vuestro aliento.

Mira a la Iglesia, mírala sin recelo.
Sé sus males, sus yerros y traiciones;
también tus dudas, críticas y dificultades.
Pero bajo su aspecto pesado, seco y polvoriento
brota la vida, es oasis y centinela,
tiene entrañas y profetas.
Es mi Espíritu vivo en sus arterias viejas.

Extiende tu mirada por el ancho mundo,
más allá de tu casa, pueblo y patria.
Fíjate en los esforzados del querer solidario,
en los que luchan para que otros alcancen lo suyo.
Es mi Espíritu valiente en corazones liberados.

Llégate a los lugares más olvidados
de la primavera y los sueños humanos.
¡Todavía no conoces los mejores secretos!

Limpia tus ojos para ver lo que allí crece.
Es mi Espíritu que florece a la sombra de los pobres.
Observa, ve y aprende;
contempla, agradece y canta;
ábrete, goza y déjate llevar por mi Espíritu
-soplo, brisa, huracán, aire que has recibido gratis.

 

INVOCACIÓN Y DISPONIBILIDAD

Espíritu de vida,
danos vida en abundancia, vida nueva,
vida digna, buena y creadora para todos.
Graba en nuestras entrañas a fuego
que «la gloria de Dios es que el hombre viva».

Espíritu de amor,
haznos tiernos, cercanos, tolerantes;
que busquemos amar como el Padre ama
y como el Maestro nos enseñó y mandó;
que sintamos como propio el dolor y el gozo ajenos,
sobre todo el de los pobres.

Espíritu de verdad,
haznos unos inconformes con el error, la injusticia y el odio,
unos insatisfechos con la farsa de este mundo.

Espíritu de unidad,
ayúdanos a extender en el mundo
tu presencia fraterna y solidaria.

Fortalece con este pan a todos los que se unen
para construir una sociedad libre y justa, abierta a Dios.
Espíritu de libertad,
haznos testigos de tu buena nueva de liberación.

Necesitamos tu fuerza, tu fortaleza, tu templanza,
para comprometer nuestra vida con quienes no son libres.

Espíritu dadivoso,
concede tus dones y carismas a tus fieles:
a quienes se desgastan en el servicio de los pobres;
a catequistas, animadores, profetas y responsables;
a quienes están enfermos y sufren sin saber por qué.

Espíritu aventurero,
sumérgenos a todos los aquí reunidos
en el cuerpo y sangre de Cristo y de todos los crucificados,
líbranos de nuestro egoísmo y cortedad,
rompe nuestras cadenas y ataduras,
y haznos gozar en. plenitud de la filiación y fraternidad
gratuitamente recibidas.

 

LETANÍA DE PENTECOSTÉS

Derrama tu Espíritu
sobre jóvenes y ancianos,
sobre niños y adultos,
sobre hombres y mujeres,
sobre ricos y pobres,
sobre débiles y fuertes,
sobre el Norte y el Sur.
Derrama tu Espíritu.

Envía tu fuego
al corazón de todas las personas,
a los ojos de todas las personas,
a los labios de todas las personas,
a los oídos de todas las personas,
a las manos de todas las personas,
a las entrañas de todas las personas.

Envía tu fuego.
Sopla tu aliento
sobre los que creen,
sobre los que dudan,
sobre los que aman,
sobre los que se sienten solos,
sobre los que siembran,
sobre los que marchitan esperanzas.
Sopla tu aliento.

Envía tu fuego
a las palabras de los profetas,
a los silencios de los pobres,
a los discursos de los políticos,
a los cantos de los monjes,
a los libros de los sabios,
a las nanas de las madres.
Envía tu fuego.

Derrama tu Espíritu
sobre quienes construyen el futuro,
sobre los que trabajan por la paz,
sobre los que plantan la justicia,
sobre los que tienen hambre y sed de verdad,
sobre los que crean belleza,
sobre quienes cuidan tu obra de la creación.
Derrama tu Espíritu.

 

SIETE SON LOS DONES DEL ESPÍRITU

Siete son los dones del Espíritu.
Siete las llamas de fuego vivo
que encienden el corazón de los elegidos
y nos llevan a vivir en plenitud,
acrisolándonos de toda escoria,
haciéndonos sensibles a lo que procede del Padre y del Hijo
y alumbrando nuestro camino noche y día.

El primero es el don de sabiduría.
Por él nos hace comprender, saber y gustar,
con la inteligencia y el corazón,
que Dios no es misterio de oscuridad
sino hondura de vida y amor;
por él nos hace saber cuáles son los caminos
de la vida, del bien y del gozo:
cuál es la esperanza a la que estamos llamados,
cuál es la riqueza que da en herencia a los santos
y cuál la extraordinaria grandeza de su poder
para todos los que creen.

El segundo es el don de conocimiento.
Por él se abre nuestro ser de par en par
a la auténtica experiencia de Dios,
de modo que el creyente, pueda hablar,
con verdad y sin vanidad,
de lo que conoce íntima y personalmente
y dar testimonio de lo que ha vivido.

El tercero es el don de profecía.
Por él el creyente, unas veces, habla en nombre de Dios
a otros hombres y mujeres con palabras edificantes,
de exhortación, consejo y consuelo.
y otras, anuncia y descubre el futuro inédito de Dios
la aventura, sorpresa y novedad de la historia
que nos espera si nos adentramos por sus caminos.

El cuarto es el don de ciencia.
por él el creyente conoce el verdadero sentido
de la enseñanza de Jesús,
recuerda cada uno de sus preceptos
y puede distinguir los buenos y malos espíritus,
los que caminan en la luz
y los que permanecen en las tinieblas.

El quinto es el don de fortaleza.
Por él hace el Espíritu del creyente un testigo fiel
en este mundo receloso, escéptico y ambiguo,
en el que tantas veces es necesario ir contracorriente,
porque testigo es él
y hace testigos de los discípulos de Jesús
acudiendo a su ayuda siempre
en los momentos de debilidad.

El sexto es el don de piedad.
Por él el creyente sale de sí mismo,
se siente confiadamente religado a Dios
y empieza a vivir como hijo,
con misericordia y fervor,
seguro de lograr la herencia que espera,
la que el Padre ha prometido a quienes,
hechos hijos en el Hijo,
están destinados a compartir su gloria.

El séptimo es el don de temor de Dios.
Por él el creyente siente, vive y asume
la majestad y la ternura de Dios
que nos libra, día a día, de los miedos humanos,
y nos hace abandonar las obras de la carne,
para gozar de los frutos del Espíritu Santo:
amor, alegría, paz,
comprensión, tolerancia, servicialidad,
bondad, generosidad, lealtad.

 

TÚ QUE ESTÁS SOBRE MÍ

Espíritu de Dios
que te ciernes sobre la faz de la tierra,
alienta en mí el aire de la justicia,
el aire de la libertad,
el aire de la verdad,
el aire de la paz,
el aire de la entrega,
el aire de la solidaridad,
el aire de la tolerancia,
el aire de la generosidad,
el aire de la osadía,
el aire de la fraternidad,
el aire del silencio,
el aire de la palabra profunda…

Espíritu de Dios
que empujas la vida en todos los rincones del orbe,
aviva en mí lo que está dormido,
lo que está marchito,
lo que anda débil,
lo que languidece,
lo que muere de tristeza,
lo que está yermo.
y también lo que puja por vivir,
lo que empieza a florecer,
lo que da frutos de vida,
las semillas de esperanza,
lo que rompe los cascarones y se entrega,
el deseo de tus dones…

Espíritu de Dios
que aleteas sobre este mundo inacabado,
anímame, actívame,
vivifícame con tu soplo para ser
puente de unión entre orillas,
lugar de encuentro en encrucijadas,
árbol frondoso en las horas tórridas,
fuente de agua fresca en páramos y majadas,
sal sabrosa para todos en la vida,
luz segura en las noches oscuras,
mano acogedora en los momentos de soledad,
casa abierta para quienes necesitan techo,
fruto sabroso para quienes tienen hambre,
buen samaritano a la vera del camino… siempre.

Espíritu de Dios,
tú que puedes renovar y recrear todo,
prepárame, aprémiame, aligérame
para participar contigo
en el parto de los cielos nuevos y la tierra nueva,
mientras llega el reino prometido por Jesús.

TRINIDAD

 

 

BENDITO SEAS, PADRE BUENO

Bendito seas, Padre bueno,
porque tú nos has creado
y pudo más en ti la fuerza de tu amor.

Bendito seas, Padre bueno,
porque hemos conocido tu amor
al enviarnos a tu hijo primogénito.

Bendito seas, Padre bueno,
porque tu amor y misericordia no tienen fin.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque no te aferraste a tu categoría divina.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque te hiciste hombre
pasando por este mundo como uno de tantos.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque tomaste la condición de esclavo
y fuiste fiel hasta la muerte en cruz.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque te hiciste palabra humana
que muchos no quisieron escuchar.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque en ti Dios empezó a tener
un rostro humano y a sonreír a los hombres.

Bendito seas, Evangelio de Dios,
porque plantaste tu tienda en medio de nosotros
y desde entonces vives a la intemperie.

Bendito seas, Espíritu de Dios,
Señor y dador de vida, porque insuflaste
tu aliento vital en el rostro del primer hombre.

Bendito seas, Espíritu de Dios,
porque hablaste a los profetas preparando a los hombres
para acoger la Palabra de la vida.

Bendito seas, Espíritu de Dios,
por escoger a María como Madre de Dios.

 

TRINIDAD

Dios Padre,
tu querer da la vida
–el espacio, el aire, el cuerpo
a todo lo creado,
a nosotros también aunque no lo sepamos,
desde el principio de los tiempos,
pasando por nuestros días,
hasta la eternidad.

Dios Hijo,
en tu Palabra bulle la vida
que ayuda y consuela siempre al hermano débil;
se hace carne para el hambriento
y bebida para el sediento,
santifica y alegra nuestra vida
y es viático en nuestro vagar
hacia la eternidad.

Dios Espíritu Santo,
tu presencia es la brisa
que empuja la historia,
y a todos nosotros,
hacia la plenitud,
dándonos paz, justicia, verdad y amor;
de tu brisa y nuestra historia,
de tu presencia que nos plenifica,
surge la eternidad.

 

DIOS SANTO Y ÚNICO

Tú eres santo, Señor Dios único,
que haces maravillas.

Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo.
Tú eres Rey omnipotente,
Tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno,
Señor Dios, todo bien,
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien,
Señor Dios, vivo y verdadero.

Tú eres caridad y amor. Tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, Tú eres paciencia,
Tú eres seguridad, Tú eres quietud.
Tú eres gozo y alegría.

Tú eres justicia y templanza.
Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
Tú eres hermosura, Tú eres mansedumbre.
Tú eres protector, Tú eres custodio y defensor.
Tú eres fortaleza, Tú eres refrigerio.

Tú eres esperanza nuestra, Tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulcedumbre nuestra.
Tú eres la vida eterna nuestra,
grande y admirable Señor,
Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

San Francisco de Asís

ADVIENTO

 

EL ADVIENTO ES UN ALMENDRO

El adviento
es un almendro de mi tierra:
cuando todo está dormido
en el sueño del invierno,
de la nieve y las heladas,
sólo el almendro entre todos
se atreve a florecer.

Y éste es su fruto y su misión:
florecer,
gritar en el silencio
con la voz de sus pequeñas flores blancas
que la vida está viva en las raíces
y que avanza hacia arriba por las ramas
y que estalla en alegría y paz
en medio de las sombras invernales.

Sí, el adviento
es un almendro de mi tierra.
No, el almendro
es cada uno
y también yo:
cuando en medio de tantos egoísmos,
gratuitamente regalamos;
cuando en medio de tantas soledades,
compartimos nuestro tiempo,
nuestra ciencia y nuestras cuentas;
cuando en medio de tantas prepotencias,
nos tomamos en serio
el servicio a los pequeños…

Sí, un almendro
fue Jesús de Nazaret
que en medio del invierno de su pueblo
nació y floreció…
¡Y se hizo para siempre Navidad!

 

ES HORA DE DESPERTAR

Es hora de despertar,
de velar y de allanar
valles, montes y veredas.
Dicen que Dios va a llegar…
Y esta vez voy a esperar
con una canción de espera,
que ponga en mi voz la voz
de la humanidad entera.

Ven, llave de libertad;
mi casa te espera abierta,
pero todavía hay puertas
y muros por derribar.

Ven para hacerme de nuevo
renuevo de vida nueva;
y en los sarmientos dormidos
pon el retoño escondido
y la savia que recrea.

Ven, Señor, Sabiduría
que al sabio no se confía
y al sencillo se revela;
ven a poner el sabor
de tu palabra en mi lengua.

Ven, Pastor, a conducir
tantos pasos aún perdidos
que buscan norte y sentido;
y pon la Luz de tu luz
en mis pasos de testigo.

Ven, Sol, que llega del cielo
a prender fuego a la tierra;
ven a quemar injusticias,
a curar nuestras cegueras.

Ven, Señor, Rey de la paz;
y que nos llueva el rocío
sereno de tu bondad
en nuestros pazos vacíos,
para volverla a sembrar.

Ven, Emmanuel, Dios cercano,
Dios-con-nosotros, amigo;
ven y quédate conmigo
para darte a los hermanos.

Es hora de despertar.
Dicen que Dios va a llegar…
Hoy en mi pobre canción
quiero ofrecerte, al esperar,
oración, cuna y sendero.

Elvira Martínez

SOBRE LOS MONTES

Sobre los montes
los pies de tu Mensajero.
Anuncia paz.
Trae la Buena Noticia.
¡Qué hermosos sus pasos!

Ahí viene gritando:
«Ha llegado la hora.
Comienza la libertad.
Despunta una nueva aurora.
Ya no habrá noche.
Nadie hablará más de opresión.
La muerte está enterrada para siempre.

Verdad, justicia y amor
se dan la mano y avanzan.
Pronto será de ellos el mundo entero.
La mentira se habrá ido
de las radios,
de los anuncios,
de la prensa.
Todos dirán: sí, sí; no, no.

La injusticia perderá el juicio
en todos los tribunales.
Habrá libertad.
Será todo nuevo».
Es una voz recia.
La han oído tus profetas.
Y la repiten a gritos
como un eco.

Tu Mensajero sigue gritando.
La libertad está en marcha.
Las fuerzas de la libertad
llegan desde el otro lado del monte.
Pronto saldrá el que está en la cárcel.
No, no morirá en la hoya
ni le faltará el pan.
Pronto conocerá la libertad.
No habrá cadenas que lo puedan encadenar.

«Vosotros sois mi pueblo.
Raza divina sois.
Desde el día de mi visita
os he llamado a la libertad.
El día de Jesús ya no tendrá fin».

¡Hay que gritar!
Gritar de alegría
por las tierras abatidas.
Gritar sobre la miseria y la opresión.
Has abierto a pico
entre la roca viva
una calzada ancha
hacia tierras de libertad.

El pueblo va por ellas.
Una procesión que se alarga
hasta donde no alcanza la vista.
Son multitud
los que marchan hacia la Tierra de la Libertad.

Los que no marchan están avergonzados.
Han puesto aquí su casa.
Quieren ser libres
dominando a otros.
Son esclavos de su dominación.
Utilizan las armas
para mantener su poder y sus esclavos.
Están nerviosos.
Son pocos y se quedan solos.

El pueblo avanza sin cesar.
Hay piedras, clavos, sangre,
torturas de los dominadores.
Y una canción que empieza
con la palabra «libertad».
Hay hermanos.
Bendito seas, Dios.
Nuestra esperanza se llama Jesús.
Amén.
¡Aleluya!

Patxi Loidi

 

 

PLEGARIA PARA EL ADVIENTO

Desde nuestra fe pobre, nos atrevemos a hablarte a Ti,
Padre y Madre de todos nosotros.
Queremos bendecirte y darte gracias
por la venida de tu Hijo el Mesías
que ha llegado a nuestra tierra para no abandonarla nunca más.

Ahora comparte, y Tú con él, todas nuestras luchas,
nuestras alegrías y sufrimientos.
Se ha puesto a caminar con nosotros,
como Tú acompañaste al Israel emigrante del desierto y del exilio.

Abre nuestros ojos somnolientos y apagados,
reaviva su luz para que puedan contemplar su Adviento
y descubrir su presencia en nuestras vidas, en nuestro entorno;
sobre todo en los pobres y en las víctimas de nuestra sociedad.
Confesamos que ellos, junto con Él,
son el único camino, la única verdad, la única vida.

Te damos gracias por el testimonio
que ellos y ellas nos transmiten,
esperando contra toda esperanza.
Nuestra esperanza es débil, pero a nuestro lado
las hermanas, los hermanos más pequeños
aguardan con firmeza inquebrantable la Venida de una justicia,
una paz, una reconciliación mesiánicas plenas y finales.

Te agradecemos estos signos que nos ofreces
para reavivar las brasas de nuestra frágil esperanza.
Pero queremos acordarnos
de aquellos que viven en el desaliento, desesperanzados.
Que les llegue la Venida y que seamos nosotros samaritanos
para manifestarles, con nuestras obras,
la presencia del Hermano Universal que nunca les abandona.

En esta hora de Adviento,
sentimos que todos navegamos en un mismo barco,
atravesando la niebla espesa de la angustia.
Que tu Espíritu nos haga vislumbrar
cómo en medio de la tempestad y de las tinieblas
viene hacia nosotros tu Hijo para llevarnos a la otra ribera.
Sabemos que basta con levantar la mirada hacia Él
para no sucumbir. Pero olvidamos y caemos.

Que tu Espíritu nos dé ánimos de fortaleza
para acogerlo y dejarnos acoger por Él;
para ahuyentar el miedo y creer en su mensaje
de que Tú eres Padre y Madre de todos.
En tu seno nace la fuerza del amor que nos llena de confianza,
nos moviliza y empuja hasta la otra orilla.
Allí arribaremos un día dejando atrás la noche,
cuando despunte el alba
y llegue la aurora de una mañana sin ocaso.

Luis Maldonado

 

ÉL VIENE, VIENE, VIENE SIEMPRE

¿No oíste sus pasos silenciosos?
El viene, viene, viene siempre.

En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
él viene, viene, viene siempre.

He cantado muchas canciones y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
él viene, viene, viene siempre.

En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
él viene, viene, viene siempre.

En la oscura angustia lluviosa
de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
él viene, viene, viene siempre.

De pena en pena mía, son sus pasos
los que oprimen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.

Con sus canciones matutinas
él llama a nuestra puerta,
y nos trae el saludo del sol primero.

En las horas de la tarea cotidiana,
lo vemos, de pronto,
sentado en la yerba, al lado del camino.
Para jugar con él hasta el fin,
apostamos nuestras alegrías y nuestras penas.

Está al timón de nuestra barca;
con él nos mecemos en las peligrosas olas.

Por él encendemos nuestra lámpara,
y nos ponemos a esperar
cuando se acaba nuestro día.

Corred a su lado, como buenos hermanos,
donde lo veáis trabajando con los que trabajan.

Sentaos alrededor de él, donde lo veáis jugar,
como compañeros suyos.

Seguidle, cuando pase,
al compás del redoble de su tambor.
Precipitaos en lo más bullicioso de la feria
-la de la vida y la muerte-,
que él está allí con la muchedumbre,
en el mismo corazón del tumulto.

No desmayéis en vuestro viaje
por los solitarios montes de espinas;
pues su llamada suena a cada paso nuestro,
y sabemos que es la voz del amor.

R. Tagore

 

 

ADVIENTO, TIEMPO DE LA ESPERA

Adviento, tiempo de la espera de Dios.
Mientras se gesta el tránsito del hombre
a ser definitivamente nuevo con la urgencia de lo sustancial,
precisamos esperar el paso liberador.

Confesémoslo abiertamente,
aunque ya no esperamos nada o casi nada,
la esperanza conlleva el convencimiento
de que el Señor espera que le esperemos
en este tiempo enfermo de esperanza.

Recluida en las mazmorras del alma
ella sola romperá la tiniebla de la decepción
como la llama temblorosa que prende por el cañaveral
llevando de la mano otras virtudes.

Nuestra esperanza está enferma por abandono.
Internada en los sanatorios venerables del confort y la burguesía,
sólo queda el carpe diem:
disfrutar hasta el vértigo el presente
sin el horizonte de la Transcendencia.

Desconfiando de su origen, Dios,
el hombre es sólo tierra de nadie.
Tememos la explotación que nos rodea,
nos cambiamos todas las palabras
de la desconfianza, la prevención y el recelo;
pero por este sendero zigzagueante
hace caminar la esperanza a sus dos hermanas mayores:
la fe y el amor.

Las dos hermanas mayores avanzan gracias a la pequeña,
que en su fragilidad, asombra al mismo Dios, y a sus hijos,
al ver cómo marchan hoy las cosas y creer que mañana,
sólo mañana, todo irá muchísimo mejor.

Pero, entre la baja niebla de esta crisis,
el mundo de mañana será exclusivamente
de aquellos que sepan ofrecer a los hombres de esta tierra
la más sólida esperanza.

Ricardo Fuertes

¡VEN, SEÑOR, ENTRA EN NUESTRA CASA!

¡Ven, Señor, entra en nuestra casa!
Ven, te haremos sitio.
Ven, empuja la puerta.

Ven a nosotros
para que todos los hombres
vean con sus ojos
el rostro de Dios.
Ven para que la muerte
deje de burlarse de los vivos.
Ven para quedarte con nosotros,
que perdemos las esperanzas
y tenemos miedo de las tinieblas.

Ven para que los pobres
lleguen a lugares dignos.
Ven para que tu Palabra
cante en nuestros corazones
el cariño infinito de Dios.

Ven para despertar en nosotros
el deseo de compartir
con los que pasan hambre.
Ven para que los débiles
puedan levantarse
y para que el odio
quede enterrado para siempre.

¡Ven! ¡Entra!
Nuestra vida está abierta
como una casa
al sol de la primavera.
Entra, está abierto:
¡Tú eres nuestro Señor!

 

VEN A RECREAR NUESTRA VIDA

Ven a recrear nuestra vida,
ven a dar optimismo a nuestro porvenir,
ven a dar alegría a nuestro caminar,
ven a dar fuerza a nuestra debilidad,
ven a dar savia nueva a nuestra sequedad.

Ven a empujar nuestro conformismo,
ven a auxiliar nuestro cansancio,
ven a rejuvenecer nuestro cristianismo,
ven a abrirnos nuevos horizontes,
ven a llenar nuestros vacíos.

Ven a dialogar con nosotros,
ven a enseñarnos tus esperanzas,
ven a mostrarnos tus conquistas,
ven a desnudarnos de nuestras justificaciones,
ven a borrar la desconfianza en Ti.

Ven a crearnos inquietudes,
ven a afianzar nuestros ideales,
ven a obligarnos a la autenticidad,
ven a pedirnos cuenta de la guerra y el odio,
ven a examinarnos de dos mil años de Evangelio.

Ven a darnos altura y profundidad,
ven a preguntarnos por la verdad,
ven a poner en crisis nuestra escala de valores,
ven a regar nuestra tierra baldía,
ven a buscar nuestro amor.

Ven a derribar nuestras murallas,
ven a acrisolarnos con tu fuego,
ven a despertarnos de nuestro sueño,
ven a curar nuestras heridas,
ven a estar con nosotros.

Ven despacio, sin prisas;
ven sin parar, no retrocedas;
ven como Tú sabes;
ven, pues eres necesario;
ven, te necesitamos.

Ven, pues el mundo depende de Ti.
Ven, que lo tenemos carcomido y roto.
Ven, ¡pues está en tus manos!, ¡es tuyo!
Ven, somos pecadores, torpes y zafios.
Ven y enséñanos a vivir como hermanos.

 

UNA VEZ MÁS

Una vez más me invitas
a preparar los caminos, los nuevos y los de siempre,
por donde Tú vienes trayendo buenas noticias.
Gracias, Señor.

Porque cuentas conmigo
para allanar colinas y valles
y para desterrar mentiras y opresiones,
gracias, Señor.

Porque te pones en la senda
por la que yo voy caminando
para que te encuentre, gracias, Señor.

Porque entras en mi casa
y quieres hacer de ella una morada nueva
para todos los que caminan y se acercan,
gracias, Señor.

Tú me has encontrado,
y ese toque tan tuyo me está transformando.
La vida ya germina dentro de mí.
Gracias, Señor.

PASCUA – Resurrección – Nueva Humanidad

 

EL SEPULCRO ESTÁ ABIERTO

Es ya el amanecer del domingo;
la noche cede paso a la luz del día;
nadie sabe todavía que es la Pascua.
En el evangelio de Mateo, durante la noche,
dos mujeres se deslizan a las afueras:
son como las sombra de su propio miedo.
Dos mujeres, claro, pues se trata de un nacimiento,
aunque todavía lo ignoran.

Por ahora, ellas vuelven al pasado;
visitar el cementerio es siempre volver al pasado.
Van a cumplir con el rito,
como aquel de llevar los crisantemos.
Traen los recuerdos y se encuentran con algo nuevo,
totalmente nuevo.
Ellas querían recogerse, replegarse:
y encuentran una apertura.
El sepulcro está abierto, es la apertura de un nacimiento.

Buscaban un sepulcro cerrado, sellado,
y encuentran una casa abierta;
la casa de los muertos es ahora la casa de los vivos.
Pero Él no está aquí; está fuera;
para verlo hay que ir a buscarlo.

“Os precederá en Galilea: allá lo veréis.
Esto es lo que quería deciros”
Galilea es la tierra de los hombres y las mujeres.
No os quedéis aquí, encerradas entre preguntas.
Dejaos de dar vueltas alrededor de las tumbas.
¿Tengo fe? ¿No tengo fe? ¿Creo? ¿No creo?
¿Ha resucitado de esta u otra manera?
¿Dónde encontraré las pruebas?
Todas esas preguntas
no llevan más que hacia una tumba cerrada.

Pero mirad el sepulcro abierto,
la tumba abierta a un mundo nuevo.
Levantaos, id lejos, más lejos;
salid de vuestras propias tumbas,
vuestras preguntas ya no son las verdaderas.
Jesucristo no está vivo como antes.
Solamente caminando se encuentra al Resucitado.

Y las dos mujeres dejaron la tumba vacía
y se pusieron en camino:
“Y he aquí que Jesús vino a su encuentro…”.

Jean Debrune

 

LA PIEDRA SE MOVIÓ

Para resucitar con Cristo
hay que ser capaz de remover las piedras.
La piedra de la costumbre
que nos hace repetir resurrecciones
como si se tratara de escenas de película ya vista.
¡Cristo nos liberó para que seamos libres!

La piedra de la indiferencia por los problemas
de nuestro mundo,
de este mundo crucificado
que no puede soltarse de los clavos de la cruz.
Mundo que levanta las cruces sobre las calaveras
de tantos muertos, inocentes o culpables.
¡Cristo nos liberó para que seamos libres!

La losa de nuestra gran limitación:
humana, religiosa, espiritual.
Puedo afirmar que no soy plenamente humano,
ni perfecto religioso,
ni profundamente espiritual.
No puedo acusar a nadie de mi limitación,
sólo a mis manos que quieren y no quieren
remover la piedra.
¡Cristo nos liberó para que seamos libres!

¿Tendrá esa piedra forma de pereza?
¿Se deberá su peso a la costumbre de lo sagrado?
¿O quizá al empeño de moverla yo solo?
Los discípulos fueron a mover la piedra,
pero vieron que ya estaba corrida a un lado.
La piedra la movió el mismo Dios,
su acción salvadora, su resurrección,
no las manos de los hombres.
¡Cristo nos liberó para que seamos libres!

Hazme entrar, Jesús,
en el sentido de tu resurrección;
dame fuerza para remover las piedras
que me impiden ser libre,
vivir la libertad de los hijos de Dios
y gozar en mi interior de la frescura
de tu gloriosa primavera.
¡Cristo nos liberó para que seamos libres!

 

DESCUBRE TU PRESENCIA

Señor Resucitado,
que estás presente en la vida,
en el hombre, en la historia
y también en mi interior,
descubre tu presencia.

Que palpemos tu vivencia
a través de tu palabra hecha carne en el hoy.
Mi humana condición de olvido,
de inconsciencia, de carencia de recursos,
de hondura y reflexión, está próxima a
olvidarte y no saber recordarte en todas las
dimensiones de tus mil signos de amor.

Señor Resucitado,
descubre tu presencia.
Que en ella tome cuerpo mi frágil ilusión.
Que mi palabra hueca pueda hacerse nueva
por ser sincera voz de vida y coherencia.

Descubre tu presencia,
Señor Resucitado,
que sin ti la historia, el mundo, el hombre
no tienen consistencia.

Tú eres el Señor:
impulso de sus vidas y luz de su futuro.
Descubre tu presencia,
Cristo vivo, Cristo de hoy.

Que nuestra turbia mirada en ti tenga su luz,
para que encuentre tus huellas
y que serenamente entienda
la vida que nace de la Cruz.

Descubre tu presencia,
Cristo de la alegría.
Arráncanos la tristeza, el miedo, la desilusión.

Aumenta la confianza,
alegra nuestra esperanza
y haznos ser cada día
testigos de Resurrección.

 

 

¿DÓNDE ESTÁS, RESUCITADO?

¿Dónde estás, RESUCITADO?
En la lluvia y en la flor,
en el gozo y en la pena
y en el beso del amor.
¿Dónde estás, suplico, AMIGO?

En la noche de la espera,
en el alba de la vida,
en el viento de la sierra,
en la tarde despoblada,
en el sueño que no sueña,
en la niña enamorada,
en el hambre desgarrada
y en el pan para la mesa,
en el hombre que me busca
y en aquel que se me aleja,
en el canto del hogar
y en el llanto de la guerra,
en el gozo compartido
y en la aislada amarga pena.

En el silencio sellado
y en el grito de protesta,
en la cruz de cada día
y en la muerte que se acerca,
en la luz de la otra Orilla
y en mi Amor como respuesta.

Que ¿dónde estoy me preguntas?
Vivo y camino en la tierra
peregrino hacia Emaús
para sentarme a tu mesa,
que al partir de nuevo el pan
descubrirás mi Presencia.

Que ¿dónde estoy me preguntas?
Estoy aquí con vosotros,
con el alma en flor despierta
en esta Pascua de Amor
galopando por las venas
de vuestra sangre empapada
de un Dios que vive y que sueña.

Que ¿dónde estoy me preguntas?
Desnúdate a la sorpresa,
abre los ojos y mira
hacia dentro y hacia fuera,
que en el lagar del dolor
y en la noria del amor,
Yo, tu Dios, llamo a la puerta.

Que ¿dónde estoy me preguntas?
Resucitado a tu vera.
Gritad conmigo: ¡Aleluya!
Ha merecido la pena.
Seréis testigos, amigos,
de esta verdad verdadera:
RESUCITÉ DEL SEPULCRO
Y CIELO SE HIZO LA TIERRA.

Que ¿dónde estoy me preguntas?
En tu vida es la respuesta.

 

MANOS DEL RESUCITADO

Y en esto entró Jesús, se puso en medio,
soy yo, dijo a los suyos, ved mis manos;
serán siempre señal para creer,
la verdad del Señor resucitado.

Las manos de la Pascua lucirán
las joyas de la sangre y de los clavos,
alianzas de amistad inigualable,
quilates de un amor que se ha entregado.

Esas manos pascuales lucharán
para dar libertad a los esclavos,
proteger a los débiles, caídos,
construir la ciudad de los hermanos.

Manos libres, humildes, serviciales,
gastadas en la lucha y el trabajo;
son las manos disponibles, las primeras
en prestar el esfuerzo necesario.

Manos resucitadas han de ser
las manos de la gracia y el regalo,
no aprenderán jamás lo de cerrarse,
siempre abiertas al pobre, siempre dando.

Las manos amistosas, siempre unidas,
y que nunca serán puños armados,
no amenazan altivas y violentas,
amigas de la paz y del diálogo.

Manos agradecidas, suplicantes,
que bendicen a todos como a hermanos,
que protegen a débiles, a niños,
que se alzan fervorosas suplicando.

Tú, Señor de las manos traspasadas,
buen Señor del dolor resucitado,
pon tus manos heridas en las mías,
que te cure del dolor en otras manos.

Rafael Prieto Ramiro

 

CUANDO LA MUERTE SEA VENCIDA

Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el Reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como una luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo;
cuando sintamos la unidad
de lo que aquí vivimos disperso;
cuando las rosas no se mueran,
cuando el amor sea verdadero,
cuando al mirar lo que quisimos
lo veamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión, sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos
y comprendamos que aquí abajo
sólo apetecimos lo incierto;
cuando el Rey nos ame y nos mire
para que nosotros le amemos
y podamos hablar con Él
sin palabras; cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces estaremos contentos.

Cuando aprendamos a reír
sin hacer muecas ni aspavientos,
cuando aprendamos a llorar
sin que el rostro se ponga feo,
y cuando lo tengamos todo
y de nada necesitemos,
y si no hay mar, que sí lo habrá,
nos dé lo mismo por superfluo,
entonces sólo entonces estaremos contentos.

Cuando un suspiro de alegría
nos llene sin cesar el pecho,
entonces -siempre, siempre-
entonces seremos bien lo que seremos.

J. M. Souviron

 

RESUCITAR ES AMAR

Resucitar es amar,
resucitar es servir,
resucitar es luchar,
resucitar… ¡es vivir!
Si amas a quien no te ame,
aunque ames a quien te ama;
si amas a quien aborreces,
aunque llores en el alma;
si amas lo despreciado,
lo que el mundo tira a un lado,
es signo de que tu vida
la vives resucitando.

Si estás dispuesto a servir,
aunque en ello no veas pago;
si estás dispuesto a entregarte
sin recibir nada a cambio;
si tu vida es para el otro,
aun con afrenta y agravio,
estate seguro y cierto
de que estás resucitando.

Si luchas por la justicia,
por defender al hermano,
porque nadie en este mundo
pueda verse marginado;
si luchas por la igualdad,
como hijo y como hermano,
no temas contrariedades,
es que estás resucitando.

Si renunciando a lo tuyo
vives para el que es tu hermano
y por eso mismo que amas
has de ser sacrificado,
alégrate por tu suerte,
es que estás resucitando.
Al fin ese fue el camino
de Aquel Gran Resucitado.

 

EL HOMBRE NUEVO DE LA RESURRECCIÓN

El hombre nuevo de la Resurrección
no quiere ser servido,
sino servir.

El hombre nuevo de la Resurrección
no quiere acaparar,
sino compartir.

El hombre nuevo de la Resurrección
no quiere prevalecer,
sino unir.

El hombre nuevo de la Resurrección
no vive para sí,
sino para los demás.

El hombre nuevo de la Resurrección
no siembra discordia,
sino paz.

El hombre nuevo de la Resurrección
no anuncia catástrofes,
sino que cree en la utopía.

El hombre nuevo de la Resurrección
no se fía de sí,
sino de Dios.

 

 

CREEMOS LO IMPOSIBLE

Creemos en Jesús resucitado,
que no volvió a la luz para morir de nuevo,
sino que rompió para siempre, con la fuerza del Padre,
la espada ensangrentada de la muerte.
Y se llenó de vida, de la vida de Dios
que el amor mantiene sin descanso.

Ni el sepulcro vacío, ni las viejas profecías,
ni la penosa fe de los discípulos,
ni siquiera los bellos relatos de la pascua
nos han hecho creer que Jesús estaba vivo.

Lo hemos visto nosotros. Tomás o Magdalena,
los padres, los amigos, millones de creyentes
por los siglos de la historia, fueron preparando con su fe
y su esperanza nuestro encuentro.

No sabemos decir cómo lo vimos.
Nadie ha sabido nunca.
Si alguien un día viniera a demostrárnoslo,
le diríamos cosas como éstas:
Jesús no es un problema de álgebra, ni una fórmula química,
ni un platillo volante, ni un raro documento
del archivo celestial.

Las cosas importantes de la vida, la fe, como el amor,
los cambios decisivos del mundo y de la historia, la belleza…
no se dejan coger por las palabras.
Sentimos su presencia como un fuego,
como un inmenso sol que recorre nuestra sangre,
como una lluvia interna,
como un nuevo perfume contagioso.

Y creemos. Y amamos. Y luchamos. Y vivimos felices.
Y empezamos a inventar el futuro.
Creemos en Jesús resucitado. Creemos lo imposible,
la nueva creación del mundo y de los hombres
frente a todas las razones de los «listos».

Creemos que el amor poderoso del Padre
resucitó a Jesús de entre los muertos.
Que la muerte no puede llevarse vida alguna
que vive más allá de su propio egoísmo.
Que el amor de Jesús pasó
por el estrecho y triste pasillo de la muerte
al mirador sin fin de la vida total.

Creemos que Jesús está vivo entre nosotros,
más hondo que una música aprendida,
que una bella película reciente,
que un proyecto largamente presentido,
que el recuerdo incesante de un amor deseado.

Creemos en Jesús resucitado.
Él ha hecho posible lo imposible:
posible que creamos,
posible que vivamos de su muerte,
posible que muramos en su vida.

 

 

LA NUEVA HUMANIDAD

La experiencia de la cruz hizo noche en sus vidas.
La luz del día primero, Señor del alba,
fue como el despertar de un largo sueño
y regresar de nuevo a la vieja casa.

La luz del amanecer despertó el corazón dormido.
Y el hombre de nuevo se puso en pie, en marcha
en busca de la Comunidad perdida en la prueba
y reunida en el gozo y la paz de la esperanza.

La Nueva Humanidad, el hombre nuevo en la Historia,
surge, Señor Jesús, al calor de la plegaria.
Están reunidos los tuyos con María, la Madre,
unidos en la oración y la fuerza de la Palabra.

Es la comunidad orante la que espera tu presencia
en la fuerza salvadora de tu Espíritu que abrasa
con el fuego vivo el corazón del creyente
y lo pone en pie, como un solo hombre, en viva llama.

Es la hora de la Nueva Creación, del mundo nuevo.
Es la hora de la Nueva Humanidad que clama
en el fondo del corazón del hombre redimido
con la nueva palabra del Espíritu: «Abba».

Es el Pentecostés nuevo, es la fuerza del Espíritu
que hace al hombre hijo en el Hijo y arranca
del corazón los miedos ocultos, los temores
y salir de corazón abiertos a la ciudad, a las plazas.

Es la hora de la Iglesia como nuevo Pueblo,
Comunidad reunida en tu nombre, Señor del alba.
Es la hora de poner en pie sobre el mundo
la Cruz como símbolo de amor que salva.

Es la hora de anunciar la gran noticia al mundo.
La hora de decir al hombre que la Humanidad ha sido creada
de nuevo por el Espíritu de vida y amor
que el Padre, en nombre de tu Nombre, ha dado como gracia.

Es la hora de ir por el mundo anunciando la Buena nueva
y bautizando al que crea y con él a los de su casa.
Es la hora de ser Testigo del amor entre los hombres
como camino abierto para la reconciliación esperada.

Es la hora de hacer presente la sabiduría de tu Cruz,
y presentar en tus manos y pies y costado, tus llagas,
Es la hora de convocar a los pueblos de la tierra
y hacer unidad en la sangre de tu cruz, en alto alzada.

Es la hora de forjar comunidad y compartir bienes,
de poner en común la mesa y abrir el alma
al hermano que busca encuentro en tu experiencia
y quiere vivir la fe como adhesión a tu vida y tu programa.

Es la hora del Testigo, del hombre nuevo,
es la hora de la fraternidad entre hermanos, conquistada.
Es tu hora, Señor Jesús, de devolver al Padre
como Nueva Creación, la Humanidad rescatada.

Tú estás presente entre nosotros, Señor Jesús,
en la Fuerza salvadora de tu Espíritu que hermana
a los hombres que buscan la paz y el bien para el hombre
y se olvidan de sus cosas y se dan sin recibir nada.

Tú estás presente, Señor Jesús, resucitado en tu Espíritu,
y hecho Presencia en el amor del Padre, como nueva Pascua.
Tú caminas con nosotros, y la Nueva Humanidad
va sembrando tu Reino y cantando: «Maranatha».

 

 

HEMOS VISTO AL SEÑOR

Cantemos juntos al Señor, Él es nuestra vida y alegría.
En todo momento digamos: «Hemos visto al Señor».
Nuestro Dios y Señor, nuestro Salvador,
vive en medio de nosotros alegrando a la humanidad.

Nosotros ya te hemos conocido
y una nueva vida ha comenzado,
un desafío grande que al mundo se dirige
llevando a todos paz y libertad.

Queremos darte gracias y alabarte,
Jesucristo, porque caminas en este mundo.
El Evangelio hace crecer la esperanza y la fe
y la gente comparte tu amor.
Tú nos unes en la Iglesia.

Gloria a ti, Padre de la vida.
Gloria a ti, Jesús, vencedor del mundo.
Gloria a ti, Espíritu que das esperanza.

Cantemos con alegría: Gloria a ti.
Te damos gracias, Dios Padre, por María,
ella fue la primera que «vio al Señor».

Hoy sigue siendo ella quien ayuda a todos
a anunciar la Buena Noticia;
ella los fortalece en sus esfuerzos,
les pone en los labios palabras de paz
y los hace testigos de la alegría y de la esperanza.

Para siempre cantaremos.
Cantamos para ti, Señor.
Cantemos siempre al Señor.
Cantaremos para ti, Señor.
Para siempre cantaremos.

Cantemos juntos al Señor, Él es nuestra vida y alegría.
En todo momento digamos: «Hemos visto al Señor».
Nuestro Dios y Señor, nuestro Salvador,
vive en medio de nosotros alegrando a la humanidad.
Primer Congreso Internacional de jóvenes religiosas y religiosos

MARÍA

 

BENDITA TÚ

Una mujer entre el gentío levantó la voz:
«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Era la voz de quien observa, atenta, que allí hay maravillas,
de quien sabe que tras Jesús hay una madre.

Dichosos los ojos que ven y la voz que quebranta el aire,
los corazones que intuyen y las palabras que lo dicen.
Dichosos quienes descubren a Jesús
y lo proclaman a los cuatro vientos,
o lo manifiestan en el callado ritmo de la oración.

¿Será porque han descubierto que tras Jesús hay una madre
o porque han escuchado antes la Palabra de Dios?
María engendró a Jesús primero en su mente y en su corazón.
Lo demás fue obra de la carne y de la sangre.

Descubrir a Jesús por la piedra corrida,
encontrarlo de blanco en el Tabor…,
son simples señales indicadoras del camino.
Él está más allá de la nube y de la piedra,
más allá de la barca y del leproso.
Él está, simplemente está.

Y todo me lleva a buscarlo dentro y fuera:
en mí mismo y en el hermano,
en mi casa y allá donde alguien escucha la Palabra
e irrumpe, al oírla:
Bendita tú, y bendito yo,
porque he oído la Palabra y la pongo en práctica.

Y María concibió en espíritu lo que luego haría en su cuerpo.
Deseó su maternidad y fue madre.
Adolescente serena que sigue el proceso de la madurez:
primero se es madre o padre,
luego se engendra la vida que se espera.

Hoy, con las primeras luces del día,
quiero ser ilusión y plenitud de Dios.
Así podré engendrar vida, comunión, paternidad.
Los otros podrán decir: bendita sea tu madre.
Pero yo les diré: la Palabra es la bendita,
es ella quien engendra.

José Mª Martínez

 

CANTO DE MARÍA

Canto a Dios, que me dio la vida,
el que comenzó el universo y lo mantiene.
Y bailo ante mi Señor con alegría,
sin miedo ni vergüenza,
porque es el único dueño de todo lo que existe.

Me ha sacado del último rincón del mundo
y colocado por encima de los prepotentes.
Sin educación, sin nobleza ni riqueza,
sin la belleza que ostentan los famosos,
soy ahora el orgullo de los humildes.

Yo soy, yo era una joven sencilla
dispuesta a todo de palabra.
Me pidió mi voluntad y mi futuro
y se lo di, por amor, a ciegas.
Ahora él es mi recompensa.

Él ha transformado mi esterilidad en vida,
en sabiduría mi experiencia.
Ha hecho relucir en mí su humanidad,
que supera toda apariencia.

Estaba sola en la soledad de mi infortunio
cuando me abandoné en sus manos tiernas
y me sació de su presencia cierta.
Me levantó por encima de los engreídos,
de los que con su muerte se alimentan.
En mí decidió auxiliar al desvalido.

En mí cumple sus promesas.
Libera con justicia al oprimido
y colma en comunión su libertad.
Él regala todo a quien se deja regalar.
Sintiendo tanta predilección y ternura
que por mí ha tenido el Creador
he escuchado su susurro en la brisa.

Y poseída por su espíritu
no me importa sufrir en el parto de su Reino de vida.

 

 

CON MARÍA TE BENDECIMOS

Con María, te bendecimos y te alabamos, Padre,
porque en ella te has hecho:
Buena Noticia para todos,
luz del alba que abre caminos al Sol,
estrella de la mañana que anuncia el Día,
libro abierto que acoge y alumbra la Palabra,
mujer y madre de la Vida.

Con María, Padre de todos:
nos alegramos de tu presencia entre nosotros,
compartimos el gozo de sentirnos en tus manos,
anunciamos tu fidelidad y proclamamos tu misericordia.

Con María, Padre bueno:
nos anuncias tu proyecto de justicia y salvación,
encaminas nuestros pasos por las huellas de Jesús,
nos reúnes en la hermosa casa de tu reino,
iluminas la esperanza y anticipas el futuro.

Con María, Dios y Padre:
te reconocemos pequeño en los sencillos,
sabemos que eres misteriosamente débil,
sentimos tu ternura y cercanía,
humanamente no te vemos,
comprendemos un poco tu Misterio
y nos basta saber
que nos llevas en la palma de tus manos.

Con María, Padre nuestro, te decimos:
Estamos aquí;
te glorificamos, te alabamos
y te damos gracias desde lo más íntimo de nosotros;
actúa en nosotros según tu Palabra,
¿Qué quieres que hagamos?
Tú eres el Dios que nos salva;
¿Cómo será todo esto?
Somos tus hijos y desde siempre
convivimos como hermanos en tu única casa.

 

A LA VIRGEN DEL MAGNIFICAT

María,
enséñame a proclamar las grandezas del Señor.
Tú has expresado en el Magníficat
tu reconocimiento a la Trinidad
por todas las maravillas que el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo
han obrado en tu pobreza.

El Señor, el Salvador, el Todopoderoso, el Santo,
te ha tomado totalmente.
Tú cantaste tu acción de gracias
y expresaste tu alegría incontenible.

Haz que de mi corazón brote
una conciencia muy grande de mi pobreza,
y una experiencia más grande todavía
de la Trinidad que habita en mí:
del Padre que me ama,
del Hijo que me da su Vida y su Palabra,
del Espíritu que me cubre con su sombra
y hace fecunda mi existencia.

Haz que sienta la alegría
de esta inhabitación de la Trinidad,
que descubra las maravillas
que Dios va haciendo en mi pobreza.

Haz que siempre sea serenamente alegre,
y que exprese esta alegría a los hermanos
con una actitud recogida,
de oración contemplativa,
de pobreza confiada.

Cardenal Pironio

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

Hermana peregrina de los pobres de Yahvé,
Profetisa de los pobres libertados,
Madre del Tercer Mundo,
Madre de todos los hombres de este mundo único,
porque eres la Madre del Dios hecho hombre.

Con todos los que creen en Cristo
y con todos aquellos que de algún modo buscan su Reino,
te llamamos a Ti, Madre,
para que le hables por todos nosotros.

Pídele a Él, que se hizo pobre
para comunicarnos las riquezas de su amor,
que su Iglesia se despoje,
sin subterfugios, de toda riqueza.

A Él, que murió en la cruz para salvar a los hombres,
pídele que nosotros, sus discípulos,
sepamos vivir y morir
por la total liberación de nuestros hermanos.
Pídele que nos devore el hambre
y la sed de aquella Justicia que despoja y redime.

A Él, que derribó el muro de la separación,
pídele que todos los que llevamos el sello de su nombre,
busquemos, de hecho,
por encima de todo lo que divide,
aquella unidad reclamada por Él mismo en testamento
y que sólo es posible
en la libertad de los hijos de Dios.

Pídele a Él, que vive resucitado junto al Padre,
que nos comunique la fuerza jubilosa de su Espíritu,
para que sepamos vencer el egoísmo,
la rutina y el miedo.

Mujer campesina y obrera,
nacida en una colonia
y martirizada por el legalismo y la hipocresía:
enséñanos a leer sinceramente el evangelio de Jesús
y a traducirlo en la vida
con todas sus revolucionarias consecuencias,
en el espíritu radical de las bienaventuranzas
y en el riesgo total de aquel Amor
que sabe dar la vida por los que ama…
Por Jesucristo, tu Hijo, el Hijo de Dios, nuestro hermano.

Pedro Casaldáliga

MARÍA, CREEMOS COMO TÚ

María, creemos como tú,
que la actitud más bella de los creyentes es ponerse
a cantar y agradecer el don maravilloso del Señor
que llega hasta nosotros hecho gracia.

María, creemos como tú,
que abrirse a la Palabra y decir Sí
es salir al encuentro del Señor
que nos sigue llamando cada día
a la hora de la tarde y de la brisa.

María, creemos como tú,
que el Dios de los humildes y los pobres
compromete a su Hijo con todos los que sufren en sus carnes
el llanto del desprecio y la opresión.

María, creemos como tú,
que el brazo del Señor
acoge a los sencillos y niega al poderoso
las razones para hacer del dominio y la riqueza explotación.

María, creemos como tú,
que el dichoso y feliz del Nuevo Reino
descubre en el servicio el camino
que ensalza la grandeza del pobre y del hermano.

María, creemos como tú,
que el Dios de la promesa
se hizo realidad y plenitud
y vive desde entonces nuestra historia
cogido de tu mano y nuestra mano.

 

 

MARÍA, MUJER OYENTE

María, mujer oyente,
que supiste siempre escuchar
y acoger con fe y con amor
la Palabra de Dios
y la palabra de los amigos.

María, mujer orante,
que supiste cantar a Dios con alegría
el canto de tu vida,
que supiste hablar a tu Hijo
cuando los amigos le necesitaban,
como pasó en Caná con los jóvenes novios;
que estuviste presente en la comunidad
de los amigos de tu hijo
y oraste con ellos, cuando Jesús ya no estaba.

María, mujer generosa,
que supiste entregar lo mejor de ti misma,
lo mejor que poseías:
tu propio hijo por todos los hombres y mujeres.

María, madre de Jesús y madre nuestra,
Aliéntanos, mujer nueva, afirmativa,
que también nosotros sepamos escuchar,
orar y entregarnos a los demás
para crear y recrear la historia,
fraterna, solidaria, progresiva

 

SANTA MARÍA DEL NUEVO PUEBLO

María,
has creado en tu corazón
un espacio de libertad para Dios.
Como gaviota libre
Dios ha cruzado los mares de tu ser.

No hay fronteras,
ni vallas en tus campos
y tus ríos son mares,
y tus cielos, todo azul, sólo azul.

Junto a ti, como una espiga,
se ha apiñado el pueblo nuevo.
Junto a ti, como un racimo,
ha nacido hoy la Iglesia.

Ha florecido en tus manos
al impulso del Espíritu,
y ha estremecido gozosa
como el polluelo al levantarse del nido.

Has dado alas al pueblo
para que sea en su marcha
testigo de Jesús, Señor Resucitado,
Liberador del hombre oprimido.

María, eres Madre de la Iglesia peregrina,
como el pueblo antiguo;
peregrina, en la nueva Pascua
sellada con la sangre de tu Hijo.

 

SANTA MARÍA DE LA LIBERTAD

María,
el amor te ha hecho libre,
como el alba, a la mañana.
Tu corazón pobre es libre,
con la libertad del Reino.

Tu corazón manso es libre,
con la libertad de poseer la tierra.
Tu corazón en llanto es libre,
con la libertad de un Dios cercano.

Tu corazón de hambre y sed de justicia es libre,
con la libertad de un Dios plenitud.
Tu corazón misericordioso es libre,
con la libertad de un Dios amor.

Tu corazón limpio es libre,
con la libertad de ver a Dios.
Tu corazón en paz es libre,
con la libertad de ser llamada hija de Dios.

Tu corazón perseguido por la justicia es libre,
con la libertad de ser tuyo el Reino.
Tu libertad te lleva a ser feliz,
cuando la injuria o la persecución,
a causa de Jesús, llama a tu puerta.

Entonces, te alegras y regocijas,
porque la recompensa será grande en el Reino.
Bienaventurada tú, porque has creído en Jesús,
como el Señor y el Libertador.

 

SALMO DE MARÍA

Mi corazón canta, Señor del alba, como una alondra,
se alegra como la luz de la mañana.
Mi corazón siente la grandeza de mares del Señor,
se goza en Dios, que es Dios y salva.
Mi corazón se siente pequeño como hoja al viento.
siente en sus ojos abiertos su mirada.

Soy feliz, Señor, como rama de almendro en flor.
como gaviota en libertad de alas.
Soy feliz, Señor, con la nueva Humanidad que se abre
y en mi pequeñez tu grandeza desbordante, canta.
Soy feliz, porque en mi arena junto al mar has dejado,
paso a paso, beso a beso, tus pisadas.

Yo canto con gozo: tu poder es grande, Señor,
tu santidad es amor en mi alma.
Tu nombre es Dios y sabe a misericordia.
Tu nombre es Dios y es en el hombre, áncora.
Tú has hecho maravillas con mi pueblo
y del látigo lo sacaste a través de puras aguas.
Lo has conducido en la arena del desierto
y lo has llevado caminando como en alas de águila.

Tus gestas han quedado en la historia de mi pueblo
y han llegado hasta mis manos, calientes tus hazañas.
Has dispersado a los de corazón duro y soberbio
como arranca el viento la hoja al leño agarrada.
Has derribado del trono al corazón poderoso
como han caído en la historia gigantescas murallas.
Has levantado del suelo, del barro al humilde
como levanta el sol la vida dormida y callada;
como levanta la lluvia la hierba seca
despertando la semilla entre la tierra derramada.

Tú eres Dios. Tú eres grande. Tú eres Señor,
y en tus manos está la vida del hombre cobijada,
el hombre de frágil corazón que sufre
y que espera el calor y la ternura de tus alas.
Has colmado de bienes al corazón hambriento,
y has partido en pan sabroso tu enorme hogaza.
Has llevado el pan fresco, recién amasado al horno,
a las manos y a las bocas abiertas en esperanza.

Tú eres Dios. Eres Señor del hombre y las cosas
y la puerta de tu granero no tiene la llave echada.
Has despedido a los ricos, los poderosos, los que son alguien,
con las manos vacías y los ojos secos, sin lágrimas.
Has levantado en alto lo que es frágil y mira al cielo
y has dejado en la tierra lo pesado como una cosa gastada.
Tu pan, que es pan eterno, es para el pobre.
Tu pan, que es pan de todos, no es pan-migajas.

Señor de la Historia, ven en ayuda
de los pueblos que lloran, mientras otros danzan.
Ven, Señor, y que tu bondad y misericordia
cambie el corazón del ser humano y le dé entrañas.
Ven en favor de esta Humanidad dividida y rota
y haz unidad en la cepa de todas las ramas.
Tú que eres Padre de todos los hombres y mujeres,
siéntanos en tu mesa donde todos tienen su pan y su agua.

A LA MAÑANA

 

DIOS

Ha madrugado Dios esta mañana:
escuché su trajín, su atareado
revuelo por los árboles.
Es tan grande su casa, que no puede
dar reposo a sus manos.

Comenzó por las cumbres,
barriendo tiernamente las últimas memorias
del invierno. Los ríos le esperaban:
pulimentó sus cauces, enderezó los juncos
y puso más verdor en los cañaverales.
Se retrasaba el sol en su redondo sueño
y tuvo que encender sus almenaras
y enderezar su rostro gigantesco
detrás de las colinas.

Puso orden
al loco griterío de los pájaros,
dio calor a unos nidos abrumados de escarcha,
y lamió los rasguños de una corza batida
por el viento. Se acercó hasta los mares:
limpió los arrecifes, repartió las espumas,
azuleó las aguas, y suprimió el silencio
de las islas.

Detuvo una tormenta,
mandó que un aire lento peinara los trigales,
que en la tierra brotaran las semillas,
que el fuego despertara su furia en lo profundo.
Y descerró las verjas del amor y del miedo.
Después ha descansado un brevísimo instante
cerca de mi ventana.

Lo he tenido muy cerca,
fragante y luminoso: Me ha mirado y he visto
como una leve duda en sus ojos inmensos,
como un cierto dolor,
quizás como un humano desaliento.

Antonio Porpetta

 

 

HE VENIDO A TI

He venido a ti para que me toques con tu mano,
antes de comenzar yo mi día.
¡Descansa un momento tus ojos en mis ojos;
déjame que me lleve a mi trabajo
la certeza de tu amistad, amigo mío!
¡Llena mi pensamiento de tu música,
para que me dure en todo el desierto del ruido!
¡Que el sol de tu amor
bese las cimas de mis pensamientos
y se atarde en el valle de mi vida,
donde esté granando mi cosecha!

Que tu amor juegue con mi voz;
que descanse en mi silencio.
Que pase a todos mis movimientos, por mi corazón.
Que brille, lo mismo que las estrellas,
en la oscuridad de mi sueño,
y amanezca en mi despertar.
Que arda en la hoguera de mis deseos,
y fluya en todas las corrientes de mi propio amor.
¡Que yo lo lleve en mi vida,
como un arpa su música,
y te lo devuelva, al fin, con mi vida!

Quiero tener mi cuerpo siempre puro,
vida de mi vida,
que has dejado tu huella viva sobre mí.
Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía,
pues tú eres la verdad que ha encendido
la luz de la razón en mi frente.
Voy a guardar mi corazón de todo mal,
y a tener siempre mi amor en flor,
pues que tú estás sentado
en el sagrario más íntimo de mi alma.
Y será mi afán revelarte en mis acciones,
pues que sé que tú eres la raíz
que fortalece mi trabajo.

R. Tagore

EN EL SILENCIO DE LA MAÑANA

En el silencio de la mañana,
cuando sólo el rumor de la calle
se filtra por mis ventanas
como brisa que despeja mi mente,
yo te alabo.

Con mi cuerpo descansado,
con mis sentidos abiertos,
con mi rostro sereno,
con mi sangre latiendo,
con mis entrañas tiernas,
con tu Espíritu dentro,
yo te alabo.

Te alabo por esta nueva posibilidad
de un día por hacer,
por seguir construyendo,
por ensanchar la vida,
por crear encuentros,
por descubrir tesoros,
porque puedo amar y ser amado.

Te alabo
cargando ilusiones,
afrontando las dificultades,
labrando decisiones,
sintiendo tu presencia
ante el dolor,
la ignorancia,
y la indiferencia,
besando tu frente.

Porque eres como eres,
y porque puedo sentir y esperar todo esto,
yo te alabo, Señor,
y me prendo de tu mano.

CON LA FUERZA DE DIOS

Hoy estoy dispuesto:
gracias a la fuerza del Cielo.
Con la luz del sol,
el resplandor de la luna,
el esplendor del fuego,
la velocidad de la luz,
la rapidez del viento,
la profundidad del mar,
la firmeza de la roca.

Hoy estoy dispuesto:
gracias a la fuerza de Dios que me conduce.
La mirada de Dios precede mis pasos;
la sabiduría de Dios me guía;
el camino de Dios se extiende ante mí.

El escudo de Dios me protege:
de todo aquello que pudiera hacerme daño,
en cualquier parte,
en la soledad y en la multitud,
contra todo poder cruel y despiadado
que pueda atentar contra mi cuerpo o mi alma.

Cristo conmigo, Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí,
Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí,
Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda,
Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento,
Cristo cuando me levanto, Cristo me protege.

Cristo en el corazón de todo el que piense en mí,
Cristo en los labios de todo el que hable de mí.
Hoy estoy dispuesto.

Atribuida a San Patricio

¡VA POR TI, SEÑOR!

Quiero comenzar este día
siendo consciente de la vida
que bulle ante mí,
y que Tú sostienes y bendices
con tu amor generosamente.

Quiero pasar por lo cotidiano
como quien estrena en cada momento,
en cada persona que encuentra,
en cada circunstancia y suceso,
lo que más ha esperado.

Quiero acoger lo novedoso e inesperado
como quien se sabe envuelto siempre
en regalos, abrazos y buenas noticias,
igual que un niño pequeño
en brazos de sus padres.

Quiero vivir hoy contigo,
atento a tu voz que llama,
mecido por tu brisa que alienta,
fijos mis ojos en los tuyos,
anhelando tus caricias y besos.

¡Va por Ti, Señor!

 

 

 

 

A VER SI ACIERTO A DECIRTE LO QUE SIENTO

Gracias, Señor, porque estás esperándome
siempre que abro mis puertas a la vida.

Gracias porque tu brisa me despierta, cada mañana,
silbando alegres melodías junto a mi ventana.

Gracias porque debajo de todos mis puentes
pasan tus aguas refrescándome gratis.

Gracias porque iluminas y coloreas con tu luz
los rincones y valles de mi tierra.

Gracias porque con tus caricias me vas gastando,
adelgazando y modelando a tu manera.

Gracias, Señor, porque Tú estás todavía a mi vera
invitándome a gozar del camino y de tu compañía.

 

 

 

 

Salmo 5. AL COMENZAR LA MAÑANA

Al tocar la luz del día mis ojos, Señor,
mi corazón se levanta hacia ti en busca de tu mirada.
Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo,
y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta.
Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud,
tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío.

A ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar:
de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones;
en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda;
en tu camino quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, tú que eres bueno y compasivo
y alienta mi vida que busca en ti luz y calor.

Mira, Señor, mi corazón de pobre, que como un gorrioncillo
busca abrigo entre tus manos; toma mi arcilla
y moldéala según los proyectos que tienes en mí este día.
Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada;
delante de tus ojos, Señor, me siento pequeño y frágil.
Derrama, al comenzar la mañana, tu ternura y tu bondad
para que mi corazón se sienta fuerte y animoso.

Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea
y no dejes que en este día la mentira se adueñe de mí;
dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor,
no sea hoy violento ni haga juego sucio a nadie.
Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia ti
firme de que me acoges en tu casa. Haz, Señor,
que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de ti.

Guíame, Señor, tú que eres bueno y santo;
guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz;
guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu Ley.
Que tu camino, Señor, sea hoy la pasión de mi corazón,
y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso.
Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior;
que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas.

Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver;
dame un corazón de pobre para que viva hoy tu Reino;
dame un corazón misericordioso para que derrame misericordia;
dame un corazón lleno de paz para que sea hijo tuyo;
dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia
para que sea saciado y haga tu voluntad;
dame un corazón manso para que posea la tierra.
Que mi corazón se alegre y se regocije hoy,
porque todo lo espero de ti, Señor Dios mío.

A ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme.
En ti pongo mi confianza como un niño en su madre: ayúdame.
A ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame.
A ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo.
A ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame.
Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en ti.

Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo;
como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza.
Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden
mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.

 

 

Salmo 94. PARA ADMIRAR Y ADORAR

Venid, cantemos gozosos a nuestro Dios y Señor;
aclamemos a la Roca de nuestra salvación.
Vayamos hacia él con gritos de acción de gracias;
aclamándole al son de nuestros salmos.

Alegraos todos de corazón,
porque nuestro Dios es grande;
rendíos ante el Señor de la Historia
porque sólo él permanece.
En sus manos está lo profundo y oculto de la tierra;
suyas son las cumbres de los montes,
los árboles del bosque.

Adoremos al Señor,
que hizo el mar y lo lanzó sobre las playas,
que hizo el cielo y lo llenó de estrellas,
que puso la luna como centinela en la noche,
y nos dio el sol como hoguera luminosa que mantiene el día.

Tú eres grande, eres todopoderoso,
eres Señor y Dios nuestro:
te adoramos, nos postramos en tierra
ante ti, que eres Santo.
Tú eres el Dios de la vida, el Absoluto:
nos rendimos ante ti, te admiramos.

Te damos gracias de corazón
por todo lo que en nosotros has hecho.
Tú eres la Razón y el Sentido de cuanto existe.
Nos alegramos y saltamos de gozo
ante tu presencia, oh Señor,
porque eres un Dios cercano, amigo del hombre,
Dios con nosotros.

Nos alegramos y batimos palmas
ante tu rostro lleno de luz
porque nos has hecho tu pueblo
y nos guías por tus caminos.
Abre nuestro corazón, frágil y poco estable, a tu Palabra;
haz que escuchemos tu voz
y no endurezcamos nuestro oído.

Ten paciencia con nosotros
y muéstrate indulgente ante nuestros fallos;
cuando nuestro corazón se tuerza en el sendero de la vida,
danos tu luz para que veamos otra vez tus caminos.
Déjanos seguir adelante hasta entrar en tu reposo.

Te adoramos, Señor Dios:
¡no nos dejes rendirnos ante los ídolos!
¡no nos dejes prisioneros del dinero!
¡no nos dejes en una vida sin sentido!
Danos un corazón puro y limpio,
capaz de admirar lo bello.
Danos un corazón transparente, verdadero, sincero.

Señor Dios, danos el saber comprender
que no podemos servir a dos señores:
que nuestro corazón está en juego ante ti y ante el dinero;
que con los dos al mismo tiempo es imposible compartirlo.
Sé el único Señor de nuestras vidas:
¡Te adoramos, nuestra vida te pertenece!

A LA TARDE

 

 

AL CAER DE LA TARDE

Estamos, Señor, en tu presencia, quizás,
como los de Emaús, decepcionados,
porque ”nosotros esperábamos”.
Ahora que cae la tarde sobre nuestras vidas,
no permitas, Señor, que nos decepcionemos de tu amor.

Es verdad que a veces esperamos un cristianismo sin cruz,
una vida llena de caminos de rosas.
Olvidamos que seguirte a ti
es cargar con la cruz de cada día
y, sin embargo, es siguiéndote como llegamos a ser felices,
a encontrar la verdadera vida.

¿Sabes, Señor, por qué nos sentimos decepcionados?
Porque esperamos lo que tú nunca nos prometiste.
Tu seguimiento no es fácil, aunque es muy hermoso,
y sabemos que lo hace fácil el amor.

Ahora que vamos de camino, quédate con nosotros,
dinos que era necesario
el camino de la cruz para llegar a la resurrección.

Quédate con nosotros,
que vamos decepcionados de tu amor,
como si tú fueses una “máquina tragaperras”
que nos debe conceder rápidamente todo, y si no,
nos sentimos decepcionados.

A veces creemos que tú eres la multinacional
que debe entrar hasta en la concesión
de nuestros egoísmos particulares.

Quédate con nosotros, que cae la tarde,
y que estalle tu Espíritu en nuestra ceguera
para reconocerte al partir el pan.

F. Cerro Chaves

 

A TU MANERA

Saliste, Señor,
en la madrugada de la historia
a buscar obreros para tu viña.
y dejaste la plaza vacía -sin paro-,
ofreciendo a todos trabajo y vida,
salario, dignidad y justicia-.

Saliste a media mañana,
saliste a mediodía,
y a primera hora de la tarde
volviste a recorrerla entera.
Saliste, por fin, cuando el sol declinaba,
y a los que nadie había contratado
te los llevaste a tu viña,
porque se te revolvieron las entrañas
viendo tanto trabajo en tu hacienda,
viendo a tantos parados que querían trabajo
-salario, dignidad, justicia-
y estaban condenados todo el día a no hacer nada.

A quienes otros no quisieron,
Tú les ofreciste ir a tu viña,
rompiendo los esquemas
a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles…,
a los que siempre tienen suerte
y a los que madrugan para venderse
o comprarte… ¡quién sabe!

Al anochecer cumpliste tu palabra.
A todos diste salario digno y justo,
según el corazón y las necesidades te dictaban.
Quienes menos se lo esperaban
fueron los primeros en ver sus manos llenas;
y, aunque algunos murmuraron,
no cambiaste tu política evangélica.

Señor, sé, como siempre, justo y generoso,
compasivo y rico en misericordia,
enemigo de prejuicios y clases,
y espléndido en tus dones.

Gracias por darme trabajo y vida,
dignidad y justicia
a tu manera…,
no a la mía.

 

LA NOCHE

A ti, Señor, entregamos nuestras vidas.

Ya la tierra, fatigada,
se reclina para el sueño.
Ya la luna, como un beso,
se ha posado en nuestras frentes.

Aunque todos no despiertan
para el día que amanece,
confiados, nuestras vidas
entregamos a la noche.

Aunque nadie se hace rico
con soñarlo solamente,
nuestras ansias más profundas
desatamos en la noche.

Oh Señor, nuestro descanso,
tú, la noche provechosa
que renuevas y acrecientas
nuestras vidas con tu vida.

Oh Señor, luz en la sombra,
y palabra en el silencio,
tú, la noche que realizas
nuestros sueños más hermosos.

En tus manos nos ponemos
con entera confianza.
No tememos recostarnos
en la noche de tu pecho.

En tu noche no hay engaños
ni es un sueño la esperanza.
No son falsas ilusiones
los deseos que nos diste.

Cuando ahora nuestros ojos
se sumergen en la noche,
en la noche de tu pecho
recostamos nuestras vidas.

A ti, Señor, entregamos nuestras vidas.

Eduardo Malvido

QUÉDATE, SEÑOR

Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.

Quédate a decirnos tus vivas palabras
que aquietan la mente y encienden el alma.

Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,
disipa nuestras dudas y temores.

Míranos con tus ojos de luz y vida,
devuélvenos la ilusión perdida.

Lava las heridas de estos pies cansados;
despiértanos a la vida con gestos humanos.

Quédate y límpianos rostro y entrañas;
quema esta tristeza, danos esperanza.

Quédate, Señor, comparte nuestras viandas
y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.

Pártenos el pan de tu compañía;
ábrenos los ojos de la fe dormida.

De tus palabras surge lo que buscamos,
lo hemos visto caminando a tu lado.

Quédate y renueva valores y sueños;
danos tu alegría y tu paz de nuevo.

Condúcenos siempre al mundo,
a la vida, para ver tu rostro en otros rostros cada día.

Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.

 

ACOGE, SEÑOR

Acoge, Señor,
mi vida entre tus manos
y, en el atardecer de cada día,
amásala
y hazla tierna hogaza repartida.

Acoge, Señor,
mi mano entre tus manos
cuando la oscuridad venga a mi encuentro,
y guíame
por las sendas y vericuetos que llevan a tu Reino.

Acoge, Señor,
mi sonrisa en tus labios
cuando mi corazón su ritmo acorte,
y bésame
para que acepte mi suerte y madure.

Acoge, Señor,
mi mirada en tus ojos
cuando la luz del sol se haga suave,
y lávala
para que vea sólo lo que Tú quieres.

Acoge, Señor,
mis sueños en tu regazo,
ahora que sé lo que es estar roto,
y acúname
para que descanse y despierte
como Tú me sueñas y quieres.

ACCIÓN DE GRACIAS AL FINAL DEL DÍA

Gracias por este día que acaba
y está ya más en tu regazo que en el mío.
Dejo tareas, trabajo, sueños, proyectos, preocupaciones..
no sé si en tu artesa o en tu horno,
para que sigan fermentando y dorándose.

Gracias, porque una vez más es posible
seguir creyendo, seguir pensando,
seguir soñando, seguir viviendo,
seguir combatiendo por un mundo mejor…
a pesar de nuestros triunfos y tropiezos.

Porque te dices amor y sostienes la esperanza,
porque es segura y fiel tu alianza,
porque has estado presente durante el día,
porque vas a velar este descanso necesario,
gracias, Dios amigo, Padre y Madre.

SALMO PARA DESPEDIR EL DÍA

Bendice, alma mía, al Señor.
Todo mi ser bendiga su santo nombre.
Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Tengo siempre presente al Señor;
con él a mi derecha no vacilaré.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles;
Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
El Señor está conmigo; no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación.
Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate.

AGRADECIMIENTO, ALABANZA, ALEGRÍA 

 

ALABAD AL SEÑOR, TODOS LOS SERES

Alabad al Señor, todos los seres
que existís por su amor y su designio.

Alabadle, los montes con las águilas,
peña y sed, que él convierte en agua viva.

Alabadle, misterios del abismo
y el luminoso océano, su imagen.

Alabadle, los mares de los cielos
y el horizonte, que es su transparencia.

Alabadle, los soles aún dormidos
y el corazón que espera renacer.

Alabadle, ilusión y desengaño,
y el amor que se entrega generoso.

Alabadle, ciudades y sus torres,
y la choza del pobre, que él habita.

Alabadle, los logros de la mente
y las manos que curan y producen.

Alabadle, hospitales y su insomnio,
los vencidos, las ruinas redimidas.

Alabadle, vagidos de las cunas,
la nada y pequeñez que le enamora.

Alabadle, las vidas escondidas,
marginados, llagados, solitarios.

Alabadle al Señor, frutos y gozos
que reponéis las fuerzas de sus hijos.

Alabadle, aguaceros e infortunios,
aclamadle en su amor, que a nadie olvida.

Alabadle, las fuentes, siempre jóvenes,
y el bosque deshojado del invierno.

Alabadle, las zarzas que él enciende
y las ansias de vuelo que él convoca.

Alabadle, las noches y las lámparas
que esperan, ya seguras de su vuelta.

Alabadle, no seáis estatuas yertas,
tomad parte de actores en el drama.

Ofrecedle la flor de vuestro canto
al que siembra de rosas vuestro pecho.

Formad con vuestros brazos la guirnalda
que eleve vuestra danza hasta su trono.

Orquestad su sublime creación
con todos los registros de la vida.

Alabadle, criaturas, con el hombre,
prodigios de sus manos, alabadle.

 

 

ALABADO SEAS, PADRE

Alabado seas, Padre,
que sembraste la esperanza en mi corazón,
aunque yo no descubría huellas
ni camino en las rocas bajo el mar.

Alabado seas, Padre,
que nos has enviado a tu Hijo.
Él caminó con nosotros
y lleva toda la carga de mis quebrantos.
Él está al lado de mis caminos de amistad
y acompaña mi canción de libertad.

Dame, Señor, tu espíritu de luz.
Enséñame a avanzar,
tanto a la luz de la luna menguante
como al calor del sol esplendoroso.

Enséñame a mirar hacia delante
sin confundir el hoy con el mañana.
Enséñame a crear cada día algo nuevo contigo
y a no cortar las flores marchitas en el camino trillado.

Enséñame a encontrar en la pared rocosa
el pequeño apoyo que me abra el camino hacia la cima.
Dame, Señor, tu espíritu de fortaleza.
Da a mis brazos, cansados tras tanto esfuerzo vano,
frescor juvenil de nuevo
para plantar mil árboles jóvenes para un mundo nuevo.

Que mi sudor se mezcle con el tuyo
y fluya mi sangre con la tuya
para irrigar el mundo reseco por la injusticia y el egoísmo.

Alabado, seas, Padre,
que me llevas hasta la meta, camino de Emaús,
donde al cenar en el plato común
brilla de pronto el rostro del Resucitado
irradiando paz y alegría.

Roger Etchegaray

 

CANTAD A DIOS

Cantad a Dios todas sus criaturas
y bendecid su nombre por los siglos.
Cantad a Dios los ángeles del cielo,
las aguas todas bendecid a Dios.
Cantad a Dios, estrellas, sol y luna,
lluvia y rocío, fríos y heladas,
cantad a Dios, rocíos y nevadas,
calor y fuego, bendecid a Dios.

Cantad a Dios los pueblos de la tierra,
contemplativos, bendecid a Dios.
Cantad a Dios los jóvenes y los niños,
toda persona bendiga a Dios.
Cantad al Padre, al Hijo y al Espíritu,
todos con himnos bendecid a Dios.
Cantad a Dios en todo el universo,
cuanto respira que bendiga a Dios.

Cantad a Dios los grupos solidarios,
y bendecid todo gesto de amor.
Cantad a Dios los negros y los blancos,
todas las razas alabad a Dios.
Cantad a Dios, que crea y que bendice,
para que brille la paz en el dolor.
Cantad a Dios en grupo y en familia,
todos unidos en lazos de amor.

Cantad a Dios, ensálcelo la tierra,
lo que germine en ella cante a Dios.
Cantad a Dios las cumbres de los montes,
los manantiales den su gloria a Dios.
Cantad a Dios los mares y los ríos,
todos los peces y las aves de los cielos.
Cantad a Dios rebaños y ganados,
con vuestras voces bendecid a Dios.

 

CÁNTICO DEL HERMANO SOL

Altísimo, omnipotente, buen Señor
tuya es la alabanza, la gloria, el honor y toda bendición.
A ti sólo, Altísimo, convienen
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el hermano Sol,
el cual hace el día y nos da la luz.
Y es bello y radiante con gran esplendor;
de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas;
en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Viento,
por el aire, nublado o sereno;
y todo el tiempo, por el cual a tus criaturas das alimento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Fuego,
con el cual alumbras la noche,
y es bello y jocundo y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana madre Tierra,
la cual nos sustenta y gobierna
y produce diversos frutos con vistosas flores y hierbas.

Loado seas, mi Señor,
por quienes perdonan por tu amor
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados los que sufren en paz,
pues de ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana Muerte corporal,
de la cual ningún hombre puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran de espaldas al amor!

¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor.

S. Francisco de Asís

 

DIOS DE VERDAD

Dios de verdad,
que los hombres distintos llamamos con distintos nombres,
pero que eres el uno, único y el mismo,
que eres el-que-es,
que estás en todo lo que es
y en la unión de todos los que se unen,
que estás en las alturas y en el abismo,
en el infinito de los cielos y en la sombra del corazón
como una ínfima semilla.

Te alabamos, Señor, por lo que nos otorgas,
ya que esta plegaria es un otorgamiento,
ya que al dirigirnos junto a ti,
elevamos nuestra voluntad,
purificamos nuestro deseo,
y nos reconciliamos contigo.

¿Y qué más pedir si esto está cumplido?
Sí, pedimos que esto dure
a lo largo de nuestro día y nuestra noche.
Pedimos amarte lo bastante
para amar a todos los que te aman
y te invocan como nosotros.

Pedimos amarte lo bastante para amar
a los que te oran o te piensan de otro modo.
Pedimos amarte lo bastante para desear el bien
a los que nos desean el mal.
Pedimos amarte lo bastante para desear el bien
a los que te reniegan o te ignoran,
el bien de volver a ti.

Danos la inteligencia de tu ley, Señor,
el respeto maravillado y misericordioso
por todo lo que vive,
el amor sin reverso de odio,
la fuerza y el gozo de la paz.

Lanza del Vasto

TE ALABO, PADRE, PORQUE ERES GRANDE

Te alabo, Padre, porque eres grande,
porque a pesar de ser pequeños y pecadores,
nos amas desde siempre, a todos y a cada uno,
y sobre todo a los pobres, pequeños y marginados.
Por eso, ellos son los que mejor te alaban.

Eres grande, Padre, porque nos haces libres,
y nos das la capacidad de decir no
a todo lo que no seas Tú.
¡Santo es tu nombre!

A todos perdonas, sobre todo a los más pecadores,
porque donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia.
No te gusta el orgullo, ni el egoísmo,
ni los que confían en sus fuerzas,
ni los que oprimen a los demás,
sino que te agradan los pequeños
y los que confían sólo en Ti.

Quieres que demostremos al mundo tu amor,
siguiendo a tu hijo Jesús, acogiendo a todos,
sobre todo a los pobres
y a los que luchan por liberar a los pobres
y buscan la justicia.

Te doy gracias porque tienes mucha paciencia,
te olvidas de todo, nos comprendes,
y te sonríes cuando te llamamos Padre.
Así, no tenemos que tener miedo a luchar
para que tu Reino llegue a la tierra.

 

 

LOADO SEAS, MI SEÑOR

Loado seas, mi Señor,
por la hermana montaña,
que firme y sólida se alza hasta tocar el mismo cielo.

Sagrada elevación que vigía y llama
desde lo alto invitándonos a la ascensión.
Lugar de revelación y escala divina.
Cerros y colinas, miradores del infinito.

Loado seas, mi Señor,
también en el hermano volcán;
en el ojo vacío del volcán apagado
y en la boca ensangrentada de fuego
devastador e incontenible.
Su belleza terrorífica,
su asombroso poder devastador,
nos impresionan y sobrecogen.
También en él, loado mi Señor.

Loado seas, mi Señor,
por el hermano río,
imagen de la vida del hombre
que fluye de inagotable manantial
y se encauza y desliza imparable
hacia Ti, Padre, Océano sin orillas.
Tú recibes todas las aguas y las reúnes,
ya turbulentas, ya cantarinas, ya serenas.

Loado seas, mi Señor,
por el hermano mar,
que nuestro corazón ensancha,
amplía el horizonte y sana.
Las mareas vivas y las marejadas,
la música acompasada de las olas,
las bravas y las remansadas en la playa.
La insondable y misteriosa mar.

Loado seas, mi Señor,
también en la hermana tormenta;
los ciclones, huracanes y tornados,
las trombas, diluvios e inundaciones.
Cuando la tempestad sacude la alfombra del mar,
el cielo parece volverse contra la tierra.
Es la Naturaleza enfurecida y amenazante.
También entonces, loado mi Señor.

Loado seas, mi Señor,
por los hermanos pájaros y peces,
desde la inocente paloma al majestuoso cóndor,
desde la modesta sardina a la escurridiza trucha;
el simpático delfín, amistoso y juguetón,
la golondrina bajo el alero…
pueblan los aires y las aguas tan a gusto y con tanta gracia…

Loado seas, mi Señor,
también en los hermanos animales peligrosos,
alacrán, garrapata, tarántula,
sanguijuela, alimaña, tiburón…
hasta la avispa que merodea entre la fruta.
Con su violencia instintiva y natural,
cumplen su función en el maravilloso plan de la Naturaleza.
También en ellos, loado mi Señor.

Loado seas, mi Señor,
por la hermana piedra,
por el humilde guijarro en la cuneta,
por el mármol sabiamente esculpido,
por los minerales y piedras preciosas,
las gemas ocultas y las talladas y pulidas;
la grava extendida a lo largo del camino,
los riscos del acantilado y las duras rocas.

Loado seas, mi Señor,
por el hermano árbol,
con sus brazos-ramas, su piel-corteza,
su sangre-savia, su torso-tronco,
su corazón y su cabellera al aire,
sus pies-raíces y sus hijos-retoños.
La sombra de los sauces o bajo la higuera,
los álamos en la orilla, la altiva palmera,
el ciprés en el cementerio, un manzano…
Loado seas, mi Señor.

 

 

HUBO UN TIEMPO EN QUE LA ALEGRÍA

Hubo un tiempo en que la alegría
no era conocida en nuestra tierra,
porque la luz se había establecido en los espacios
y los hombres caminaban alumbrados
por el resplandor de sus tristezas.

Después, la alegría descendió
al mundo de los hombres
como desciende la lluvia de los montes.
Y hubo un estremecimiento
de todos los seres de la tierra:
como un rumor de vivas aguas
y un clamor de canciones en los árboles.

Desde entonces, tenemos esta invitación
como una llamada constante:
«Venid, venid y llenaos de ALEGRÍA»
como se llenan los que recogen
las mieses del verano.

Y la alegría se construyó una casa
para morar entre los hombres.
La alegría es un océano pequeño
que te nace en el pecho y que te desborda
hasta anegar con sus olas tu existencia.

Es como una sangre nueva introducida
por dentro de tu sangre,
que puede darte un nuevo modo
de mirar hacia las cosas.
Como un aliento que llega hasta los otros,
y hace más saludables los encuentros,
porque anula las distancias,
limpia los egoísmos, la mirada.

La alegría es un regalo
que Dios hace a los hombres
para construir un mundo nuevo
con sonrisas en todos los balcones.

Emilio Rodríguez

 

ADMIRABLE EN TODA LA TIERRA

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para que de él te ocupes?

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Porque sostiene en su mano los valles,
son suyas las cumbres de los montes
y suyo también es el mar y los abismos.
Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo.

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Porque de los manantiales saca los ríos
para que fluyan entre los montes
y se sacie la tierra de su acción fecunda.
Hace brotar hierba para los ganados
y se llenan de savia los árboles y el bosque.
Allí anidan los pájaros
y encuentran su casa los seres vivientes.

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Porque pone luz y calor en el sol,
aliento de vida y de fuerza en el aire
y sustento constante en la lluvia y el agua.
Innumerables son tus obras, Dios y Padre,
y todas las hiciste con sabiduría.

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Porque crea a cada ser humano
a su imagen y semejanza
y escribe nuestros nombres
en la memoria de la palma de sus manos
y a cada uno nos encomienda
la única tarea de ser su imagen viva
y el sacramento de su presencia.

Venid y aclamemos a Dios,
Padre admirable en toda la tierra.
Venid a proclamar la acción de gracias
a Dios, Padre y Creador.
Venid a bendecir el nombre de Dios
y a contar la buena noticia de su fidelidad en el amor.

 

 

SEÑOR DE LA EXISTENCIA

Señor de la existencia:
¡Quién supiera hacer de su entera vida una acción de gracias,
y de todos los latidos de su corazón una alabanza a tu nombre!
Anunciar, lo mismo en las horas felices que en las desgracias,
la fidelidad de tu amor que nunca disminuye.

Señor de la existencia:
Tus acciones son la fuente de mi alegría
y en todas tus obras se sacia mi corazón, siempre insatisfecho.
¡Qué sabio es tu proceder con los humanos!

¡Qué profundos los caminos que abres al que llamas para ti!
Los necios quieren guiarse por su propia razón,
y todos sus pasos conducen al atolladero.
Cuando parece que el triunfo va a coronar sus esfuerzos,
el gusano de la amargura o el fuego de la incertidumbre
ponen fin a su orgulloso florecer.
Porque todo el que no siembra contigo, desparrama;
y la vida que no se nutre de ti enflaquece sin gracia y sin destino.

Señor de la existencia:
Tú viertes en mis venas aromas de esperanza
y templas mis nervios con las armonías del más virtuoso instrumentista.
Por eso, el conjunto de mis años será una gozosa melodía,
una cantata de los más gloriosos acordes,
que hará enmudecer de asombro
a todos los que negaron tu necesidad y tu presencia.

El que confía en ti, Señor,
escapa de los juicios mezquinos de la historia,
y sus raíces, bien regadas, dan fruto
más allá de los cambios de ideologías, modas y poderes.
¡No hay frustración para quien se abandona a tus destinos,
ni vejez o enfermedad que no lleven sus frutos de madurez!

Señor de mi existencia:
¡Ojalá fueses Tú el único músico de mi vida;
y yo, únicamente, cantor de tus verdades!

MOTIVOS DEL CORAZÓN PARA ALABARTE

Te alabamos, Señor,
porque ni la fuerza de los poderosos,
ni las redes de los tramposos,
ni las razones de los técnicos,
ni el dinero de los ricos,
ni la seducción de la publicidad,
ni las manos de los jefes,
pueden ahogar la fuerza de la libertad
que nos viene de ti.

Te alabamos, Señor,
porque nuestros planes bien trazados,
nuestros títulos largamente acariciados,
nuestros puestos de prestigio,
nuestras opciones radicales,
nuestras palabras y proyectos,
no pueden detener el futuro de la esperanza
que nos viene de ti.

Te alabamos, Señor,
porque ni la familia con su ternura y sangre,
ni la comunidad con sus ilusiones,
ni la Iglesia con sus necesidades,
ni la sociedad con sus ambigüedades,
ni las amistades aunadas,
ni las relaciones más ricas,
ni las voces de los que nos quieren
logran atrincherarnos
en refugios cálidos y seguros.

Te alabamos, Señor,
porque en nuestra debilidad
Tú eres nuestra libertad,
nuestra esperanza
y nuestra única seguridad.

CELEBRA TU VIDA

Cada día que, haciendo un alto en el camino,
me miro en el espejo de tu rostro,
sea al alba, a mediodía o al anochecer,
resuena el eco de tu voz que me dice:
¡Celebra hoy la alegría de vivir!
Cuenta tus años, no por el tiempo vivido,
sino por la ternura de tu corazón.

No por la amargura de un dolor,
sino por el gozo y paz alcanzados.

No por el número de tus éxitos,
sino por la aventura de tu búsqueda.

No por las veces que llegaste,
sino por las veces que tuviste el coraje de partir.

No por los frutos recogidos,
sino por la simiente que lanzaste.

No por las desilusiones que tuviste,
sino por la esperanza que infundiste.

No por las cosas a que tuviste que renunciar,
sino por los encuentros que te han enriquecido.

No por el número de los que te aman,
sino por la apertura de tu corazón, capaz de amar a todos.

No por los sueños que no se realizaron,
sino por los que siguen ilusionándote.

No por los años que haces o tienes,
sino por aquello que haces con tus años.
¡Celebra hoy la alegría de vivir!
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida;
detrás de cada logro, un desafío;
detrás de cada fracaso, una nueva semilla.

Tras la tempestad, viene la calma;
tras las nubes, el cielo raso;
tras el invierno, la primavera.

No vivas de fotos amarillas;
si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo,
pero nunca te destruyas.
¡Celebra hoy la alegría de vivir!

Y mis entrañas se remueven,
y todo mi ser inicia un canto
que repite una y otra vez:
gracias, Señor, gracias.

 

 

GRACIAS, PADRE

Te damos gracias, Padre,
porque nos has revelado el rostro de tu Hijo Jesús
y quieres recrearnos a su imagen.

Te damos gracias, Padre,
porque nos ofreces la posibilidad de vivir plenamente,
arraigados y cimentados en El.

Te damos gracias, Padre,
porque Tú has querido dárnoslo como camino
y compañero fiel a nuestro lado.

Te damos gracias, Padre,
porque has tatuado su nombre en nuestro corazón
como sello indeleble de que somos hijos tuyos.

Te damos gracias, Padre,
porque has hecho de nosotros iconos vivos de su amor
para todos los que caminan tristes y perdidos.

Te damos gracias, Padre,
porque nos has injertado en su tronco
para que seamos sarmientos vivos con su savia.

Te damos gracias, Padre,
porque su fidelidad y misericordia
nos hacen caminar erguidos y con dignidad.

 

 

GRACIAS POR ESTE ENCUENTRO

Gracias, Padre.
Hemos estado juntos hablando de Ti,
de nuestra vida y proyectos,
alegrías y dificultades,
esperanzas y compromisos…

Jesús en medio,
y su Evangelio abierto.

¡Qué sólida su presencia
y qué sonoro su silencio!
Sentíamos fuego en las entrañas
respirando con él, al unísono,
el mismo aire y vida.

Ha sido un hecho salvador
a pesar de su sencillez y naturalidad,
como cuando estaba con sus amigos.

Fue a casa de Zaqueo, y cambió su vida.
Nicodemo le citó de noche, y descubrió el día.
Conversó con la Samaritana, y la hizo mujer nueva.
Se hospedó en casa de Marta y María,
y les enseñó a vivir con serenidad y alegría.
Entró donde estaban sus discípulos, y los sacó fuera.

Todo se hace nuevo,
todo adquiere sentido, todo tiene vida,
todo es buena noticia con él. Gracias, Padre.

Ahora, al terminar este encuentro,
nuestro corazón late de agradecimiento
y te cantamos lo mejor que sabemos:
¡Aleluya, Padre/Madre, por todo!
Somos un poco más hijos tuyos.

Mañana será mejor.
Será más cálida la presencia de Jesús,
más sonoro su silencio.
Hablaremos mejor de Ti.
Sentiremos más dentro a los pobres, tus preferidos.

Tu Reino estará más cerca.
Nos haremos más hermanos.
Mañana será mejor.
Gracias, Padre, por este encuentro.

 

 

GRACIAS, SEÑOR, POR TU OBRA EN NOSOTROS

Gracias, Señor,
porque podemos ser fuertes,
porque podemos ser sinceros,
porque podemos ser tiernos sin avergonzamos,
porque podemos compartir nuestra vida.

Gracias, Señor,
porque somos alegres,
porque somos débiles,
porque somos capaces de tener amigos,
porque somos diferentes.

Gracias, Señor,
porque nos quieres libres,
porque nos das responsabilidades,
porque nos sueñas adultos en tus planes,
porque nos amas tal como somos.

Gracias, Señor,
por la vida que nos das,
por las dificultades que nos curten,
por los triunfos que nos animan,
por el camino recorrido y lo que nos queda.

Gracias, Señor,
porque así podemos hacer un mundo de personas
libres, iguales y hermanas.

 

 

CANTO DE ALEGRÍA EN EL SEÑOR (2Sam 2, 1-10)

Me siento feliz: mi corazón se regocija
en el Señor. Celebro su salvación.
Yo me río, Señor, de mis problemas,
porque celebro en mí tu amor.

Tú eres santo, eres justo,
en ti sólo hay armonía y unidad.
En ti me siento seguro, como el pie sobre roca.
Sin ti me siento inseguro, como el pie sobre arena.
¡Eres mi roca!

Las palabras de los hombres, Señor,
son mentiras cuando son dichas con arrogancia.
Tú sabes cómo es el corazón del hombre,
de donde sale lo bueno y lo malo.
Tú sabes distinguir una palabra falsa
de una acción verdadera. ¡Eres grande!

Contigo se rompen los arcos de los valientes.
Contigo los cobardes se ciñen de valor.
Contigo los hartos se contratan por el pan.
Contigo los hambrientos engordan.
Contigo la mujer estéril da a luz siete hijos.
Contigo la madre de muchos queda baldía.
¡Me alegro de corazón, Señor!
La vida contigo es de otra manera.

Tú, Señor, das la muerte y la vida.
Tú, Señor, hundes en el abismo y levantas.
Tú, Señor, das la pobreza y la riqueza.
Tú, Señor, humillas y enalteces. ¡Así de sencillo!

Mi corazón se alegra contigo,
porque tus caminos no son los nuestros.
Eres así: levantas del polvo al desvalido.

Eres así: alzas de la basura al pobre.
Eres así: guardas los pasos de tus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas.

Eres así: dejas al hombre cuando el hombre
quiere triunfar por su fuerza.
Eres así: salvas al hombre cuando el hombre
se abandona en tus manos de ternura.

 

 

Salmo 8. ¡QUÉ ADMIRABLE ES TU NOMBRE!

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Yo te canto porque eres grande.
Yo me alegro con todas tus maravillas.
Yo celebro tu bondad con todos los hombres.
Yo me siento feliz porque tú nos quieres.

Como un niño levanto mis manos hacia ti
para tocar tu ternura.
Como un niño abro mis ojos hacia ti
en busca de tu luz y tu belleza.
Como un niño mi corazón se goza en ti
y me siento libre como una gaviota.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
y me gozo perdiéndome en su azul,
cuando contemplo la luna y las estrellas
y me pierdo sin poder contarlas,
me pregunto lleno de curiosidad:
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para que te ocupes de él?

Señor Dios nuestro, si el cielo es maravilloso
y la luna y las estrellas increíbles,
yo que soy la obra de tus manos,
yo que fui creado a imagen y semejanza tuya,
¿cómo seré? ¿Cómo seré por dentro?

Me has hecho poco menos que un dios,
y me has dado poder sobre las cosas.
Has puesto todo cuanto existe en mis manos
y quieres que sea feliz con tus maravillas.
Me coronaste de gloria y dignidad,
dejando tu amor y lealtad en mi corazón.

Me diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo mis pies.
Tú me has hecho, Señor, dueño de las cosas.
Has puesto en mis manos la ciencia y la técnica
para servir al hombre.

Has puesto en mis manos los bienes
para que los comparta con los hombres.
Me has hecho responsable de mi hermano,
me has dado para que comparta,
me quieres amigo de todos.

¡Señor, qué grande soy ante tus ojos!
¡Señor, qué grande es el hombre ante tus ojos!
¡Señor, qué grande eres tú ante mis ojos!
Tú nos has dicho que todas las cosas son nuestras,
que nosotros somos de Jesús, tu Hijo,
y en Jesús todos somos tuyos.

¡Aleluya, Señor, Dios nuestro!
¡Aleluya, a ti la alabanza porque eres grande!

 

 

Salmo 15. DE UN CORAZÓN FELIZ

¡Aleluya, Señor!
Guárdame pues tú eres mi refugio.
Acógeme pues tú eres mi casa y mi tienda.
Protégeme, pues tú eres mi escudo en la pelea.

Yo digo de todo corazón:
Tú eres mi Señor, el Dios de mi vida.
tú eres mi bien y fuera de ti no hay nada.
Tú eres el goce y la alegría de mi corazón para siempre.
Tú eres grande, magnífico, capaz de llenar mi existencia.
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

Tú eres, Señor, el Todo de mi existencia,
la plenitud de mi vida.
Mi vida es para ti, mi Bien y mi Todo: ¡Te pertenece!
Mis ilusiones y mis utopías están puestas en tus caminos.
Tú eres el Dios que salva,
porque tu nombre es Amor sin medida.
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

Eres la parte de mi herencia,
eres el buen vino para mi copa;
con tu gracia y tu fidelidad,
mi suerte aseguras cada día;
mi felicidad está pendiente de la palabra de tu boca,
y mis ojos buscan sin cansarse la sonrisa de tus labios.

Te bendigo, Señor,
porque me quieres y me aconsejas.
Te alabo, Señor
porque llenas mi corazón de tus delicias.
De ti lo espero todo y es preciosa para mí tu gracia.
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

Tú caminas a mi lado y guías el sendero de mi vida;
tú estás en medio de mi existencia
y me hablas al corazón con ternura.
Contigo me siento seguro y la marcha se hace ligera;
contigo no vacilo al dar mis pasos
y me siento acompañado.
Mi corazón se me alegra y mis entrañas saltan de gozo.
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

Tu Espíritu me conduce a la verdad plena y me siento libre;
tu amor, constante como una ola
da seguridad a mi vida;
y tu rostro, como sol de mediodía,
inunda de luz mis pasos.
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

Enséñame, Señor, el camino de la vida
y dame el don del vivir;
tu rostro esté siempre presente
a lo largo de mis noches y mis días
y hazme gozar en lo interior de mi ser
tu amor verdadero.

Eres mi delicia, eres mi esperanza, mi tesoro, mi bien;
soy feliz contigo y salto de gozo
como un cervatillo en la montaña.
Alegra siempre mi corazón,
oh Dios de la fiesta y la danza;
¡Aleluya, amén, aleluya! Dichoso el hombre que cuenta contigo.

 

 

Salmo 32. DE ALEGRÍA Y ESPERANZA

Nosotros, hijos tuyos, queremos alabarte, Padre,
con corazón limpio y sincero.
Juntos proclamamos tu bondad y decimos que eres grande y bueno.

Te bendecimos y te damos gracias
porque en ti está la alegría y la esperanza.
Tu Palabra es sincera y llena los corazones de alegría,
tus obras son graciosas y están inundadas de verdad,
tú amas, Padre, la justicia y el derecho,
y toda la tierra se llena de tu Espíritu de bondad y misericordia.

Estamos, Padre, en tus manos de ternura
y la fuerza de tu Espíritu engrandece nuestra pequeñez.
Nos has creado a tu imagen y semejanza:
has puesto tu misericordia en nuestros corazones,
tu palabra de vida en nuestros labios
y un dinamismo nuevo en todos nuestros proyectos.

Nos sentimos felices y esperanzados porque tú eres nuestro Padre.
Tu contemplas cada día nuestra tierra:
te alegra el bien del hombre y su progreso,
sufres también la injusticia y la mentira de tus hijos,
aumentas en todos la fuerza de tu Espíritu
y haces más sonora tu palabra para que tu pueblo se convierta
y llegue a ser la imagen viva de los proyectos de tu corazón.

Tú eres el único Señor del hombre y de la historia.
Tú permaneces para siempre, eres misericordioso y fiel.
Tu Espíritu es vida, bondad, esperanza, alegría y paz.
En cambio, los poderes, el dinero, la soberbia y la mentira
son hijos de la muerte, son paja que se lleva el viento.

Padre y Señor de la vida, nos salvas de la muerte
y, como a tu Hijo, nos regalas una nueva vida,
por eso siempre tenemos puesta nuestra confianza en ti
y nos sabemos y sentimos animados por tu Espíritu.
En él nos hiciste y por su acción nos recreas continuamente
y con él te decimos llenos de alegría y esperanza:
Abba, Padre nuestro.

 

 

Salmo 33. DESDE LA ALABANZA GOZOSA

Te bendigo, Señor, con el corazón gozoso, en todo tiempo;
día y noche, cuando trabajo o descanso, quiero alabarte;
mi corazón sólo en ti encuentra vida, amor y lealtad;
yo me alegro, Señor, con todos los hombres que te alaban.

Oh Dios, que todos los pueblos te engrandezcan;
que todos los pueblos ensalcen tu nombre por siempre;
te he buscado, Señor, y ahora mi corazón se llena de gozo,
porque me has librado de todos mis miedos y tensiones.

Mis ojos te miran y tu luz me inunda de alegría;
me siento feliz, me siento tranquilo cuando te alabo.
Yo soy pobre de corazón, Señor; a ti grito y tú me respondes;
siempre estás a punto para sacarme de mis angustias.

Tú acampas en tu tienda junto al pueblo escogido;
eres como una columna firme en medio de los que en ti creemos.
¡Oh Dios, yo he gustado y he visto lo bueno que eres tú!
Yo soy dichoso al haberte escogido como el centro de mi vida.

Ante ti, Señor, siento respeto y reverencia;
a tu lado yo he experimentado que nada me falta.
Los que pasan de ti, se quedan pobres y vacíos;
los que te buscamos, Señor, quedamos saciados.

Yo camino hacia ti, Señor, y abro mi oído a tu palabra;
quiero aprender a tu lado tu sabiduría y tu amor,
quiero vivir bajo la norma de tus mandatos.
Oh Dios, Dios de la vida, yo amo el vivir;
mi corazón desea gozar siempre de tu presencia.

Guarda, Señor, mi lengua del mal, de la palabra falsa;
no permitas que mis labios se encadenen a la mentira.
Quiero apartarme del mal, Señor, y obrar el bien cada día;
quiero buscar la paz y trabajar en servicio del perdón.

Tú tienes, Señor, los ojos abiertos sobre nosotros,
porque tu corazón vela por la obra de tus manos;
tu rostro brilla lleno de tu gloria y tu poder,
y al mirarte, la vida se siente segura y feliz.

Tú eres grande, eres maravilloso, eres único, Señor:
nuestros gritos tú los oyes y los acoges con ternura;
nuestras ansiedades y angustias las haces tuyas.
Tú estás cerca, Señor, de quien tiene roto el corazón,
y estás pronto a salvar a los que se sienten hundidos.

¡Qué hermoso, Señor, es tenerte a ti como Dios y como Padre!
¡Qué dichoso me siento al saberme hijo tuyo!
Yo confío en ti, lo espero todo de tu misericordia;
confío porque me amas y defiendes siempre mi vida.
Te alabo, Señor, con el corazón lleno de gozo.

 

 

Salmo 39. DE ACCIÓN DE GRACIAS

En ti, Señor, he puesto mi confianza,
tú te has inclinado con ternura sobre mí,
has escuchado mi clamor y has acogido mi vida.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Tú me has sacado, Señor, de la fosa fatal,
tú me has levantado del fango cenagoso donde estaba;
tú has asentado mis pies sobre roca firme;
tú has dado consistencia a mis pasos en busca de sentido.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Yo me siento dichoso, te alabo y exulto de alegría ante ti, Señor.
¡Cuántas maravillas has realizado en mi vida;
como tú no hay nadie capaz de tanto amor hacia el hombre!
Quiero dar testimonio de tu bondad y ternura para conmigo
y cantar, Señor Jesús, lo que tú has hecho con mi historia.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Tú no quieres, Señor, cosas que mueren, palabras sin certezas;
tú no quieres buenos sentimientos
que barre una nueva circunstancia;
lo que tú quieres, Señor Jesús, es un corazón abierto y noble,
capaz de decir «SI» a la voluntad del Padre; decir: «Aquí estoy».
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Quiero proclamar tu justicia entre los hombres, hacer historia;
quiero llevar tu voluntad de compartir ante los pueblos,
proclamar tu lealtad al hombre perseguido y marginado,
que tu amor y tu verdad lleguen hasta el corazón más pobre.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Que tu ternura, Señor, se derrame sobre mi vida
y me haga fuerte;
que tu amor y tu verdad sean la tienda donde yo more;
mira que mis ojos están cercados por la tiniebla espesa,
y mi corazón no acaba de arrancarse de los lazos opresores.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

Quiero vivir haciendo camino con las obras del bien;
quiero dejar estelas a mi paso de paz y misericordia.
No me dejes poner el pie en el hoyo profundo del mal,
y no permitas nunca que de ti tenga vergüenza.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

En ti mi corazón se goza y se alegra desde el fondo;
con los que te buscamos día a día yo repito: ¡Grande eres, Señor!
Yo amo tu salvación, he experimentado la verdad de tu amor.
Soy pobre, indefenso, desdichado tantas veces,
pero mi corazón confía en ti y te alaba en todo momento.
Quiero darte gracias siempre; porque creo, Señor,
que pase lo que pase, siempre tú estás conmigo.
Te doy gracias de todo corazón; me alegro contigo.

 

 

Salmo 64. CON GRITO DE JÚBILO

A ti, desde la tierra que tú creaste, la alabanza;
a ti, el honor y la gloria, Señor Dios nuestro.
A ti, que amas la obra de tus manos, te bendecimos;
a ti, que cuidas de la vida de los hombres, la acción de gracias.

Nos hiciste, Señor, a imagen y semejanza tuyas;
nosotros hemos destruido el brillo de nuestros rostros.
Nos vence el peso de nuestras rebeldías continuas,
aunque tú nos sigues reconociendo como hijos.

Dichoso, Señor, el hombre que tú eliges,
que llamas a seguir los pasos y las huellas de Cristo, tu Enviado.
Tú llenas de bienes a los que viven en tu Casa.
visitas con tu amor y tu gracia a los que llegan a tu presencia.

Tú eres grande, Señor, y nos regalas con prodigios de justicia;
eres para el que te busca, Dios de salvación y gloria;
esperanza de todos los que en ti creen y confían;
alegría y gozo de los sencillos y los humildes.

Tú afirmas los montes con tu fuerza
y derramas la abundancia sobre tus campos;
eres todopoderoso y acallas el estruendo de las olas;
eres sabio y justo y en tus manos se estremecen los mares.

A ti, Señor, la alabanza, el poder, la gloria para siempre.
A ti la acción de gracias, el honor y la honra.
Los pueblos, Señor, están en bullicio y saltan de júbilo;
los muros se caen y se derriban las barreras.

Hay signos en la Historia de nuevos vivientes;
y de la mañana a la tarde los hombres se asombran ante lo nuevo.
Has abierto las puertas que cerrojos de hierro envejecidos
las tenían cerradas y a los pueblos prisioneros de sus hierros.

Has abierto las ventanas de la historia y el sol a raudales
comienza a calentar los hogares vedados a la luz del mediodía.
Tu luz ha visitado al hombre en las tinieblas;
tu libertad ha liberado al hombre oprimido.
Alabanza a ti, Señor del hombre libre,
Señor del hombre sin cadenas.

Has visitado nuestra tierra y la estás llenando hasta rebosar;
la colmas de bienes y dejas asombrados a los incrédulos;
tú estás, Señor, donde el hombre se pone en pie y se hace libre;
tú estás impulsando el desarrollo de los pueblos.

Tu río, Señor, va lleno de agua y es agua para todos,
fuente de riqueza para dar vida a los trigales.
Has hecho florecer hasta la arena del desierto;
y las flores se ciñen de alegría en las colinas;
las praderas se visten de rebaños,

Los hombres se llenan de gritos de gozo y de canciones.
Señor, Dios nuestro, Señor del hombre y de la Historia,
acompaña nuestros pasos
y mantén el grito de júbilo de los pueblos.

 

 

Salmo 80. EN EL DÍA DE FIESTA

A ti gritamos de gozo, oh Dios, nuestra fuerza;
a ti aclamamos con el corazón lleno de júbilo.
A ti entonamos nuestra salmodia, para ti tocamos;
nuestros instrumentos musicales quieren alabarte,
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Reunidos te damos gracias,
porque has estado grande con nosotros;
tú cuidas de nuestras vidas más que de los lirios del campo;
tú te preocupas de nosotros, más que de los gorrioncillos.
A los lirios, Señor Dios, no les falta belleza ni colorido;
a los pajarillos no les faltan migajas de pan.
A nosotros nos has regalado con tu amor y lealtad.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Nos has ayudado a llevar la carga sobre nuestros hombros;
el peso no lo hemos notado porque tú lo aligeraste;
tus manos se han hecho manos nuestras, manos enlazadas;
tus pies se han hecho pasos nuestros, camino de la cumbre.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Aunque, Señor, has puesto a prueba nuestra fidelidad,
siempre has estado de nuestra parte, aún en lo más duro.
Hemos escuchado tu voz, somos tu pueblo escogido,
y queremos abrir el corazón de par en par
para seguir escuchándote.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Somos tuyos, Señor, y hoy renovamos contigo la alianza;
Tú eres nuestro, oh Dios; nosotros somos tuyos para siempre.
Hoy queremos hacer de tu ley norma de vida en nuestra vida;
queremos obedecer tu mandato y ser dóciles a tu palabra;
no nos abandones nunca a la dureza de nuestro pobre corazón,
y haz que caminemos siempre por tus caminos de paz y bien.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Contigo nuestra comunidad seguirá por buen camino,
y nuestros proyectos e inquietudes tendrán en ti respuesta;
abate los peligros que la marcha presenta a cada paso,
y asiéntanos, Señor, con la fuerza de tu Espíritu.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

Danos un corazón limpio y sincero, que se abra siempre a la luz;
susténtanos con tu poder, danos en alimento la flor del trigo.
Danos un corazón libre y verdadero, capaz de ilusiones y utopías;
sacia nuestros deseos profundos con la miel del romero.
¡Hoy es día de fiesta: gocémonos en el Señor, Dios nuestro!

¡Amén, aleluya!
Para ti, Señor, nuestro canto y nuestro aplauso.
Para ti, Señor, nuestro corazón que te aclama.

 

 

Salmo 91. PARA ALEGRARSE

Es bueno darte gracias, Señor, de corazón,
y cantarte con gozo cada día.
Es bueno proclamar por la mañana tu lealtad
y por la noche decirte de verdad que me has querido.

Es bueno decir que tus acciones, Señor,
son mi alegría y mi esperanza.
Es bueno decirte que las obras de tus manos
son júbilo y fiesta para mí.

Te doy gracias y me alegro
por el don maravilloso de la vida.
Te doy gracias y me alegro
por el don entrañable del bautismo.

Te doy gracias y me alegro
por el don precioso de tu Espíritu.
Te doy gracias y me alegro
por el don precioso de tu Palabra.
Te doy gracias y me alegro
por el don único de tu Pan de vida.

Qué grandes son tus obras, Señor.
Qué profundos son tus designios.
Qué grandes son tus proyectos para nosotros.
Qué profundos son tus deseos para el que te busca.
Es bello, Señor, vivir siendo tú el centro de mi vida.
Es bello, Señor, saber que tú eres el Señor de mi vida.

Muchos no te conocen, Señor, y me da pena
que pongan su vida en cosas que se acaban.
Muchos no saben que tú eres Padre
y que nos quieres a todos con ternura.
Tú eres grande para siempre.
Tu amor me inunda y me hace feliz.

El hombre honrado florecerá como palmera,
se abrirá como un trigal fecundo,
siempre tendrá el fruto a mano
y su vida ante ti, Señor, será preciosa.

Es bueno darte gracias, Señor,
y cantarte de gozo cada día.
Es bueno abrir el corazón de par en par
y dejar que tu luz inunde de tu paz toda la vida.

 

 

Salmo 96. DE UN CANTO NUEVO

Te cantamos, Señor, un canto nuevo;
con alegría de corazón, unidos a toda la tierra,
bendecimos tu nombre glorioso.
Anunciamos tu salvación a todos los pueblos;
tu gloria, tu vida contamos a todas las naciones.

Has hecho maravillas, eres poderoso y grande;
a ti nuestro honor y alabanza por siempre.
Los ídolos que nos quieren esclavizar, Señor,
son como espuma, como ceniza que barre el viento;
sólo tú permaneces para siempre en nuestra historia;
sólo tú eres digno de nuestro canto nuevo.

Tu gloria y tu grandeza proclaman las flores del campo;
tu poder y tu fulgor gritan las estrellas de tu cielo;
tu majestad y tu inmensidad pregonan las aguas de los mares;
los volcanes y los montes nos hablan de tu señorío eterno.

Familias de los pueblos,
cantad con nosotros las grandezas de Dios;
alabad con nosotros su gloria y su poder;
rendid a Dios el honor que se merece,
la alabanza que él espera;
rendid a Dios la gloria de su nombre por siempre.

A tu casa nos dirigimos para ofrecerte nuestros dones.
Ante tu esplendor sagrado encendemos nuestras luces.
Acepta nuestra oblación, Padre del hombre y de la tierra,
llena nuestras manos del trigo de tus campos.

Ante todas las gentes te decimos jubilosos:
¡eres nuestro Rey!
Ante todas las naciones te aclamamos unánimes:
¡eres nuestra Esperanza!
Ante todo el universo te gritamos unidos:
¡estamos ante ti!
Ante todas las cosas que viven te decimos:
¡somos tuyos!

Tú diriges el curso de la Historia;
gobiernas el universo con sabiduría y bondad.
Tu ley busca el bien y la paz del hombre;
tus mandatos manifiestan tu voluntad de salvación.

Tu rostro, Señor, queremos ver;
danos la luz de tu mirada.
Tus pasos, Señor, queremos oír;
acércate hasta nuestras vidas.
Tú vienes, como Señor, para juzgar la tierra,
para salvar los hombres.
Abre nuestro corazón a la alegría y al júbilo de tu llegada.

Esperamos tu justicia en nuestra tierra.
Llena las manos del que nada tiene
y da pan al que pasa hambre.
Mueve el corazón del que todo le sobra y despilfarra.
Da a cada hombre el sentido de justicia y de hospitalidad.

Ven, Señor, llega a nuestra tierra
y pon las cosas en su sitio;
tú que eres justo,
confunde al que abusa del poder y miente.
Ven, Señor, y trae la paz y el bien
al corazón del hombre,
que se agita en el dolor y en el vacío.

 

 

Salmo 103. BENDICE ALMA MÍA

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas,
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando,
ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados,
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza y ya no existe,
su terreno ya no volverá a verla.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.

Bendecid al Señor, ángeles suyos:
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.
Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.
Bendice, alma mía, al Señor.

 

 

Salmo 110. ANTE LAS MARAVILLAS DE DIOS

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
mi espíritu se eleva en busca de tu grandeza;
eres maravilloso, único y admirable
en ti mi corazón se siente bien y en paz.

Quiero cantarte desde la comunidad que me acoge;
quiero elevar mi alabanza junto a mis hermanos;
quiero unirme a ellos y decirte de corazón: ¡eres entrañable!
Quiero darte gracias por no estar solo, por ser alguien con ellos.

Tus obras son grandes: ¡tu misericordia con el pobre!
¡tu ternura con el que cae!, ¡tu bondad con el que sufre!,
¡tu compasión con el marginado!

Que tu justicia, Señor permanezca entre nosotros.
Que brote en tierra árida y desolada.
Que sea el fruto de un corazón que apoya al otro.
Que haga germinar la paz en nuestra tierra.

Eres clemente y compasivo
y en tu corazón la paz brota a raudales.
Eres fiel a tu alianza con el hombre
y cumples la palabra dada.
Das alimento al que abre la mano en busca de tu ayuda,
y ante ti todos los pueblos, uno a uno, son iguales.

Las obras de tus manos son verdad y transparencia;
en ti, Señor, no hay doblez ni engaño;
eres leal, eres fiel, eres sincero y auténtico,
y en ti puedo confiar porque sé que me amas.

Tu corazón, Señor, es como la nieve en la cumbre llena de pureza;
como las estrellas en la noche derrochando luz;
como la puesta de sol en el mar irradiando paz;
como el lago escondido invitando a la quietud.

Has liberado a tu pueblo y establecido con él alianza;
has sellado con la sangre de tu Hijo
la verdad de un nuevo pacto;
has salvado la vida de los hombres y los has hecho libres,
para que en su libertad te sigan como hijos amando.

Eres santo, eres justo y misericordioso;
eres compasivo con el que se acerca a tu corazón de Padre;
eres bueno y acoges con fiesta al hijo que vuelve a casa;
eres lo mejor de nuestras vidas, de la mañana a la tarde.

De todo corazón te doy gracias;
mi alabanza quiere proclamar tus maravillas una a una;
bendito seas, Señor del corazón del hombre que te busca,
entre sus fibras dejas las marcas profundas de tus huellas.

 

 

Salmo 144. ME HAS LIBERADO

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
te bendeciré por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré y te alabaré.
Eres grande, Señor. Incalculable es tu grandeza.
Eres grande, pues me has librado.

Yo también quiero alabar tus obras,
las hazañas que has hecho con nosotros.
Yo quiero contar tus maravillas.
Quiero narrar tus grandes proezas.
Tu inmensa bondad está en tus obras
y tus victorias cuentan la liberación de tu pueblo.
Eres grande, porque me has liberado.

Eres clemente y compasivo, paciente y misericordioso.
Eres bueno con todos, eres cariñoso con todas tus criaturas.
Has tenido compasión de mí y me has liberado.
Has tenido paciencia conmigo y me has liberado.

Que te den gracias todos los hombres,
que se alegre el corazón de los salvados.
Que proclamen las grandezas de tu Reino.
Tu reinado es un reinado para siempre.
Eres fiel en todas tus palabras, leal en todas tus acciones.
Eres grande, pues me has liberado.

Tú, Señor, sostienes a los que van a caer,
enderezas a los que ya se doblan.
Nuestros ojos te están aguardando
y tú nos das el pan de cada día.
Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente.
Eres grande, pues me has liberado.

Eres justo en todos tus caminos,
leal con todos los que te buscan;
estás cerca, Señor, de los que te invocan,
de los que te llaman sinceramente.
Satisfaces los deseos de los que se abren a ti,
escuchas sus palabras y los salvas.
Tú guardas a los que te aman.
Guardas a los que te aman de todo corazón.

Oh Dios, Dios mío, yo quiero amarte de verdad,
con toda mi mente y con todas mis fuerzas,
con toda mi alma y con todo mi ser,
amarte sobre todas las cosas,
a ti, que eres mi Señor y mi Salvador.
A ti, que me has liberado.

 

 

Salmo 144. DE LA GLORIA DE DIOS

Yo te alabo, oh Rey, Dios mío; yo te doy gloria.
Bendigo tu nombre con el corazón lleno de gozo.
Todos los días quiero ensalzarte porque eres el Señor.
Eres grande y digno de alabanza: ¡Bendito seas!

Quiero proclamar la grandeza de tu amor entre nosotros.
Quiero pregonar las proezas que has hecho con los hombres.
Tu esplendor, tu majestad, la grandeza de tu gloria,
quiero anunciar a todas las gentes, oh Dios nuestro.

Yo canto tus grandezas en mi vida, las obras de tu amor.
Mi corazón sabe la ternura de tu corazón de Padre.
Tu justicia, tu santidad han tocado mi vida.
Alabado seas, Señor, por lo grande que has estado conmigo.

Eres clemente y compasivo con el hombre, Señor;
tardo a la cólera y grande en el amor; eres bueno.
Mi vida tiene experiencia de tus ternuras y tus caricias;
y tu perdón y compasión han sido la delicia de mi corazón.

Yo te doy gracias, Señor, con todo lo que has creado;
me uno a tus amigos, Señor y te digo que eres entrañable;
tus huellas de bondad habitan en el corazón de nuestra tierra
y tu paciencia y mansedumbre son prueba de tu amor.

Tu Reino, Señor, es Casa común para todo el que te ama.
Me siento feliz, Señor, al saberme miembro de tu Familia;
Tú eres fiel en tus palabras y acciones; ¡gloria a ti, Señor!
Tú eres fiel en la alianza con los hombres: ¡gloria a ti, Señor!

Mis ojos están fijos en ti y esperan tu salvación.
Mis manos se alzan hacia ti y esperan tu alimento.
Mi corazón está abierto ante ti y espera tu ternura.
Mis pies caminan hacia ti y busco llegar a tus brazos.

Tú eres justo, Señor, en todos tus caminos y senderos;
eres amoroso y entrañable con el hombre que te quiere;
estás cerca de los que te buscan y aún no te encuentran,
y te manifiestas a los que te invocan de verdad.

Tú realizas el deseo del que te ama y cumple tu palabra;
tú escuchas el clamor del que confía y espera tu liberación;
tú guardas la vida del hombre que te escucha y ama;
tú eres Dios de la gloria y das tu vida, tu amor y lealtad.

Alabado seas, mi Señor,
en mis noches y en mis pruebas;
en los días de luz y alegría;
alabado seas, mi Señor,
cuando todo me sale al revés,
y cuando la vida me sonríe.

¡Amén, aleluya!
¡A ti la gloria y la alabanza por siempre!
¡A ti honor y la acción de gracias!

AMOR 

 

 

SÓLO OS PIDO QUE SE AMEN

Sólo os pido que se amen
no hacen falta otras leyes ni otros ritos;
que se amen unos a otros,
que multipliquen los encuentros, las ternuras,
los abrazos y los besos;
sólo quiero que se besen,
y que pongan en común lo que tienen,
lo que son;
que dialoguen, se entiendan.

Sólo quiero que se quieran.
Quiero, amigos míos que se sirvan,
que se laven los pies unos a otros,
que se acompañen y se ayuden a caminar;
que se curen mutuamente las heridas;
que se perdonen
y que no dejen a nadie solo.
Dense el tiempo que haga falta.

Regálense mutuamente algún detalle, cosas, gestos,
como signo de amistad y de presencia,
como yo hice con ustedes;
que lleve su marca y su espíritu;
Regálense en todo, a ustedes mismos,
como un pequeño sacramento;
el amor es siempre gracia y presencia.

Ya solo vale el amor.
pero con una condición,
una pequeña circunstancia
que deben tener en cuenta:
que su amor sea como el mío,
que les sirva y que les ame,
como yo lo hice con ustedes.
Y más nada.

Rafael Prieto Ramiro

EL AMOR ES LA ESPERA SIN LÍMITES

El amor es la espera sin límites,
es la entrega sin límites,
y es la disculpa sin límites. Sin límites.

No es egoísmo, ni se irrita, no.
El amor cree todo sin límites,
aguanta sin límites,
y es generoso sin límites, sin límites.
No tiene envidia, ni sabe contar.
No pide nada.

El amor es la espera sin límites,
es la entrega sin límites,
y es la disculpa sin límites. Sin límites.

No es egoísta ni se irrita, no.
No pide nada.

El amor es humilde sin límites,
es comprensivo sin límites,
y es la justicia sin límites, sin límites.

Es siempre tierno y dice la verdad.
El amor cree todo sin límites,
aguanta todo sin límites,
y es generoso sin límites, sin límites.

No tiene envidia ni sabe contar.
Ni pide nada.

 

OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO

Os doy un mandamiento nuevo.
Un mandamiento que no manda,
porque el amor no se puede mandar,
el amor no puede ser una obligación;
sino una invitación.
Gracias, Padre, por tu invitación al amor.

Os doy un mandamiento nuevo.
Os invito a experimentar el amor,
os invito a un banquete de amor.
Os propongo una nueva manera de amar,
os incito, os hago, pues, este requerimiento.
Gracias, Padre,
por el tierno pan cotidiano de tu amor.

Os doy un mandamiento nuevo.
Una fórmula infalible y certera
como flecha directa al corazón, mortal de necesidad.
Un amor extensivo, una onda expansiva
que desde donde estáis llegue
a toda la superficie del lago en oleadas sucesivas.
Gracias, Padre, por ser tan universal en el amor.

Os doy un mandamiento nuevo.
Una señal distintiva, acreditativa,
una señal de identidad y de identificación,
como garantía de calidad y denominación de origen,
por ella se conocerá que sois de los míos.
Gracias, Padre, por descubrirnos
en Jesús la humanidad del amor.

Os doy un mandamiento nuevo
y os reconocerán por cómo amáis,
cómo practicáis la solidaridad,
cómo os relacionáis unos con otros,
cómo os afectan las situaciones humanas,
cómo reaccionáis y os implicáis,
cómo os sentís invitados, solicitados,
reclamados, requeridos y amigos.
Gracias, Padre, por ser el primero en amarnos.

Os doy un mandamiento nuevo, todavía casi por estrenar.
Os lo doy como precioso legado, como pacto secreto,
como sabroso bocado, como testamento ante notario
del que sois testigos y parte interesada.
Él es compromiso ineludible, urgencia insoslayable,
un reto, una provocación.
Gracias, Padre, por el regalo de tu amor.

TÚ ERES AMOR

Tú eres amor; amor entregado hasta el extremo.
Tú eres amor, oh Padre, y en ti quiero buscar mi amor.
Tú eres bueno, misericordioso y compasivo.
Tú amas y llamas al hombre a ser feliz.
Enséñame, Padre, a amar como tú amas; a ser fiel en el amor.
Enséñame a abrir mis ojos al otro y olvidarme de mí.

Tú eres amor, oh Cristo, ternura de Dios en la historia.
Tú eres el corazón del Padre abierto de par en par;
abierto hasta estallar de gozo en lo alto de la cruz.
Tu amor, Jesús, es amor que salva y cura;
tu amor es la liberación y rescate del hombre;
tu amor lo has puesto en el enfermo y el pecador
y te has hecho, amando, como uno de tantos.
Enséñame, Jesús, a amar como tú.

Tú eres amor, oh Espíritu de vida; amor del Padre y del Hijo.
Tú eres el Regalo de Dios al hombre para salvarlo;
tú eres el que vivifica, el que anima y consuela.
Enséñame, Espíritu de amor, a amar como amas tú.
Enséñame, Espíritu de la verdad, a ser verdadero en mi amor.

Yo quiero, Jesús, amar con el corazón de tu Iglesia.
Quiero ser comunidad abierta a todos los hermanos.
Quiero ser casa donde sea bienvenido el que llega.
Quiero amar con un amor desinteresado y libre,
con un corazón limpio y transparente,
sin esperar recompensa por lo que he dado.

Dame, Señor, un corazón limpio y generoso,
donde el otro encuentre un espacio de libertad,
donde el otro encuentre un rincón para ser acogido,
donde el otro encuentre un clima para ser feliz,
donde el otro encuentre un oasis donde descansar,
donde el otro encuentre una llama encendida donde ardas tú.

Señor Jesús, alegra mi corazón
para que sea un arcoíris de alegría.
Fortalece mi corazón
para que sea roca firme que dé apoyo.
Libera mi corazón
para que sea un mar sin fronteras donde ser libre.
Da esperanza a mi corazón
para que ayude siempre a caminar.
Tú que eres el amor del Padre entre los hombres,
dame tu Espíritu de amor
para que ame, sencillamente y de verdad.

 

Salmo 84. DESDE EL AMOR Y LA VERDAD

Has sido bueno, Señor, con nuestra tierra;
has hecho de nosotros un pueblo libre;
has liberado a sus gentes de sus cadenas;
has cubierto con tu amor nuestros pecados;
nos has mirado con bondad y misericordia;
has tenido paciencia y mansedumbre con nosotros.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Haznos volver, Dios de nuestra salvación, con paso firme,
por el camino que marcan tu ley y tus mandatos;
haznos volver, todos juntos, como un racimo unido,
hasta estrecharnos con verdad y amor, como hermanos.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Sé indulgente, ten paciencia, ten aguante con nosotros;
somos comunidad que busca, y poco a poco va encontrando;
somos peregrinos que caminan, tantas veces, sin saber a dónde,
pero en el fondo te queremos siempre a nuestro lado.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Muéstranos tu amor, Señor, manifiéstate en nuestra noche;
danos la bondad que brota a raudales de tus ojos;
derrama sobre nuestras vidas los dones de tu Espíritu
que transformen nuestros deseos.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Queremos escuchar con el corazón de par en par,
lo que tú hablas, lo que sale de tus labios;
queremos acoger tu Palabra de vida en la nuestra,
y que la paz y el bien acompañen nuestros pasos.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Tú nos quieres en tu casa como amigos verdaderos,
y cuentas con nosotros para trabajar en los campos de tu Reino;
que tu salvación se haga presente en nuestras obras,
y tu gloria ilumine lo llano y lo abrupto del sendero.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

El amor y la verdad en tus manos se dan cita;
la justicia y la paz en tu corazón se abrazan;
que de la tierra, nuestra tierra, brote la Verdad,
y que la justicia, abra de par en par cada puerta cerrada.
¡Por tu gran amor, por tu bondad, te damos gracias!

Tú mismo, oh Dios, serás la dicha de quien te busca;
serás la alegría de quien te ama;
serás verdad y amor para el que cree;
tú mismo, oh Dios, serás respuesta cierta a quien te llama.
¡Por tu gran amor, por tu bondad. te damos gracias!

Salmo 88. DESDE LA LEALTAD Y LA FIDELIDAD

Yo canto tu amor por siempre, Señor del hombre.
Proclamo tu lealtad y fidelidad con el corazón gozoso.
Eres Dios, eres Amor: feliz el corazón que en ti cree:
eres Padre, eres ternura: feliz el que te ama.

Tú has hecho alianza con nosotros;
tú cumples tu palabra y realizas tu promesa;
es grande saber que nunca fallas en tus proyectos
y que en ti está la seguridad del hombre frágil.

El sol y las estrellas, la luz y el viento,
proclaman las maravillas de tu bondad y belleza;
como tú, Señor, no hay nadie; eres el Único,
y tu poder es fuerza salvadora en la historia.

Todo es tuyo, Señor; la tierra salió de tus manos.
Todo es tuyo, Señor, y conservas la vida de cuanto existe.
Justicia y Derecho, Amor y Verdad son tus obras;
dichoso el pueblo, Señor, que camina a la luz de tu rostro.

Tú llenas el corazón del hombre de paz y bien;
te conviertes para el débil en escudo que protege.
Me has ungido con el óleo de tu divino Espíritu,
y tu mano poderosa está siempre a mi lado.

Gracias, Señor, por tu amor y tu lealtad;
porque tu vida se manifiesta en mi vida;
gracias porque tú eres mi Padre, mi salvación;
porque en Jesús me amas como a un hijo.

Yo quiero, Señor, cumplir tu ley, seguir tu norma de vida;
quiero acoger tu Palabra y hacerla realidad;
quiero ser fiel a tus mandamientos, a tu voluntad;
quiero ser feliz andando por tus caminos.

Gracias, Señor,
porque nunca olvidas la obra de tus manos;
porque somos pertenencia tuya;
porque en Jesús te manifestaste fiel y leal;
porque en Jesús te hiciste salvación del hombre.

Cuando falle en mi camino;
cuando sea débil al dar mis pasos,
ten piedad conmigo, Señor,
y fortaléceme con tu Espíritu de amor.
Cuando quiera volverme atrás para romper tu alianza,
ilumina mi ceguera y fortalece mi corazón.

Que tu amor sea el aliento y el estímulo de mi vida;
que tu amor sea quien despierte en mi corazón amor sincero;
aunque flaquee en el amor que te tengo,
sígueme amando, Señor,
y devuélveme el calor de mi amor primero.

¡Bendito seas tú, Señor, por siempre!
¡Alabado seas tú, Señor, por tu lealtad!
¡Gloria a ti, Señor, por tu fidelidad!
¡Honor a ti, Señor, por tu bondad!

Salmo 117. EL AMOR DE DIOS NOS ALEGRA

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno;
te damos gracias, porque es eterno tu amor.
Proclamamos desde nuestra experiencia que nos quieres;
decimos a las gentes que has estado grande con nosotros.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

En nuestra aflicción a ti gritamos y nos diste respiro.
Tú estás por nosotros: ¿quién podrá hacernos daño?
No tenemos miedo porque tu amor es nuestra defensa;
tú estás con nosotros, entre los que nos ayudan.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Mejor es buscar en ti refugio cuando arrecia la prueba,
que confiar en nuestras fuerzas sin contar contigo.
Mejor es sentirse protegido por tu amor y lealtad,
que confiar en los que tienen poder y abusan de su fuerza.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Cuando nos rodean los agentes del mal tendiéndonos sus lazos,
la fuerza de tu Espíritu fortalece nuestras vidas.
Cuando la propaganda machacona y descarada nos ataca,
con la fuerza de tu Evangelio salimos victoriosos.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Como enjambre de avispas el mal llama a nuestra puerta;
como fuego prendido en zarzas el placer absurdo nos reclama.
Nos empuja para abatirnos, nos apuntan con el dedo;
en medio de la tormenta tú, Señor, eres ayuda segura.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Entre nosotros, Señor, hay clamor de júbilo y salvación;
nuestra tienda mantiene la puerta abierta para el que llega;
somos felices, Señor, con tu presencia en medio de nosotros,
y estamos contentos porque contigo es posible la victoria.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Nosotros queremos sellar contigo la alianza;
queremos vivir el Amor derramado en nuestros corazones,
en la fuerza y el poder de tu Espíritu de Vida.
Tu gracia y tu verdad es más fuerte que nuestra flaqueza.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Que se abran de par en par las puertas de tu Reino;
que el hombre que cumple tu Palabra se siente a tu mesa;
que haya pan en abundancia para el hombre justo y honesto;
y que el corazón feliz con tus dones, te dé gracias.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Tú eres, Jesús, la Piedra angular que otros rechazan;
hoy eres cimiento donde se apoya en pie tu Iglesia;
nosotros admiramos la obra maravillosa de tus manos
y exultamos de gozo al sabernos cimentados en tu vida.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Con ramos en la mano te aclamamos,
oh Cristo, Salvador del hombre.
Con vítores y cantos te decimos:
¡Eres Camino, Verdad y Vida!
Ven con nosotros al caminar y alienta nuestra marcha;
desde la salida del sol hasta el ocaso, sé tú nuestro Guía.
¡El amor de Dios alegra nuestro corazón, aleluya!

Salmo 135. DE LA GRANDEZA DEL AMAR

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno de corazón.
Porque tu amor y bondad,
tu ternura y compasión son eternos.
Te damos gracias, Señor, a ti que eres el Único, el Verdadero.
porque es eterno siempre tu amor.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En tu amor hiciste maravillas con los hombres;
y llenaste los cielos de belleza incomparable.
En tu amor juntaste las aguas en un mar sin fronteras;
y revestiste la tierra de árboles y de flores.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

Hiciste las grandes lumbreras que iluminan nuestra vida;
de tu amor surgió el calor del sol y la luz de la luna.
Sembraste el cielo de estrellas puras y relucientes;
de tu amor salió radiante la estrella matutina.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En tu amor libraste de la esclavitud a tu pueblo prisionero;
con mano fuerte y tenso brazo lo condujiste por el desierto.
En tu amor llenaste de luz con la Nube sus noches;
y en la nube derramaste sobre ellos la ternura de tu amor.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En tu amor el mar de los juncos se abrió por medio;
y pasaron tus hijos dejando en él sus huellas.
En tu amor hundiste en las aguas al enemigo de tu pueblo;
y diste a los tuyos el gozo desbordante de la victoria.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En tu amor guiaste a tu pueblo libre por el desierto;
y le diste el maná como alimento y el agua como bebida.
En tu amor cayeron a su lado los que interferían su marcha;
y los llevaste en vuelo como sobre alas de águila.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En amor hiciste con tu pueblo alianza junto al monte;
y le diste una ley para que guiara sus caminos.
En amor sellaste con ellos la alianza para siempre;
y lo hiciste propiedad tuya entre las naciones de la tierra.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En amor hiciste entrar a tu pueblo en una tierra nueva;
y cumpliste con ellos la palabra dada haciéndola realidad.
En amor hiciste crecer a tu pueblo como las estrellas del cielo;
y en amor le hiciste numeroso como las arenas de las playas.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

En amor has hecho de nosotros el Pueblo nuevo en Jesús, tu Hijo;
y en sangre nacimos en la fiesta de la Pascua nueva.
En amor nos has hecho Iglesia peregrina entre los pueblos;
y en tu Espíritu de vida, paso a paso, de nuevo nos alientas.
¡EL AMAR, Señor, es «amor en ejercicio»: enséñanos a AMAR!

 

CANTO AL AMOR (1Cor 13)

Señor Jesús:
¿De qué nos sirve hablar las lenguas
de los hombres y de los ángeles?
Si nos falta el amor,
sólo somos campanas que repican
o platillos que hacen ruido.
¿De qué nos sirve comunicar
mensajes en nombre de Dios,
penetrar todos los secretos
y poseer la más profunda ciencia?

¿De qué nos vale tener toda la fe
que se precisa para mover montañas?
Si nos falta el amor, nada somos.
¿De qué nos sirve entregar
toda nuestra fortuna a los pobres,
e incluso nuestro cuerpo a las llamas?
Si nos falta el amor, de nada nos aprovecha.

Tú nos enseñaste, Señor Jesús,
que el amor es comprensivo y servicial:
el amor nada sabe de envidias,
de arrogancias, ni de orgullos.
No es grosero, no es egoísta,
no se impacienta, no es rencoroso.
Lejos de alegrarse de la injusticia,
encuentra su gozo en la verdad.

Disculpa sin límites,
confía sin límites,
espera sin límites,
soporta sin límites.
Tú nos enseñaste, Señor Jesús,
que el amor nunca muere.

Vendrá, en cambio, un día
en que nadie comunicará mensajes en nombre de Dios,
nadie hablará un lenguaje misterioso,
nadie podrá presumir de una profunda ciencia.
Ahora, Señor, nuestro saber es limitado,
limitada nuestra capacidad
de hablar en nombre de Dios.
Mas cuando venga lo completo,
desaparecerá lo que es limitado.
Entonces conoceremos del todo,
como Dios mismo nos conoce.

Tres cosas hay, en fin, que permanecen:
la fe, la esperanza y el amor.
De ellas, Señor Jesús,
la más grande es el amor.

BIENAVENTURANZAS

 

CONDICIONES PARA LA PAZ DEL CORAZÓN

Si no busco el poder
ningún poderoso podrá hacerme daño.

Si no ambiciono riquezas
jamás me sentiré amenazado por la miseria.

Si no corro tras los honores
convertiré toda humillación en humildad.

Si no me comparo con nadie
seré feliz con lo bueno que hay en mí mismo.

Si no me dejo invadir por la prisa
encontraré tiempo para todo lo necesario.

Si no soy esclavo de la eficacia
daré el fruto que los demás esperan de mí.

Si no me enredo en la competitividad
entraré en comunión con lo bueno que hay en todo.

Si vivo a fondo el momento presente
seré dueño absoluto del pasado y del futuro.

Si acepto el fracaso en mi vida
habré librado mi vida de toda frustración.

Si vivo para el amor
el amor estará siempre vivo para mí.

 

 

BIENAVENTURADOS LOS QUE AMAN

Bienaventurados los que aman
el interés del otro como el suyo propio,
porque crearán paz y unidad.

Bienaventurados los que están siempre dispuestos
a dar el primer paso,
porque descubrirán que el otro
está mucho más abierto de lo que podía parecer.

Bienaventurados los que nunca dicen:
¡Y ahora basta!,
porque encontrarán un nuevo comienzo.

Bienaventurados los que primero escuchan
y después hablan,
porque a ellos se les escuchará.

Bienaventurados los que descubren
el granito de verdad en cada discusión,
porque podrán integrar y mediar.

Bienaventurados los que jamás
se aprovechan de su situación,
porque serán respetados.

Bienaventurados los que nunca se ofenden
ni desilusionan,
porque ellos crearán el clima.

Bienaventurados los que pueden someterse
y perder,
porque el Señor puede entonces ganar.

Klaus Hemmerle

 

BIENAVENTURANZAS DE LA PAZ

Dichosos los hombres de paz que no sois violentos,
los que habéis renunciado a toda agresividad.
Dichosos los que hacéis de la palabra del amor
vuestra bandera, superando la ley
del «ojo por ojo y diente por diente”.
Vuestras manos estarán siempre abiertas:
¡Manos de misericordia, corazón de paz!
¡Dios mismo será vuestro regalo!

Feliz el hombre que rompe el cerco del mal
«transformando las espadas en arados”.
Feliz aquel que vence el mal con la fuerza del bien,
que responde a la injuria con el perdón,
al insulto con palabras de amor.
¡La paz será siempre su compañera!

Dichosos los que tenéis la paz en el corazón,
acurrucada como una paloma;
los que habéis conquistado la armonía de vuestro propio ser
y os habéis puesto en comunión con la armonía del universo.
¡Vosotros vivís ya los tiempos nuevos!
¡En vuestra carne «la justicia y la paz se besan»!

Dichoso el hombre
que no intenta salvar a los pobres y oprimidos de la tierra
eligiendo las armas del poder y de la fuerza,
porque, cree en la victoria de la no-violencia por amor.
Dichoso quien llama Amigo y Señor
al hombre que abrazó la Cruz hasta el Calvario,
porque recibirá de sus manos el fuego de la Vida,
la antorcha de la Paz.

Felices vosotros si, cuando os piden, dais,
y más felices aún si os dais a vosotros mismos.
Felices si sabéis animar, ayudar,
acompañar a vuestros amigos;
pero seréis más felices
si hacéis esas mismas cosas con vuestros enemigos.
¡En todo momento viviréis dando una oportunidad a la paz!

Dichosos los jóvenes que acogen la paz como regalo,
como tarea y compromiso.
Dichosos los jóvenes que se declaran «Amigos de la Paz»
y dicen ¡no! a la guerra, ¡no! a toda preparación para la guerra…,
mientras se manifiestan partidarios
del pan, la salud y la cultura.

Dichosos mil veces los agentes de la paz.
¡El Espíritu de Dios se posa como un fuego
en vuestro corazón y os hace hijos del Amor!

Domingo Martín

 

SALMO DE LAS BIENAVENTURANZAS

Has subido al monte, tu monte, el de la Cruz,
y has abierto el corazón a los hombres.
Tu corazón se ha hecho manifestación del corazón del Padre.
El corazón del Padre es feliz, dichoso, siempre en fiesta.
Es feliz, porque es pobre, sin poderes, para todos.
Es feliz y se derrama en Reino como un río.
¡Felices los pobres como el corazón del Padre!

Has vuelto a llamar al hombre a ser feliz,
al hombre que llora con el llanto del hermano,
al hombre que enjuga las lágrimas del hombre con ternura,
como el Padre llora con el hijo pródigo
y le abraza y envuelve su dolor en su misericordia.
¡Felices los que lloran como el Padre llora con el que sufre!

De nuevo has vuelto al corazón del Padre, feliz,
porque es paciente, es manso, es dulce, permanece.
Y has dicho al hombre que sea firme y fiel,
que aguante al hermano con amor, y sonría a su lado.
Y le has dicho que la tierra, su Reino, será su felicidad.
¡Felices los mansos que aguantan como el corazón del Padre!

Tu voz ha llegado hasta los hombres, que te escuchan.
Les has dicho, Señor Jesús, que tengan hambre y sed de justicia.
Que busquen ser santos, misericordiosos como el Padre
y el corazón se volverá perdón para con el hermano.
Has dicho que busquen compartir, hacer justa la tierra,
que todos, en el corazón del Padre, tenemos la misma casa.
¡Felices los que tienen hambre como el Padre de hacer unidad!

Has abierto el corazón feliz del Padre hecho misericordia.
Y has dicho que el hombre sea bueno con el hombre,
que el perdón al hermano da alegría y paz,
y que la reconciliación es la señal de un corazón feliz.
Has dicho que al corazón del Padre misericordioso
se llega desde la misericordia con el hermano.
Has dicho que el Padre llora de gozo cuando perdona.
¡Felices los misericordiosos como el Padre, misericordioso!

Has dicho a los hombres que el corazón del Padre es limpio,
es transparente, sincero, lleno de verdad, de coherencia.
Has dicho que el corazón del Padre no tiene doble cara,
ni que hace juego sucio. El corazón del Padre es.
Y has dicho que el Padre es feliz en su ser verdadero.
Y que el hombre es feliz cuando no hace juego sucio.
Has dicho que sólo con el corazón limpio se ve al Padre.
Y entonces el corazón se hace fiesta de mil colores.
¡Felices los limpios de corazón como es limpio el del Padre!

Has dicho que el Padre siempre crea y da paz.
Que en su corazón hay unidad, armonía, comunión.
Has dicho que el Padre es feliz con todos sus hijos en casa.
Que su corazón es fiesta cuando todos se encuentran.
Y has dicho al hombre que siembre paz y bien,
que lleve por el mundo la bondad y la ternura,
que haga encuentro y que canten en corro la paz.
¡Felices los que comunican paz, como el corazón del Padre!

Has dicho que felices los perseguidos, los marginados,
aquellos que no tienen derechos y sólo obligaciones.
Has dicho que el corazón del Padre está feliz
del lado del que nada tiene, del lado del que sufre.
Has dicho que el bien sea la fuerza de vencer el mal,
y que la violencia sea olvidada hasta la raíz.
Has dicho que la muerte sólo engendra muerte,
y que la vida es la única que da vida.
Has dicho que se acabaron las luchas y las guerras
entre los hombres. Y que el Reino es comunión.
¡Felices los perseguidos por hacer el bien, como el Padre!

Has dicho, desde la Cruz en alto, clavado en el madero,
que cuando nos maldigan y persigan y calumnien,
que no se encojan, que miren al madero, que te miren.
Y que se alegren, que se muestren contentos,
porque detrás de la cruz está el nuevo día, resurrección.
Has dicho que así se trata al verdadero profeta
y que tú eres feliz por morir por la causa del Padre: el Reino.
¡Felices los que dan su vida por la Causa del Padre!

Señor Jesús, que tu Reino llegue al corazón del hombre.
Tu Reino sin poderes, con un corazón pobre.
Tu Reino de sencillez, de compasión y ternura.
Tu Reino de paz, de justicia, de mansedumbre.
Tu Reino de misericordia, de compasión y perdón.
Tu Reino de corazón limpio, sin doble cara.
Tu Reino de fraternidad, de compartir, de hacer mesa.
Tu Reino de verdad, de caridad, de justicia.

Señor Jesús, danos un corazón feliz como el del Padre.
Danos un corazón que haga feliz al hermano.
Danos un corazón que experimente el corazón del Padre,
y entonces sabremos amar desde la felicidad
y crear la Nueva Humanidad de las Bienaventuranzas.

¡Feliz Tú, Señor Jesús, porque viviste con el corazón del Padre!
¡Feliz Tú, que has amado hasta dar la vida sin medida!
¡Feliz Tú, que nos quieres a todos unidos en el corazón del Padre!

 

BIENAVENTURADOS

Bienaventurados los que lloran, los descontentos de sí,
los que sienten los problemas del mundo como suyos,
los que se reconocen responsables del pecado del mundo,
los que están en crisis y buscan superarla
las víctimas inocentes de la irresponsabilidad de los demás…,
porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen buen humor, los alegres,
los que reparten alegría,
los que en su ambiente saben poner amor y cordialidad…,
porque harán sonreír a Dios
y Dios estará a gusto en medio de ellos.

Bienaventurados los que se esfuerzan
por construir un mundo de igualdad,
un mundo de servicio sin hambre ni sed.
Dichosos también los que luchan
por romper las estructuras de pecado
y buscan nuevas formas, de verdad y de justicia…,
porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los compasivos,
los comprensivos ante las divergencias de criterio,
los que comparten el sufrimiento de los demás,
los que hacen de su vida oblación para los otros,
los que son Providencia de Dios para el mundo de hoy
siendo cerebro, manos, pies, consejo, disponibilidad,
y están donde más falta hagan…,
porque hacen lo que deben,
al haber recibido en sí el amor de Dios.

Bienaventurados los limpios de corazón,
los que no se arriman al sol que más calienta,
los Natanael del Evangelio,
los que no se mueven por prejuicios y prevenciones,
sino que se abren limpiamente a la verdad,
los optimistas del bien,
los que no sueñan con placeres basados en el sexo, dinero y poder,
los de intenciones limpias…,
porque ellos verán en todo a Dios.

Bienaventurados los pacíficos,
los que anuncian la Buena Nueva de la Paz,
los que fundan la paz en el amor, la justicia y el desarrollo,
los que se olvidan del odio, los reconciliadores,
los que buscan la paz a costa de su propia vida,
los que no aplastan, los que no humillan…,
porque ellos serán libres.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
por la libertad y la defensa de los derechos humanos,
los que no se avergüenzan del nombre de Dios
y los que creen que hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres,
los honrados consigo mismo,
porque Cristo les confesará delante del Padre.

Bienaventurada eres tú, Iglesia de Dios,
cuando abres tus puertas a los cuatro puntos cardinales,
a toda nación, raza, cultura y lengua,
haciéndote todo para todos, para ganarlos a todos
y hacer que se sientan como en su casa,
porque tus fronteras se identificarán
con las de la humanidad.

Dichosos los que se desgastan por Dios y los hermanos,
porque en su morir dan vida y paz.

Dichosos vosotros si os fiais de Mí,
porque haréis cosas más grandes que las que Yo hice.

Dichosos vosotros en un mundo oscuro,
porque contenéis la vitalidad de la luz
y la fuerza transformante de la sal,
porque os confundiréis en la inmensidad de Dios.

BUSCANDO A DIOS

 

 

CON TODAS LAS FUERZAS

Con todas las fuerzas,
que tú me has dado,
te he buscado,
deseando ver lo que creía.
Luché y sufrí.

Dios mío, mi Señor,
mi única esperanza,
no dejes que me canse
de buscarte.
Con pasión busco tu rostro.

Tú, que has permitido
que yo te encuentre,
dame todavía valor
para buscarte
y encontrarte aún más.

Ante ti mi seguridad:
guárdala.
Ante ti mi fragilidad:
sánala.
Ante ti
todo lo que puedo o ignoro.

Por donde me abras entraré:
ábreme.
Déjame que no te olvide.
Déjame comprenderte.
Dios mío, mi Señor,
déjame amarte.

San Agustín, Tratado sobre la Trinidad, XV

CANTAR DEL ALMA ENAMORADA

Yo amo a los que me aman,
y los que me buscan me encuentran.
(Proverbios 8,17)

Porque te busco a ti, lo encuentro todo;
porque escucho tu voz, todo me canta;
porque es a ti a quien me entrego
siempre que me entrego con alma,
porque ya no sé amar si no es amándote
y te amo en el amor con que me amas,
porque todos los seres van gritándome
tu nombre en la mañana,
porque el futuro tiene un rostro amigo
y una pasión de vida en sus entrañas,
porque siempre me pierdo en un abrazo
y en un abrazo siempre me rescatas,
porque llenas de espíritu la noche
y de armonía eterna mi guitarra,
porque me nublas toda belleza pasajera
con formas siempre nuevas de tu desnuda gracia,
porque te busco a ti, lo encuentro todo;
porque escucho tu voz, todo me canta.

A. López Baeza

 

EL AROMA DE LA PROMESA

Mi alegría es vijilar, esperar junto al camino,
donde la sombra va tras la luz
y la lluvia sigue los pasos del verano.
Mensajeros que traen nuevas
de cielos desconocidos
me saludan y siguen aprisa por la senda.
Mi corazón late contento dentro de mí,
y el aliento de la brisa que pasa me es dulce.

Del alba al anochecer
estoy sentado en mi puerta.
Sé que cuando menos lo piense,
vendrá el feliz instante en que veré.
Mientras, sonrío y canto solo.
Mientras, el aire se está llenando
del aroma de la promesa.

No sé desde qué tiempos distantes
estás viniendo a mí.
Tu sol y tus estrellas no podrían nunca
esconderte de mí para siempre.
¡Cuántas mañanas y cuántas noches
he oído tus pasos!
¡Cuántas tu mensajero entró en mi corazón
y me llamó en secreto!
Hoy, no sé por qué, mi vida está loca,
y una trémula alegría me pasa el corazón.
Es como si hubiese llegado el tiempo
de acabar mi trabajo.
Y siento en el aire
no sé qué vago aroma de tu dulce presencia.

Viniste a mi puerta, con el alba, cantando.
Yo me enfadé porque me habías despertado;
y no te hice caso, y te fuiste.
Viniste al mediodía, pidiendo agua.
Yo me incomodé, porque estaba trabajando;
y te despedí de mal humor.
Viniste anocheciendo,
con tus antorchas llameantes.
Me diste espanto, y te cerré mi puerta.
¡Ahora, en la medianoche,
sentado solo en mi cuarto oscuro,
te llamo que vuelvas,
a ti a quien eché con insulto.

R. Tagore

 

DIOS NO AHUYENTA A LOS INOPORTUNOS

Puede que los que se las dan de listos
esbocen una maliciosa sonrisa
al ver cómo la viejecita del barrio,
o la prostituta de la esquina,
encienden una lamparilla en la iglesia
cada sábado por la tarde…

En cambio, tú, Señor, no te ríes
de esas mil y una oraciones ingenuas o interesadas.
Tú sabes adivinar perfectamente,
a través del espesor carnal de nuestros clamores,
las limitaciones humanas de nuestros deseos.

Tú adivinas siempre nuestra ansia insaciable de felicidad,
la loca esperanza que tú mismo has puesto en nuestro corazón.
Señor, dame de esa agua para que no tenga que venir aquí a sacarla.
Soñamos, como la samaritana, con el agua milagrosa
que nos libre de tener que acarrearla a diario.

Señor, danos siempre de ese pan.
Soñamos, como los galileos, con la abundancia de pan
que nos libre del duro esfuerzo cotidiano.
Tú, Señor y pedagogo, no rechazas ninguna de las humildes súplicas,
sino que nos haces pasar progresivamente, pacientemente,
de nuestras peticiones imperfectas,
inmediatas y materiales,
al deseo del Agua viva y del Pan de vida.

Lenta, respetuosa y amorosamente,
tú ensanchas nuestros reducidos horizontes
para mostrarnos el verdadero objeto de nuestra petición,
a menudo oculto a nuestros ojos.

Tú purificas, ahondas y transformas
tan humanas oraciones de súplica,
abriéndolas a nuestra verdadera hambre
y a nuestra verdadera sed: sed de Vida,
hambre de Pan y Amor para siempre.

 

 

SEGÚN LAS HORAS, LA VIDRIERA

Según las horas, la vidriera tiene distintas apariencias.
A oscuras y de noche, invisible y ausente,
agazapada, ignorada y escondida.
Cuando hay luz en el templo, nos parece
amortajada y muerta, ensimismada,
ciega, sorda, muda, tapiada.
Conforme crece el día, comienza a iluminarse lentamente
de brillantes colores, como un pavo real.
Y cuando el sol la embiste con sus rayos,
la vidriera deslumbra como un bello fanal.

Toda la creación, en especial el hombre,
es la inmensa vidriera que transluce la belleza de Dios.
Llega en Jesús al máximo, desde la Encarnación,
transparentada en la Transfiguración,
quebrada en mil pedazos en la Crucifixión,
mostrándose sin velos en la Resurrección.

Nosotros éramos cristales renegridos, rotos, dispersos y sin luz.
Estábamos en el inmenso basurero,
entre ratas y latas, entre moscas y escombros,
y nos fue recogiendo uno a uno, con mimo,
con cuidado, con ternura, como si fuéramos diamantes,
para limpiarnos y pulirnos, ensamblarnos
en su hermosa vidriera.

Detrás está su rostro.
Detrás está su luz, creciente desde el amanecer,
conforme avanza el día de la fe,
como un inmenso rosetón que abarca el horizonte,
el nuevo arco iris de Dios entre los hombres: Emmanuel.

«El Dios que dijo ‘brille la luz en las tinieblas’,
ha brillado en nuestros corazones para que iluminemos,
dando a conocer la gloria de Dios que Cristo ha reflejado».

Alberto Iniesta

 

SED DE DIOS

¿A qué podrá ser comparada
esta sed de ti que me abrasa?
¿A dónde echaré mano para decir,
siquiera remotamente,
el hambre de ti que me devora?

¡Dios mío, fuente de todas mis ansias!
¡Ojalá que mis ojos se mantengan siempre abiertos
al misterio de tu presencia
que ilumina interiormente a todos los seres!

¡Ojalá mi corazón descanse y eche raíces
en ese amor tuyo que de todo me hiere!
¡Mi vida entera llegue a ser alabanza de tu misericordia
y mis manos se eleven en plegaria
esperándolo todo de tu abundancia!

Córtame, Dios mío, todo camino de alegría
que no tenga en ti su origen y su meta.
Arráncame de todo descanso
que no sea el descanso de pensarte
y sentirte a mi lado.
¿Quién podrá hacerme daño
si has hecho entrar mi vida
en el cerco apretado de tu abrazo?

Que sobre mi sepultura, borrado ya mi nombre,
calcinados mis huesos, algún perdido caminante
sienta la imperiosa necesidad de alabarte a ti,
¡sólo a ti!,
que nos abrasas con sed de eternidad
y nos devoras con hambre de infinito.

Antonio López Baeza

 

SALMO DE NUESTRO INTERNET

Gracias, Dios de la interna red,
por esta tela que Tú trenzaste durante muchos años
con amor misterioso y con gran alegría creativa.
Tu amor nos llamó entonces
a la sagrada ruta de tu red interior.

Tú hilaste nuestros websites en una combinación
la mar de original de fuerzas y debilidades, sin hilos,
preciosa, en perfecta tensión y equilibrio.

Tú te lanzaste a la búsqueda solitaria,
porque nos amabas cuando estábamos ocupados
haciendo planes para nuestras mañanas.
Tú nos llamaste a ser “sitios” en la red, contactos, enfocados,
con nuestros lugares individuales y preparados para la conexión.

Sé para nosotros el poder
que mantenga encendidos nuestros corazones
y ayúdanos a acudir a los recursos de la otra gente,
de manera que la red de tu Reino
se vaya haciendo más profunda
y, en conexión, más llena de significado.

Envíanos algún que otro E-mail, no individual.
Preferiríamos que nos lo enviases a todos a la vez,
para que podamos captar que tu Internet está viva entre nosotros
por la energía del poder de tu Resurrección.
De este modo comprenderemos que E-mail, en tu red,
no significa conexión electrónica,
sino estar conectados con el E-Manuel, que nos recuerda
que Tú eres Dios-con-nosotros.

Crea, en nuestro internet, un website especial
para nuestro cometa «María».
Así recordaremos que ella está siempre allí arriba
y aquí abajo como Estrella que apunta hacia Ti,
alumbrando nuestras noches de alegría.
Deja que tu Cometa nos guíe al navegar
a lo largo y a lo ancho del Sistema del Espíritu.

Tú que eres Maestro de la Red,
pon constantemente al día nuestros websites
y paséate por los canales de gracia
de la otra gente de nuestras vidas.
Lazo de Unión de estos websites,
sé siempre nuestra Conexión Central.

Natuca Cordón

NO TENGÁIS MIEDO

¿Eres un Dios cercano
y no un Dios distante?
Verdaderamente tú eres un Dios escondido.
¿O acaso nos ocultas tu rostro
para ver, así, cuál será nuestra suerte?

Sin embargo,
tú no te complaces en castigar y afligir a los hombres.
Das respuesta a los que no te preguntan;
vas al encuentro de los que no te buscan;
dices «aquí estoy» a quien no te invoca.
Y yo, ¿te busco en el vacío?

Oigo tu voz, Señor, que dice:
«Yo soy el Señor,
que digo lo que es justo
y proclamo lo que es recto».
Pero los desvalidos y los pobres
buscan agua y no la encuentran;
su lengua está reseca por la sed.
¿Cómo puedo esperar en silencio
tu llegada, Dios de mi salvación?

Acoge, Señor, a quien obra rectamente.
Entonces podremos decir todos:
Tú eres nuestro Dios,
tú haces libres a los hombres.
Tú has escuchado mi grito.
Tú te has acercado y me has dicho: «¡No temas!
Mira, voy a hacer algo nuevo,
ya está brotando, ¿no lo notas?»

Creo, Señor,
pero ayúdame a tener más fe.
Soy un pobre ser, Señor,
¡enséñame a orar!

E. Schillebeeckx

 

 

AQUÍ ESTOY, TÚ SABES CÓMO

Aquí estoy, Señor, a tu puerta,
entre estremecido y asustado,
aturdido y expectante;
sin saber cómo he llegado,
sintiendo que avivas, en mi corazón,
las cenizas del deseo y la esperanza
y despiertas, con un toque de gracia,
mis entrañas yermas.

Aquí estoy, Señor, a tu puerta,
con el anhelo encendido,
con el deseo disparado,
con los ojos atentos y los pies prestos,
aguardando lo que más quiero -tu abrazo-,
luchando contra mis fantasmas y miedos,
desempolvando mi esperanza olvidada,
nuestras promesas y encuentros.

Aquí estoy, Señor, a tu puerta,
medio cautivo, medio avergonzado,
necesitado, enamorado…;
queriendo despojarme de tanta inercia y peso,
rogándote que cures las heridas de mi alma
y orientes mis puertas y ventanas
hacia lo que no siempre quiero
y, sin embargo, es mi mayor certeza.

Aquí estoy, Señor, a tu puerta,
¡Tú sabes cómo!

 

 

LA SORPRESA

Llega de día, llega de noche.
Se le espera por la puerta, llega por la ventana.
Le buscamos con alegría, llega con su cruz.
Estamos de guardia, nos llama de dentro.
Rastreamos huellas, llega por senderos nuevos.

Llega en abundancia
y todavía más en la pobreza.
Llega cuando triunfamos
y nos acompaña en los fracasos.
Llega cuando es deseado
y se presenta cuando no se le espera.

Llega en el silencio y en el áspero y abrasador viento.
Llega también en la multitud y el ruido.
Llega para dormimos y para despertamos.
Llega a través de todas las caras que encontramos
a lo largo del día en nuestro camino.

Llega en el desierto de manantiales inciertos,
en las estepas de desconocidos pozos,
en los bosques frondosos en que nos perdemos,
en las altas cumbres que hollamos,
y en los valles que nos dan vértigo.

Llega a cada instante.
Llega en cada lugar.
Allí donde estamos, está.

Fiel a tu palabra
ya estás esperándonos.

 

 

PLEGARIA SILENCIOSA

Permaneceré en silencio,
todo el tiempo que sea necesario,
atento y con las ventanas abiertas,
a la espera de tu Palabra
por si me invitas y llamas.

Sólo entonces
abriré mis labios.

Acallaré otras voces y ecos,
haré oídos sordos a todos los ruidos,
e iré tras tu voz,
la que pronuncia mi nombre
dándole vida y camino.

Sólo entonces
pronunciaré tu nombre.

No opinaré de Ti
hasta que no entres en mí,
hasta que no calientes mi corazón,
hasta que no recrees mi mente,
hasta que tu luz no deslumbre mi espíritu.

Sólo entonces
hablaré de Ti.

Antes de continuar tu tarea y empeño,
antes de trabajar la tierra y el Reino,
antes de responsabilizarme
dejaré que el fuego de tu amor
imprima su marca en la palma de mis manos.

Sólo entonces
nos abrazaremos.

Y, juntos, iremos al mundo.

 

 

DESPIÉRTANOS, SEÑOR

Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han dormido en cosas triviales
y ya no tienen fuerza para amar con pasión.

Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado con pobres ilusiones
y ya no tiene razones para esperar.

Despierta, Señor, nuestra sed de Ti,
porque bebemos aguas de sabor amargo
que no sacian nuestros anhelos diarios.

Despierta, Señor, nuestra hambre de Ti,
porque comemos manjares que nos dejan hambrientos
y sin fuerzas para seguir caminando.

Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad,
porque nos perdemos en diversiones fatuas
y no abrimos los secretos escondidos de tus promesas.

Despierta, Señor, nuestro silencio hueco,
porque necesitamos palabras de vida para vivir
y sólo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.

Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte,
pues tantas preocupaciones nos rinden
y preferimos descansar a estar vigilantes.

Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
pues nos hemos instalado en los laureles
y sólo apreciamos las cosas que cuestan.

Despierta, Señor, nuestra fe dormida,
para que deje de tener pesadillas
y podamos vivir todos los días como fiesta.

Despierta, Señor, tu palabra nueva,
que nos libre de tantos anuncios y promesas
y nos traiga tu claridad evangélica.

Despierta, Señor, nuestro espíritu,
porque hay caminos que sólo se hacen
con los ojos abiertos para reconocerte.

Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Acrisólanos por fuera y por dentro,
y enséñanos a vivir despiertos.

 

 

TÚ TE HAS ACERCADO

Tú te has acercado,
has soplado sobre los rescoldos de mi corazón,
y luz, calor, fuego y vida
han surgido gratis
inundando todo mi ser.

Derribaré cuanto se interponga entre nosotros:
mis miedos, mis apegos, mis trampas,
mis seguridades, mis murallas,
mis pecados, mis conciertos,
mi insensatez…
y hasta mis pensamientos sobre Ti.

Te dejaré entrar
hasta las alcobas más íntimas.
No te retendré en el umbral.

Despojado de todo,
excepto de mi deseo de Ti,
te esperaré despierto, arado,
desnudo,
limpio,
enamorado…

Sólo quiero la brisa de tu presencia
y el abrazo de tu amor.

 

HASTA QUE TÚ ME ALCANCES

Deja, Señor, que te busque
aunque me pierda.

Deja que, con el corazón en vela,
te divise.

Deja que, en el ruido de la vida,
te oiga.

Deja que, en la dureza del camino,
te sienta.

Deja que, a todo lo que se mueve,
pregunte tu nombre.

Deja que, con mis manos sucias,
dibuje tu figura.
y deja que, tendido en la tierra,
tu rocío me cubra.

Marcharé por todos los caminos,
desnudo y sediento,
hasta que Tú me alcances.

 

 

PEREGRINO DE ILUSIONES

Señor,
Tú que me has hecho peregrino de ilusiones,
no dejes yermo mi horizonte.
Pon signos,
brotes,
flores,
hojas y colores,
hombres y mujeres
que me hablen de Ti
y de tus amores
y alimenten mis necesidades.

Pero no me des oasis permanentes,
llenos de descanso y paz,
que invitan a quedarse.

Sólo anhelo
quitarme el polvo del camino,
curar las heridas,
refrescarme,
limpiar estos ojos cegados,
reparar un poco las fuerzas,
compartir con otros caminantes,
cargar con lo imprescindible…
y salir, nuevamente,
para no perder la identidad que me diste.

¡Para seguir siendo peregrino de ilusiones
allá donde me pongas o dejes!

 

 

YO NO SOY QUIÉN

He oído hablar de Ti, Señor,
y ando tras tus pasos hace tiempo
porque me seducen tus caminos;
pero yo no soy quién
para que entres en mi casa.

Te admiro en secreto,
te escucho a distancia,
te creo como a nadie he creído;
pero yo no soy quién
para que entres en mi casa.

Ya sé que no hay castas ni clases,
que todos somos hermanos
a pesar de la cultura, de la etnia y el talle;
pero yo no soy quién
para que entres en mi casa.

Sé que lo puedes hacer,
pues tu poder es más grande que mi querer.
Sabes que anhelo abrazarte y conocerte;
pero yo no soy quién
para que entres en mi casa.

Agradezco que vengas a verme,
que quieras compartir techo,
costumbres, esperanzas y preocupaciones;
pero yo no soy quién
para que entres en mi casa.

 

 

Salmo 41-42. EN BÚSQUEDA

Mi corazón, Señor, se siente insatisfecho.
Yo busco libertad y amor;
busco verdad y belleza;
busco la paz y la justicia…
y mi corazón no te encuentra.

Como busca la cierva el agua cristalina
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Mi corazón tiene sed de ti, Dios vivo;
¿cuándo serás tú mi verdad y belleza,
mi libertad y mi paz?

Yo te busco con sinceridad y pasión,
con dolor y cansancio, y muchas veces
me quedo solo, como un chopo en el camino.
Y leo en el rostro de los hombres
como un desafío: «¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo cuando era niño
y mi corazón llegaba hasta ti
como la ola a la playa.
Cantos de júbilo y fiesta se levantaban
desde dentro de mí hacia ti.

Y ahora, Señor, quiero desahogarme y no puedo
mi corazón se angustia; me siento turbado.
He perdido la paz, y la alegría no me acompaña.
No puedo decir de verdad: soy feliz.

Con todo, yo espero en ti.
Tú volverás a ser el manantial de mi vida
y mi corazón volverá a sentirte cercano.
Tú eres, aun en la tiniebla, la luz de mi rostro, Señor.
Caminaré de día hacia ti,
buscando tu misericordia.
Y de noche, cuando todo parece que ha muerto,
te cantaré en mi corazón como el Dios de mi vida.

Señor, Dios mío, ¿por qué parece que me olvidas?
¿Por qué ando triste, angustiado,
queriendo buscar en otras cosas
la felicidad para mis días?

Aunque te busque a veces solo,
aunque me sienta fatigado en la búsqueda,
aunque los otros pasen indiferentes a mi lado,
aunque se rían y me griten diciendo:
«¿Has encontrado ya a tu Dios? Dinos cómo es tu Dios»,
aunque me quede perdido en un inmenso desierto,
Dios, Dios de mi salvación,
seguiré buscando tu rostro.

Dame serenidad, dame tu paz,
que en mi corazón y en mi mente haya armonía, unidad.
No me dejes caer en la mentira y entramparme.
No me dejes disperso y perdido. Sálvame, Señor,
del hombre sin conciencia,
del hombre violento y que ha perdido el sentido del bien.

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen
y me conduzcan hasta ti, que eres el Origen de mi vida.
Quiero que tú seas mi morada,
que seas el Dios de mi gozo y de mi alegría.
Te doy gracias con el corazón, Dios, Dios mío.

Señor, que mi corazón no se deprima ni se angustie.
Señor, yo espero en ti, pues eres mi Dios.
Te busco sediento, como la cierva el manantial.
Te busco porque tú eres la Verdad de mi verdad,
y el Amor de mi amor y la Belleza de mi belleza,
y la Libertad de mi libertad.
Te busco a ti, Señor de mi vida.

 

DESDE EL SALMO 63

En mi lento peregrinar yo te busco, Señor,
te necesito, tengo sed de Ti,
como tierra árida, dispersa, deprimida.

En la creación entera
te contemplo y descubro lo grande que eres,
grande en sencillez de vida, en bondad;
grande en entrega y amor.

Quisiera seguir admirándote siempre,
durante toda la vida
sólo de este modo seguiré satisfecho
y sentiré ganas de reír y cantar.

Así quiero en mi vida bendecirte
desde la técnica y la industria,
en tu nombre trabajar
y construir el mundo en justicia y libertad.

Cuando me levanto y me acuesto,
cuando paseo y trabajo
en el asfalto y en la clase,
en el silencio y en la charla,
en la alegría y la tristeza,
en el temor y en los proyectos,
pienso en Ti, te veo a Ti,
me encuentro envuelto
en tu mirada bondadosa de Padre,
porque tú eres mi ayuda, quien me llama
y mi corazón se lanza hacia Ti.

Tu perdón y misericordia me animan
y me llenan de confianza plena.
Pero aquellos que buscan perderme
serán los equivocados, el final no será bueno.

El hombre fiel en Dios se alegrará,
porque nadie como Tú
con la persona se compromete.
El que no busca la verdad y la justicia,
avergonzado se verá.

 

 

Salmo 63. DE CORAZÓN ABIERTO

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo.
Por ti, que me llamas de nuevo a la existencia,
por ti, que animas mi vida y la despiertas.
Por ti, que abres mi corazón a la luz
y lo llamas a estar atento, vigilante.
Por ti, que me quieres presente, unificado,
todo entero y en armonía.

Tengo sed de ti, de tu amor y lealtad.
Tengo sed de ti, de tu paz y perdón.
Tengo sed de ti, de tu pureza y alegría.
Tengo sed de ti, de tu fortaleza y bondad.
Mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

Todo mi ser se abre a tu gracia
esperando el rocío de la mañana.
Toda mi vida tiende a ti
esperando tu Vida sin término.
Mi corazón, en mi interior, se alegra
viendo tu fuerza y tu gloria en mí.

Tú me das razón para existir.
Tu vida es el sentido de mi existencia.
Tu lealtad vale más que la vida.
Tu amistad, más que todos los triunfos.
Quiero saciarme de tu presencia.
Quiero llenarme de tu Santo Espíritu.
Quiero sentirme en plenitud de tu gracia.

En el lecho me acuerdo de ti.
Tú estás despierto en mi noche.
Cuando me despierto en el silencio de la noche
mi corazón descubre que tú vives en él.
A la sombra de tus alas canto con júbilo.

Mi aliento está pegado a ti.
Tu amor me sostiene.
Mi corazón se alegra contigo, Dios mío.
porque mi vida te pertenece.
Mi corazón se alegra contigo, Dios mío,
porque tu Vida me pertenece.

Oh Dios, por ti estoy siempre despierto,
por ti, me mantengo en pie, en vela,
por ti madrugo siempre que se hace tiniebla en mi vida,
por ti comienzo siempre, aunque me sienta cansado.
Oh Dios, tú eres mi Dios: ¡un Dios vivo!

 

 

Salmo 129. DESDE LO HONDO

Desde lo hondo de mi soledad, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi confusión, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi agitación, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi ansiedad y miedo, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi dispersión y cansancio, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi superficialidad, a ti grito, Señor.

¡Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica!

Desde lo hondo de mi vaciedad, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi orgullo, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi cobardía, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi ceguera, a ti grito, Señor.

¡Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica!

Desde lo hondo de mi fracaso, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi inconstancia, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi afán de dominio, a ti grito, Señor.
Desde lo hondo de mi pecado, a ti grito, Señor.

¡Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica!

No lleves en cuenta mis fallos, Señor,
si no, ¿quién podrá resistir?
El perdón es cosa tuya y de ti viene la salvación.
Yo te aguardo, te estoy esperando,
estoy a la escucha de tu palabra;
te aguardo, Señor, más que el centinela la aurora.

Yo espero que llenes mi soledad, Señor.
Yo espero que aclares mi confusión, Señor.
Yo espero que serenes mi agitación, Señor.
Yo espero que calmes mi ansiedad y miedo, Señor.
Yo espero que suavices mi cansancio, Señor.
Yo espero que profundices mi superficialidad, Señor.

¡Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica!

Yo espero que colmes mi vaciedad, Señor.
Yo espero que allanes mi orgullo, Señor.
Yo espero que me animes en el fracaso, Señor.
Yo espero que ilumines mi ceguera, Señor.

¡Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica!

Yo espero en ti, Señor, como el centinela la aurora.
Yo espero en ti, Señor, como el enfermo el amanecer.
Yo espero en ti, Señor, como el enamorado a la novia.
Yo espero en ti, Señor, como el labrador la siega.
Yo espero en ti, Señor, como el alpinista llegar a la cumbre.

Desde lo hondo de mi ser, a ti grito, Señor,
porque la misericordia es cosa tuya,
y la liberación es para el que a ti acude.
Desde lo hondo a ti grito, Señor,
sálvame de todos mis fallos.

COMPROMISO

 

 

COMO UN SENCILLO INSTRUMENTO

Como un sencillo instrumento
para hacer llegar tu voz,
quiero seguir este intento
de echar tu semilla al viento…
y vuelvo a empezar, Señor.

He recorrido las plazas
voceando tu pregón.
He gritado la esperanza,
la paz, la vida, el amor…,
pero el ruido de las calles
mucho más fuerte es que yo.

Por eso, ahora te pido
recomenzar la labor,
con el corazón contento,
sólo como un instrumento
que deje llegar tu voz.

Que no vuelva tu palabra
vacía, al caer, Señor.
Que empape como la lluvia,
que corra como el rumor,
que sacuda como el viento,
que llegue a todo rincón.

Yo quiero ser sólo el eco,
el arado precursor,
para abrir al sol y al viento
la tierra donde me encuentro…
como un sencillo instrumento
que haga resonar tu voz.

 

 

 

EL NUEVO RELOJ

Hoy me he encontrado
en las manos
con tus regalos, Señor:
nuevo día, nuevo tiempo,
nueva vida, nueva lluvia,
nuevo sol…

Sabes, Padre,
que al volver al surco
voy con temor y temblor.
Sé que en las casas del mundo
habita el mismo dolor.
Sé que seguirá la tierra
reseca de desamor.
Y sé que seguiré oyendo,
quizá, «la misma canción»…

Por eso, Padre, para este tiempo
que estreno con ilusión,
quiero y te pido también
un nuevo reloj.

Un reloj que mida el tiempo
como lo mide tu amor:
que se pare cuando lleguen
las gentes a mi rincón
para escuchar y compartir
alegrías y dolor.

Un reloj que me sitúe
la mente y el corazón
en el momento presente,
que es tu momento, Señor,
en el quehacer cotidiano
que es lugar de encarnación.

Un reloj que se adelante
al futuro, en mi misión
de llevar por los caminos
tu Palabra con mi voz,
de ser de noche y de día
referencia, orientación,
con ojos contemplativos
y pasos para la acción.

Un reloj que mida el tiempo
con tu paciencia, Señor;
con el ritmo y la medida
universal del amor;
despertador de rutinas,
vigilante, ayudador;
que nunca mida la entrega
del tiempo y del corazón.

Con la vida, con el tiempo
que hoy me regalas, Señor,
para darme sin medida…
espero un nuevo reloj.

Elvira Martínez

 

 

 

CRISTO, NO TIENES MANOS

Cristo, no tienes manos,
tienes sólo nuestras manos
para construir un mundo
donde habite la justicia.

Cristo, no tienes pies,
tienes sólo nuestros pies
para poner en marcha a los oprimidos
por el camino de la libertad.

Cristo, no tienes labios,
tienes sólo nuestros labios
para proclamar a los pobres
la Buena Nueva de la libertad.

Cristo, no tienes medios,
tienes sólo nuestra acción
para lograr que todos los hombres
sean hermanos.

Cristo, somos la única Biblia
que el pueblo lee aún.
Somos el único mensaje liberador de Dios,
escrito con obras y palabras eficaces.

 

 

FELIZ EL HOMBRE

Feliz el hombre
que se sabe en camino hacia sí mismo,
y, sin dar cabida en su corazón a estériles fantasías,
se enfrenta cada día con su propia realidad.

Feliz el hombre
que no se considera desprovisto de todo valor,
y, cultivando los dones recibidos,
se abre al infinito de Dios que mora en él.

Feliz el hombre
que se reconoce necesitado y hambriento
de algo que lo supere y dinamice
más allá de los límites de su yo posesivo.

Feliz el hombre
que huye de las respuestas prefabricadas,
y busca, aunque se vea incomprendido y solo,
la verdad que lo libere de toda rutina existencial.

Feliz el hombre
que cultiva las raíces de su solidaridad universal,
y acepta que su vida será más bella y fecunda
cuanto más hondo baje en la tierra del dolor compartido.

Él será una primavera en la historia de los hombres.
Y los miedos, vacíos y desesperanzas
que royeron el corazón de tantos hermanos,
no tendrán ya poder de muerte para muchos,
gracias a la descarga de amor que de él recibieron.

Feliz el hombre
que se propuso por encima de todo ser fiel a sí mismo,
porque en sí mismo fue camino
para el encuentro de Dios con los hombres.

Antonio López Baeza

 

 

GRACIAS PORQUE NOS NECESITAS

En tu silencio acogedor nos ofreces ser tu palabra,
traducida en miles de lenguas,
adaptada a toda situación.
Quieres expresarte en nuestros labios,
en el susurro al enfermo terminal,
en el grito que sacude la injusticia,
en la sílaba que alfabetiza a un niño.

En tu respeto a nuestra historia,
nos ofreces ser tus manos
para producir el arroz, lavar la ropa familiar,
salvar la vida con una cirugía,
llegar en la caricia de los dedos
que alivia la fiebre sobre la frente
o enciende el amor en la mejilla.

En tu aparente parálisis,
nos envías a recorrer caminos.
Somos tus pies y te acercamos
a las vidas más marginadas,
pisadas suaves para no despertar
a los niños que duermen su inocencia,
pisadas fuertes para bajar a la mina
o llevar con prisa una carta perfumada.

Nos pides ser tus oídos,
para que tu escucha tenga rostro, atención y sentimiento.
Para que no se diluyan en el aire
las quejas contra tu ausencia,
las confesiones del pasado que remuerde,
la duda que paraliza la vida,
y el amor que comparte su alegría.

Gracias, Señor, porque nos necesitas.
¿Cómo anunciarías tu propuesta
sin alguien que te escuche en el silencio?
¿Cómo mirarías con ternura
sin un corazón que sienta tu mirada?
¿Cómo combatirías la corrupción
sin un periodista que se arriesgue?

 

 

LA CASA DEL PADRE

Vamos a la casa del Señor,
trozo de cielo encarnado.
Vamos a compartir la dicha
de sentirnos hermanados,
escuchando su palabra,
metidos en su costado.

Pero la casa del Señor
no es la basílica, hermano;
no es el templo o el convento,
o la capilla del palacio;
no es la mezquita, la sinagoga,
tampoco es el río sagrado.

La casa del Señor no es de piedras,
que está en el corazón humano,
en las comunidades vivas,
quizá en los pobres del barrio;
está en la gente que sufre,
está en el hospital cercano.

Está también en la cárcel
y en la residencia de ancianos;
en los niños de la calle
y en los campos de refugiados;
está en la gente sencilla
y en los pueblos marginados.

Está en el corro de niños
o en el grupo de voluntarios,
en las organizaciones pacíficas
y en movimientos solidarios.

La casa del Señor se construye
en desiertos y descampados,
con hambre y sed de justicia
y con amor entregado,
con sillares de esperanza
y ladrillos liberados.

La paz con todos vosotros,
constructores voluntarios
de las casas del Señor
en los ambientes humanos.

Rafael Prieto Ramiro

 

 

MANIFIESTO DE LA SOLIDARIDAD

Mantener siempre atentos los oídos
al grito de dolor de los demás
y escuchar su llamada de socorro
es solidaridad.

Mantener la mirada siempre alerta
y los ojos tendidos sobre el mar
en busca de algún náufrago en peligro
es solidaridad.

Sentir como algo propio el sufrimiento
del hermano de aquí y del de allá,
hacer propia la angustia de los pobres
es solidaridad.

Llegar a ser la voz de los humildes,
descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado
es solidaridad.

Dejarse transportar por un mensaje
cargado de esperanza, amor y paz,
hasta apretar la mano del hermano
es solidaridad.

Convertirse uno mismo en mensajero
del abrazo sincero y fraternal
que unos pueblos envían a otros pueblos
es solidaridad.

Compartir los peligros en la lucha
para vivir en justicia y libertad
arriesgando en amor hasta la vida
es solidaridad.

Entregar por amor hasta la vida
es la prueba mayor de la amistad,
es vivir y morir con Jesucristo,
es solidaridad.

Leónidas Proaño

 

 

OPCIÓN POR LOS POBRES

Señor Jesús, hermano de los pobres,
frente al turbio resplandor de los poderosos
te hiciste impotencia.

Desde las alturas estelares de la divinidad
bajaste al hombre hasta tocar el fondo.
Siendo riqueza te hiciste pobreza.
Siendo el eje del mundo
te hiciste periferia, marginación, cautividad.

Dejaste a un lado a los ricos y satisfechos
y tomaste la antorcha de los oprimidos y olvidados,
y apostaste por ellos.

Dijiste que los ricos ya tenían su dios
y que sólo los pobres ofrecen espacios libres al asombro;
para ellos será el sol y el reino, el trigal y la cosecha.
¡Bienaventurados!

Es hora de alzar las tiendas y ponernos en camino
para detener la desdicha y el sollozo,
el llanto y las lágrimas, para romper el metal de las cadenas
y sostener la dignidad combatiente,
que viene llegando, implacable, el amanecer de la liberación
en que las espadas serán enterradas
y la tierra germinada.

Son muchos los pobres, Señor, son legión.
Su clamor es sordo, creciente, impetuoso
y, en ocasiones, amenazante como una tempestad que se acerca.

Danos, Señor Jesús,
tu corazón sensible y arriesgado;
líbranos de la indiferencia y la pasividad;
haznos capaces de comprometernos
y de apostar, también nosotros,
por los pobres y abandonados.

Es hora de coger los estandartes de la justicia y de la paz
y meternos hasta el fondo de las muchedumbres
entre tensiones y conflictos, y desafiar al materialismo
con soluciones alternativas.

Danos, rey de los pobres,
la sabiduría para tejer una única guirnalda
con esas dos rojas flores: contemplación y combate.

 

 

PEQUEÑA E INSIGNIFICANTE SEMILLA

¡Pequeña semilla de mostaza!
Pequeña semilla de sonrisa,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en rayo de sol
para el anciano o el enfermo abandonado.

Pequeña semilla del apretón de manos,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en salvavidas
para el solitario a punto de ahogarse.

Pequeña semilla del oído atento,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en escala de ternura
para el adolescente desamparado.

Pequeña semilla del gesto gratuito,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en palabra de vida
para el hombre saturado de discursos.

Pequeña semilla de la comunidad fraterna,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en cita de esperanza
para todos los pobres del barrio.

Pequeña semilla de la solidaridad,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en fuente de futuro
para todo un pueblo aplastado.

Pequeña semilla del misionero,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en Buena Nueva
para toda una cultura evangelizada.

Pequeña semilla de la oración,
pequeña e insignificante semilla
que se convierte en respiración
y acogida de una Presencia
para el hombre en busca de eternidad.

Pequeña semilla de los testigos,
pequeñas e insignificantes semillas
que se convierten en el árbol de la Iglesia universal,
al que todos los hombres, alegres como pájaros,
vendrán a anidar para cantar la gloria de Dios.

Michel Hubaut

 

 

ORACIÓN DEL ENVIADO

Id por todo el mundo…
Estas palabras están dichas para mí.
Soy continuador de tu obra.
Soy tu compañero en la misión.
Gracias, Jesús.
Me encuentro emocionado por tu confianza.

La mies es mucha y los braceros pocos.
Quiero ser uno de ellos.
Muchas personas están caídas y pasamos de largo.
Quiero ser el buen samaritano.
Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros la Buena Noticia.

Dame audacia.
En este mundo escéptico y autosuficiente,
tengo vergüenza y miedo.

Dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y cerrada,
yo también tengo poca confianza en las personas.

Dame amor.
En esta tierra insolidaria y fría,
yo también siento poco amor.

Dame constancia.
En este ambiente cómodo y superficial,
yo también me canso fácilmente.

Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros la Buena Noticia.
Gracias, Jesús.
Me encuentro emocionado por tu confianza.

Patxi Loidi

 

 

SÚPLICA A FAVOR DEL TESTIGO

Inunda, oh Dios, con el torrente de tu audacia
al hombre llamado a ser tu testigo:
que su compromiso a favor de los pobres
y su estar al lado del necesitado y desvalido
ayuden a desvelar tu imagen
de un Dios que aborrece toda iniquidad;
que la experiencia de tu amor en su vida sea como lluvia y rocío
que hagan fértil la tierra baldía de nuestras desesperanzas;
que la paz de su corazón y de sus palabras
hagan posible el abrazo de todas las ideas y creencias.
Y que nos ayude a comprender que el único enemigo del hombre
es el que niega o hace imposible al hermano
su vocación de amor universal.

Caigan rendidos ante la fuerza de su testimonio
los que defendían la necesidad de la guerra
e incrementaban el poder de las armas aniquiladoras;
que los poderosos de este mundo alcancen a ver en él
que todo poder es corrupción
cuando no es servicio desinteresado.
Pues la vida de un desheredado es más valiosa a tus ojos, Señor,
que todas las culturas y civilizaciones
que se sostienen a costa de la miseria de muchos.

¡Jamás nos falte un testigo de tu amor!
Sólo él nos hará abundar en la perfecta alegría,
porque cambiará nuestros cultivos de egoísmo
en los campos ubérrimos de comunión y de amistad;
sólo él conseguirá que sea bendición
la maldición de mutua desconfianza
que hoy pesa sobre el hombre;
sólo él, porque aceptó, con el sacrificio de su vida,
ser sendero de Dios entre los hombres:
aurora de un mundo nuevo bajo el signo de la fraternidad.

¡Bendito el Dios de rostro humano,
único que eleva al hombre al gozo de ser testigo!
¡Bendito el Dios que nos envía signos clarividentes
de su amor hecho carne, presencia y riesgo!
¡Bendito el Dios que consagra los pasos de su elegido
con el cuenco abundante de la esperanza
que derriba todo muro de lo imposible!

La tierra estrenará nuevo traje de fiesta
allí donde los oídos se abran
a la palabra hecha carne del testigo de Dios.

Antonio López Baeza

 

 

HA PUESTO SU MIRADA EN NOSOTROS

El Señor ha puesto su mirada sobre nosotros;
ha puesto su confianza y su esperanza;
el Señor Dios ha hablado y cuenta con nosotros.

Jesús cuenta con nosotros
para devolver la luz donde hay oscuridad;
cuenta con nosotros
para construir entre todos la civilización del amor
allí donde hay egoísmo, tristeza y angustia.

Cuenta con nosotros para luchar por la paz,
en medio de un mundo donde muchas veces
la solución se encuentra recurriendo al uso de la fuerza.
Jesús cuenta con nosotros
para que su palabra y liberación llegue al último rincón de la tierra;
cuenta con nosotros
para sembrar la semilla de su Evangelio;
semilla que produce frutos de fraternidad, liberación y amor.

Jesús ha puesto su mirada en nosotros
y nos dice que seamos sal de la tierra.
Sal para dar sentido a la vida;
para hacer ver que merece la pena ser vivida
desde el proyecto de Jesús.

Sal, porque al igual que sin ella la comida no es agradable,
sin Jesús, sin su presencia viva entre nosotros,
nuestra vida se vuelve insípida.

Nosotros queremos ser sal de la tierra y luz del mundo
porque la Buena Noticia no ha perdido su vigencia;
porque nunca como hoy su papel es importante,
porque siempre tendrá algo que decir.
Nosotros queremos ser sal que dé sentido y felicidad al mundo.

Cuenta con nosotros, Señor, queremos ser luz que ilumine
y muestre el verdadero rostro de Dios, el Dios Amor,
cuenta con nosotros, Señor.

 

 

VENIMOS A TU PRESENCIA, DIOS NUESTRO

Venimos a tu presencia, Dios nuestro,
como caminantes, peregrinos, buscadores…
y queremos darte gracias,
celebrar juntos la alegría de sentirnos hijos tuyos.

Este es un lugar para el encuentro,
encuentro contigo desde nuestras raíces,
con nuestra historia y con el hoy
tan pobre y pequeño, pero abierto a Ti.

Te presentamos nuestros deseos de escucharte,
de comprometernos a fondo con la realidad,
aunando nuestras manos en un empeño común:
ser co-creadores contigo, parteras de la vida.

Por eso te pedimos fuerza para vivir en fraternidad
tantas veces necesitada de escucha y reconciliación.
Haznos capaces de acoger la diferencia
como don y riqueza de tu presencia creadora.

Queremos llevar tu mensaje de justicia y paz
como Buena Noticia a este mundo,
que sufre la guerra, el hambre, el odio,
la división, la soledad, la indiferencia.

Deseamos construir la paz
en cada uno de los entornos
donde estamos y vivimos.
También en nuestras comunidades,
entre nosotros,
que seamos capaces de crear espacios
para el diálogo y la armonía.

Que compartamos la vida y la fe,
que reine entre nosotros la alegría.
Renueva cada día la ilusión
por seguirte juntos acogiendo,
sembrando y entretejiendo tu Reino.

 

 

¡CUÁNTO TENEMOS QUE APRENDER DE TI!

Tú ofreces tu casa solariega
a todos los que andamos a la intemperie
por los caminos de la vida.

Tú eres amigo de acoger sin preguntar,
ofreciendo, primero, el calor de tu abrazo,
la ternura de tu amistad
y las viandas de tu amor.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú has reservado un cuarto para cada uno,
respetando nuestro ser y nuestras manías,
apreciando nuestra voz y decisión,
provocando nuestra responsabilidad.

Tú guardas siempre el mejor sitio,
el más tranquilo, el mejor amueblado,
para el más pobre y pequeño,
para el más marcado por la vida.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú nos recuerdas cada día
la infinidad de personas que tenemos en el mundo
huérfanas de casa y pan,
huérfanas de presente y porvenir,
siendo tu sueño primero y único un hogar amplio,
cálido y común
donde podamos vivir el gozo de la hermandad.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú no te quedas parado.
Reclamas nuestra colaboración
para esa tarea, sublime y elemental,
de dar a cada persona un cuartito
en esa casa grande, tu casa solariega,
que es la humanidad.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

 

 

NOS TOMAS EN SERIO

Señor, nos tomaste en serio.
Te encarnaste sin privilegios,
para ser como nosotros.

Plantaste tu tienda a nuestro lado,
para andar con nosotros el camino.
Viviste entre conflictos y pobre,
para que nadie se llevara a engaños.

Eres luz,
y nos invitas a ser testigos de la luz y a defenderla.

Eres amor,
y nos empujas a entregamos a los que más lo necesitan.

Eres verdad,
y nos .dejas en medio de un mundo de mentiras.

Eres libertad,
y nos liberas para vivir la libertad como servicio.

Eres camino,
y nos conduces a un mundo sin fronteras.

Eres palabra,
y nos animas al diálogo y al silencio.

Eres perdón,
y das aliento de esperanza a nuestros fracasos.

Eres paz,
y nos empujas a construir un mundo sin violencia.

Eres amigo,
y nos brindas soñar juntos comunidades de amistad.

Eres unidad,
y nos enseñas a vivir en la diversidad.

Eres fiel,
y nos invitas a ser tolerantes.

Eres vida,
y nos prohíbes construir una cultura de muerte.

Eres crucificado,
y nos invitas a abrazar el mundo entero.

Eres Señor,
y nos propones construir la utopía del Reino sirviendo.

Señor, nos tomaste y nos tomas en serio.

 

 

MAESTROS, TESTIGOS, MENSAJEROS…

Señor Dios nuestro,
Tú has creado a los hombres,
y quieres que conozcamos la Verdad,
-Verdad que eres Tú mismo –
revelada por Jesús, anunciada por los Apóstoles
y proclamada por la Iglesia.

Señor, Tú deseas
que todas las mentes humanas sean iluminadas con la luz de la fe.
Pero, ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de Ti?
¿y cómo oirán hablar si no hay personas que te anuncien?
Envía predicadores y maestros que anuncien tu Palabra.

Tú, Señor, difundes tu bondad por ministerio de los hombres.
Tú hiciste brillar la luz en medio de las tinieblas;
Tú iluminas los corazones de los que eliges
para anunciar tu Palabra a los niños,
para que puedan comunicarles tu gloria.

Señor, Tú que nos has encomendado
el ministerio de la educación cristiana,
ilumínanos para que anunciemos tu Palabra, no nuestra palabra;
para que demos a conocer tu Verdad, no nuestra verdad,
pues somos tus ministros y dispensadores de tus misterios.

Tú quieres que los niños y jóvenes
lleguen a conocer y vivir la fe en Jesús;
por eso, cuando los padres por ignorancia o por su pobreza,
o por las ocupaciones en sus negocios,
no realizan su labor educadora…
envías educadores cristianos que transmiten tu verdad.

Ilumínanos, Señor,
para que, guiados por el ejemplo de Jesús,
pongamos las bases y cimientos
de la fe y el amor a Dios en los niños.
Tú nos has elegido para instruir, enseñar y exhortar:
mueve el corazón y la voluntad de los alumnos
para seguir a Jesús.

Tú eres, Señor, el labrador que cultiva el campo.
Eres el arquitecto que construye el edificio.
Nosotros somos tus hortelanos y albañiles
cuando anunciamos tu Evangelio,
cuando transmitimos tu Verdad.

Gracias, Señor,
porque nos destinas a anunciar el mensaje,
siempre joven, del Evangelio
a los más pequeños, dándoles medios para salvarse.
Queremos enseñarles con palabras sencillas
a Cristo crucificado, fuente de salvación.

Nosotros sembramos. Tú eres, Señor, el que hace germinar,
el que hace crecer y el que hace dar fruto.
Enséñanos a ser buenos educadores
y ayúdanos a ser tus testigos.

(Plegaria compuesta a partir de las Meditaciones 193 y 196
de S. Juan Bta. de La Salle)

 

 

ENVIADOS A ANUNCIAR EL EVANGELIO

Somos tus siervos, Cristo Jesús,
elegidos para ser apóstoles,
y destinados a proclamar tu mensaje de salvación,
la buena noticia que tu Padre había prometido por los profetas.
Es el mensaje de tu vida, muerte y resurrección,
fuerza salvadora de Dios para todo creyente.

Queremos empuñar todas las armas
que tú, Señor, nos proporcionas,
para que podamos mantenernos
firmes en el momento crítico
y superar todas las dificultades
sin ceder un palmo de terreno.

Te pedimos servirte de ahora en adelante
estando listos para el combate:
ceñida con la verdad nuestra cintura,
protegido nuestro pecho con la coraza de la rectitud
y calzados nuestros pies
con el celo por anunciar el mensaje de la paz.

Tendremos siempre embrazado el escudo de la fe;
como casco, usaremos el de la salvación,
y como espada, la del Espíritu,
es decir, la palabra de Dios.

Enséñanos a hacer todo esto orando
y suplicando sin cesar bajo la guía del Espíritu.
Pon en nuestros labios la palabra oportuna,
y haz que podamos dar a conocer
libre y valientemente
el misterio del mensaje de salvación.
Concédenos el valor de anunciarlo como debemos.

Señor Jesús, aún no hemos tenido
que soportar nada por tu Evangelio.
¿Dónde están los sufrimientos, las dificultades, las estrecheces,
los golpes, los trabajos agotadores,
las noches sin dormir, los días sin comer…?
Cuando éstos se presenten, haz Señor
que sepamos comportarnos como fieles servidores tuyos.

Pero ahora, que sepamos poner de manifiesto
nuestra limpieza de vida,
nuestro esfuerzo por conocer las cosas de Dios,
nuestra entereza en la prueba, nuestra bondad,
la presencia del Espíritu en nosotros,
nuestro amor sin doblez.

Que sea tu poder el que avale
la verdad que anunciamos.
Y tanto para atacar como para defendernos,
que no empuñemos más armas
que las que tu fuerza salvadora nos proporciona.

Señor Jesús, el mensaje de tu muerte en la cruz
es un absurdo
para los que van por sendas de perdición;
mas para nosotros,
los que estamos en camino de salvación,
es poder de Dios.
Porque está escrito, Señor:
«Destruiré la sabiduría de los sabios
y haré fracasar la inteligencia de los inteligentes».

¿Quién se atreverá a presumir de sabio, de maestro…?
El mundo con su sabiduría no ha llegado a conocer a Dios.
Por eso, Dios, tu Padre,
ha decidido salvar a los creyentes
a través de un mensaje que parece absurdo:
tú mismo, Jesucristo crucificado,
que eres escándalo para muchos,
y locura para muchos más.

Pero para los que Dios ha llamado,
eres el poder y la sabiduría del Padre.
Porque lo que en Dios parece absurdo,
aventaja, con mucho, al saber de los hombres,
y lo que en Dios parece débil
es más fuerte que la fuerza de los hombres.

 

 

Salmo 18. DESDE LA VIDA Y LA LUZ

Nosotros buscamos tus huellas, Señor,
en la vida de tu tierra,
en la luz que inunda tus cielos.
Tu gloria, oh Dios, alabamos en tus obras
y nos llena de alegría;
la obra de tus manos, Señor,
es un canto a tu bondad y belleza.

El día al día, la noche a la noche,
comunican tu mensaje de amor,
y nuestro corazón se llena de gozo
y entusiasmo ante tu presencia.
¡Bendito seas, Señor, en la luz y en la vida de tus obras!

Como la brisa suave,
como el rocío de la mañana, Señor nuestro,
tu mensaje nos llega
derrochando la grandeza de tus manos.
La tierra toda está salpicada de
tu amor y tus prodigios.
Tú te haces presente en la lluvia y en la flor,
en la nieve y en la luz.
Te recreas en la inmensidad de tus mares y tus playas,
y te asombras de la vida que sus entrañas llevan dentro.

Tu sabiduría, Señor, es eterna
y has creado todo como un canto de unidad;
tu ley, Señor, es perfecta
y has llenado la existencia de armonía.
Tus caminos y tus sendas, Señor,
son rectos y gozo de nuestro corazón;
tu Ley ha quedado marcada en tus obras
y es luz para nuestros ojos.

Oh, Señor, Dios nuestro,
danos sensibilidad y un corazón puro
para respetar y admirar
las obras maravillosas de tus manos.
Tu Creación, oh Dios de la vida,
es como un gran libro
abierto, página a página,
al corazón del ser humano.
¡Bendito seas, Señor,
cercano en tus obras al hombre y la mujer que has creado!

Nosotros creemos en ti
y respiramos el don de tu vida.
Tú eres la raíz de nuestra existencia
y el manantial de nuestro río.
Empápanos de tanta belleza y grandeza
que rodea nuestra vida,
y levanta nuestro corazón hacia ti,
Autor de tantas maravillas.

Señor Dios nuestro, a ti cantamos agradecidos;
te alabamos con el corazón lleno de gozo;
te queremos porque has manifestado tu amor.
¡Bendito seas, Señor,
en la luz y la vida que cada día respiramos,
desde el amanecer hasta el poner del sol!
¡Bendito seas, Señor, en nuestro corazón
que busca la luz y ama la vida!

 

 

Salmo 126. SI TÚ NO CONSTRUYES NUESTRA CASA

Si tú, Señor, no construyes nuestra casa,
en vano nos esforzamos en ponerla en pie.
Si tú, Señor, no guardas nuestra ciudad,
en vano se esfuerzan los que la vigilan.

Construye, Señor, nuestra casa:
afírmala en la verdad,
levántala sobre el amor,
ponla en pie sobre la fe,
ciméntala en la esperanza.

Guarda nuestra ciudad:
libéranos del egoísmo y el orgullo,
sálvanos del pecado de la indiferencia,
rescátanos de la mentira disfrazada,
libéranos del mundo de las injusticias.

Queremos madrugar, Señor,
para gastar la vida en tu servicio,
para ayudar a ponerse en pie al hombre,
para comprometernos con los que sufren,
para construir un mundo nuevo.

Tú eres bueno y generoso con el hombre que en ti cree.
Tú le das el pan y llenas su mesa mientras duerme en la noche.
Colmas de bienes al pobre de corazón que espera en ti.
Regalas con tus dones al que cumple tus mandatos y te es fiel.

Danos entender, Señor, que tú lo das todo y lo pides todo;
que todo es gracia y todo exige esfuerzo;
que tu amor es siempre grande, sin medida;
que somos siervos inútiles a tu lado.

Tú has llenado nuestras vidas con tus dones y riquezas.
Nos has engrandecido porque sencillamente eres bueno.
Danos un corazón capaz de compartir con los hermanos.
Danos un corazón para ser, en el amor, los primeros.

Somos hijos de la juventud,
nacidos de la fuerza de tu Espíritu,
capaces de construir un mundo nuevo,
abiertos a nuevas formas de vida,
empeñados en construir tu Reino.

Llena nuestra aljaba de tu amor y que nos sintamos felices.
Abre nuestra vida al don y que dejemos en el camino flores.
Ayúdanos a descubrir que hay más gozo en dar que en recibir.
Danos un corazón libre, para caminar «ligeros de equipaje».

COMUNIDAD – IGLESIA

 

 

 

COMUNIDAD QUE CONVENCE

Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma.

Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos.
Cuando se reúne en torno a Jesús
y no en torno a sus problemas.
Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma.
Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma…

Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Una comunidad dice poco cuando habla de sí misma.
Cuando comunica sus propios méritos.
Cuando anuncia sus reuniones.
Cuando da testimonio de su compromiso.
Cuando se gloría de sus valores.
Cuando se extiende en provecho propio.
Cuando vive para sí misma.
Cuando se apoya en sus fuerzas.
Una comunidad dice poco
cuando habla de sí misma.

Una comunidad no se tambalea por los fallos,
sino por la falta de fe.
No se debilita por los pecados,
sino por la ausencia de Jesús.
No se rompe por las tensiones,
sino por olvido de Jesús.
No se queda pequeña por carencia de valores,
sino porque Jesús dentro de ella es pequeño.
No se ahoga por falta de aire fresco,
sino por asfixia de Jesús.
Una comunidad sólo se pierde
cuando ha perdido a Jesús.

Una comunidad es fuerte
cuando Jesús dentro de ella es fuerte.
Una comunidad pesa
cuando Jesús dentro de ella tiene peso.
Una comunidad marcha unida
cuando Jesús está en medio.
Una comunidad se extiende
cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive
cuando vive de Jesús.
Una comunidad convence y llena
cuando es la comunidad de Jesús.

Patxi Loidi

 

 

UNA COMUNIDAD ALEGRE

Señor Jesús,
haznos una comunidad abierta,
confiada y pacífica,
invadida por el gozo de tu Espíritu Santo.

Una comunidad entusiasta,
que sepa cantar a la vida,
vibrar ante la belleza,
estremecerse ante el misterio
y anunciar el reino del amor.

Que llevemos la fiesta en el corazón
aunque sintamos la presencia del dolor en nuestro camino,
porque sabemos, Cristo resucitado,
que tú has vencido el dolor y la muerte.

Que no nos acobarden las tensiones
ni nos ahoguen los conflictos
que puedan surgir entre nosotros,
porque contamos, en nuestra debilidad,
con la fuerza creadora y renovadora
de tu Espíritu Santo.

Regala, Señor, a esta familia tuya,
una gran dosis de buen humor
para que sepa desdramatizar las situaciones difíciles
y sonreír abiertamente a la vida.

Haznos expertos en deshacer nudos
y en romper cadenas,
en abrir surcos y en arrojar semillas,
en curar heridas y en mantener viva la esperanza.

Y concédenos ser, humildemente,
en un mundo abatido por la tristeza,
testigos y profetas de la verdadera alegría.

Ángel Sanz Arribas

 

 

 

DICHOSA TÚ, IGLESIA

Padre, haz que tu Iglesia se transforme
en testimonio de amor entre los hombres.
Cuida con tu ternura a estos hombres y mujeres
que en medio del mundo quieren ser sal y luz.
Será entonces, Padre, una Iglesia dichosa.

Padre, que todos vivamos el Bautismo
siendo luz y siendo capaces de denunciar
las tinieblas de nuestro planeta,
que son las injusticias.
Y siendo en todo momento, como bautizados,
la voz de los que no tienen voz.

Será entonces, Padre, una Iglesia dichosa.
Padre, cuida de tus hijos diseminados por la faz de la tierra,
empeñados en hacer un mundo más habitable,
empeñados en ser portadores
de la única salvación que se llama Jesús.

Será entonces, Padre, una Iglesia dichosa.
Padre, dinos a todos tus hijos
que en medio de una vida a veces gris
está el aliciente de tu eterna novedad,
el gozo de tu presencia,
la alegría de tu promesa de estar siempre con nosotros.

Será entonces, Padre, una Iglesia dichosa.
Padre, por medio de tu Iglesia,
cuida a las familias, fortalece a los trabajadores,
abre puertas de esperanza a los jóvenes,
anima a los niños y a quienes se sienten solos,
enseña a los evangelizadores y catequistas,
educa a los testigos y maestros,
alienta a los peregrinos y caminantes,
alimenta el diálogo de las comunidades,
y muéstrate a los perdidos, a los que dudan
y a quienes te buscan.
Será entonces, Padre, una Iglesia dichosa.

 

 

HACER DE LA CASA UN HOGAR

Nuestra casa es un punto de referencia,
un asidero, un centro de gravedad,
un eje que impide nuestra disolución
en el todo o en la nada.
Es refugio frente al mundo y mediación hacia él;
lugar de arraigo y punto de partida;
recinto de amor y escuela de amor universal.

Una casa a la medida del hombre,
a la medida del amor humano.
El amor sostiene la casa y la casa sostiene el amor.
Un espacio repleto de señas de identidad.
Configurada a nuestro estilo,
a nuestra imagen y semejanza,
imprimiendo nuestro sello a los objetos.
Una creación personal.
El hombre hace la casa, y la casa hace al hombre.

Una casa acogedora, hospitalaria, compartida:
ni abierta de par en par ni cerrada a cal y canto.
«A quien llega, Dios le traiga; a quien marcha, con Dios vaya».
Una casa como la Iglesia,
que congrega a los que están dentro
y convoca a los que están fuera.

La casa puede convertirse en reducto blindado
donde se guarda el botín, la guarida del hombre
que es lobo para los hombres.
Una torre de marfil, un recinto aislado y amurallado,
en vez de ser una caja de resonancia;
un lugar donde nada humano resulta ajeno.
No sólo un recinto de amor, sino también una escuela de amor.

Para hacer de una casa un hogar, ésta debe tener:
los hondos cimientos de la lealtad,
la alcoba de la intimidad asidua,
el refectorio de los obsequios recíprocos,
el zaguán de las bienvenidas y las despedidas,
la solana de los días apacibles,
el resguardo de los días de tormenta,
la galería de los diálogos afectuosos,
la sala de las muestras de respeto,
el granero de la memoria del amor,
el pasadizo de la reconciliación,
la despensa de la paciencia…

La casa es templo,
un signo vivo de la convivencia
de Dios con los hombres:
incorpora lo celeste, anticipa lo venidero,
transfigura lo cotidiano,
manifiesta lo invisible,
dilata el tiempo y el espacio,
revela un don de lo alto,
un instante de eternidad.

El mundo es la casa común de todos,
que conviene cuidar inteligentemente,
y cuyos bienes distribuir justamente.
El mundo entero es el hogar de todos
y el templo de Dios.

Joaquín Suárez Bautista

 

 

 

ORACIÓN PARA EL CAMINO

Con nuestros miedos y temores,
pies de barro y acomodos,
cansados muchas veces,
caminamos por la senda de la vida.

Míranos, Padre,
reunidos aquí en Asamblea,
por una misma Fe en Cristo,
nuestro Hermano.

Padre, Tú que nos convocas,
danos fuerza para continuar la marcha,
y ayúdanos a ver luz entre tanta tiniebla,
la luz de la verdad que es Cristo,
para que nos guíe,
y sintiéndole resucitado, a nuestro lado.

Haznos mujeres y hombres de bien,
mensajeros tuyos.
Y dejando las tinieblas, seamos
servidores de su causa,
de aquellos que reclaman paz
y gritan pidiendo justicia.

Con pies cansados caminamos.
Míranos, reunidos por Cristo, Padre.
Danos la luz de Cristo resucitado.
Haznos mensajeros y servidores
de paz y justicia.

Emilio Montes

 

 

PIEDRA PRECIOSA

Padre, llevamos escrito en nuestros corazones
el espíritu de tus hijos que nos dice:
«la comunidad es el hogar de los hermanos;
en ella viven juntos;
en ella renuevan cada día la experiencia de la amistad,
de la estima, de la confianza y del respeto recíprocos».

En comunidad te aclamamos como único Padre de todos.
También, Padre, con todo el corazón proclamamos:
«qué bueno y agradable es habitar los hermanos unidos»,
qué bueno es vivir codo con codo como uvas en racimo,
qué agradable es sentirse acompañado
y ser comunidad, signo y sacramento de tu presencia viva.

Contigo, Padre, recordamos el mensaje
que nos diste por medio de tu Hijo:
«nadie tiene amor más grande que aquel
que de verdad da la vida por el otro».

Por eso, Padre, te decimos que esperamos
saber buscar fecundidad en nuestras relaciones
a imagen y semejanza del grano de trigo enterrado
que aprende en el silencio de la tierra a ser fecundo
y se hace tallo, rama, flor, fruto y nueva semilla.

Todos tus hijos, Padre bueno, sabemos muy bien
que existe la piedra preciosa de la vida compartida,
de la vida dialogada, de la vida entregada y celebrada.
Piedra preciosa es la comunidad fraterna.

Gracias, Padre, por este tesoro
que has puesto gratuitamente en nuestras manos.
Aquí nos tienes, Padre, como comunidad
que habla bien de ti y proclama la alabanza,
porque nos llamaste a ser hermanos
y cada día nos invitas a vivir en comunidad.

Tú quieres que nuestros corazones
aprendan a amar sin pedir nada a cambio
y así se proclame como un padrenuestro
la presencia del Reino en tu casa del mundo
y en la mesa de la calle y de la escuela.

 

 

POR MIS HERMANOS DE COMUNIDAD

Padre,
hoy quiero pedirte
por mis hermanos de comunidad.

Tú los conoces personalmente:
conoces su nombre y su apellido,
sus virtudes y sus defectos,
sus alegrías y sus penas,
su fortaleza y su debilidad,
sabes toda su historia;
y los aceptas como son
y los vivificas con tu Espíritu.

Tú, Señor, los amas
no porque sean buenos,
sino porque son hijos tuyos.

Enséñame a quererlos de verdad
a imitación de Jesucristo,
no por sus palabras o por sus obras,
sino por ellos mismos,
descubriendo en cada uno,
especialmente en los más débiles,
el misterio de tu amor infinito.

Te doy gracias, Padre,
porque me has dado hermanos.
Todos son un regalo para mí,
un verdadero «sacramento»,
signo sensible y eficaz
de la presencia de tu Hijo.

Dame la mirada de Jesús para contemplarlos,
y dame su corazón para amarlos hasta el extremo,
porque también yo quiero ser
para cada uno de ellos
«sacramento» vivo de la presencia de Jesús.

ITVR

 

 

“SIGNO FUERTE” DE DIOS

Señor, enséñanos a Ser:
Una comunidad misericordiosa, hacia dentro y hacia fuera,
volcando gratuidad sobre este mundo.
Entrañadora de todos como y porque Dios nos “entraña”.
Apasionada por descubrir el “Dios otro”
y por colaborar con El en lo que ya está haciendo.

Señor, enséñanos a Ser:
Una comunidad de publicanos,
que se saben, no sanos, sino “curados” y no lo ocultan.
Por eso son creíbles como noticia del que Sana
y cercanas a quienes necesitan ser curadas.

Señor, enséñanos a Ser:
Comunidades donde solo se habla el lenguaje de Dios,
el de los hechos, que son amor concreto.
Testigo de que la gratuidad
es la más potente energía transformadora
de las relaciones humanas.

Comunidades, por eso, humanizantes dentro y fuera.
Confluencia de las libertades personales
liberadas por nuestros votos.

Señor, enséñanos a Ser:
Comunidades que no se avergüenzan de ser,
y de aparecer, pobres.
Experiencia piloto de otra “sociedad del bienestar” para todos.

Señor, enséñanos a Ser:
Comunidades en comunión permanente
con quienes, creyentes o no, luchan por el ser humano,
por la regeneración de la sociedad humana desde su raíz.

Señor, enséñanos a Ser:
Comunidades dueñas de sus propias estructuras,
no esclavas de ellas.
Señor, enséñanos a inventar nuestra comunidad todos los días,
porque estamos convencidos de que el Amor disculpa siempre,
espera siempre, aguanta siempre, inventa siempre, crea siempre…
Él es la Vida.

 

 

SALMO DEL ESPÍRITU DE COMUNIDAD

Somos Hermanos; así nos quiso el Padre,
que nos soñó en el seno de la Iglesia;
somos Hermanos, racimos en sus manos,
para ser vino sabroso en la Escuela.

Somos Hermanos, nacidos de la fe
de un hombre que hizo del grano, su cosecha,
lanzando al viento las semillas de vida,
acogidas en los surcos de la tierra.

Somos pan sabroso, roto entre nosotros,
pan de cada día servido en la mesa;
somos vino añejo vertido en la copa
para cada Hermano, que en la copa beba.

Somos arcoíris de siete colores,
que surca los cielos, cuando la tormenta,
en alas del viento se alejó calmada,
dejando en bonanza millones de estrellas.

Somos sólo Hermanos, Hermanos unidos,
Hermanos que quieren amarse de veras;
Hermanos que cargan la cruz del Hermano
llevando la carga, que de ley, es nuestra.

Y desde la mañana hasta la noche,
juntos como Hermanos en el aula siembran,
la Palabra viva del Dios de los niños,
dejando en sus almas flor de primaveras.

Y al atardecer, como un solo hombre juntos,
de nuevo sus almas, juntas se congregan,
con Jesús que vive en sus corazones
y al Padre del cielo juntos le recuerdan.

Junto al pan y al vino, en la Eucaristía,
se sienten Hermanos, y su amor estrechan,
como piedras vivas de una misma casa,
tan firmes y unidas, cual preciosa perla.

Qué bueno, qué hermoso, los Hermanos todos,
verlos siempre unidos en común tarea;
son como perfume que embriaga sus vidas,
dejando en la marcha, aroma en sus huellas.

 

 

DESDE EL AMOR A LA IGLESIA

Amo tu Iglesia, Señor Jesús, presente hoy en la historia;
Sacramento universal de salvación entre los hombres;
esta Iglesia tuya y nuestra, pobre y pecadora, limpia y santa.
Amo tu Iglesia, Señor, misterio profundo de Dios y del hombre.
esta Iglesia que tiene su tienda en medio de nuestro barro.

Amo esta Iglesia, Señor, proyecto maravilloso del Padre,
que tú, el Enviado, has realizado con el poder de tu Espíritu.
Amo esta Iglesia, Señor, lugar donde el Padre ama y llama;
lugar donde tú curas y salvas; donde tu Espíritu libera y vivifica.

Amo tu Iglesia, Señor, Pueblo de Dios en camino;
esta Iglesia, llamada a todos los pueblos;
casa abierta a todas las naciones.
Amo esta Iglesia, Señor, Cuerpo tuyo,
donde tú eres Cabeza y Guía;
Cuerpo tuyo con los hermanos que viven una misma fe en ti;
Familia de los hijos de Dios;
techo común donde todos tienen acogida;
hogar encendido donde el hombre se siente hermano.

Amo tu Iglesia, Señor, comunidad de creyentes en la tierra;
donde todos están unidos en un mismo Bautismo;
en la que todos se centran en la única Palabra;
anuncio salvador para todos los hombres.

Amo tu Iglesia, servidora del hombre pobre y necesitado;
testigo fiel entre los pueblos;
testigo de tu muerte y resurrección liberadora;
camino de liberación para el hombre;
esta Iglesia, que salva y redime;
esta Iglesia, que cura y sana.

Amo tu Iglesia, Señor,
comunidad de tus seguidores, de tus discípulos,
lugar donde tú quieres que el discípulo viva la fe.
Amo tu Iglesia, que ha hecho opción por los más pobres;
que es servidora, buen samaritano del hombre apaleado.
Amo vivir en comunión
con los fieles sellados por tu Espíritu,
y con los Pastores de tu pueblo.

Amo tu Iglesia, Señor, presencia de tu resurrección gloriosa;
nacida de la sangre y del agua en lo alto de la cruz.
«comunidad de comunidades» en el mundo;
esta Iglesia, Señor, que hace unidad en la fracción del pan.
y en la comunión con tu Palabra.

Amo tu Iglesia, Señor, como respuesta de tu amor al hombre;
fermento en la historia de tu Reino;
sal y luz del mundo, de las naciones;
único rebaño bajo un único Pastor.

Que tu Espíritu, Señor Jesús, cree la unidad entre nosotros.
Que tu Palabra, Señor, nos una en un mismo estilo de vida.
Que tu Pan de Vida, Señor, nos haga sentar a la misma mesa.
Que tus sacramentos, Señor, nos salven en tu amor redentor.
Que tu Madre, Señor, nos acoja en una misma Casa.
Que tu Padre, Señor, nos una a todos como hijos.
Que tu Reino, Señor, sea la esperanza que nos una a todos.

Ven, Señor Jesús: como un solo Pueblo caminamos hacia ti.
como unidad de amor somos tus testigos en la historia.

 

 

Salmo 121. DEL HOMBRE EN CAMINO

¡Qué alegría he descubierto al sentirme Iglesia!
¡Qué alegría al saber que camino dentro de un Pueblo nuevo!
¡Qué alegría compartir mi fe en ti con los seguidores tuyos!
¡Qué alegría, Señor, caminar, como hermanos hacia tu Casa!

Es bello caminar todos unidos, como un solo hombre;
es suave avanzar apoyado en el hombro de mi hermano;
es dulce compartir los gozos y las alegrías en grupo;
es hermoso hacer de nuevo el camino con las manos dadas.

Nuestros pies, Señor, se han puesto en marcha
y tu Espíritu es su aliento;
nuestros pasos, Señor, están guiados por tu Palabra;
ante nosotros se abren las puertas de una nueva Humanidad;
y se llena el corazón de gozo a medida que el Pueblo avanza.

Con tu Iglesia, Señor Jesús, caminamos dejando huellas en la Historia;
vamos subiendo contigo, tomando parte en tu destino, la Cruz;
dejamos a nuestro paso semillas profundas de tu Evangelio.
Alienta nuestra marcha; anima nuestro peregrinar, Señor.

Caminamos contigo hacia la Casa del Padre abierta a todos;
caminamos en espera de la Vida eterna que nos aguarda;
llevamos en el corazón la verdad de un más allá cercano;
y nuestra fatiga se queda atrás al responder a tu llamada.

Haznos sembradores de paz a lo largo del camino;
que germine la paz como fruto de la justicia en nuestra tierra;
que nuestras manos se abran al dolor del hombre de corazón roto;
y que dejemos en el camino el pan y la sal como señal de testigos.

Por amor de mis hermanos, por amor a todos los hombres:
¡danos tu amor!
por amor a los que sufren, a los que lloran: ¡danos tu compasión!
por amor a los humildes y oprimidos: ¡danos tu verdad y libertad!
por amor al débil, al niño, al indefenso: ¡danos el don de la fe!

 

 

Salmo 132. DE LA COMUNIDAD

¡Qué bueno, qué dulce, habitar los hermanos juntos!
¡Qué bueno es vivir apiñados como un racimo todos!
¡Qué dulce es sentirse acompañado de los hermanos!
¡Qué maravilloso, Señor Jesús, es vivir juntos en comunidad!

Todos unidos en comunidad
somos como una espiga madura,
como colmena trabajadora,
somos piedras que sostienen la casa,
somos como granos de arena que forma un desierto.

Tú nos quieres, Señor Jesús, miembros de un mismo grupo,
sentados alrededor de tu palabra y de tu pan.
Tú nos has reunido con la fuerza de tu Espíritu de amor.
Tú eres el Centro y la fuerza de nuestras vidas.

El amor, Señor Jesús, es como perfume precioso y caro;
como la luz que abre camino en la noche;
como la lluvia temprana sobre el prado;
como darse sin miedo al derroche.

Tú llamaste a los Doce a juntarse como amigos a tu lado.
Y les diste como norma el servicio y el compartir.
Les diste el reto de olvidarse cada cual de sí mismo.
Les desafiaste a ocupar el último lugar, como norma en el vivir.

El amor, Señor Jesús, es como la rosa nacida en primavera;
como la mirada limpia y transparente de un niño;
como la pureza y claridad de las estrellas;
como el canto en la mañana de un pajarillo.

Tú nos diste una ley para vivir en comunidad y ser hermanos;
tu ley es para corazones que saben amar sin pedir nada a cambio;
tu nos diste el mandamiento nuevo para corazones nuevos;
tú hiciste del amor la norma esencial de tu Reino.

El amor es, Señor Jesús, libre como gaviota al viento;
es fuerte como el fuego crepitante en la hoguera;
es flexible como la arcilla en nuestras manos;
es fiel como la madre que no cesa de darse entera.

Tú hiciste comunidad, Señor Jesús, en la cruz alzada en alto;
de tu pecho abierto en agua y sangre hemos nacido;
tú nos amaste hasta el extremo de dar tu vida sin medida;
tú nos hiciste de nuevo, en la casa de Dios, hijos.

Tú nos dijiste, Señor Jesús, que nadie tiene amor más fuerte,
que aquel que de verdad da la vida por el amigo;
danos saber buscar fecundidad en nuestras relaciones
y que muramos, como muere para ser fecundo, el grano de trigo.

¡Qué bueno, qué dulce, habitar los hermanos juntos!
¡Qué bueno, Señor Jesús,
tenerte a ti como Centro de nuestra Comunidad!

CONFIANZA 

 

 

 

PLEGARIA DE ADORACIÓN

Cuando todo va bien y la vida nos sonríe,
decimos: Gracias a Dios.
Si algo se cruza en nuestro camino,
nos callamos o pensamos que Dios calla.
Y si la monotonía se apodera de nosotros,
hacemos del mismo Dios monotonía.
¿No será mejor, en todo momento, adorar?
Se adoró el becerro de oro, el poder de otros dioses
e incluso a los hombres dotados de autoridad.
Lo efímero no merece adoración,
sólo Dios es digno de adoración. A él sólo adorarás.

¡Qué misterio la voluntad de Dios!
¡Cuánto sufrimiento de la humanidad
para dar con sus ocultos designios!
Hasta que llegó la manifestación,
la presencia de Jesús entre nosotros.
A los primeros cristianos los llamaron los adoradores.
Ni en Jerusalén, ni en este monte, ni en el templo…
Es en el corazón donde se adora
y se acepta la voluntad de Dios.

Adoración es abandono activo,
actuación dinámica en presencia de Dios,
reconocer su mano en todo lo que somos
y en la marcha de nuestra historia;
poner en la mesa el sacrificio y la ofrenda,
la silenciosa oración y el trabajo que fatiga.
Tras la crisis y el fracaso, tras las dudas y la enfermedad,
y tras dejar en el surco la semilla,
decir desde el fondo del alma:
Adoro en todo la voluntad del Señor en mi vida.

¿No habrá nadie capaz de adorar? Sí,
mientras haya personas que sufren,
que ríen y gozan con los amigos,
que sienten con el sentir del otro,
que son capaces de compasión.
Mientras haya alguien que ame,
habrá un adorador, y muchos más.

Te adoramos, Señor, en la ciudad de los cielos
y en el Tabor de las delicias.
Te adoramos en el Calvario del dolor
y en el Sepulcro de la ruptura.
Te adoramos en el milagro y en lo vulgar,
en la exaltación y en la pena.
Somos tus hijos, Padre digno de alabanza y de amor,
ponemos en Ti los ojos y te decimos:
adoramos en todo tu voluntad en nuestras vidas.

José María Martínez

 

 

 

SEÑOR DE LO IMPOSIBLE

Señor de lo Imposible,
Tú mereces que toda vida humana sea senda de tus pasos,
y todo ser viviente se rinda a la evidencia de tu amor
que levanta montañas de ternura.

Cuando tomo conciencia de mi andar sin destino
y mis muchos errores me acusan y acobardan,
vuelvo hacia ti mis ojos en demanda de auxilio
y Tú me abres torrentes de íntimas dulzuras.

Dichoso el hombre que sabe confiar en tu gracia
y arroja en tu amistad sus años terrenales:
los ríos de la audacia regarán sus cosechas
y no se apagará ninguno de sus latidos.

Tú eres el Dios de los pequeños e insatisfechos,
el Dios que nos consuela en nuestras horas límites
y nos levanta siempre que en la lucha caemos
o el reptil del desánimo escupe su veneno.

Igual me da vivir de cara a mil auroras
que tener mil ocasos pesando a mis espaldas:
Tú haces que toda hora se torne en alto gozo
cuando enciendes tu estrella sobre nuestro horizonte.

Y riegas de alegría los campos olvidados;
y haces crecer cosechas donde el dolor fue estéril;
y el hombre sabe ya de su nombre más puro
que le fuera negado entre afanes de muerte.

Cada hombre y para siempre, será su yo más suyo;
y al mismo tiempo su yo más compartido y libre.
Cada hermano será la alegría de todos
y todos la corona de una única alegría.

Y en playas y desiertos, en bosques y colinas,
ascenderá la voz de este universal canto:
¡El Dios de lo Imposible ha demolido el muro
de la muerte que fuera de ruinas y lamentos!

Antonio López Baeza

 

 

 

EL DON DE LA CONFIANZA

Concédeme, Señor, el don de la confianza
que todo lo espera de tu misericordia.

Cuando la hondura de mi pecado me desespere,
concédeme creer que Tú no renuncias nunca
a sembrar en el barro de mi mediocridad.

Cuando el sufrimiento me agobie,
concédeme creer que Tú siembras en él
una secreta fecundidad.

Cuando me dé miedo la muerte,
concédeme creer que el grano de trigo que muere
es semilla de una nueva espiga.

Cuando la desdicha de los oprimidos me subleve,
concédeme creer que la lucha por la justicia
es semilla de victoria y libertad.

Cuando me paralice la duda, concédeme creer
que las nubes no impiden brillar al sol.

Cuando tu Iglesia sea infiel a su misión,
concédeme creer que Tú siembras incluso
en el corazón de nuestras contradicciones.

Cuando el hombre sólo piense en términos de rentabilidad,
concédeme creer en los frutos ocultos de la gratuidad.

Cuando, en nuestras ciudades, la vida se deshumanice,
concédeme creer en la fuerza de la flor que brota entre las piedras.
Cuando el estruendo del cañón ahogue los gritos de los heridos,
concédeme creer que Tú sigues sembrando deseos de paz.

Concédeme, Señor, el don de la confianza,
para que crea que nada ni nadie podrá jamás ahogar del todo
las semillas de la vida y del Amor,
esas semillas que, con tu muerte y resurrección,
has sembrado en nuestra tierra.

M. Hubaut

 

 

EXPERIENCIA DE DIOS

Aquel que vive la experiencia de Dios
grita desde lo más íntimo de su ser:
¡Tú eres mi luz indefectible!
¡En ti aprendo a vivir en la ingenuidad que todo lo espera!

Sólo Él puede arrancarte de las íntimas contradicciones
que conmueven los cimientos de tu existir;
sólo El abre horizontes ante tus alas
desplegadas bajo el impulso de su llamada.
No temerás los tiempos de crisis, ni la decadencia cultural,
ni aquella inseguridad que se cierne
como cielo tormentoso sobre nuestros días.

Los más seguros de sí mismos podrán burlarse
abiertamente de nuestra confianza humilde.
¡Pero sabemos que sólo Dios salva, y se convierte Él mismo
en el núcleo más firme de nuestro ser!

Si has hecho del Señor tu roca firme,
confía siempre y contempla su obra.
Sabrás que cielo y tierra están al servicio del ser humano
y que de la experiencia de Dios mana
un río de paz que fecunda, alegre, la tierra
de nuestras esterilidades y torpezas:

¡Qué desbandada de angustias y temores
que creyeron apoderarse para siempre
de tu tembloroso corazón!

Así se pronuncia el Señor
sobre el ser humano que cultiva su amistad:
Pues que me escucha y me ama, lo pondré a salvo;
cuando me llame, estaré a su lado;
y en su comunión conmigo conocerá que no hay dolor baldío
ni tentación insuperable, ni pecado que no pueda convertirse
en fuerza ilimitada de crecimiento interior.
Sabrá que su vivir es un ameno jardín
donde yo cultivo bellezas y delicias para la eternidad.

 

 

YO DIGO AL SEÑOR: MI REFUGIO

Yo digo al Señor: Tú eres mi refugio.
No temo la amenaza terrorista,
ni el virus que contagia,
ni la contaminación creciente,
ni las estrepitosas caídas de la bolsa.
No temo nada,
porque me siento bajo tus alas protegido
mejor que un coche blindado.
Tu eres mi guardaespaldas y mi seguro a todo riesgo.

Yo digo al Señor: Tú eres mi bien.
Lo demás lo tengo por basura:
las riquezas, las joyas deslumbrantes,
los palacios, las fincas de recreo;
tampoco corro detrás de los aplausos,
ni ambiciono el poder -ningún poder-,
ni sueño con premios ni condecoraciones.
Tú eres mi premio, mi cupón extraordinario,
mi lotería diaria, mi herencia incomparable.

Yo digo al Señor: Tú eres mi consejero.
No necesito abogados ni instructores,
ni libros de consulta.
Tú me dices siempre la palabra oportuna
y la respuesta acertada.
Tú me enseñas mejor que todos los maestros
y me conduces mejor que los directores del espíritu
y hasta en el sueño o en el subconsciente
Tú me instruyes.

Yo digo al Señor: Tú eres mi amigo.
Medicina insuperable contra todas las heridas,
antídoto contra la corrupción
y victoria sobre la muerte.

Tú eres el camino de la vida
y el árbol de la vida
y eres la misma Vida.

Yo digo al Señor: Tú eres mi Pascua
Tú eres mi amor, estaré siempre junto a Ti,
dentro de tu inmenso corazón.
Y allí Tú serás mi gozo sin medida,
mi fiesta interminable.

 

 

Salmo 17. PARA PEDIR VALOR

Yo te amo, Señor, porque estás conmigo.
Tú eres como peña segura, como un alcázar.
Tú eres mi libertador, mi roca, mi refugio.
¡Eres mi fuerza salvadora, el escudo que me protege!

Cuando me siento en peligro,
cuando me cerca el mal y la mentira
tendiéndome sus redes, tú, Señor,
escuchas mi llamada y das respuesta a mi súplica.

Tú eres, Señor, el único que permanece.
Todo pasa, todo se acaba, todo tiene muerte.
¡Sólo tú vives para siempre!
Por eso, Señor, he puesto mi confianza en ti.

Tú me libras del enemigo poderoso,
de los adversarios más fuertes que yo.
Tú eres mi apoyo y me libras porque me amas.

¡Qué grande eres!: has pagado mi rectitud,
has afirmado la pureza en mis manos
porque seguí tus caminos y no renegué de ti.
Señor, he tenido presentes tus mandatos
y he sido fiel guardándolos de verdad.

Tú eres leal con el leal,
con el íntegro eres íntegro,
con el sincero eres sincero,
con el hipócrita tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.

Señor, tú enciendes mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti me meto en la lucha,
fiado en ti asalto las dificultades.
Vale la pena andar por tu camino.

Yo me pregunto: ¿Quién es Dios fuera de ti?
¿Qué seguridad hay fuera de ti?
Tú me ciñes de valor y haces perfecta mi conducta.
Tú eres como un escudo, me adiestras para la lucha,
y robusteces mis brazos.

Yo te digo: ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca!
Yo te digo: ¡Ensalzado sea mi Salvador!
Por lo grande que has sido conmigo
te doy gracias en medio de los hombres,
porque me acompañas siempre y me vistes de poder
en la fuerza de tu Espíritu, te doy gracias.

No tengo miedo, me siento seguro en ti.
Tú eres el valor y el ánimo para mi lucha.
Tú eres, Señor, el Dios que salva.

 

 

Salmo 21. DE ABANDONO EN DIOS

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Te grito, Dios, y tú estás distante.
Te grito, y no tienes palabra para conmigo.
Te grito de noche, y mi voz se pierde en el eco.
Te grito y no me haces caso. ¡Dios, Dios mío!

Me han dicho que quien confía en ti
tú lo pones a salvo. Me han dicho
que gritaban y tú les dejabas libres,
que en ti ponían su confianza
y que nunca los defraudaste.

¡No sé nada de eso!, ahora no entiendo
de confianza. Sólo sé gritar, Dios mío,
y quedarme a solas en mi grito.
Me siento como un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio de muchos;
y mi corazón me dice que se ríen de mí
porque he acudido a ti, para que me pongas a sal

Tú me llamaste a la vida,
me guardaste entre tus manos.
Tú eres mi Dios, aunque nada sienta.
No te quedes lejos, Dios mío, que el peligro
está cerca y nadie me socorre.

Estoy como rodeado de violencia.
Estoy como agua derramado.
Tengo el corazón como cera,
que se derrite en mis entrañas.

Tengo la garganta seca como tierra sin agua.
La lengua se me pega al paladar.
Me siento apretado contra el polvo de la muerte.
Me veo despojado, desnudo, sin fuerzas.
Soy como un payaso de quien todos se ríen.
Tú, Señor, fuerza mía, no te quedes lejos,
ven corriendo a auxiliarme.
Mira mi vida, mi única vida, y sálvala.

Aunque no te veo, aunque me siento abandonado,
aunque me encuentro solo en la prueba,
aunque no tengo fuerzas para resistir,
aunque la tentación se hace dura en mis carnes,
tú seguirás siendo mi Dios en quien confío.

Yo seré como un niño abandonado
en los brazos de su madre. Y diré a las gentes
que tú eres misericordia para este pobre desgraciado,
que tú eres compasión para mi vida rota,
que tú eres mi salvador en la obscuridad de la noche.
Soy un desvalido y espero comer de tu don
hasta saciarme. Te alabo, aunque no veo tu rostro.

Yo digo a mi corazón: ¡no pierdas nunca el ánimo!
Estoy ante ti esperando que me des la vida.
Seré tu amigo y te seguiré fiado en tu fidelidad.
Yo saldré nuevo de tus manos,
y a mi corazón le nacerán alas como de águila.
Y cantaré en mi libertad: en medio del dolor
acudí al Señor y él me libró.
Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi Salvador,
tú eres cercano y amigo del hombre.

 

 

Salmo 26. DE UN CORAZÓN DE FE FIRME

Tú eres, Señor, mi luz y mi salvación: estás conmigo.
Eres la luz para mis pasos, ¿a quién he de temer?
Eres el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
En ti está mi confianza y en tus manos mi vida;
mi corazón está firme y animoso estando contigo;
eres mi luz, mi salvación, mi refugio.

Nada temo, aunque se acerquen a mí mis adversarios;
nada temo, aunque intenten devorar mis fuerzas.
Ante ti, estoy seguro; ellos tropiezan y sucumben.
¿Quién me hará temblar, Señor? Estás conmigo.

Aún más: aunque acampe contra mí un ejército;
aunque luchen contra mi vida las fuerzas del Maligno;
aunque me cerquen por todas partes y me aprieten en su cerco,
mi corazón no teme; está seguro en ti y resiste.

Una cosa te pido, Señor; una cosa busco con pasión:
habitar en tu casa, sentarme a tu lado, estar contigo
todos los días de mi vida. Quiero gustar tu dulzura,
y tener la seguridad plena de que tú me amas.

En el día del peligro me darás cobijo en tu cabaña;
me esconderás en lo escondido de tu tienda;
y mi pie estará seguro sobre tu roca firme.
Contigo, nada temo; tu poder es mi defensa y salvación.

Quiero cantar de gozo, quiero salmodiar, quiero alabarte,
porque eres el Dios de mi vida
y en tus manos me siento seguro.
Escucha mi canto, Señor;
acoge mi plegaria y respóndeme.

Mi corazón no me engaña;
en lo profundo oigo una voz.

Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro».
Sí, tu rostro busco, Señor: no me escondas tu rostro.
Tú eres mi auxilio: no me abandones,
ven en mi ayuda, Dios de mi salvación.
Yo estoy seguro, Señor,
de que si mi padre y mi madre me abandonan,
tú estarás siempre a mi lado y me acogerás.

Enséñame tu camino de paz y bien, Señor;
ponme en marcha, guíame por la senda llana.
Sé tú mi guía, mi luz, mi defensa, mi salvación.
Mi corazón no teme, porque tú vas conmigo y me amas.
Mi corazón está seguro en ti y se siente firme.

Yo quiero ver tu bondad, Señor,
y saborear tu ternura;
aquí, ahora, en la tierra donde vivo:
hazme gustar tu amor.
Yo espero en ti, Señor; yo sé que contigo
mis problemas tienen salida;
estoy seguro de que nunca me dejarás solo.

Tú me hablas al corazón y me dices:
«ánimo, ten valor, sé firme en tu fe,
espera en mí, confía en mi gracia».
Mi corazón te dice, Señor:
«creo en ti, estoy seguro a tu lado».

 

 

Salmo 45. PARA UN CORAZÓN FUERTE

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
es nuestro defensor en el peligro.
Dios está a nuestro lado
y camina con nosotros haciendo grupo.

Por eso no tememos aunque cambie la tierra,
aunque se organice el mal contra nosotros.
Por eso no tememos aunque los montes se desplomen en el mar
y todo se nos caiga de las manos.

No importa que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan los montes con su furia:
El Señor Dios está con nosotros,
nada que valga la pena nos puede pasar.

Nada de lo que nos pase nos separará de él.
La gracia de Dios y su bondad
alegra el corazón en nuestra marcha.
Dios se ha quedado en medio de nosotros
ha puesto su tienda para siempre.

Tenemos a Dios en medio, no vacilamos;
desde el despuntar del día nos acompaña.
Aunque todos nos persigan y acorralen
Dios es Señor, es poderoso.

El Señor Dios está con nosotros,
nada que valga la pena nos puede pasar.
Nada de lo que nos pase nos separará de él.
Nosotros tenemos los ojos abiertos
y vemos las obras del Señor.

Él es dueño de la tierra
Y todo está en sus manos poderosas.
Él rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

¡Sólo es Dios el Señor! Confiamos en él.
¡Nada nos puede faltar!
El Señor Dios está con nosotros,
nada que valga la pena nos puede pasar.
Nada de lo que nos pase nos separará de él.

 

 

Salmo 56. DE UN CORAZÓN A PUNTO

Ten compasión de mí, Señor, ten compasión;
mi corazón se cobija en la tienda de tu ternura:
a la sombra de tus alas busca alivio y paz
y hasta que pase la tormenta, déjame estar contigo.

Te invoco a ti, Señor, que eres todopoderoso;
a ti que me amas y haces tanto por mí.
Manda desde el cielo tu gracia y tu bondad sobre mi vida
y que me sienta salvado, querido, amado por ti.

Mi vida, Señor, está rodeada por fuerzas del mal;
como leones que abren sus fauces para tragarme.
Contigo, Señor, no les tengo miedo y me siento seguro.
Dame un corazón sensato y prudente para que me vea libre.

Álzate, oh Dios, hazte presencia en medio de tu Iglesia;
ponte en pie y camina en medio de nosotros;
anima nuestro corazón, falto de entusiasmo y alegría
y manifiesta tu gloria, tu poder para animarnos.

No nos dejes caer, Señor, en las garras del ave de rapiña,
que revolotea desde el poder, allá en la altura;
que acecha cada día cómo hacer presa al incauto y al cansado;
que se empeña, día y noche, en hacer tinieblas de la luz.

A punto está mi corazón, Señor, mi corazón a punto,
pronto para seguirte con coraje;
dispuesto a luchar con alegría;
entero para entregarse a tu servicio;
aun en medio de la indiferencia y el hastío.

Quiero cantar, quiero alabarte y salmodiar.
Porque tú, Señor, me has dado un espíritu de energía.
Quiero vivir despierto, quiero vivir feliz y contento.
Quiero que todos los hombres sean libres en tu plan de amor.

No tengo miedo, Señor; mi corazón contigo camina;
mis ojos tienen la luz encendida;
no me dejaré manejar por el palabrero;
seré libre con mi actitud crítica ante todo.

Señor, auméntame la fe: creo que tú lo puedes todo;
creo que la Historia está en tus manos;
contigo lo imposible se hace posible;
espero que tu Reino se haga presente.

Mi corazón está a punto, Señor;
a punto para amarte;
a punto para seguir tu proyecto;
a punto para realizar tu Obra;
a punto para ser tu testigo.

 

 

Salmo 89. DE UN CORAZÓN DE BARRO

Señor, tú has sido y eres para todos nosotros,
como una tienda abierta donde se está bien de verdad;
casa con el hogar encendido donde se encuentra paz.
Tú eres Dios, desde siempre y por siempre: ¡Gloria a ti!

Nos sentimos frágiles ante ti, Señor,
como paja que lleva el viento.
Acepta, Señor, nuestro pobre corazón de barro,
e infunde en lo profundo de su ser tu aliento.

Señor, mil años ante tus ojos
son como un ayer que pasó;
y la vida ante tu mirada
es como un río que se alarga
y peregrino va buscando salida a su camino,
hasta que el mar lo acoge en libertad plena
en el seno de sus aguas.

Señor, nuestras vidas son como la hierba
que brota hoy, y que al mediodía se abre
y en la noche se estremece;
ante tus ojos que todo lo penetran,
son como una vela que se va gastando
y que de nuevo tú enciendes.

Aquí está, ante tu corazón de Padre, nuestro pecado;
ante tu misericordia, nuestra debilidad humana;
ten compasión de nosotros, que en ti esperamos,
y da a nuestro pobre barro la alegría de tu esperanza.

Haz, Señor, que vivamos con fuerza y pureza nuestra vida;
mantén nuestras lámparas encendidas en la noche,
en espera cierta de tu llegada,
tarde o temprano, como Amigo.

Enséñanos a contar nuestras años, nuestros días;
llena nuestro corazón de tu sabiduría y tu ternura;
permanece a nuestro lado,
fortalece nuestros pasos vacilantes
y no dejes sin respuesta a quien con sinceridad te busca.

Sacia nuestro corazón, Señor, de tu amor por la mañana;
haz que exultemos y cantemos toda nuestra vida;
haz que nuestros ojos sepan mirar hacia lo alto,
y que el cansancio y el dolor no dobleguen nuestras rodillas.

Devuélvenos la alegría, a nuestro corazón que te ama;
que tus maravillas se manifiesten en tus siervos;
que tu dulzura sea abundante con nosotros, Señor,
y haz que aspiremos a la vida eterna de tu Reino.

Confirma, Señor, con tu Espíritu nuestras vidas.
Marca con tu amor nuestro pobre barro;
sé alfarero del hombre, sé forjador del que busca,
y deja tus huellas profundas en nuestro corazón humano.

Desde el barro que somos, Señor de la Historia y del hombre;
desde la arcilla maleable perdida en tus manos de Padre,
abre nuestras ilusiones e inquietudes
a la luz de tu rostro limpio y tu corazón entrañable.

 

 

Salmo 90. LA CERCANÍA DE DIOS

Tú estás presente en mi vida, Señor,
y mi corazón se goza al saber que eres Padre.
Tú eres mi refugio y mi alcázar,
Dios mío, en ti confío.

Tú me libras en el día de la prueba.
Con tu bondad me proteges,
bajo tus alas me refugio.
Tu fuerza es mi escudo y armadura.

No temo las tinieblas de la noche,
ni el calor duro del mediodía.
Porque contigo sé que mis enemigos caerán por tierra
y la victoria será segura.

Yo he hecho de ti mi refugio,
te he tomado, Señor, por defensa.
La desgracia, contigo, no entrará en mi casa,
porque tú me guardas en todos mis caminos.

Tú me cubrirás con la palma de tu mano,
y no dejarás que mi pie tropiece.
Caminaré sin cansarme hacia la meta
con la seguridad de que tú serás mi recompensa.

Porque sé que me quieres, me librarás.
Porque sé que me tratas personalmente
me protegerás. A ti te puedo invocar
porque sé que siempre me escuchas.

Tú estás siempre conmigo
aunque mi corazón se olvide de que me amas.
Tú estás siempre conmigo
aunque mi corazón te falle y comience de nuevo.
Tú estás siempre conmigo
aunque mi corazón se canse de seguir tus pasos.
Tú estás siempre conmigo
aunque mi corazón a veces no lo sienta.

Señor, mi vida te pertenece,
la he puesto en tus manos.
Que mi corazón no tema
aunque el camino se haga duro.
Tú estás conmigo y mi vida es cosa tuya.

 

 

Salmo 90. BAJO LAS ALAS

Tú me cubres, tú me proteges con tus alas de Padre;
a la sombra de tu bondad y ternura descansa mi vida.
Yo te digo, Señor: eres mi refugio y fortaleza,
eres mi Dios, mi esperanza, la estrella que me guía.

Bajo el poder de tu amor, no temo;
bajo la lona de tu tienda, Señor, me siento tranquilo.
Aunque la lluvia caiga con fuerza y el viento me golpee,
a tu lado, Señor, mi vida está firme ante el peligro.

Tú me libras con tu mano, me amparas con tu ternura.
Aunque la tentación llame a mi puerta y golpee a mi ventana;
aunque la prueba y la crisis obscurezcan mi camino,
estoy seguro, Señor, de que tu gracia no me falta.

Como la gallina acoge a sus polluelos bajo sus plumas,
como el niño busca calor y protección
en los brazos de su madre,
así mi corazón te busca a ti, Dios mío,
desde el amanecer hasta el caer de la tarde.

Bajo tus alas tengo refugio, tengo una defensa;
eres baluarte, roca firme en quien se estrella la ola;
eres escudo y armadura contra el Maligno que me cerca,
eres mi salvación, mi esperanza cada hora.

Contigo, Señor, no temo el terror de la noche;
ni la flecha que vuela de día;
no temo la peste que avanza en la tiniebla,
ni el azote que devasta al mediodía

Aunque a mi lado caigan mil, Señor, no temo;
aunque a mi derecha el terremoto quiebre los caminos,
contigo todo es posible,
porque tu gracia y tu bondad están conmigo.

Señor del hombre y de la historia,
que no me alcance el mal, que salga libre de la prueba;
se tú mi refugio, el poder que actúa en mi debilidad,
y la fuerza que anima, paso a paso, mi flaqueza.

Tú me llevas en tus manos para que mi pie no tropiece;
tú guías mis pasos y haces llano mi sendero;
tú eres la luz que abre camino a mis noches:
contigo mi pobre corazón se mantiene entero.

Yo me abrazo a ti, Señor, Dios mío.
Tú conoces mi debilidad: ¡Ponme en tierra firme!
Permanece siempre a mi lado: ¡No me abandones!
Que tu salvación, Señor, sea fuerza que me anime.

A la sombra de tus alas, pongo mi vida, Señor.
Bajo la bondad y firmeza de tu ternura me cobijo.
Guárdame, defiéndeme, sé fuerte a mi lado,
quiero ser siempre tu hijo.

 

 

Salmo 115. PARA RECOBRAR LA CALMA

Te amo, Señor, porque escuchas mi voz suplicante;
porque inclinas tu oído hacia mí cuando te invoco.
Estoy contigo, Señor, porque tu amor da sentido a mi vida;
porque eres mi salvación y mi esperanza.

Tienden hacia mí sus lazos, como una tela fina de araña,
los agentes del mal que buscan ganarme para su causa.
Salva mi vida, Señor, de los golpes duros de la mentira,
de las palabras falsas y enmascaradas;
dame tu fuerza, Señor, para luchar con la cara descubierta,
para ser fiel a la fe que he aceptado.

Tú eres tierno y justo, Señor; eres compasivo.
Tú guardas a los pequeños y humildes en tus manos,
y al hombre abatido y postrado en tierra lo levantas.
Has salvado mi vida y siento que tu amor me da firmeza.

Vuelve, corazón mío,
vuelve a tu reposo, recobra tu calma;
vuelve a tu sosiego, recobra tu paz;
vuelve a tu alegría, recobra el aliento;
vuelve a tu reposo, recobra el amor.

Tú, Señor, has guardado mi alma de la muerte, mi pie de la caída;
has enjugado las lágrimas de mis ojos, el sueño de mis noches;
tú, Señor, me has dado la mano y camino en tu presencia;
soy peregrino entre los hombres por el sendero de la luz.

Tengo fe en ti, Señor, aunque me sienta desdichado y solo;
aunque me brinden soluciones falsas a mi fracaso;
aunque me duela la lucha por superarme;
aunque me quede aislado y solo en mi camino.

Vuelve, corazón mío,
vuelve a tu reposo, recobra tu calma;
vuelve a tu sosiego, recobra tu paz;
vuelve a tu alegría, recobra el aliento;
vuelve a tu reposo, recobra el amor.

Quiero caminar en tu presencia
apoyado en la luz de tu palabra;
en la vida de tu Evangelio;
en la fuerza del Pan de Vida;
en el amor de tu Espíritu.

Gracias, Señor, soy tu discípulo,
seguidor de tu proyecto;
aquí me tienes cargando con la cruz
día tras día, paso tras paso;
yo voy contigo y quiero ser fiel a la voz de tu llamada.
Has roto mis cadenas,
soy libre y mi corazón se alegra en la fe.

Seré fiel hasta las últimas consecuencias;
cumpliré tus mandatos con fidelidad;
seré firme en las opciones
que por ti he tomado libremente;
con tesón, Señor, llegaré contigo, seguro, hasta el final.

Vuelve, corazón mío,
vuelve a tu reposo, recobra tu calma;
vuelve a tu sosiego, recobra tu paz;
vuelve a tu alegría, recobra el aliento;
vuelve a tu reposo, recobra el amor.

 

 

Salmo 126. DE LA GRATUIDAD

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles.
Si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Toma mis fuerzas, Señor, y dame tu gracia.
Toma mi esfuerzo, Señor, y dame tu lealtad.
Construye mi casa, fortalece mi fe.
Construye mi casa: aviva mi esperanza.
Construye mi casa: tonifica mi caridad.

Yo sé, Señor, que todo en ti es don.
Yo sé, Señor, que tú eres mi riqueza.
Sé ánimo en mi cansancio
y apoyo en el peregrinar de cada día.

Guarda mi ciudad: como un niño me abandono a ti.
Guarda mi ciudad: mi corazón te pertenece.
Guarda mi ciudad: mi voluntad quiere ser tuya.

Yo sé, Señor, que tú me cuidas
como a las pupilas de tus ojos.
Yo sé, Señor, que tú me guardas,
como la gallina a sus polluelos.

Señor, me siento perdido. Tú dices
que es inútil que madrugue,
que es inútil que me acueste tarde,
que es inútil que coma el pan de la fatiga.
Tú dices: ¡que lo das a tus amigos mientras duermen!

Quiero ser tu amigo y nada exigirte.
Quiero ser tu amigo y vivir tu gratuidad.
Quiero ser tu amigo y aceptar tu salvación.
Quiero ser tu amigo y dejarme querer por ti.

Tus dones, Señor, son la riqueza de mi corazón.
Tu gracia en mí, es tu vida sin término,
tu vida eterna, tu vida dada sin medida.

Que tu Reino, Señor, alegre mi juventud.
Que sea dichoso al saborear tu paz.
Que mi corazón se deje levantar por ti.
Que mi vida esté atenta a tu acción creadora dentro de mi ser.

Oh Dios, Dios dador de vida.
Oh Dios, Dios dador de salvación.
Oh Dios, Dios gratuito. Dios del pobre,
del que, desde su barro, busca todo de tu gracia.

 

 

Salmo 126. MÁS ALLÁ DE LA UTOPÍA

Si el Señor no sostiene los cimientos,
toda la obra se viene abajo.
No hay florecer en la espiga,
ni elevación de la morada,
ni conquista del espacio,
ni defensa del ser humano,
allí donde el Señor no esté trazando con su dedo
los caminos del desarrollo.

¡Qué inútil todo proyecto vital que no consulte, día a día,
cada uno de sus detalles con el Señor único del futuro!
¡Qué hundimiento del esfuerzo y la fatiga
que tienen como meta acumular riquezas en la tierra
olvidando la suprema riqueza de ser amigos del Señor!

¿No os habéis dado cuenta todavía
de que quienes se abandonan en el Señor son más felices,
más ricos y más libres que aquellos que sólo confían
en el trabajo de sus manos?
El Señor regala la vida,
y el mismo Señor nos la quiere enriquecer sin medida.
Porque es el mejor amigo del ser humano,
el Dios que nos arrancó de la nada
y nos pone en camino hacia la plenitud del ser.

¡Feliz la persona que crece bajo el Señor
y conducido por su proyecto de amor
lucha por alcanzar un futuro más libre para todos!
La esperanza del que confía en el Señor
irá mucho más lejos en realidades y en logros
que las más audaces utopías soñadas por el ser humano.

CONVERSIÓN – DISCERNIMIENTO

 

 

CONVERSIÓN JUNTO AL POZO

«La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua,
para que no tenga sed
y no necesite volver más veces aquí a sacarla.” (Jn. 4, 15-18)

La presencia de Jesús ha sido una provocación;
así es siempre su Palabra cuando se escucha.
La mujer se ha oído a sí misma muchas veces,
ha pasado por muchas, ha vivido con intensidad.
Necesita una voz de fuera para cambiar.
Ayúdame, Señor, a aceptar puntos de vista nuevos
que abran mi vida a otras dimensiones.

Al encontrarse se perdieron el respeto:
no importa de dónde seas ni el nombre de tu marido.
No importa que el encuentro sea casual,
ni que las aguas del pozo se contaminen
con la presencia de alguien superior o inferior:
Somos tú y yo, sin exceso de respeto,
con el amor que provoca cambio
en las aguas interiores de nuestro ser “personas”.
Que aprenda a no disimular, a no negar nada,
para que la claridad inunde la mente y el corazón.

Convivir es provocar:
mi propia vida me llama al cambio cada día;
pero al vestirme me encierro en la armadura
de mis propias seguridades
y dejo la conversión
para que otros manifiesten con ella su heroísmo,
o su amor, o simplemente su coherencia de vida.
Que la vida de mis hermanos
me ayude a desmontar explicaciones de mi pereza.

Convivir es provocarse:
si nuestra presencia mutua está viva, provoca.
Estamos hechos de limitación y buscamos fortaleza;
tenemos sed de verdad y cada día vamos al pozo;
en nuestra frágil configuración nos necesitamos.
Si esto no nos provoca, no es por causa de los otros,
será por mi pereza para no buscar, ir o sentir necesidad.
Haznos, Señor, provocadores con nuestra vida,
y provocados por nuestra apertura a los demás.

Queremos gritar en el desierto: ¡aquí hay agua viva!
Queremos beber de esa agua, para no tener más sed.
Danos, Señor, el valor de preguntar: ¿Quieres?
Muéstranos, Señor, la claridad para ver nuestra realidad.
Permite que sirvamos de modelos de identificación.
Haznos lúcidos y valientes para provocar, romper,
desarmar defensas y para acercarnos a Ti, la luz.

 

 

CONVERTIRME, ¿HACIA DÓNDE?

¿Hacia dónde debo mirar para convertirme?
Si miro hacia mí mismo me quedaré corto de horizontes;
si admiro lo que otros han hecho, me quedaré admirado;
si conozco lo que otros son, quedaré unido a ellos;
si contemplo al Maestro, quedaré con él identificado.
Jesús llamó junto a sí a los que quiso…
Eran doce, y los llamó apóstoles.
Para que estuvieran con Él.

“Viendo que le seguían, les dice: ¿Qué buscáis?
Le respondieron: Rabí – Maestro – ¿dónde moras?” (Jn 1, 38)
No ¿qué enseñas? Ni siquiera ¿Quién eres?
Hay que ir con Él y estar con Él.
En la oración juntos, en la mesa juntos,
en el trabajo y el ocio juntos, en los proyectos unidos.
Ahí es donde surge la identificación mutua.
Jesús llamó junto a sí a los que quiso…

Nuestra sociedad necesita modelos de identificación
por más que mate a los mensajeros de la paz;
aunque desprecie a los mediadores de espiritualidad;
aunque luche en vano para implantar la cultura…
Porque somos humanos nos necesitamos mutuamente.
¡Cuánto más si queremos trascendernos
y vivir según la identidad de Dios!
Jesús llamó junto a sí a los que quiso…

Toda conversión, como la salvación, pasa por lo encarnado.
El agua, el aceite, los pecados, tienen valor sacramental.
La amistad, la lucha, los hombres, también.
¿Necesito buscar profetas, o signos con voz propia?
¿Acaso he hecho que las cosas pierdan su voz?
¿Ya no me bastan los Hermanos para ver a Dios?
Jesús llamó junto a sí a los que quiso…

Así, entiendo, que conversión es un juego de miradas.
Unas son reojos de sospecha: ¿qué querrán de mí?
Otras son miradas desviadas: hay otros con mayor capacidad.
Las hay miradas abiertas: vamos unidos en la misma dirección.
Y las miradas profundas:
esas son de amor, de identificación, de compromiso.
Cuando miramos así, estamos convertidos, y salvados.
Jesús llamó junto a sí a los que quiso…

 

 

CAMBIAD DE VIDA

Y la voz de Juan Bautista resonó con fuerza:
Cambiad de vida, porque el Reino de Dios está cerca.
Era una invitación a la conversión,
a cambiar el interior del corazón, del pensamiento,
de todos aquellos lugares donde se refugia
lo que mancha al hombre.
Algunos quisieron convertirse y lo lograron;
otros creyeron que querían y siguieron igual.
Señor, creo que quiero.
Dame Tú que mi querer sea verdadero y eficaz.

Si la conversión fracasa, no es por su culpa de la Palabra.
Cada uno de nosotros es dueño de su vida y de su experiencia;
ya no somos principiantes en los oficios de conversión;
tenemos respuestas a todas las cuestiones:
por eso necesitamos ahora hacemos algunas preguntas.
¿Quieres ver? ¿Quieres curarte? ¿Quieres salir de ti mismo?
Señor, creo que quiero.
Dame Tú que mi querer sea verdadero y eficaz.

Cuesta cambiar de postura para recibir ayuda.
Prefiero seguir como estoy, antes que mostrar debilidad;
da miedo conocer la verdadera naturaleza de nuestros males;
respondemos que sí pero nuestro interior es más complicado.
El verdadero deseo de cambio nos llevaría a retocar las causas
no sólo los síntomas de lo que nos pasa.
Honestamente, ¿queremos reconocer que necesitamos cambio?
Señor, creo que quiero.
Dame Tú que mi querer sea verdadero y eficaz.

Aparece la sombra del miedo:
¿Cómo retocar la imagen de nosotros mismos,
si hace tanto tiempo que la hemos dado por buena?
¿Cómo cambiar de lugar en un mundo tan seguro
y comenzar en otro donde aparezca yo en mi novedad?

¿Serán posibles ensayos de más alto vuelo y compromiso?
Señor, creo que quiero.
Dame Tú que mi querer sea verdadero y eficaz.

Convertirse quiere decir cambiar mis rutinas,
dejar que algo en mí se escape a mi control;
que permita penetrar el soplo de Dios
y algo en mí cambie de rumbo, incluso desconocido.
Firmar cheques en blanco ante Dios es costoso;
hacerse preguntas duele,
pero es necesario para poder convertirse.
Señor, creo que quiero.
Dame Tú que mi querer sea verdadero y eficaz.

 

 

TE PEDIMOS UN CORAZÓN RECTO

Padre de la verdad, te pedimos un corazón recto
que sepa distinguir el bien del mal y que se apegue a lo bueno,
que nunca llamemos bien al mal
y que no pequemos contra tu Espíritu Santo.

La gente veía las obras buenas que salían de las manos de Jesús
y se sentía movida a alabarte y darte gracias,
pues creía que obraba el bien porque Tú estabas con él.
Sin embargo, cuando oía a tus representantes legítimos
condenar a Jesús, se sentía confundida.
¿Cómo saber quién tenía razón?

Jesús se remitía a sus obras,
ellas daban testimonio de que Tú lo habías enviado.
Los jefes, en cambio, se remitían a su propia autoridad.
¿Cuál sería, Padre el criterio?
Ningún criterio puede suplir la rectitud del corazón.
Pero ¿quién puede fiarse de su propio corazón?

Tú prometiste que nos darías un corazón nuevo:
¡Haz que se cumplan, Padre, tus promesas;
arranca nuestro corazón de piedra
y danos un corazón misericordioso y limpio
para saber ver tus designios!
Tus designios son que vivamos
y para que vivamos soplaste sobre nuestro barro
tu aliento de vida.

Eso hizo Jesús: vivía de tu vida
y daba de sí a todo el que le abría su corazón.
Eso es lo que no hacían los jefes de tu pueblo:
vivían de la vida que arrebataban al pueblo,
no conocían otra vida, porque no te conocían a Ti.
La presencia de Jesús les ponía en evidencia
y al no poder soportar su luz, intentaron descalificarla.

No permitas, Padre, que sacralicemos lo que nos da seguridad;
que proyectemos en Ti, como si fuera tu voluntad,
lo que es nuestro pecado; que encubramos nuestros egoísmos
como si Tú justificaras tal conducta;
que quitemos a nadie su libertad, dignidad y vida,
aduciendo que te obedecemos a Ti.

Ten paciencia, Padre, y danos tu Santo Espíritu:
afiánzanos en la misericordia,
crea en nosotros un corazón puro,
alimenta en nosotros un espíritu humilde
y que siempre nos apeguemos a lo bueno.
Te lo pedimos, Padre, por el Testigo de la Verdad,
por el Hombre del Espíritu y la Luz de la vida,
tu Hijo, Jesús y hermano de todos.

Pedro Trigo

 

 

ONCE PETICIONES DESOÍDAS

Yo había pedido a Dios poder para ser amado
y me he encontrado con el amor para no necesitar ser poderoso.

Yo le había pedido la salud para hacer grandes cosas,
y me he encontrado con la enfermedad para hacerme grande.

Yo le había pedido la riqueza para ser feliz
y me he encontrado con la felicidad para poder vivir en la pobreza.

Yo le había pedido leyes para dominar a otros
y me he encontrado libertad para liberarlos.

Yo le había pedido admiradores para estar rodeado de gente
y me he encontrado amigos para no estar solo.

Yo le había pedido ideas para convencer
y me he encontrado respeto para convivir.

Yo le había pedido dinero para comprar cosas
y me he encontrado personas para compartir mi dinero.

Yo le había pedido milagros para creer
Él me ha dado fe para hacer milagros.

Yo le había pedido una religión para ganarme el cielo.
Él sólo me ha dado su Hijo para acompañarme por la tierra.

Yo le había pedido de todo para gozar en la vida
Él me ha dado la vida para que goce de todo.

Yo le había pedido ser un dios
Él sólo pudo hacerme hombre.

 

 

LOS DOS CAMINOS

Todos los hombres de todos los tiempos
han tenido delante de sí dos caminos:
el que conduce a Ti y a la Vida,
el de los triunfadores de la hora final,
aunque sean los derrotados de la hora presente;
y el que se aleja de Ti y lleva a la muerte,
aunque ahora lo llamen el del triunfo.

Nos acorralan por todas partes.
Nos quieren seducir por todos los medios.
Nos endulzan la propaganda
para que compremos, para que gastemos,
para que seamos felices,
con el lujo, con el confort, con la belleza…
Nos crean necesidades que no teníamos.

Ahora parece que eres Tú el que sobras,
el que estorbas, el que molestas.
Otros dioses te hacen la competencia
en el mercado de la vida.
Y parece que te pueden, que te vencen,
que tienen más éxito que Tú,
porque ellos son más agresivos.

Tú ya no estás de moda.
Donde Tú dices: piensa en los demás,
ellos dicen: pienso sólo en ti.
Donde Tú dices: el dinero es sólo un medio,
ellos dicen: el dinero es el fin.
Donde Tú dices: ama,
ellos dicen: aprovéchate.

Los dioses de este mundo van contra Ti.
¿Quién se puede librar?
Esa es mi súplica, Señor:

No me dejes caer en la tentación
de abandonarte a Ti por los otros dioses.
Son astutos, son embaucadores,
cualquiera puede irse tras ellos si se descuida,
pero yo creo en Ti, Señor, en tu verdad única.
Llévame de la mano por tu camino,
el camino que lleva a la Vida

Francisco Trillo-Figueroa

 

 

LIGERO DE EQUIPAJE

Ahora que estás aquí conmigo,
ahora que el camino me ha dejado
ligero de equipaje,
ahora que has puesto mi corazón al viento
ardo en deseos de hablar contigo.

Me llamaste, Señor,
y yo salí a tu encuentro con la mochila llena.
Busqué seguridades:
«oro, plata, dos túnicas, bastón y sandalias»,
mil sueños de triunfo y de grandezas.

Pero, paso a paso,
el camino y Tú fuisteis despojándome
de todas mis posesiones y miserias.

Ni un instante dejaste de llamarme:
volcaste en mí, Señor, tu inquebrantable ternura.
Me afianzaste en la Roca que eres Tú
y encendiste mi esperanza.

Ahora llevo en mi mochila
lo que Tú me das,
lo que Tú haces por mí.
Ahora recibo de tus manos
la luz y el trabajo,
la vida en aventura,
la cruz y el pan de cada día.
¡Todo es gratuidad!

Ahora, Señor, que estás conmigo,
ahora que el camino me ha dejado
ligero de equipaje,
ahora que has puesto mi corazón al Viento
ardo en deseos de hablar contigo.
¡Y llevo el deseo de Ti, Señor,
en todos mis deseos!

Domingo M. Olmo

 

 

SI ME VOY ACOSTUMBRANDO

Si me voy acostumbrando a «gustarlo todo…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
sólo degustan la nada,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando a «oler bien y sólo lo bueno…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
huelen mal, porque sólo huelen lo malo,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando a «verlo y saberlo todo…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
sólo ven su barro y conocen su marginación,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando a «tocarlo y experimentarlo todo…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
sólo tocan su soledad y sus miserias,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando
a «oír las únicas cosas que me agradan…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
gritan pidiendo libertad a sus cadenas,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando
«al solo amor de mi persona y de mis cosas…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
esperan un gesto, una mirada, una sonrisa, una palabra,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Si me voy acostumbrando
«a mi único mundo de deseos e ilusiones…»
y me olvido de aquellos que a mi lado
están en este mundo con el único deseo de sobrevivir,
¿cuándo se convertirá mi corazón
para que entre todos conozcamos el amor que Dios nos tiene?

Carmelo Bueno

 

 

ALGUIEN VIENE

Sin llamarle,
sin haber pensado siquiera en él,
sin saber muy bien quién es,
sin tener ojos para verle…,
alguien viene,
pasa junto a nosotros, se fija
y se sienta a nuestro lado
para estar con nosotros, los hombres.

Alguien viene,
y tiene tantas cosas que cambiar
dentro de nosotros y en nuestro entorno…
No viene para que todo siga igual
ni para hacer silencio a nuestro lado;
viene porque es posible ser de otra manera,
tener vista y vida,
levantarse y caminar,
ser personas nuevas,
dejar la ceguera
y dar testimonio del Reino
acogiendo sus semillas.

Alguien viene,
nos dirige su palabra,
una palabra que comprendemos
porque es clara,
alumbra nuestras miserias,
cura viejas heridas
y deshace tantos insoportables esfuerzos y montajes…
Viene desde la cercanía de Dios
a encontrarse con nosotros
y a abrirnos los ojos
para que conozcamos su rostro
y nunca más tengamos miedo.

Viene
y sólo nos pide lavarnos,
creer en él
y cambiar de bando,
para tener lo que más anhelamos.

 

 

NOS DESPIERTAS Y RECREAS CADA DÍA

Tú, Dios de amor y vida,
no dejas de llamamos,
a cualquier hora y en cualquier lugar,
a una vida plena y feliz.

Tú, Dios de bondad y misericordia,
no abandonas a tus hijos e hijas
aunque hayamos quebrantado tu alianza,
y nos ofreces siempre tu perdón y abrazo de Padre.

Tú, Dios fiel y lleno de ternura,
te haces presente en medio de tu pueblo
para devolverle la alegría, curarle la tristeza,
y abrirle un horizonte de esperanza.

Tú, Dios Padre bueno,
nos das este tiempo para que nos convirtamos
y, creyendo en tu Hijo Jesús, podamos
conocer, gustar y vivir el Evangelio
como buena noticia, ya, en esta tierra,
mientras caminamos hacia tu Reino.

Nosotros, ahora, llenos de alegría,
te alabamos con nuestras torpes palabras.
Pero Tú bien sabes que ellas contienen
lo mejor que hay en nosotros.
¡Gloria y alabanza a Ti
que nos despiertas y recreas cada día!

 

 

POR ESTE TIEMPO TAN PROPICIO

Bendito seas, Padre,
por este tiempo tan oportuno,
para la conversión y el encuentro,
que tú concedes gratis
a todos tus hijos e hijas
que andamos desorientados o perdidos
por los caminos de la vida.

Bendito seas, Padre,
porque llamas a cada hombre y mujer,
sea cual sea su historia y vida,
a emprender cada día,
de manera más personal y consciente,
su compromiso de seguir a Jesús,
tu Hijo y nuestro hermano.

Bendito seas, Padre,
por despertarnos de nuestros dulces sueños,
tan vaporosos e infecundos,
por interpelarnos en lo radical de la vida,
por liberarnos de nuestras falsas seguridades,
por poner al descubierto nuestros ídolos secretos
que tanto defendemos e intentamos justificar.

Bendito seas, Padre,
porque nos das tu Espíritu,
el único que puede convertirnos,
el único que puede atravesar nuestros pensamientos,
el único que puede darnos un corazón de hijos,
el único que puede guiarnos por la senda del Evangelio,
el único que hace posible nuestra vuelta a tu seno.

¡Bendito seas, Padre,
por este tiempo tan propicio!

 

 

MANOS NUEVAS

Vengo a tu casa y taller,
de artesano y alfarero,
en busca de unas manos nuevas.

Éstas que tengo y ves ya no sirven
para lo que Tú me sugieres y propones
ni para lo que yo siento y te prometo.

Quiero saber si pasando por tu casa y taller
puedo recuperar la movilidad de mis dedos
y el tacto y sensibilidad ante la vida.

Quiero saber si puedo empezar otra vez,
trabajar otra vez,
abrazar, acariciar, acoger… otra vez.

Quiero tocar, como Tú nos tocaste y tocas,
el mundo, los cuerpos, las campanas,
las raíces, las rosas, los surcos,
los rostros y los sueños…

Quiero que mis manos sirvan para recrear
la madera, los metales, la tierra;
para construir casas, jardines y caminos,
y pulsar las teclas que despiertan y crean melodía.

Pero, sobre todo, quiero tener manos sensibles
al viento y al polvo del sello triturado
de nuestra pobre eternidad terrestre.

Y éstas que tengo y ves, Padre,
ya no me sirven.
Dame unas manos nuevas,
Alfarero de mis brazos y mis sueños.

 

 

ALEGRES DE VIVIR EN GRATUIDAD

Señor Jesús:
Entre nosotros no abundan
los que el mundo considera sabios,
ni los poderosos ni los aristócratas.
Tú has elegido
lo que el mundo tiene por necio,
para poner en ridículo a los que se creen sabios.
Has escogido lo humilde, lo despreciable,
lo que no cuenta a los ojos del mundo,
incluso a nosotros.

Y lo has puesto bien en claro
para que nadie presuma delante de ti.
De tu Padre nos viene
lo que somos en ti, Cristo Jesús,
tú que fuiste hecho sabiduría nuestra,
santificación y liberación.
Enséñanos la lección tal como está escrita:
«Si de algo hay que presumir,
que sea de lo que ha hecho el Señor».

Señor, ya no debemos continuar caminando
con la superficialidad que nos caracterizaba,
oscurecida nuestra razón,
apartados de la vida de Dios.
Ayúdanos a despojarnos
del hombre viejo que pertenece al pasado y se corrompe.

Concédenos la renovación espiritual de nuestra mente,
y revístenos del hombre nuevo,
creado a imagen de Dios para una vida recta y santa.
Ayúdanos a dejar a un lado las obras de las tinieblas
y a equiparnos con las armas de la luz.

Que nos comportemos honestamente,
como quien vive en pleno día.
En otras palabras, Cristo Jesús,
revístenos de tu misma vida.

Bendito sea Dios,
Padre tuyo, Jesucristo,
Padre misericordioso
y fuente de todo consuelo,
que nos conforta en todos nuestros sufrimientos,
para que podamos también nosotros
confortar a los que se hallan atribulados.

Si es cierto que como cristianos
no nos faltan sufrimientos,
no lo es menos que tú, Cristo,
nos colmas de consuelo.
Si nos toca sufrir,
es para que redunde en ayuda
y salvación de los demás.

A veces somos tentados, Señor,
de agradar al estilo del mundo,
para no ser perseguidos
por causa de tu cruz.
Pero lejos de nosotros gloriarnos
sino en tu cruz, Señor Jesús,
por la cual el mundo está crucificado para nosotros
y nosotros para el mundo.

Todo lo podemos en ti, que nos confortas.
Y creemos firmemente que tu Padre Dios
proveerá colmadamente a nuestra miseria,
según las riquezas que tiene puestas en ti,
Cristo Jesús.

Te pedimos la gracia de alegrarnos
en nuestras dificultades,
sabiendo que en la dificultad
se forja la entereza del hombre,
y un hombre así merece la aprobación de Dios,
y la aprobación de Dios es fuente de esperanza.
Una esperanza que no engaña,
porque, al darnos el Espíritu Santo,
Dios nos ha inundado de su amor el corazón.

Graba en nosotros, Señor, el convencimiento
de que, cuando imaginamos ser algo,
siendo nada, nos engañamos.
Y sobre todo guárdanos de presumir
pensando que hacemos más que los otros.
Que podamos examinar nuestra propia conducta,
y así tener motivo de estimarnos
en nosotros mismos solamente,
y no con respecto a nuestro prójimo.
Porque cada cual responderá
de su propia carga, no de la ajena,
y sólo tú, Señor,
sabes lo que corresponde a cada uno.

Nosotros queremos alegrarnos
por nuestra debilidad, porque así,
tu poder habita en nosotros, Cristo.
Enséñanos a estar contentos
en nuestra fragilidad,
en las incomprensiones y oprobios,
en las necesidades y angustias;
pues cuando nos reconocemos débiles,
entonces somos fuertes en ti, Señor Jesús.

De las Cartas de San Pablo.

ENCUENTRO CON DIOS

 

 

 

SALMO DE LAS HOJAS

Señor del encuentro y la verdad última,
Dios escondido, a quien nadie ha visto,
pero te revelas en la zarza de lo sencillo,
lo pequeño, lo gratuito…
que va consumiéndose.

¡Qué elocuente mensaje dan las hojas
con su nacimiento imperceptible y mudo!
Sin gritos ni susurros,
sólo alguna lágrima sobre el lecho de la rama,
crece, respira y se colorea la débil hoja.

Y en el oro otoñal, sobre el regazo de la tarde
rezan en silencio su salmodia de despedida.
Desnuda dejan la verdad del tronco
y sin latidos por la retirada
de la sangre verde, la savia,
hacia las raíces en reposo.

Sus brazos crucificados
entre los dedos del viento y el cielo
padecen el calvario y la flagelación de la poda
y sueñan esperanzados
nuevos rebrotes en flor y frutos.

¡Qué sugerente lección, Señor,
nos llega con el caer de las hojas!,
pues se manifiesta la consistencia
de lo que es y la levedad de lo aparente,
y desaparecen protagonismos de oficio
ante la gratuita ofrenda de la fecundidad.

Es duro ser hoja, sencillamente «ser»…
sin otra pretensión que la propia identidad,
y teniendo por misión servir a la comunión
sobre el cañamazo fuerte de la convivencia.
Ciertamente no nos va «ser hojas»,
vivimos en la imagen y de la imagen;
manda la competencia en la sociedad de mercaderes
donde lo auténtico es raro, no cotizable,
y el tener se impone al ser.

Pero la cadencia silenciosa de la hoja
sobre la reverdecida esperanza
alfombra los paisajes del alma invitando
a asumir con paz la «hora del desmaquillaje»
y de la autenticidad sin complejos narcisistas.

Ricardo Fuertes

 

 

TARDE TE AMÉ

¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí,
yo, fuera.
Por fuera te buscaba
y me lanzaba sobre el bien y la belleza
creados por Ti.

Tú estabas conmigo
y yo no estaba contigo
ni conmigo.
Me retenían lejos las cosas.

No te veía ni te sentía,
ni te echaba de menos.
Mostraste tu resplandor
y pusiste en fuga mi ceguera.

Exhalaste tu perfume,
y respiré,
y suspiro por Ti.

Gusté de Ti,
y siento hambre y sed.
Me tocaste,
y me abraso en tu paz.

Agustín de Hipona

 

 

MOVERSE ES ENCONTRARTE A CADA PASO

Moverse es encontrarte a cada paso,
Compañero caminante;
es cantar al compás de tus pies.

El que es rozado de tu aliento,
no se guarda caminando por la ribera,
sino que tiende su vela intrépida al viento
y cabalga sobre las olas turbulentas.

Quien abre sus puertas de par en par y sale,
recibe tu saludo.
Y no se para a contar su ganancia,
ni a lamentar su ruina,
sino que siente latir su corazón
como tambor en marcha;
porque andando va siempre contigo,
Compañero caminante.

Cuando esté duro mi corazón y reseco,
baja a mí como un chubasco de misericordia.
Cuando la gracia de la vida se me haya perdido,
ven a mí como un estallido de canciones.

Cuando el tumulto del trabajo
levante su ruido en todo,
cerrándome el más allá,
ven a mí, Señor del silencio,
con tu paz y tu sosiego.

Cuando mi pordiosero corazón
esté acurrucado cobardemente en un rincón,
rompe tú mi puerta, Rey mío,
y entra en mí con la ceremonia de un rey.
Cuando el deseo ciegue mi entendimiento
con polvo y engaño,
¡vijilante santo,
ven con tu trueno y tu resplandor!

R. Tagore

 

 

¡HÁBLANOS SIN PRISAS!

Tú, que nos hiciste a tu imagen;
Tú, que nos diste el mundo entero por casa;
Tú, que nos despiertas todas las mañanas;
Tú, que nos quieres con entrañas de misericordia;
Tú, a quien debemos que angustias y desgracias
no nos hundan en pozos negros
de soledad y desesperanza:
¡Háblanos sin prisas!

Tú, que venciste a la muerte en su victoria;
Tú, que acunas con ternura todos nuestros días;
Tú, que nos vuelves hacia Ti;
Tú, que nos haces dignos de ser escuchados;
Tú, que nos despojas de lo que no es
para revestirnos de lo que es:
¡Háblanos sin prisas!

Tú, que sueñas y preparas nuestro porvenir;
Tú, que nos amas como a las niñas de tus ojos;
Tú, que nos maduras a tu ritmo y calor;
Tú, que cantas y aplaudes nuestro caminar;
Tú, por quien tenemos sed del agua
que, una vez bebida, nos sacia para siempre:
¡Háblanos sin prisas!

Tú, que nos purificas y preparas;
Tú, que nos abres la puerta;
Tú, que nos alzas hasta tu rostro;
Tú, que escuchas nuestro jadeo y nuestro silencio;
Tú, por cuya gracia lo mejor de nosotros
no se ve esclavizado por el poder del Malo:
¡Háblanos sin prisas!

Tú, Padre bueno,
detén nuestro vagar,
acógenos en tu regazo y…
¡háblanos de Ti, sin prisas!

 

 

TÚ ERES

Tú eres
la brisa que alienta todas mis horas,
la lluvia que empapa mis células,
la luz que ilumina mi caminar,
el fuego que acrisola mi vida entera.

La nube que nos acompaña de día y de noche,
la roca de manantiales de agua limpia y fresca,
el perfume que penetra por todas las rendijas,
el techo que nos cobija de toda inclemencia,
eres Tú.

Tú,
tienda de lona en el desierto;
flor que florece todas las primaveras;
campo de cultivo, tierra mullida;
aljibe comunal a la vera del camino.

La mano que sostiene,
la sonrisa que relaja,
el rostro que serena,
el regazo que acoge,
Tú.

Tú has puesto en lo más íntimo de mi ser
el anhelo de vivir y gozar,
el deseo de abrir mi corazón,
de contemplar la amplitud del mundo,
de conocerte más y más,
de estar en silencio… contigo.

 

 

EN EL ENCINAR DE MAMBRÉ

Aquí estoy, Señor,
sentado a la puerta de mi tienda,
descansando del duro trabajo,
intentando sentir tu brisa,
serenando mi cuerpo y espíritu,
haciendo memoria de tantas idas y vueltas,
y oteando el horizonte
con estos ojos nómadas que Tú me has dado…
Hace calor.
Ni una rama del encinar se mueve.
Todo está detenido en la atmósfera y en el tiempo.
El espíritu, seco y agrietado;
y las entrañas, yermas como aljibe sin agua.

Pero yo espero y anhelo que aparezcas a lo lejos,
tal como sueles presentarte,
con figura humana de caminante
que te acercas lleno de necesidades.

No pases de largo sin detenerte.
Hazme este favor.

Descansad un poco en mi casa.
Os traeré un cuenco de agua,
os lavaréis los pies
y reposaréis a la sombra.
Os amasaré tierna hogaza de flor de harina
y os ofreceré ternero bien aderezado,
requesón y leche
para que reparéis las fuerzas.

Yo acogeré tu Palabra,
como palabra hacedora de vida,
aunque otros se rían de ella y de tus promesas.

Aquí estoy, Señor,
en el encinar de Mambré.
No pases de largo sin detenerte.

 

 

REPARAR FUERZAS

Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.

Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas,
y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.

Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.

Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas…
Estaré con vosotros en todo momento.

Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.
Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo -que es vuestro-:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto…
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva…
para reparar fuerzas.

 

 

ASÍ ES MI VIDA CUANDO TÚ LA ALIENTAS

Como copo de nieve
que se derrite en el cuenco de otras manos,
así es mi vida cuando Tú la alientas.

Como grano de trigo sembrado en tierra
que revienta al amparo de la humedad y el calor,
así es mi vida cuando Tú la acunas.

Como levadura insignificante a la vista
que se mezcla con la masa y toda ella fermenta,
así es mi vida cuando Tú la amasas.

Como árbol seco tras el invierno
que florece en primavera dando vida,
así es mi vida cuando tu savia me renueva.

Como libro de estantería olvidado
que se convierte en buena noticia cuando se usa,
así es mi vida cuando Tú la tomas.

Como arcilla en manos del alfarero
que adquiere forma, figura y belleza,
así es mi vida cuando Tú la trabajas.

 

 

VENID A MÍ

Los que estáis agotados y arruinados,
los que habéis fracasado ante los demás y ante vosotros,
los que sólo portáis miseria y tristeza,
los que ya no contáis ni valéis nada,
los que sólo recibís golpes y olvidos,
los últimos, los que ya no sois queridos…
venid a mí, que quiero cobijaras
a la sombra de mis alas.

Todos los marginados y humillados,
vendidos a cualquier precio y deseo:
niños de la calle y de nadie,
inmigrantes a la deriva,
parados al sol, cabizbajos,
enfermos y ancianos apartados…
venid a mí, que soy refugio y libertad,
y recobrad vuestra dignidad.

Hambrientos de pan y de justicia,
de dignidad y de respeto,
de salud y de ternura,
de paz y de buenas noticias,
de vida y de felicidad…
venid a mí, y saciad vuestra hambre y sed,
sin miedo y sin falsos respetos:
¡Todo lo que soy y tengo es vuestro!

Todos los que sentís la vida,
día a día, como una pesada carga:
los rechazados, los perseguidos,
los olvidados, los excluidos, los marginados,
los extranjeros, los sin papeles,
los que sólo tenéis seguro que sois pobres,
gente sin voz, sin prestigio, sin nombre…
venid a mí, descargad vuestros fardos y descansad.

FE Y ESPERANZA

 

 

CREEMOS EN LA ESPERANZA

Si quieres vivir, hermano mío,
cree en la esperanza…,
porque toda vida lleva en sí la Esperanza:
la Esperanza de amar y ser amado.

Si crees en la Esperanza,
comprende que ella está en ti como un niño pequeño:
vive de tu vida y se alimenta de tus luchas.

Si crees en la Esperanza,
tu corazón se transformará,
tu vida se abrirá sobre el mundo:
África, América, Europa… serán tu horizonte.
Ya no estarás jamás solo…
Se te impondrán opciones por el hombre,
no por el dinero, el poder o el saber.
¡Por el hombre!

Si crees en la Esperanza, hermano mío,
tu vida se aventurará.
Ya no habrá para ti más certezas absolutas,
zonas de seguridad, puntos de referencia intangibles,
caminos trillados, hechos…
Vivirás en el movimiento, en el riesgo.
Vivirás para mañana.

La Esperanza es luz, para ti,
para tus hermanos, para el mundo.
Y como la luz nace de la noche,
la Esperanza nace de la crisis.
Te será necesario morir a ti mismo,
para que los otros nazcan a la vida.

Si crees en la Esperanza, hermano mío,
entrarás en el desprendimiento e irás a lo esencial,
porque, recuerda, la vida es verdad,
la vida es amor y combate y don.

La vida es colectiva.
Si crees en la vida, estás condenado a la Esperanza,
porque la desesperanza es la muerte.

 

 

CREDO DEL HOMBRE NUEVO

Creo que Dios es amor.
Creo que el Creador
no se burla de sus criaturas.

Creo que Cristo
ya ha vencido el pecado y la muerte.
Creo que la muerte en Cristo
es ya la resurrección.

Creo en el hombre
que es Cristo resucitado,
primogénito de todo hombre nuevo!
Creo en otra humanidad más fraterna.

Creo que «la creación entera
gime en dolores de parto,
en la esperanza de ser liberada
de la servidumbre de la corrupción
para participar
de la gloriosa libertad de los hijos de Dios».

Creo que en aquel día,
Dios «enjugará toda lágrima de nuestros ojos,
y no habrá ya muerte ni llanto,
ni gritos ni fatigas,
porque el viejo mundo habrá pasado».

Entretanto,
con todos los que creen,
con todos los que luchan,
yo grito la más cierta palabra que se ha escrito
en este reino de la muerte y de la esperanza:
¡Ven, Señor, Jesús!
Amén, aleluya

Pedro Casaldáliga

 

 

 

LA ESTRELLA DE LA FE

Poeta o ingeniero, pobre o rico,
joven o viejo, obrero o intelectual,
jefe de estado o conserje…
todos perseguimos una estrella
en el cielo de nuestro corazón,
en el cielo de nuestros sueños.

Cómo se llama la pequeña estrella
que nos ayuda a seguir viviendo y esperando a pesar de todo:
¿santidad, justicia, paz, amor, felicidad, ternura, libertad…?
Tú sabes, Señor, que lo peor que puede ocurrirle al hombre
es no tener ya en su corazón, ni una estrella,
ni un loco deseo de lo imposible, ni una esperanza.

Entonces, en el fondo de noche tan negra,
se muere de hastío o de desesperación.
Señor, tú que vives y has vencido a las tinieblas del mal,
concédenos creer que tú eres el rayo de luz
que atraviesa el espesor de nuestra noche.
¡Abre los ojos de nuestro corazón a la estrella de la fe!

Iluminados por la estrella de la fe,
ayúdanos a decir «no» a toda forma de desesperanza,
a ponernos en marcha cada mañana, como los Magos,
hacia el extranjero, hacia el pobre,
hacia el niño que pasa hambre,
hacia el explotado, hacia el despreciado, hacia nuestro vecino.

Iluminados por la estrella de la fe,
sostén nuestra marcha hacia las tierras desconocidas
e ilumina nuestro corazón y nuestra inteligencia
para que sepamos discernir lo que hemos de hacer
para construir la civilización del amor.

Iluminados, Señor, por la estrella de la fe
haz de cada uno de nosotros un testigo,
un reflejo de tu luz, una estrella que brilla en la noche,
una fuente de esperanza,
una epifanía de tu ternura y de tu paz.

Michel Hubaut

CREO QUE DIOS ES NUESTRO PADRE

Los hombres lo mataron,
pero Dios lo resucitó, le dio la razón.
Es la verdad y Dios está con él.
Creo en el Espíritu de Dios.

Creo que el ser humano
no está totalmente condicionado
por los determinismos y las estructuras
y que hay un espacio de libertad creadora.

Creo que el Espíritu de Dios puede actuar
en el corazón de las mujeres y los hombres.
Creo que necesitamos la ayuda del Espíritu
y que el Espíritu puede venir a nosotros,
puede venir siempre, puede venir de nuevo,
puede venir más, y tiene sentido invocarlo
para que venga a nosotros y esté con nosotros.

Creo que si vivimos, vivimos para Jesús, el Señor,
y si morimos, morimos para el Señor,
que en la vida y en la muerte somos del Señor.
Creo que estoy unido con todos los hermanos
y hermanas del aquí y del allí,
y que en el Señor nos hemos de encontrar un día».
Y creo que en esta Iglesia está el Credo.

Creo que Dios es nuestro Padre
y que estamos en manos de Dios.
Sabemos que Dios no tiene manos,
pero nosotros estamos en manos de Dios.
Así aparece lo paradójico y misterioso
de nuestra esperanza.

Soy consciente del peso del mal en el mundo y en la historia,
de que no tengo respuesta para este enigma…
Creo, sin embargo, que estamos en manos de Dios,
que su amor nos envuelve,
que está en nosotros y con nosotros.
Tengo confianza en El a pesar de todo
y por encima de todo, en la vida y en la muerte.

Es una esperanza por encima de toda esperanza.
Creo en Jesús, el Hijo de Dios, que dio su vida
por ser fiel al anuncio del Reino de Dios,
por propugnar la liberación de los pobres y oprimidos,
por oponerse al egoísmo, a la injusticia y a la explotación.

José Mª Díez-Alegría

 

 

CREO EN UN DIOS QUE ES PADRE

Creo en un Dios que es Padre de todos los hombres,
que es exclusivamente bueno, tierno y misericordioso
y que nunca se cansa de querer, acoger y perdonar.

Creo en un Dios que es Padre de todos los hombres,
que quiere lo mejor para sus hijos,
que confía plenamente en ellos,
que nos ha dejado una hermosa tarea:
que nuestro mundo sea una familia de verdad.

Creo en Jesús, el Hijo de Dios,
que con su vida, sus sentimientos, sus actitudes y sus palabras
nos dijo claramente cómo es Dios.

Creo en el Proyecto y Mensaje de Jesús,
que quiere que todos seamos hermanos,
que todos podamos vivir como personas,
que todos nos tenemos que preocupar de los que sufren,
de los que no pueden vivir con dignidad.

Creo en el Espíritu de Jesús
que clama dentro de nosotros
y nos hace ser hermanos de todos
y llamar a Dios ‘Padre’.

Creo en el Espíritu de Jesús,
que nos hace ser buenos amigos de Jesús,
que nos ayuda a realizar su proyecto
y que nos da fuerza para estar siempre en camino,
atentos a las necesidades de los demás.

Creo en la Iglesia,
que tiene que ser presencia cercana de Jesús
en la sociedad, en la familia y en los amigos.

Creo en la Iglesia,
que tiene que ser un lugar de libertad, fraternidad y acogida
y donde todos puedan vivir como hermanos.

Creo que esta Vida tiene sentido,
que vale la pena trabajar y vivir al estilo de Jesús,
que se puede ser feliz
siguiendo lo que Jesús hizo y nos dijo.

Creo que la Vida continúa para siempre,
que todo tendrá un buen fin,
porque es el proyecto de Dios Padre.

 

 

CREDO “FE Y JUSTICIA”

Creemos en Jesús, hombre libre y solidario,
camino y meta del ser humano
y de la historia universal.
Muerto violentamente en la cruz,
por el poder civil y religioso,
a causa de su compromiso con los últimos de la tierra
y, a través de éstos, con todos los hombres y mujeres.

Profeta de la fe y de la justicia,
se convirtió por su resurrección
en líder de la humanidad,
para gloria de Dios y salvación de todo el mundo.

Creemos en el Dios de Jesús, su Padre y nuestro Padre,
fuente de todo bien y enemigo de todo mal,
que ha creado un mundo en marcha
y lo ha puesto en nuestras manos
para que desarrollemos la creación en beneficio de todos.

Él nos ha enviado a su Hijo Jesús
para que dé comienzo a su reinado,
a fin de que no haya más dioses ni amos,
y seamos todos libres y solidarios.
Creemos en el Espíritu Santo,
Espíritu de justicia y de amor que llenaba a Jesús,
derramado sobre nosotros para que continuemos su obra
y hagamos un mundo nuevo, sin clases ni desigualdades.

Creemos que la Iglesia es la comunidad de Jesús,
santa y pecadora al mismo tiempo,
enviada a anunciar a todo el mundo la Buena Noticia
y a ser signo eficaz de fe y de justicia.
Proclamamos que hay un futuro ilimitado
para cada ser humano,
por encima del dolor y la injusticia,
porque el mal ha sido vencido,
y la muerte ha sido vencida por Jesús.
Amén.

Patxi Loidi

 

 

AUMÉNTANOS LA FE

La fe es abandono total y confiado
en manos de Dios sin ver claro.
Auméntanos la fe.

La fe es el salto libre del trapecista en el vacío,
seguro de encontrarse con las manos del Amigo.
Auméntanos la fe.

La fe es depositar la propia vida
en manos del auténtico Señor: Dios.
Saber, aceptar y reconocer la propia finitud:
yo no soy el dueño del ser, del por qué soy.
Auméntanos la fe.

La fe es poner a Dios
como único absoluto de la propia vida.
Auméntanos la fe.

La fe es sentirse hijo de un Dios Padre-Madre-Amor
y hermano de una misma familia.
Auméntanos la fe.

La fe es la brújula que orienta la vida,
que la pone de cara al «norte», de cara a Dios.
Auméntanos la fe.

La fe es abrirse a hacer la voluntad de Dios
(que busca siempre nuestro bien y felicidad)
por encima de hacer nuestra «santísima voluntad».
Auméntanos la fe.

La fe es aceptar a Dios como respuesta
no siempre fácil ni evidente,
a los interrogantes del ser humano.
Auméntanos la fe.

La fe es descubrir semillas del Espíritu de Jesús
en todo cuanto nos rodea;
es vivir «viendo» al «invisible».
Auméntanos la fe.

La fe es oídos para escuchar a Dios:
ojos para verle en la naturaleza,
en el prójimo, en el propio corazón,
en el pobre, en el pan partido y compartido.
Auméntanos la fe.

Fe es luz que ilumina el camino,
aunque no evita ni las piedras ni las caídas.
Auméntanos la fe.

Fe es ver, juzgar, actuar y vivir desde el Evangelio.
Auméntanos la fe.

La fe es soñar despierto, arriesgar la vida,
vivir en un sano inconformismo;
es saber amar y esperar que es posible lo imposible.
Auméntanos la fe.

La fe es capacidad para ver más allá de las apariencias;
es darse cuenta de las necesidades del otro
y sentirlas como propias.
Auméntanos la fe.

La fe es energía para seguir sirviendo,
para vivir la vida y hasta la muerte
como servicio gratuito y humilde que Dios hará fértil.
Auméntanos la fe.

Fe es creer en la fuerza del débil,
en el poder transformador de la oración,
en la «eficacia» de la acción que sólo Dios ve.
Auméntanos la fe.

Fe es creer que la vida vence a la muerte,
que el amor tiene más poder que el odio,
que la esperanza puede más que la desesperanza.
Auméntanos la fe.

Fe es esperar que tras cada noche
amanece un nuevo día;
que tras la misma muerte hay una Vida Nueva.
Auméntanos la fe.

Fe es no resignarse ante el mal y la injusticia;
fe es todo lo contrario a «estar quemado».
Auméntanos la fe.

Fe es seguir amando,
aunque nadie aplauda ni dé las gracias,
teniendo a Dios como única «paga»;
fe es enterrar la propia vida en el surco
y esperar resurrección.
Auméntanos la fe.

Fe es invertir la propia vida en «bonos del Reino»
con la esperanza de que Dios será la mejor recompensa.
Auméntanos la fe.

La fe es camino nunca acabado,
búsqueda continua de Dios,
hasta que un día nos encontremos.
Auméntanos la fe.

La fe no es en algo,
es en Alguien.
Auméntanos la fe.

 

 

SALMO DEL ESPÍRITU DE FE

Heme aquí, Señor, siguiendo tu camino;
he dejado atrás las cosas y la casa;
sigo tus pisadas, ligero de equipaje,
y llevo en mis ojos la luz de tu mirada.

Has seducido mi pobre corazón;
has rasgado de arriba a abajo mi alma;
soy como una cuerda tensa al recio viento,
que vibra, y que gime, que llora y canta.

Soy como arcilla frágil en tus manos:
tú me deshaces, me moldeas y labras.
Soy como mimbre dúctil entre tus dedos,
soy hilo frágil que sacas de tu lana.

Haz de mí lo que quieras, Señor del hombre;
te diré, aunque no entienda: muchas gracias.
En tu regazo he dejado caer mi vida,
como gota de rocío en la rama.

Oh Dios de Abraham, Dios de La Salle,
nacidos en la noche, buscando el alba,
templados en la forja, a puro fuego,
subid conmigo hasta la cruz alzada.

Dame a beber de la llaga de tu costado,
del río que brota en tu sangre y agua;
dame creer que la vida ha nacido
al golpe, sobre tu pecho, de una lanza.

Dame ojos nuevos que vean tus caminos;
ojos de fe que confíen en tus llagas;
ojos limpios que te vean desde dentro,
y alma pura en tu voluntad clavada.

Deja caer en mi corazón abierto
la semilla fecunda de tu Palabra;
y levanta el corazón hacia tu rostro
en las alas de tu Espíritu que clama.

Despierta, Jesús, mi fe que está dormida,
y que se ponga en pie y se haga morada
del joven de hoy que camina sin sentido,
en busca, sin saber cómo, de tu casa. 

OFRECIMIENTO

 

 

TE ENTREGO, SEÑOR, MI VIDA

Te entrego, Señor, mi vida;
hazla fecunda.
Te entrego mi voluntad;
hazla idéntica a la tuya.

Toma mis manos; hazlas acogedoras.
Toma mis pies; hazlos incansables.
Toma mis ojos; hazlos transparentes.
Toma mis horas grises;
hazlas novedad.

Toma mis cansancios; hazlos tuyos.
Toma mis veredas; hazlas tu camino.
Toma mis mentiras; hazlas verdad.
Toma mis muertes; hazlas vida.

Toma mi pobreza; hazla tu riqueza.
Toma mi obediencia; hazla tu gozo.
Toma mi nada; hazla lo que quieras.

Toma mi familia; hazla tuya.
Toma mis amigos; son tuyos.

Toma mis pecados;
Toma mis faltas de amor,
mis eternas omisiones,
mis permanentes desilusiones,
mis horas de amarguras:
transfórmalo todo,
como la abeja, en dulce miel.

Toma mis cruces y déjame volar.
Toma mis flores marchitas
y déjame ser libre.

Hazme nuevo en la donación,
alegría en la entrega,
gozo desbordante al dar la vida,
al gastarse en tu servicio.

 

 

EN TUS MANOS

Padre, en tus manos, mi vida:
con todos sus trabajos por Ti emprendidos,
con todas sus penas soportadas por Ti,
con toda su miseria que clama a tu bondad.

En tus manos, mi pasado:
donde tiene tu misericordia tanto que perdonar,
y tu poder tanto que suplir,
y tu amor tanto que amnistiar.

En tus manos, mi presente:
con las angustias que lo nublan,
con las alegrías que lo desbordan,
con el dolor que lo invade.

En tus manos, mi porvenir:
porque lo has preparado con ternura infinita,
porque sé muy bien a quién me confío
y estoy seguro que no me has de fallar.

En tus manos, todo mi ser:
para que lo acunes y recrees con tu aliento,
para que descanse, seguro, de sus fatigas,
y nunca se sienta inútil y perdido.

En tus manos, mis seres queridos:
para que cuide de ellos tu corazón de Padre/Madre,
para que te sirvan como Tú esperas,
para que se reconozcan hermanos.

Padre, en tus manos, este momento:
con su paz y su tormento,
con tu presencia y tu silencio,
con mis dudas y mi ofrecimiento.

 

 

UN TIEMPO PARA ESTRENAR

Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo:
Hay un tiempo para plantar, un tiempo de renacer,
un tiempo para crecer y un tiempo de cosechar.

Todo tiene su momento,
un tiempo para dormir, un tiempo de despertar.
Hoy se te regala un tiempo, un tiempo para estrenar.

Para estrenar las palabras que el tiempo gastando va.
Para ser signo viviente de lo que vas a anunciar
recreando con la vida la justicia, la verdad,
la alegría, la esperanza, el amor, la libertad.

Para estrenar corazón, que es lo mismo que estrenar
los motivos, la ilusión, la vida por entregar,
la fuerza de la oración y el coraje al actuar,
las antenas del amor para ver, para escuchar…

Tiempo de estrenar los pasos. De intuir y de buscar
nuevos caminos, aquellos que más pueden acercar
al hermano más pequeño, al diferente, al igual,
al mundo que necesita levadura, luz y sal.
Caminos para que el Reino hoy y aquí pueda llegar.

Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo.
Y el tiempo que hoy se te da es el momento oportuno,
que no es para ‘continuar’ con el vino en odres viejos
ni de ‘volver a empezar’ con la tierra del camino,
que se nos pegó al andar…
Es tiempo de Dios, su tiempo,
un tiempo para estrenar.

 

 

PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea,
te doy las gracias.
Con tal de que tu voluntad se cumpla
en mí y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Padre.

Yo te ofrezco mi vida
y te la doy
con todo el amor de que soy capaz,
porque deseo darme,
ponerme en tus manos,
con infinita confianza:
porque tú eres mi Padre.

Charles de Foucauld

 

 

HAZ DE MÍ UN INSTRUMENTO DE TU PAZ

Haz de mí, Señor,
un instrumento de tu paz.

Que donde haya odio,
ponga yo amor;
donde haya discordia,
ponga unión;
donde haya error,
ponga verdad;
donde haya duda,
ponga confianza;
donde haya desesperación,
ponga esperanza;
donde haya tinieblas,
ponga luz;
y donde haya tristeza,
ponga yo alegría.

Haz, en fin, Señor,
que no me empeñe tanto
en ser consolado,
como en consolar;
en ser comprendido,
como en comprender;
en ser amado,
como en amar.

Porque dando es como se recibe,
olvidando es como se encuentra,
perdonando se es perdonado
y muriendo se resucita
a la vida que no conoce fin.

San Francisco de Asís

PALABRA DE DIOS

 

 

PARA ANTES DE LEER LA PALABRA DE DIOS

 Señor,
haz que yo tropiece en tu Palabra
y nunca resbale sobre ella.

Que pueda recibirla siempre con alegría,
escucharla con amor,
meditarla y dejarla crecer en mí.

Que ni mis intereses y pasiones la encadenen jamás.

Que ella sea para mí
una fuerza de liberación
contra toda alienación, esclavitud y temor.

Haz de mí un instrumento activo de tu Palabra:
así podré anunciarla
y testimoniarla a todos.

Y se realice plenamente en mí
la promesa del Evangelio a María:
«Dichosa porque has creído, en ti se cumplirá
la Palabra de salvación».

 

 

DIMENSIONES DE LA PALABRA

La Palabra es llamada.
Despierta y levanta.
Si resuena en tus adentros
serás seducido y te dejarás seducir.
Serás su Profeta.

La Palabra es luz.
Brilla en los abismos.
Alumbra, día y noche, tu camino.
No necesitarás luz de lámpara,
ni fuego del sol,
ni resplandor de la luna.

La Palabra es fuego.
Una brasa en tu boca.
Una hoguera en tus huesos y en tu corazón.
Quema y purifica.
Llama ardiente que no podrás ahogar.

La Palabra es verdadera.
Siempre juega limpio.
No miente, no engaña,
no confunde, no aturde.
No dice las cosas a medias,
ni calla por miedo.
No dice blanco donde piensa negro.
No es lujo, no es adorno;
no es argumento ni palabrería vana.
Siempre es de Dios
y siempre es del hombre.
Siempre es Buena Noticia.

La Palabra es fiel.
Más estable que tu llanto y tu fracaso.
Ata a ella tu esperanza.
Como baja la lluvia,
empapa y fecunda la tierra,
así la Palabra cumplirá su encargo.

La Palabra es eterna.
Más estable que el cielo.
No la olvides jamás.
Que sea tu primera palabra
y también la última.
Di: «Aquí estoy para hacer tu voluntad».

La Palabra es vida.
Como el aire a cada instante.
Como el pan de cada día.
¿A dónde iremos sin ella?
Sólo al silencio. Sólo a la muerte.

La Palabra ama la justicia.
Levanta en sus manos la carne oprimida.
Derriba cualquier cerco,
rompe cualquier lazo,
quiebra cualquier cepo.
Pronúnciala, con hambre y sed,
contra todas las injusticias.

La Palabra corre veloz.
Ponte en camino y corre tras ella.
Pero, ante todo, déjate alcanzar.

La Palabra es espada de doble filo.
Divide y une. Hiere y sana.
Lleva dentro la Cruz. ¡Abrázala!

La Palabra es fecunda.
En el desierto, un manantial.
Soplo de vida en la carne seca.
En la esclavitud, un canto de libertad.

La Palabra es creadora.
En su espacio se recrea el mundo.
Mete en ella tu barro, tu ruina,
las grietas de tu existencia,
la dureza del corazón.
Mete en ella también tus sueños, tu utopía.

La Palabra está en tus labios
y en tu corazón.
Cómela, gústala, pronúnciala, cántala.
No te canses de hablar.
No te canses de callar.

La Palabra se hizo carne.
Carne que hiere la muerte.
Carne que sueña la vida.
La palabra dice «te amo» a todo hombre,
a todo el hombre.
Haz silencio. Abre el corazón. Alégrate.

La Palabra es Dios.
Y «quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta».

Domingo Martín Olmo

 

 

GRACIAS POR LA PALABRA

Te damos gracias, Señor,
porque esta Palabra
pronunciada hace dos mil años
sigue siendo viva y eficaz entre nosotros.

Reconocemos nuestra impotencia e incapacidad
para comprenderla y dejarla vivir en nosotros.
Ella es más poderosa
y más fuerte que nuestras debilidades,
más eficaz que nuestra fragilidad,
más penetrante que nuestras resistencias.

Por eso, te pedimos que nos ilumines con tu Palabra
para que la tomemos en serio
y nos abramos a aquello que nos manifiesta,
para que confiemos en ella
y le permitamos actuar en nosotros
de acuerdo con la riqueza de su poder.

Madre de Jesús,
que confiaste sin reservas,
pidiendo que se cumpliera en ti
la Palabra que te fue dirigida,
danos el espíritu de disponibilidad
para que volvamos a encontrar
la verdad sobre nosotros mismos.

Haz que podamos ayudar a todos los hombres
a encontrar de nuevo la verdad de Dios sobre ellos;
haz que la encuentre plenamente
el mundo en el que vivimos
y al que queremos humildemente servir.

Te lo pedimos, Padre,
por Jesucristo, tu Palabra encarnada,
por su muerte y resurrección,
y por el Espíritu Santo,
que renueva constantemente en nosotros
la fuerza de esta Palabra.

Carlo María Martini

 

 

LA PAZ Y LA PALABRA

Dios y Padre nuestro,
queremos pedirte que nos des tu Palabra,
que pongas tu Palabra en nuestros labios
y nos queme como un fuego,
hasta que aprendamos a hablar como Jesús.

Te pedimos, Padre,
la palabra del payaso, siempre abierta a la alegría;
la palabra del amigo, crecida siempre en el amor.

Te pedimos, buen Dios,
la palabra del maestro, pintada de sabiduría;
la palabra de la madre
que engendra y hace crecer la vida;
la palabra del pequeño que empieza a hablar,
que aprende a nombrar las cosas, y dice papá y mamá.
Te pedimos, Padre Dios,
la palabra de los pobres,
palabras de unas manos extendidas,
palabras de un corazón necesitado.

Te pedimos, Dios de los hombres,
la palabra del poeta, rodada siempre en los caminos,
creada siempre en el silencio;
y la palabra del profeta, que pronuncia siempre la esperanza.

Te pedimos,
no las voces ni los gritos, sino el silencio;
no la palabrería, sino la palabra;
no la palabra aprendida de memoria,
sino la palabra que es don de sí mismo;
no la palabra de los discursos,
sino la palabra de la oración.

Te pedimos la palabra entrañable, la palabra cálida…
Te pedimos la palabra de los hombres.
Te pedimos la palabra de Jesús.

Domingo Martín

 

 

PALABRA DE VIDA

Las palabras de los políticos
pronuncian promesas vanas.
Sus discursos son capciosos.
Con elocuentes palabras
ocultan sus ambiciones personales.
Ensayan lo que tienen que decir
para convencernos.
Son palabras vacías y muertas.
Las tuyas, Señor, son espíritu y vida.

Las palabras de la publicidad
no dicen la verdad de las cosas.
Sus palabras están pensadas
para seducirnos,
para incitarnos a un consumo ciego.
Por los oídos y los ojos llegan a nuestra cartera.
Son palabras ilusorias y engañosas.
Las tuyas, Señor, son espíritu y vida.

El clero avala con la Palabra de Dios
su palabra humana, demasiado humana.
Con sus interpretaciones y explicaciones,
la Palabra nos llega domesticada, desactivada.
Sus teológicas palabras nos enredan y confunden.
Las tuyas, Señor, son espíritu y vida.

La tele, la radio, las revistas,
los periódicos, están llenos de palabrería.
Sus informaciones nos desinforman.
Hablan mucho y nos dicen poco.
Sus palabras tergiversan, manipulan,
para satisfacer la curiosidad y el morbo,
el cotilleo y la polémica,
y así seguir vendiéndonos más palabras
sobre palabras.
Su ración diaria de palabras
no sacia el hambre de Palabra eterna.
Las tuyas, Señor, son espíritu y vida.

Mientras unos y otros utilizan las palabras
para esconderse tras ellas,
para disimular sus intenciones,
para halagar los oídos,
para disfrazar sus intereses,
para camuflar sus mentiras…
Tú, Señor, te revelas en tu Palabra,
Tú mismo te haces Palabra viva
en el tiempo. Por eso,
las tuyas, Señor, son espíritu y vida.

Joaquín Suárez Bautista

 

 

TU PALABRA, SEÑOR

Resuenan en mí palabras de hace tiempo,
quedaron grabadas como dulces melodías
o como espinas, que duelen al recordarlas,
o quizá como reproches de maestro.
Fue el pasaje de un libro o la voz del amigo,
o el texto bíblico que tengo escrito
en un rincón de los recuerdos.
Pero entre todas, tu palabra, Señor,
ocupa un lugar privilegiado, es la que mejor guardo.

¿Dónde se guardan las palabras?
En ficheros organizados, en libros de ordenados índices
o en la memoria, para recitarlas.
La Palabra importante se guarda en el corazón
para meditarla, para que conserve su calor,
para decirla en el momento oportuno.
Ella es vida, verdad, fuerza de Dios,
origen de cambio y de novedad en nosotros.
Por todo esto, guardo tus palabras.

En un camino señalado por palabras
puede uno orientarse y andar seguro.
Así ocurrió en la historia del pueblo
entre dudas, cansancios y desvíos.
Sonó el mandamiento como palabra de fuego,
y la ley como salida de la tierra
y la enseñanza por boca de los profetas.
Y luego, en el esplendor de los tiempos,
hasta pudimos verla: se hizo carne y promesa
y programa de salvación… Jesús es la Palabra.

Tu Palabra, Señor, es luz y vida.
La luz encuentra la sombra y la vence,
llega a oídos acostumbrados y penetra;
choca con resistencias, pero es espada de dos filos y derriba.
Una vez vencidos, penetrados y derribados,
volvemos a Ti la vista para decirte: Señor ¿qué quieres de mí?
Y entonces me hago palabra y signo, predicación y ejemplo.
Y me sumerjo en Ti para decir tu Palabra.

Señor, de todas las palabras nos quedamos con la tuya.
Queremos recibir su fuerza y su vida,
guardarla en nuestro corazón
como se guarda lo que más se quiere.
Haz que nuestra vida sea transparencia y luz.
Que el mandamiento del amor nos ayude a ser tus seguidores
y podamos guiar a otros hacia Ti.
Que nuestra vida se convierta, poco a poco,
en nueva palabra surgida de la tuya.

José María Martínez

 

PARA DESPUÉS DE LEER LA BIBLIA

Señor,
dame siempre tu Palabra cotidiana.

Es como el pan:
sacia y provoca más hambre de Ti.

Es como el agua:
riega, refresca, fecunda, limpia
y estimula el ansia de Ti.

Es como la luz:
ahuyenta las tinieblas,
e ilumina los ojos
para que contemplen mejor
tus maravillas en las criaturas.

Es como una voz misteriosa y penetrante:
cuestiona y responde,
entristece y alegra,
sume en el sufrimiento
y abre a la esperanza.

Es como espada de doble filo:
penetra en lo íntimo del ser,
hiere y sana, angustia y libera,
inquieta y trae la paz.

Y cuando hiere de muerte al hombre viejo,
que existe en todos nosotros,
alumbra al hombre nuevo,
creado en la verdad y la justicia,
en la libertad y en el amor de Cristo.

B. Spoletini

 

 

LA VOZ QUE CLAMA

Llévame al desierto
y susúrrame, en el silencio,
tu Palabra.

Condúceme por la ciudad
y grítame, entre el tráfico y el barullo,
tu Palabra.

Dirígeme por tus caminos
y dime, quedamente,
tu Palabra.

Llévame por valles y montañas
y repíteme, con eco y fuerza,
tu Palabra.

Guíame a la periferia de siempre
y enséñame, con paciencia,
tu Palabra.

Álzame por encima de mis problemas
y desvélame, con gracia y ternura,
tu Palabra.

Lánzame al agua
y hazme beber, serenamente,
tu Palabra.

Transpórtame a cualquier oasis y
refléjame, claramente,
tu Palabra.

Déjame en el corazón de las personas
y espera, Señor, que crezca en mí
tu Palabra.

 

 

ALABADO SEAS POR TU PALABRA

Tu palabra, Señor, es buena noticia,
semilla fecunda, tesoro escondido,
manantial de agua fresca, luz en las tinieblas,
pregunta que cautiva, historia de vida,
compromiso sellado, y no letra muerta.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, está en el Evangelio,
en nuestras entrañas, en el silencio,
en los pobres, en la historia,
en los hombres de bien, en cualquier esquina
y en tu Iglesia, también en la naturaleza.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, llega a nosotros
por tu Iglesia abierta, por los mártires y profetas,
por los teólogos y catequistas, por las comunidades vivas,
por nuestros padres y familias, por quienes creen en ella,
por tus seguidores, y también por gente de fuera.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, hace de nosotros
personas nuevas, sal y levadura,
comunidad de hermanos, Iglesia sin fronteras,
pueblo solidario con todos los derechos humanos,
y zona liberada de tu Reino.
Alabado seas por tu palabra.

 

 

ATENTOS A TU PALABRA

Señor, en estos momentos nuestra actitud es como la de María: estamos atentos a tu palabra.
«He aquí la esclava del Señor. Que se haga en mí según su palabra».

Como Pedro, proclamamos nuestra fe en ti.
«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Ponemos en ti nuestra única esperanza.
«¿A quién, Señor, iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».

A tu lado estaremos seguros.
«Jesús, te seguiré a dondequiera que vayas».

Sabemos que estamos manchados, por eso te pedimos como el leproso:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Y como el ciego de nacimiento acudimos a ti para que nos libres de nuestra ceguera:
«Señor, haz que pueda ver».

Eres manantial de agua viva, por eso te decimos como la Samaritana:
«Señor, dame de esa agua viva para que no tenga más sed».

En medio de nuestras dificultades, como tus discípulos en la barca acosados por la tormenta, también te gritamos:
«Señor, sálvanos, que perecemos».

Y deseamos, como los discípulos de Emaús, que permanezcas siempre a nuestro lado.
«Quédate con nosotros, que la tarde está cayendo».

 

 

Salmo 118. DE LA PALABRA DE VIDA

Quiero, Señor, hacer de tu Palabra un camino para mi vida;
quiero amar tu voluntad de todo corazón.
Quiero guardar puro mi camino cumpliendo tu Palabra;
de todo corazón te busco, Señor Dios mío.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Quiero ser discípulo tuyo y ponerme a tu escucha cada día;
quiero hacer de tu Palabra la norma que me guíe, paso a paso;
y encontrar en tus mandatos y preceptos mis delicias.
Abre mis ojos, Señor, a la luz y al calor de tu Palabra.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Sostenme en pie, fortaléceme con la fuerza de tu Palabra;
aléjame del camino de la mentira y que siga tu ley de amor.
Quiero correr por el camino de tus mandamientos, Señor,
y guardarlos en el corazón y hacerlos vida en mi vida.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Tu Palabra de verdad alumbra mis pasos por el sendero;
en ella he puesto mi esperanza día y noche;
con todo corazón quiero empeñarme en cumplir tu voluntad,
y que mis caminos sean siempre tus caminos.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Enséñame sabiduría y aprenderé a ser libre y feliz;
enséñame prudencia y aprenderé a situarme en la vida;
enséñame los secretos de tu corazón de Padre,
y aprenderé a vivir desde lo profundo de mi existencia.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Tu Palabra es más rica para mí que la plata y el oro;
es para mi boca más dulce que la miel;
es antorcha para mis pasos por el camino;
es manantial que apaga mi sed.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Yo amo tu Palabra y gozo al sentirme en comunión contigo;
yo espero tu Palabra y ella es respuesta a mis preguntas;
yo cumplo tu Palabra y ella me da fuerza como nadie;
yo creo en tu Palabra y ella alimenta mi pobre fe.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Tu Palabra me enseña a amar la verdad y rechazar la mentira;
ella me enseña a amar hasta las últimas consecuencias;
a mantener el corazón limpio y puro;
a buscar la justicia entre los hombres.
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

Mantén mi corazón firme en el proyecto de tu Palabra;
que ella sea siempre la alegría de mi corazón;
que yo me incline siempre a guardar tus mandamientos;
y que busque en tus mandatos el camino de la salvación;
¡La Palabra de Dios es vida, la palabra de Dios es amor!

PERDÓN

 

 

 

PERDÓN SIN CONDICIONES

Tú nos regalas el perdón.
No nos pides negociarlo contigo
a base de castigos y contratos.

«Tu pecado está perdonado. No peques más.
Vete y vive sin temor.
Y no cargues el cadáver de ayer sobre tu espalda libre».

No nos pides sanear la deuda impagable
de habernos vuelto contra ti.
Nos ofreces una vida nueva sin tener que trabajar
abrumados por la angustia, pagando los intereses
de una cuestión infinita.

Nos perdonas con todo el corazón.
No eres un Dios de tantos por ciento en el amor.
«A éste setenta y cinco, al otro sólo veintitrés».
Hagamos lo que hagamos, somos hijos cien por cien.

Tu perdón es para todos.
No sólo cargas sobre el hombro a la oveja perdida,
sino también al lobo manchado con la sangre del cordero.

Perdonas siempre.
Setenta veces siete saltas al camino
para acoger nuestro regreso,
sin cerrarnos el rostro ni congelar la sonrisa
ni racionarnos la palabra por nuestras fugas repetidas.

Con el perdón nos das el gozo.
No quieres que rumiemos en un rincón de la casa
nuestro pasado roto, como un animal herido,
sino que celebremos la fiesta de todos los hermanos,
vestidos de gala y de perfume, entrando en tu alegría.

Te pedimos en el Padrenuestro:
«Perdónanos como perdonamos».
Hoy te pedimos más todavía:
Enséñanos a perdonar a los demás
y a nosotros mismos como tú nos perdonas a nosotros.

Benjamín González Buelta

 

 

ACÉPTANOS COMO SOMOS

No has venido, Señor, para juzgar
sino para buscar lo que estaba perdido,
para abrazar con ternura
lo que estaba enfermo y frío,
para liberar de culpas y temores
lo que estaba cansado y hundido.

Tú, que sabes que somos de barro,
acéptanos tal cual somos:
con nuestro pasado de pecado,
con el pecado del mundo,
con nuestros pecados personales,
con nuestra historia llena de ambigüedades…

No renuncies a ser Padre/Madre.
No nos dejes con nuestros fardos de siempre.
Infúndenos tu aliento de vida.
Llévanos nuevamente por tus sendas.
Sabes que somos de barro.
No abandones la obra de tus manos.

 

 

CLAVOS CONTRA LOS HERMANOS

Señor, Dios nuestro:
Tú eres bueno,
eres fiel y misericordioso
y justo con todo lo que haces,
mientras que nosotros
te hemos traicionado y abandonado,
hemos manipulado tu buena noticia
y expoliado tu hacienda.

Delante de todos los hermanos
nos reconocemos pecadores
y te pedimos perdón.
Hemos clavado muchos clavos
en el cuerpo de nuestros hermanos.

Clavos de soberbia y de orgullo:
nos creemos superiores.
Clavos de envidia:
hemos sido mezquinos.
Clavos de lujuria:
hemos buscado placeres sin medida.
Clavos de avaricia y posesión de riquezas:
no hemos compartido lo que tenemos.
Clavos de gula:
tenemos el estómago lleno.
Clavos de miedo al compromiso:
nos hemos refugiado en nosotros mismos.
Clavos de ira:
no hemos tenido paciencia ni ternura.
Clavos de cobardía y pereza:
hemos olvidado nuestras promesas bautismales.

Nuestros pecados son martillazos
que damos, sin piedad,
a nuestros hermanos. Señor,
escucha nuestra súplica arrepentida.
Acógenos en tu regazo
y danos un corazón nuevo.

 

 

DIOS DE VIDA Y PERDÓN

Dios de nuestros padres y nuestro:
nos da vergüenza y apuro levantar la vista,
porque el pecado nos envuelve como aire contaminado,
y nuestras culpas se amontonan como un inmenso basurero.

Desde que aprendimos a andar
hemos incurrido en muchas culpas.
Nuestros ojos son envidiosos,
nuestras lenguas afiladas como cuchillos,
y nuestras manos, sedientas de dinero,
se pegan a las monedas como a la miel las patas de las moscas.

Tú nos propones la paz,
y nosotros nos empeñamos en la guerra.
Tú nos invitas a vivir como hermanos,
y nosotros nos tratamos como perros.
Tú nos propones la justicia,
y apenas nos conmueve el desempleo,
la corrupción, la delincuencia, la tortura,
la emigración, la violencia y la pobreza
de las personas y pueblos que nos rodean.

Mas ahora, en este momento,
Dios fiel y misericordioso,
pasas por nuestras vidas repartiendo perdón,
curando heridas, restaurando cuerpos maltrechos,
borrando nuestras infidelidades
y fortaleciendo espíritus desfallecidos.

¿Volveremos a darte la espalda
y a violar tus mandatos?
Señor, Dios nuestro, Tú eres justo
y nosotros un puñado de cobardes.

Aquí estamos, delante de Ti,
con nuestros pecados de siempre.
Perdónanos, Señor
y guía nuevamente nuestros pasos.

 

 

PERDÓN, SEÑOR

Por nuestra insensibilidad y rutina,
por nuestras dudas y desconfianzas,
por nuestros cansancios y miedos,
por nuestras cobardías a la hora de ser cristianos,
por nuestra falta de testimonio,
por nuestra búsqueda de seguridades,
por nuestra escasa relación contigo…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de fe.

Por nuestros desánimos y desencantos,
por nuestra tristeza y pesimismo,
por nuestras impaciencias y prisas,
por nuestras alienaciones y aturdimientos,
por nuestras rebajas a tus promesas,
por nuestra ceguera a los signos de los tiempos,
por nuestra falta de vigilancia y compromiso…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de esperanza.

Por el cinismo de nuestras relaciones humanas,
por la pequeñez y dureza de nuestro corazón,
por nuestras violencias y enemistades, .
por nuestra insolidaridad con los hermanos,
por nuestro egoísmo y ansia de poseer,
por nuestras injusticias individuales y colectivas,
por nuestra insensibilidad ante el dolor de los demás…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de caridad.

 

 

Salmo 50. DESDE LA MISERICORDIA

Tú eres, Jesús de Nazaret, la misericordia de Dios con nosotros;
el Padre ha puesto su corazón en nuestro barro, en tu amor,
y su inmensa ternura ha sido capaz de limpiar nuestro pecado.
Lávanos a fondo, Señor, de nuestras miserias y ruindades,
y de las manchas que salpican nuestras vidas, purifícanos.

Reconocemos nuestra condición de pecadores.
Contra tu amor sin límites,
contra la ternura de tu Padre hemos pecado.
nos sentimos avergonzados por el mal que hemos hecho.
Perdónanos, que el pecado está agarrado a nuestra piel.

Tú eres santo y amas la verdad del corazón;
comprendes nuestros fallos y caídas: enséñanos sabiduría.
Rocíanos con el agua pura de tu amor y seremos limpios;
lávanos en la sangre de tu cruz
y quedaremos más blancos que la nieve.

Mira nuestra tristeza: devuélvenos el gozo y la alegría,
y haz que salten de gozo las fibras de nuestro corazón.
No te acuerdes más de nuestros fallos,
y líbranos cada día de caer en la red de la tiniebla.

Crea en nosotros, Señor, un corazón puro y sincero;
fortalécenos por dentro con la fuerza de tu Espíritu.
Limpia nuestro corazón para que podamos ver tu rostro.
Devuélvenos, en tu misericordia, la alegría de tu salvación.

Queremos proclamar lo que tú has hecho con nosotros,
para que se acerquen a saborear la ternura de tus manos.
Líbranos, Señor Jesús, de la violencia y del egoísmo,
y danos fuerza para gritar las maravillas de tu perdón.

Abre nuestros ojos, nuestras manos y nuestro corazón
a la reconciliación y la paz contigo y los hermanos.

Nos has hecho sentar en la mesa festiva de tu Padre,
y nos has cubierto de sus besos y ternura en el abrazo.
En tu casa y en tu hogar nos sentimos acogidos.
En tu misericordia hemos renacido a una vida nueva;
con tu perdón has despertado en nosotros los dones de tu Reino.
Llámanos de nuevo, cuando caigamos en el camino,
a levantarnos.

Sí, Jesús amigo,
iremos otra vez a la casa donde habita el Padre,
gozaremos todos juntos una nueva fiesta.

 

 

 

Salmo 85. COMO ARCILLA ABANDONADA

Mi corazón es pobre, Señor, yo me siento de barro;
soy como arcilla abandonada
que espera las manos del alfarero.
Pon tus manos, Señor, tu corazón, en mi miseria,
y llena el fondo de mi vida de tu misericordia.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.

Quisiera decirte lo que eres para mí:
tú eres mi Dios, tú eres mi Padre, tú me quieres.
Te estoy llamando todo el día.
Da alegría a quien quiere ser tu amigo,
que mi confianza la he puesto en ti.

Yo sé que tú eres bueno y me perdonas.
Sé que eres misericordioso
con quien abre su corazón a tu amor y lealtad.
Escúchame. Atiéndeme. Te llamo.
Yo vengo a estar contigo y a quedarme junto a ti.

Me callo ante tu presencia,
porque tú conoces lo íntimo de mi vida.
Aquí estoy, Señor, con mi corazón como es:
que no oculte nada a tus ojos abiertos.
Aquí estoy como arcilla fresca
esperando ser modelada por tus manos misericordiosas.

Tú eres grande. Tú haces maravillas. Tú, el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino
y que mis pasos sigan tus huellas con fidelidad.
Que mi corazón, sin dividirse, sea todo tuyo.

Te doy gracias de todo corazón, Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo.
¡Yo he experimentado tu misericordia!

Me has liberado de los lazos de la tentación.
¡Yo he experimentado tu misericordia!
Me has hecho revivir, volver al camino.
¡Yo he experimentado tu misericordia!

Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí. Dame fuerza.

Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.

EN PRESENCIA DE DIOS

 

DÍA TRAS DÍA

Hace ya muchos años,
con fidelidad más o menos constante,
mi primer pensamiento ha sido para Ti.
Días de tormenta y días de bonanza,
de dolor y de gozo han sido todos ellos,
reconociendo así
mi misma luz y mi misma sombra.
Uno tras otro transcurren,
conocidos tan sólo por unos pocos,
por estos que conmigo hacen el camino,
por estos que, como yo, son comunidad.
Día tras día así es,
que día tras día así sea.

Cada persona tiene su señor.
Al nombrarlo se siente por él dominado,
poseído, asustado, liberado o gozoso.
Para mí, Tú eres el Señor.
Ni el dinero ni el placer,
ni la fama ni la violencia, ni el consumo,
ni siquiera la seguridad… son mi señor.
Sólo Tú, riqueza, placer, paz, seguridad.
Te nombro Señor de mi vida,
te doy las llaves de mi casa.
Entra, Señor.

Yo procuraré estar siempre ante Ti,
como Tú estás siempre ante mí,
llamando para entrar.
Gozaré de tu presencia de día y de noche,
en el silencio de la oración
y en el ajetreo de la actividad;
en la soledad radical y en la amistad,
en la pobreza y en la riqueza,
«aunque tenga que vivir sólo de pan».
Juntos recorremos el camino,
cortamos las flores,
disfrutamos de las espinas…
Siempre estaré ante Ti, Señor.

Nos miraremos a los ojos, como enamorados;
bajaré la vista como pecador,
volveré a levantarla como perdonado.
No será la mía una mirada altiva,
sino mirada de hijo, abierta y confiada.
Ya sé que la tuya es tierna y bonachona,
pues eres Padre de brazos suaves.
Acéptame junto a Ti. Cara a cara.

Haz, Señor, que cada día de mi vida
sea una sonrisa de alabanza
a tu presencia gloriosa.
Que me reconozca poseído por Ti,
en éxtasis de gloria y de amor.
Que tu rostro y el mío se fundan
en un abrazo que transfigure mi vida.
Podré decirte, podremos decirte,
podrá todo el mundo decirte:
Señor de mi vida.

José María Martínez

 

 

 

GRACIAS POR TU PRESENCIA

No escuché más que la voz suave y tierna
de la brisa que danzaba entre los árboles
y que conquistaba la sonrisa del Sol
para acariciarme en medio de mi soledad.

Entonces, abrí mi corazón para oír
tus tiernas palabras de amor,
y en medio de aquel silencio descubrí tu voz,
cual estrella reluciente en medio de la noche;
y mis manos sedientas se abrieron a ti
para que las saciaras con tu sabiduría y bondad.

Y me pregunté, una y mil veces,
¿tendrán mis cansados pies la fuerza necesaria
para andar el camino que me muestras?
O mi cabeza, viciada de falsos esquemas,
¿será capaz de abrirse y respirar el aire puro de tu presencia?

Todo ello lo pensé, y no hice más que saltar
de un lugar a otro en mi mundo de ideas,
buscando razones justificadas a todas mis mediocridades.
Entonces, en lo más profundo de mi balbuceo mental,
percibí tu rostro callado y sereno, que esperaba mi silencio
para poner en mi lengua la llama viva de tu Espíritu.

Al fin callé, y sentí que mi corazón ardía en tu misericordia;
sentí que aquella fe que me habías dado,
y que poco a poco yo iba agotando,
se rejuvenecía con la fuerza de la semilla
que germina en la buena tierra.

Entonces no dudé más y me entregué a ti
como la flor se abre a la vida, con sencillez y humildad.
Así degusté el frescor de tu agua llena de vida,
esa que me limpia y renueva,
que me conduce hacia ti
en donación generosa a mis hermanos
y a tu proyecto del reino.

¡Gracias por enseñarme a nacer de nuevo!
Gracias por tu fuego que calienta lo que soy
y me hace vibrar en la sintonía de tu creación.
Gracias por tu palabra que transforma mi vida
en arcoíris de tu amor.

¡Gracias, desde lo más profundo de mi alma,
por tu presencia, Señor!

H. Francisco Javier Burgos

 

 

DÍA TRAS DÍA, SEÑOR DE MI VIDA

Día tras día, Señor de mi vida,
estaré ante Ti, cara a cara,
Señor de mi vida.

Día tras día, Señor de mi vida,
¿te podré yo mirar frente a frente?
Juntas mis manos, ¿te miraré frente a frente,
Señor de todos los mundos?
Bajo tu cielo inmenso, en silencio y soledad,
con humilde corazón, ¿te miraré frente a frente?
En este trabajoso mundo tuyo,
hirviente de luchas y fatigas,
entre las presurosas muchedumbres,
¿te miraré frente a frente?
Cuando mi obra haya sido cumplida
en este mundo, Rey de reyes,
solo ya y silencioso, ¿te miraré frente a frente?

Que sólo quede de mí, Señor,
aquel poquito con que pueda llamarte mi todo.
Que sólo quede de mi voluntad
aquel poquito con que pueda sentirte
en todas partes,
volver a Ti en cada cosa,
ofrecerte mi amor en cada instante.
Que sólo quede de mí aquel poquito
con que nunca pueda esconderte.
Que sólo quede de mis cadenas
aquel poquito que me sujete a tu deseo,
aquel poquito con que llevo a cabo
tu propósito en mi vida:
la cadena de tu amor.

R. Tagore

 

 

SALMO DE LA MANO DE DIOS

Oh, Señor, Tú sostienes con tu mano
todos nuestros momentos, sin cansancio ni olvido:
cada instante nos sacas de la nada,
nos haces nuevamente,
concitando las mil casualidades
que hacen que un cuerpo vivo pueda seguirlo siendo.

Y eso no solamente es a nosotros,
en quienes te contemplas y quizá un día te amen.
Tú sostienes los miles de flores no miradas,
los ríos, aves y árboles; las olas y los vientos.

Si yo toco una piedra
Tú me la has sostenido durante miles de años,
velando cada día para que hoy estuviese.
¡Y tantas, tantas cosas!

Y la mano de Dios también está en la muerte.
Sabedlo bien: la muerte no es el olvido súbito
de la mano de Dios por negligencia.
Eso no está en su amor.

Ved la muerte;
mirad cómo Dios nos la endulza
y nos lleva hacia ella de la mano,
cómo nos la prepara antes,
igual que un lecho…
Ni aun esos que tropiezan con una muerte fiera
estaban ese instante dejados de su mano…

J.M. Valverde, «Hombre de Dios»

 

 

DIOS DEL SILENCIO

No anuncias la hora de tu llegada,
ni pregonas tu presencia
con trompetas, campanas o cañones.
Ya no nos convocas, como antaño,
con signos y prodigios, a ver tu gloria.
No quieres espectáculos.
Te pierdes por calles secundarias,
plazas públicas y mercados de barrio
donde no hay pedestales ni estatuas.

Tú no eres un dios de aplausos, gritos y vítores.
Eres el Dios de la brisa y el silencio.
Tú llegas al corazón y susurras palabras de vida.
Y, en las encrucijadas, miras y miras.
Y te quedas si te aceptamos;
y te vas si te rechazamos.
Eres la salvación, pero sólo te ofreces
a los que saben de silencios
y de encuentros en encrucijadas.
Dios silencio.
Dios encuentro.

 

 

PRESENCIA UNIVERSAL

Te anuncias en la palabra
y te apareces en el silencio.
Manifiestas tu amor en el don de la vida,
agotas tu entrega en el don de tu muerte.
Tú eres, Padre, presencia universal.
¿A dónde iré lejos de tu espíritu?

Eres deslumbrante en el prodigio del día,
nos fascinas en el misterio de la noche.
Culmen de tu creación son los hombres más santos,
y de tu fidelidad, los hombres más perversos.
Tú eres, Padre, presencia universal.
¿A dónde iré lejos de tu mirada?

Expresión de tu fuerza liberadora, los oprimidos,
y de tu paciencia y respeto los opresores.
Inagotable artista en todo lo bello,
presencia callada y fuerte en lo deforme.
Tú eres, Padre, presencia universal.
Si escalo el cielo, allí estás tú.

Tus posibilidades sin fin nos señalan los genios,
tu cuestionamiento solidario los hombres rotos.
Sólo nos revelarás tu obra cuando haya rodado toda la historia,
pero ya puedes iluminar de plenitud la fugacidad del instante.
Tú eres, Padre, presencia universal.
Si me acuesto en el abismo, allí me encuentras.

Tú nos llamas sin fin desde el horizonte,
nos llenas de tu presencia en cada rincón del camino.
Nunca te atraparé en la codicia de la perfección,
pero ya desbordas de luz y futuro todo límite.
Tú eres, Padre, presencia universal.
Tú me sondeas y me conoces.

Benjamín González Buelta

 

 

CALLAR, ESPERAR, GOZAR

Quiero callar un momento,
y serenar el torbellino de mis ideas y sentimientos,
para estar ante Ti atentamente
con todos mis sentidos despiertos.

Quiero vaciar mi casa
de tantos objetos y antojos de relleno,
y estar despejado y libre
aguardando tu venida.

Quiero hacer un alto en el camino,
mirar hondo y otear el horizonte,
para caminar a tu encuentro
y, contigo, al encuentro de tus preferidos.

Quiero permanecer en silencio
y escuchar el susurro de tu voz
que trae buenas nuevas, cada día,
para todos los que andamos por la vida.

Quiero estar solo contigo
para sentir el ritmo de tu corazón
y aprender a vivir como Tú
en el corazón del mundo.

Quiero sentir tu aliento
dándome paz, vida y sentido,
para vivir este momento contigo
positivamente.

Quiero verte y conocerte,
fijar mis ojos en tu rostro,
sentir tu mano sobre la mía,
y callar y esperar y gozar.

 

 

FIJA MI DESEO SÓLO EN TI

Acógeme, Señor, en tu casa
y regálame con tu presencia.
Unifica en Ti todas mis dispersiones.

Sana las rupturas de mi espíritu y de mi cuerpo.
Refresca mi mente y mis entrañas.
Apaga las seducciones que me precipitan al vacío.

Disuelve los miedos que me paralizan.
Aligérame de leyes y cargas.
Lava mis ojos y mi corazón.

Fija mi deseo sólo en Ti.
y acoge en tu regazo lo que soy y lo que fui,
para que tenga vida y florezca.

 

 

LA PALABRA DE MI VOZ

Tú, Señor, eres
más grande que nuestros desmedidos proyectos,
más alegre que nuestras fiestas bulliciosas,
más profundo que nuestras sutiles miradas,
más tierno que nuestras caricias escondidas,
más claro que nuestra intimidad rota,
más sabroso que nuestros besos tiernos,
más firme que nuestras corazas blindadas,
más cercano que nuestros susurros de noche,
más íntimo que nuestras glándulas íntimas,
más libre que nuestras protestas vivas,
más insidioso que nuestros sabios saberes,
más soñador que nuestras utopías locas…
Tú, Señor, eres la palabra de mi voz,
y yo un pequeño pregonero que canta
y vive a tu sombra.

 

PRONUNCIARÉ TU NOMBRE

Pronunciaré tu nombre
sentado en este rincón
que Tú has preparado con amor
para que descanse sin agobiarme.

Lo pronunciaré
en medio de mis silenciosos pensamientos,
levantando las manos,
mirando tu rostro.

Lo pronunciaré
serenamente, sin prisas,
gustando sus sílabas,
absorbiendo su perfume.

Pronunciaré tu nombre
sin razonamientos,
como un niño
que llama a su madre mil veces,
feliz de poderla llamar ¡madre!

 

 

PARA ESTAR CONTIGO

Para estar contigo,
me libero de la alforja (mis preocupaciones);
me quito las gafas (mis visiones);
olvido mi agenda (mis negocios);
guardo la pluma en el bolsillo (mis planes);
arrincono el reloj (mi horario);
me despojo de mi ropa (mis ambiciones);
me desprendo de mis joyas (mis vanidades);
renuncio a mi anillo (mis compromisos);
me quito los zapatos (mis ansias de huida);
dejo, también, mis llaves (mis seguridades);
para estar sólo contigo,
el único verdadero Dios.

Y, después de estar contigo…

Tomo las llaves, para poder abrir tus puertas.
Me calzo los zapatos, para andar por tus caminos.
Me coloco el anillo, para comprometerme contigo.
Me adorno con las joyas, para asistir a tu fiesta.
Me visto con mi mejor ropa,
para salir a tu amplio mundo.
Recupero mi reloj, para vivir al compás de tu tiempo.
Cojo mi pluma, para escribir tus pensamientos.
Recobro la agenda, para no olvidar tus citas conmigo, –
mis citas contigo- a lo largo del día y del camino.
Me pongo las gafas, para poder ver el mundo a tu modo.
Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.

 

PRESENCIA VIVA

Cuando la inquietud nos lleva una y otra vez
a las tareas de siempre con esperanza nueva,
a encarnamos donde no se estila,
Tú estás con nosotros, aunque te creamos ausente.

Cuando remamos a oscuras en medio de la noche,
y nos sentimos cansados y solos
al ver nuestras redes vacías,
Tú estás presente,
aunque nuestros ojos no sepan reconocerte.

De madrugada, cuando la luz vence a las tinieblas,
después de una jornada larga y monótona,
Tú estás en la orilla,
para iluminar nuestras sombras
y hacemos nuevas propuestas.

Cuando las redes se nos llenan
y la vida llega en abundancia,
Tú estás abriendo nuestro horizonte;
somos capaces de reconocer tu presencia
y saltar al agua sin nada encima.

A la hora de comer,
preparada la mesa,
Tú bendices la comida
y, mientras compartimos y miramos,
todos sabemos que eres el amigo de siempre.

Cuando tomas la palabra y me preguntas,
en público o en privado, si te amo,
Tú sabes que te quiero;
y, aunque me lleves a donde no me gusta,
extiendo mis manos para agarrar las tuyas.

 

 

Salmo 84. DIOS HABITA NUESTRA TIERRA

Señor, quiero recordar tu bondad,
que nunca ha defraudado
la esperanza de los que luchan por tu causa.
Devuelves la respiración al abatido,
y vistes un traje de alegría al pobre
que se abisma en la hondura de tu amor.

Tú haces de nuestras miserias un motivo de alabanza
al poner en el corazón mismo de nuestro dolor
la presencia de tu inquebrantable solidaridad.

Vuelve tu mirada hacia los pobres de este mundo!
¿No eres tú, acaso, el Dios que recompone toda vida rota?,
¿el Dios enemigo de cárceles, rejas y ataduras?,
¿el Dios que pone en pie el árbol truncado
y encauza el río de la historia
hacia el océano de la felicidad compartida?

Mis oídos no aciertan a contener tanto gozo:
Dios dirige su palabra a los humildes de la tierra.
Dios descorre nubarrones de miseria humana
y nos muestra horizontes cercanos de salvación.

Dios está cerca de todos los que no se acomodan
a la opresión, el engaño y la astucia del más fuerte.
Dios pone en nuestros labios cantos de reconciliación y de paz
como brotes de una primavera soterrada
en las entrañas doloridas de nuestra madre tierra.

Todo es camino de liberación, ¡todo!
Porque Dios en persona ha besado nuestra carne en corrupción
para hacerla portadora de semillas de eternidad.
Y el hombre ya no es más enemigo del hombre;
ni la tierra será en adelante hostil
a los pies que la caminan;
porque el hombre y la tierra han sido habitados, colmados,
por la gratuita presencia de nuestro Dios.

A. López Baeza

 

 

Salmo 114. AL ÚNICO DIOS VERDADERO

A tu nombre, Señor, damos la gloria ahora y por siempre.
Por tu amor, por tu lealtad te alabamos como hijos.
Tú eres Dios, presente en medio de nosotros;
cercano y entrañable como verdadero amigo.

Nos han preguntado a quemarropa: «¿Dónde está vuestro Dios?»
Se han reído y burlado de nosotros diciendo que no existes.
Pero Tú estás en los cielos de allá arriba y en los de aquí abajo.
Tú habitas el corazón del hombre que es justo y limpio,
y se abre a tu misericordia y a tu ternura.
Tú eres una experiencia de amor profundo.

Nos alegramos, Señor, de no poder comprenderte, ni abarcarte;
no eres idea, ni «razones» que busco a mi ceguera;
no eres «fantasma» que cuelgo en mis archivos y domino;
sólo tú ERES, y soy feliz de estar ante tu presencia.

Eres Amor; Amor que busco
y que he encontrado en tu Enviado;
eres Verdad; Verdad que busco
y he encontrado en Jesucristo;
eres Libertad; Libertad que busco
y he encontrado en el Libertador;
eres Belleza; Plenitud que busco
y he encontrado sólo en tu Hijo.

Tú eres, Señor, el Manantial profundo
de donde nace mi pobre río;
la Raíz encendida de donde surge mi pobre árbol;
la Razón y el Sentido de mi existencia como hombre;
Revelación plena y total en el Hijo Amado.

Mi Dios se ha manifestado en Jesús de Nazaret;
se ha dado a conocer en un Rostro humano;
vive resucitado en Jesús, vencedor de la muerte;
está vivo en su Espíritu y lo siento bien cercano.

Los ídolos, Señor, son de barro y caen con el viento;
son de paja y se deshacen con el fuego de una noche;
los ídolos son crueles, tiranos y rabiosos
y dominan los corazones hasta encarcelarlos.

No dejes, Señor, que nuestro corazón vaya tras el humo;
ni busque lo que está podrido;
no dejes que nuestro corazón se desfigure con el lodo;
ni se vaya en pos de unos ídolos.

Sabemos dónde estás, oh Dios:
estás en medio de nosotros;
estás en el que te busca y a ti clama;
estás donde hay amor verdadero;
estás en nuestra tierra desolada.

Y sabemos dónde no estás:
donde hay odio, donde hay soberbia;
donde hay corrupción y libertinaje;
donde hay injusticia y robo;
donde hay mentira y disfraces.

 

 

Salmo 138. TÚ ME SONDEAS

Tú me sondeas, me penetras y me conoces, Padre.
Sabes de mi vida más que nadie:
Conoces los pensamientos de mi corazón,
estás al tanto de las tensiones o conflictos de mi vida,
sientes mi dolor cuando quiero ocultarlo.

¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!
Cuando me siento, allí te tengo;
cuando me acuesto, allí estás;
cuando voy de camino tú me acompañas;
cuando huyo de mí mismo, tú me encuentras;
cuando llamo a una y otra puerta, tú me respondes;
donde quiera que vaya, allí estás.

¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!
La crisis me aprieta y me siento desesperado,
la prueba me golpea y me siento cansado y solo,
la soledad y el absurdo llaman a mi puerta…,
y, en medio de la agitación y la confusión, de nuevo estás tú.

¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!
¿A dónde iré, Padre, que pueda alejarme y no verte?
¿A dónde huiré? ¿A dónde caminaré que no encuentre tus huellas?
Siempre tú, siempre tú, vaya donde vaya.

Tu presencia inunda mi vida y todo cuanto existe.
¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!
Si cierro mis ojos y miro en lo profundo de mí mismo,
si peregrino a lo más secreto y hondo de mi corazón,
si hago silencio y escucho dentro de mí una palabra,
allí te siento, allí te oigo, allí en mi interior estás tú.

¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!
Padre, sondea y penetra mi corazón, que busca;
entra hasta el fondo de mi ser, que espera;
alumbra el camino de mis pies, que avanzan;
escucha el clamor de mi interior, que sueña…
¡Tú estás aquí, Dios, tú eres Amor!

Emilio L. Mazariegos

REINO DE DIOS

 

COMPROMISO POR EL REINO

Tu Reino, Señor Jesús, habita dentro de mí
y es como un Tesoro escondido dentro de un campo.

Llevo dentro de mí el amor de tu Padre que me llama,
la gracia de tu amor que me salva y libera,
la amistad y comunión de tu Espíritu que me hace fuerte.

¡Tu Reino, Señor, habita dentro de mí: Gracias!
Tu Reino, Señor Jesús, está en medio de nosotros,
se ha hecho presente en nuestra comunidad.

Llevamos en el fondo de nuestras relaciones
la bondad y la ternura de tu Espíritu de amor,
el gozo y la gracia de tu presencia resucitada,
la misericordia y la compasión del Padre.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de nosotros: Gracias!
Tu Reino, Señor Jesús, habita en nuestra Iglesia,
está presente en medio de los creyentes.

Llevamos en nuestros corazones la semilla de tu Palabra.
Cuando compartimos los bienes, tu Reino se hace fuerte.
Cuando oramos juntos, tu Reino se manifiesta.
Cuando ayudamos al necesitado, tu Reino se desvela.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de tu Iglesia!
Tu Reino, Señor Jesús, habita en medio del mundo,
está presente-oculto en medio de las personas.

Donde el amor es más fuerte que el odio, allí está tu Reino.
Donde el perdón es más fuerte que la venganza, está tu Reino.
Donde la justicia es más fuerte que la opresión, está tu Reino.
Donde la ternura es más fuerte que el desamor, allí está tu Reino.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de nuestro mundo: Gracias!
Señor Jesús, danos tomar parte ahora
en los duros trabajos de tu Evangelio de libertad.

Danos la fuerza de tu amor para ser testigos libres y gozosos
del Reino que tu Padre nos ha dado:
un Reino para ahora y para siempre.

Contigo decimos al Padre:
¡Venga a nosotros, Padre nuestro, tu Reino!

E. L. Mazariegos

 

 

LOS OJOS DEL CORAZÓN

Un hombre inspirado que hace algunas curaciones,
un recaudador de impuestos que decide cerrar su tenderete,
un financiero que distribuye una parte de sus bienes,
una prostituta que llora de alegría,
una pequeña secta compuesta de aldeanos incultos
agrupados en torno a un nuevo gurú de Galilea…

¿Qué tiene todo eso, Señor, de revolucionario?
¿No son más que unos cuantos hechos
apenas mencionados en la crónica de la historia!
¿Cómo es posible que aquello fuera el comienzo
de tu Reino en nuestra tierra?

Concédeme, Señor, los ojos del corazón
para aprender a discernir en la vulgaridad cotidiana
el lento crecimiento de ese Reino del amor
que tú has sembrado y que viene a nosotros cada día.

Danos esa mirada de fe que sabe «ver»
en los acontecimientos grandes o pequeños,
en todos los gestos humanos, conocidos u ocultos,
la vibración de tu Presencia activa.

Danos esa mirada de fe que sabe «ver»
las más simples manifestaciones de tu Reino:
el brillo de una sonrisa,
la sencillez de una acogida,
la densidad de un silencio,
la ternura de una mirada,
la verdad de una lucha,
la gratuidad de una vida compartida.

Enséñanos a ver y a asombrarnos
de todas las pequeñas semillas de esperanza
sembradas en hogares, hospitales y prisiones,
en calles y en escuelas,
e incluso en los campos de batalla…
Gestación secreta de la «civilización del amor».
Semillas escondidas de un mundo nuevo,
el del Reino de tu Padre.

Michel Hubaut

 

 

LÍBRANOS DE LA VIEJA LEVADURA

¡Líbranos, Señor, de esa vieja levadura
que corrompe toda la masa humana!
Levadura de la codicia,
que tuerce las mejores intenciones.
Levadura del orgullo,
que echa a perder las más sanas ambiciones.
Levadura del fanatismo, que pervierte toda religión,
levadura del egoísmo, que arruina todos los amores.

¡Líbranos, Señor, de esa vieja levadura
que corrompe toda la masa humana!
Levadura de la envidia,
que perturba nuestras relaciones.
Levadura del racismo,
que rechaza toda diferencia.
Levadura del mal en todas sus formas,
que arruina las estructuras sociales y las culturas.

¡Bendito seas, Señor, levadura de todo el universo!
Ven, Señor, levadura nueva
que elevas desde dentro a todo hombre,
todo pensamiento, toda acción,
todo sentimiento, toda cultura y toda religión.

¡Bendito seas, Señor, levadura de todo el universo!
Danos la levadura de tu Espíritu,
levadura del amor y la verdad
que hace crecer al hombre
y la masa toda de nuestra humanidad.

¡Bendito seas, Señor, levadura de todo el universo!
Bendito seas, Señor, por tu encarnación
y tu vida oculta en Nazaret,
enterramiento en la humildad del día a día,
que eleva al hombre al rango de hijo de Dios.

¡Bendito seas, Señor, levadura de todo el universo!
Bendito seas, por tu predicación por los caminos de Palestina,
que eleva nuestras palabras y gestos humanos
y los convierte en signos de Dios.

¡Bendito seas, Señor, levadura de todo el universo!
Bendito seas, Señor, por tu muerte,
escondimiento del grano de trigo en la tierra,
que eleva nuestra muerte y la transforma en camino de vida.
Bendito seas, Señor, por tu gloriosa resurrección,
que eleva la tierra entera hasta ser Reino de Dios.

Michel Hubaut

 

 

LA SEMILLA MÁS PEQUEÑA

Ahora, Padre, sabemos que tu Hijo Jesús
nos enseñó que la semilla más pequeña es la que da mayor fruto:
Tú escoges lo más pequeño
para que de ello brote la vida y la salvación.

Jesús hablaba de sí y de sus discípulos,
de los de entonces y para los de todos los tiempos.
Tu Hijo Jesús fue en verdad la semilla más pequeña:
Tú la sembraste en el vientre de tu humilde esclava
y de ella brotó la salvación del mundo.

Esta es, Padre, tu lógica, y por eso son los pobres
y los que se hacen más pequeños,
los que, siguiendo a tu Hijo, dan fruto que permanece;
lo demás -el poder y la gloria y el prestigio-
no son dones tuyos, sino del Príncipe de este mundo.

Cuando tu Iglesia pretende estos frutos para sí,
se hace incapaz de dar vida
y, como los demás poderes del mundo,
vive de la vida que exige a sus fieles,
a los que ve como súbditos,
en vez de ser su servidora.

Padre nuestro, haznos entrar en tu lógica:
que comprendamos que Jesús nos enriqueció con su pobreza;
que comprendamos que quienes se hacen bienhechores
y se creen que lo son, son en realidad opresores.
Que oigamos, Padre, a Jesús que nos dice:
«Vosotros, nada de eso…».
Lo nuestro es ser servidores como él lo fue.

Que pueda decir el Espíritu a todas las Iglesias
lo que dijo a la de Esmirna: «Conozco tus apuros y tu pobreza,
y, sin embargo, eres rica»;
que no tenga que decirnos lo que dijo a la Iglesia de Laodicea,
tan poderosa y segura de sí: «Aunque no lo sepas,
eres desventurada y miserable y estás ciega y desnuda».

Hoy somos testigos, Padre,
de que aquello que el mundo llama «débil»,
Tú lo escoges para que fortalezca nuestra fe
y para sembrar, en ello, la dignidad y el respeto.

Hoy y siempre, Padre, siembras en el mundo
la semilla más pequeña.
Y, en ella, te complace poner tu poder de germinar.
Gracias, Padre, porque te ha parecido bien hacerlo así.
Concédenos hacernos tan pequeños como los niños
para dar lugar, para convivir, para colaborar,
para, de este modo, entrar en tu Reino.

Pedro Trigo

 

 

SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR

Señor, desde los albores de la creación,
tú nunca te cansas de sembrar.
Por medio de tu Espíritu,
y a lo largo de nuestra historia,
tú has sembrado en el corazón
y en la inteligencia de los hombres,
en sus mitos, sus cosmogonías
y sus canciones,
en los textos y ritos de sus religiones…
punzantes preguntas, balbucientes tanteos,
respuestas provisionales, fulgurantes intuiciones…

Tampoco hoy dejas de sembrar
en la tierra del biólogo
que se pregunta por el origen de la vida,
en la tierra del poeta que escruta lo indecible,
en la tierra del orante que acecha al Invisible,
en la tierra de los sedientos de justicia
y en la de quienes construyen la paz,
en la tierra de los enfermos,
de los truhanes y de los corruptos…

Pero, sobre todo, Señor,
para fecundar nuestra tierra,
un día decidiste enviar tu Palabra,
a tu propio Hijo, Jesús,
a la playa de los hombres.

Salió de tu Casa paterna para sembrar tu vida y tu amor,
tu esperanza, tu alegría y tu paz.

Desde entonces, él es el Sembrador y la Semilla
sepultada en el corazón de nuestra tierra
y en la tierra de nuestro corazón.
Tierra labrada y corazón triturado,
tierra blanda y corazón abierto,
tierra helada y corazón cerrado,
tierra fértil y corazón generoso.

En todas partes, hoy como ayer,
en el corazón de todos los humanos
y de todas las civilizaciones,
tu Hijo sigue sembrando
las semillas de tu Eternidad.
En él, lo increíble ya se ha realizado,
la historia ha llegado a su culmen.

Michel Hubaut

 

 

ID Y ANUNCIAD LO QUE HABÉIS VISTO Y OÍDO

Hemos visto comunidades
que lo ponen todo en común y son felices;
que abren sus casas y sus corazones y son felices.
Hemos visto grupos familiares, comunidades,
que no viven para sí, sino para los demás;
que no atesoran ni capitalizan,
sino que prefieren compartir y promocionar,
y son felices.

Hemos visto a gentes de toda clase,
dispuestas no a ser servidas, sino a servir;
que hacen de su trabajo y de su vida
un servicio y una entrega,
y son felices.

Hemos visto a personas e instituciones,
que se vuelcan sobre los marginados
para levantarlos y curarles sus heridas,
que besan a los leprosos y apestados de ayer y de hoy,
que acogen y cuidan a los desheredados de la vida,
y son felices.

Hemos visto a personas e instituciones,
que ponen al descubierto la causa de tantos males,
que levantan su voz profética contra las injusticias
de una sociedad ciega y egoísta,
que tienen hambre y sed de justicia
y sufren persecución por ello,
y son felices.

Hemos visto a hombres y mujeres
que, siendo ricos, se hacen pobres
y acompañan a los pobres
en el camino de su liberación;
que dejan su tierra y su familia
para ir lejos a anunciar a Jesucristo
y ser testigos del amor,
y son felices.

Hemos visto a seguidores de Cristo
que son pobres y humildes, pacientes y sufridos,
limpios y misericordiosos,
que van sembrando la paz en todas las situaciones
y en todas las tierras,
capaces de perdonar a sus propios enemigos;
muertos a sí mismos,
que viven sólo desde el amor,
en el amor y para amar,
y son felices.

Y hemos visto más:
Hemos visto a ciegos que abrieron su ojos
a una fe y unos valores que antes desconocían.
Hemos visto a sordos que oyen la Palabra de Dios,
las Palabras del hermano y el soplo del Espíritu.
Hemos visto a inválidos y paralíticos
que han tirado sus muletas,
han superado sus parálisis y esclavitudes
y están corriendo por los caminos de la libertad.
Hemos visto a leprosos,
drogadictos y enfermos incurables
que han recuperado la paz y la salud.
Hemos visto resucitar a muertos,
salir de las tumbas de sus vicios y egoísmos.

Todos estos: ciegos, sordos,
inválidos, leprosos, muertos,
recibieron un soplo del Espíritu
y aprendieron a vivir la vida nueva del amor.
Y así los pobres recibían buenas noticias
y las daban.
Y hemos visto que todos se trataban como hermanos.
Hemos visto el principio de una nueva humanidad.

Después de todo esto,
tú mismo puedes responder a la pregunta:
¿Está o no está el Mesías entre nosotros?
¿Ha llegado ya a vosotros el Reino de Dios?

R. Prieto Ramiro

 

 

 

ALGO NUEVO ESTÁ SURGIENDO, ¿NO LO NOTÁIS?

Cuando se da una esperanza total que prevalece
sobre todas las demás esperanzas particulares,
que abarca con su suavidad y con su silenciosa promesa
todos los crecimientos y todas las caídas…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad
donde no se tienen claras perspectivas de éxito y de utilidad;
cuando una persona conoce y acepta su libertad última,
como una fuerza que ninguna otra fuerza le puede arrebatar..
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas
como el comienzo de una promesa que no entendemos;
cuando se da como buena la suma de todas las cuentas de la vida
que una misma no puede calcular
pero que Otro ha dado por buenas, aunque no se puedan probar…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando la experiencia fragmentada del amor,
la belleza y la alegría,
se viven como promesa del amor, la belleza y la alegría,
de Dios mismo que se nos manifiesta en la vida;
cuando el vivir diario, tantas veces marcado por la rutina
se vive con serenidad y perseverancia hasta el final,
descubriendo una fuerza mayor que nos impulsa y anima…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando se deja que la vida y la gente
desenmascaren nuestros empeños
por apresar y retener a Dios en la Ley y la fuerza;
cuando «se descontrola» la engañosa necesidad
de tenerlo todo bajo control,
de sentirnos en orden y buscar con ansiedad la perfección…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando se corre el riesgo de orar en medio del silencio,
y a veces de la oscuridad,
sabiendo que siempre somos escuchados,
aunque no percibamos una respuesta
que se pueda razonar o disputar…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando se siente la auténtica solidaridad que nos hermana
y hace sentir el sufrimiento de quienes son excluidos,
la pobreza extrema que devora la humanidad,
la fría injusticia, la violencia…
y nos lleva a mirar la vida desde esa realidad doliente
y a comprometernos por construir un mundo de justicia y paz…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

Cuando uno se entrega sin condiciones,
gratuita y libremente desde lo más profundo de su ser…
cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie…
Algo nuevo está surgiendo, ¿no lo notáis?

 

 

Salmo 7. DE UN CORAZÓN SINCERO

Levántate, Señor, en tu bondad y misericordia
y acércate al corazón de los hombres;
quita la venda de los ojos que no ven sino tinieblas,
y ablanda el corazón del hombre soberbio y violento.
Surge, Señor, como una llama viva, en medio de la tierra
y atrae hacia ti a los hombres, hijos tuyos,
que viven sin conocerse.

Despierta ya, Dios mío, ponte en pie y camina hacia nosotros,
tú que eres Señor del hombre y de la Historia.
Despierta ya el corazón del hombre golpeado por el pecado
y acógenos a todos como hermanos en tu gran tienda.

Oh Dios, Señor de todos los pueblos,
Señor de las naciones, derriba las murallas,
destruye los muros y abre puertas y ventanas
para que el sol de tu amor y tu justicia unifique la tierra.

Oh Dios, danos un corazón justo, un corazón sincero
que busque el bien de todos y no se esconda en el egoísmo.
Oh Dios, danos un corazón inocente y limpio,
capaz de olvidarse de sí y preocupado por los hermanos.

Que cese la maldad del hombre pervertido y desfigurado;
que no triunfen los planes del hombre de corazón de piedra;
danos un corazón de carne, abierto a la amistad y a la ayuda,
tú que conoces el interior del hombre y llegas hasta sus entrañas.
Oh Dios, tú que eres justo;
tú que eres santo, danos un corazón sincero.

Haz camino hacia los hombres que te buscan con limpio corazón
y que se empeñan en establecer en el mundo la paz de tu Reino;
se tú, Oh Dios, el escudo que nos cubra y nos proteja,
se tú el salvador y liberador de los corazones rectos.

Salva el corazón del hombre, de la tiniebla de la mentira;
de la dureza del viejo orgullo; de la apatía y la mediocridad.
Oh Dios, Dios nuestro, acoge nuestro corazón
que tiembla ante el poder del mal
que ha hecho nido en el barro del mentiroso,
y danos fuerza, se tú nuestro escudo, en la hora de la prueba,
y defiéndenos del Malo, del Diablo que dispersa y divide.

Señor, tú conoces la fragilidad de nuestro ser
tocado por el pecado;
tú conoces la fuerza de la tentación
cuando llama a nuestra puerta;
tú conoces la debilidad de nuestras vidas cuando sufren la crisis.
Ven, Dios nuestro, que a ti nos acogemos; ven y sálvanos.

Libéranos y que nadie arrebate como un león nuestra vida.
Danos un corazón abierto al perdón y la misericordia
y que nunca nos creamos mejores
que ninguno de nuestros hermanos.

No nos dejes, Señor, caer en la fosa,
bajar a lo hondo del abismo;
no permitas que nuestro pie sea atrapado
en los lazos de la muerte,
allana nuestro camino y asiéntanos en la hora del cansancio.
Aquí estamos, Señor, unidos como un solo pueblo que te ama;
pobres, humildes, como niños que necesitan la ayuda
de tu mano materna que acompañe nuestros pasos.

Te damos gracias, Señor Dios,
Señor de la Historia y del hombre,
te damos gracias porque eres justo, eres bueno, eres santo.
Oh Dios, todopoderoso, único Señor de cuanto existe y vive,
a ti elevamos, desde nuestro corazón sincero, nuestro canto.

 

 

Salmo 71. POR LA JUSTICIA Y LA PAZ

Oh Cristo, en tus manos el Padre ha puesto todo poder;
en tus manos ha puesto la justicia para la historia;
conduce a tu pueblo escogido con justicia y equidad,
y a los humildes levántalos del polvo de la tierra.

Que de los montes, de lo alto,
venga la paz para tu pueblo;
que la justicia descienda
hasta el último rincón de tu Reino;
que los pobres, los oprimidos y marginados
tengan pan y techo.
Señor Jesús, desenmascara al opresor,
despójalo de su poder.

Que tu reinado de paz y de justicia
dure tanto como el sol;
que tu reinado de amor y libertad
dure como la luna;
que la justicia y el derecho
caigan como la lluvia temprana,
y que, como rocío, el que tiene
empape la tierra del desdichado.

Que tu plan de salvación y liberación del hombre
se haga realidad entre los que duermen en el suelo
y lloran de hambre;
que tu proyecto de redención
y de bienaventuranza para el débil,
destruya las barreras que dividen a los hombres.

Tú has prometido liberar al pobre que suplica,
al desdichado y al que nadie ampara.
Tú has prometido apiadarte del débil y del indigente,
¡Salva la vida de los pobres, Señor!

Libra de la opresión
a los que son manejados como bestias de carga;
libra de la violencia
a los que son derribados como animal en la selva;
rescata de esa vida donde el hombre
camina hacia la muerte, «los sin derechos»,
y que su sangre no sea más derramada.

Señor Jesús, que haya abundancia
de trigo y maíz para el que nada tiene;
que haya carne y arroz,
para el que su salario no alcanza para nada;
que haya el pan de cada día en cada mesa;
y que el niño y el hombre, la mujer y el anciano
coman cada jornada.

Señor Jesús, haz que la justicia
se haga verdad entre los pueblos;
que los ricos no se contenten con dar al pobre migajas;
que no muera más el hombre
a causa de las naciones ricas, poderosas,
que gastan sus dineros en cosas de las más caras.

Que el hombre nuevo, Señor Jesús,
se comprometa en la lucha por la justicia,
para que la voluntad de tu Padre
se haga realidad, aún esperada;
que la paz surja de los bienes compartidos
entre todos, como hermanos.

Líbranos, Señor de la justicia y la paz,
del odio y la violencia;
líbranos de gritar los derechos del hombre con rabia;
líbranos de caer en la tentación
de enfrentarnos los unos con los otros,
y sembrar nuevas barreras, y seguir en la venganza.

Abre el corazón del hombre, Señor Jesús,
al poner todo en común,
y entre todos, como un solo pueblo
caminar de manos dadas.
Que tu Espíritu de amor y comunión entre los hombres,
nos ayude, paso a paso, a hacer un pueblo unido en alianza.

 

SEGUIMIENTO – VOCACIÓN

 

 

AL DIOS DE LA VOCACIÓN

Señor de la vocación,
de la llamada inesperada y misteriosa,
que un día rompiste mis esquemas
y me trazaste una senda desconcertante,
te alabamos, te bendecimos y te damos gracias.
Tú nos quieres por entero
y no aceptas trozos de nosotros mismos.

Señor de la vocación,
amante de la humanidad hasta morir por ella,
hermano de todo hombre,
te bendecimos, te alabamos y te damos gracias.
Tú nos llamas a proclamar el gozoso Evangelio
que es tu propia persona
desparramada por los caminos del mundo.

Señor de la vocación,
vencedor del morir en el mismo morir,
ganador de la vida que llamamos resurrección.
Te alabamos, te bendecimos y te damos gracias.
Aquí estoy, esperando que me empujes,
deseando que me alientes y rogándote que me sostengas.

Señor de la vocación,
he dejado jirones de tu llamada por el camino
y experimento la tristeza de la infidelidad
por haberme entregado a los demás con egoísmo,
por escaparme una y otra vez de la presencia del
dolor, por permitirme convivir con la mentira.
Con los signos de mi debilidad culpable
vengo ante ti, porque sigues siendo mi único Señor.

Señor de la vocación,
presento también ante ti mi humilde confesión
y los signos de mi valentía entusiasta:
si me he arriesgado, ha sido por ti;
si he peleado, ha sido por ti;
si he sido vencido, ha sido por ti.
Por ti, que sigues siendo mi único Señor.

Señor de la vocación, que no me canse jamás,
que no me venda a nada ni a nadie,
que mi testimonio seas siempre tú.
Y que, al anochecer de cada día,
pueda sentir tu mirada en la mía
como bastón poderoso para mi limitación.

Como antaño, Señor de la vocación,
aquí estoy diciéndote de nuevo que sí,
que puedes seguir contando conmigo.

 

 

 

PUERTA Y CAMINO

Padre de todos, sabemos muy bien
que es ancha la puerta de los centros comerciales para adictos refinados,
de los hoteles de lujo para la élite del negocio y del poder,
de los que acuden a lavar los dólares del narcotráfico,
de los sepulcros vacíos que cultivan fachadas y apariencias.

Y sabemos también, Padre, que es estrecha la puerta
de los que sirven en las residencias millonarias,
de los calabozos que reprimen a los justos,
de los ranchos construidos con material de desperdicio,
de las decisiones solidarias con los oprimidos.

Padre nuestro, hemos recorrido el ancho camino
de los latifundios que se pierden en el horizonte baldío,
de las autopistas hacia las playas exclusivas,
de la corrupción que se pasea en coches de lujo,
de las multitudes domesticadas por la costumbre.

Y hemos recorrido también, Padre,
el estrecho camino de los que hunden la pala
en los cimientos de los grandes edificios,
de los callejones en los barrios marginados,
de la nueva justicia abierta en medio de la selva legal,
del futuro del Reino que no es noticia de ningún periódico.

Y también nos alientas y acompañas, Padre bueno,
por el estrecho camino que sale desde Belén
hacia la cueva de los pastores,
que sigue Jesús hacia los poblados perdidos de Galilea,
de la subida hasta el monte de la transfiguración,
de la callejuela que atraviesa Jerusalén y llega hasta el calvario,
de la decisión que conduce hasta Getsemaní en medio de la noche.

Padre y pastor, puerta y camino,
ahora que sabemos cómo son las puertas,
ahora que estamos ante ti y contigo,
nos atrevemos a poner la mano en la puerta estrecha
y a colocar los pies en el estrecho camino que tú has abierto,
trazado y recorrido, acompañando a Jesús
y a tantos hermanos nuestros, seguidores de tu Hijo.

 

 

 

¿SOBRE QUÉ HAS CONSTRUIDO LA VIDA?

Hay quienes construyen su vida
sobre las arenas movedizas de la mentira, la hipocresía,
el ensueño o la ilusión.
Hay quienes la construyen sobre el terreno pantanoso
de pasiones efímeras,
sobre las cenizas de ideologías ya caducas
o sobre el lodo de asuntos turbios…

La fina y penetrante llovizna del paso del tiempo,
la lluvia que lava todos los maquillajes,
la tempestad de los reveses de la fortuna y la enfermedad,
los torrentes de la muerte inexorable…
acaban llevándoselo todo.

¿Sobre qué he construido yo mi vida?
¿Sobre qué cimientos he edificado mis proyectos,
sobre qué roca he apoyado mis opciones,
mis decisiones y mis compromisos?

Dame paciencia, Señor,
para ahondar debidamente los cimientos de mi casa,
para arraigar mis convicciones en el silencio de la
oración y en la meditación de tu Palabra.

Dame perseverancia para profundizar día a día
en las consecuencias prácticas de tu Evangelio.
Señor, Roca de nuestra vida y de la Iglesia,
terreno firme sobre el que no resbalan nuestros pies,
concédenos la vigilancia del Espíritu
y la lucidez de la fe para comprobar en qué terreno
enraizamos nuestro futuro y el de nuestras comunidades.

Concédenos, Señor, esa sabiduría evangélica
que es capaz de discernir la urgencia de los tiempos nuevos
y de sintonizar con esos últimos tiempos,
que tu Palabra y tu vida han inaugurado.

Puesto que nuestros actos, Señor, dan fe de lo que creemos,
concédenos la gracia, no sólo de oír tus palabras,
sino de escucharlas con el corazón
para ponerlas en práctica y vivir de ellas.

Michel Hubaut

 

 

Salmo 4. PARA EL CAMINO

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo;
en ti, mi Dios, confío, porque sé que me amas.
Que en la prueba no ceda al cansancio,
que tu gracia triunfe siempre en mí.
Yo espero siempre en ti.
Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía.

Indícame tus caminos, Señor; enséñame tus sendas.
Que en mi vida se abran caminos de paz y bien,
caminos de justicia y libertad.
Que en mi vida se abran sendas de esperanza,
sendas de igualdad y servicio.
Encamíname fielmente, Señor.
Enséñame tú que eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu lealtad nunca se acaban;
no te acuerdes de mis pecados.
Acuérdate de mí con tu lealtad por tu bondad, Señor.

Tú eres bueno y recto
y enseñas el camino a los desorientados.
Encamina a los humildes por la rectitud,
enseña a los humildes su camino.
Tus sendas son la lealtad y la fidelidad
para los que guardan tu alianza y tus mandatos.

Porque eres bueno, perdona mi culpa.
Cuando te soy fiel, Señor, tú me enseñas un camino cierto;
así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones.
Tú, Señor, te fías de mí y me esperas siempre.
Tú, Señor, quieres que sea de verdad tu amigo.

Tengo los ojos puestos en ti
que me libras de mis amarras y ataduras.
Vuélvete hacia mí y ten piedad,
pues estoy solo y afligido.
Ensancha mi corazón encogido
y sácame de mis angustias.

Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados.
Señor, guarda mi vida y líbrame de mí mismo.
Señor, que salga de mi escondite y vaya hacia ti
y que no quede defraudado de haberme confiado a ti.

Indícame tus caminos, Señor, tú que eres el Camino.
Hazme andar por el sendero de la verdad,
tú que eres la Verdad del hombre.
Despierta en mí el manantial de mi vida,
tú que eres la Vida de cuanto existe.

Emilio L. Mazariegos

 

 

 

Salmo 22. DEL AMIGO VERDADERO

Señor Jesús, eres Amigo verdadero,
como el buen pastor
que conoce una a una sus ovejas
y las llama por su nombre.
Eres fiel en tu amistad para conmigo y nada me falta.
Nada me falta,
porque tú llenas los deseos de mi corazón;
porque estás a mi lado aunque todos me abandonen;
porque has dado la vida por mí en lo alto de la cruz;
porque tu perdón y gracia me acompañan siempre.

Me regalas con tus dones,
me alimentas con tu pan de vida;
me recreas en el gozo y paz de tu Espíritu.
Me conduces, como buen pastor,
hacia las aguas de reposo,
y mi sed se siente reconfortada
en el agua viva de tu manantial.

Tú confortas mi alma,
cuando me faltan fuerzas para el camino;
cuando me siento desanimado y solo.
Tú me guías por senderos de justicia,
como signo de tu amistad;
eres siempre fiel en mi camino,
y tu gracia fortalece mi pobreza.

Señor Jesús, eres siempre amigo verdadero,
como buen pastor,
que sacrifica su vida en defensa de su rebaño;
aunque pase por valles tenebrosos, ningún mal temeré
porque tú siempre vas conmigo.
Nada temo a tu lado, porque tu vara y tu cayado me sosiegan.
Contigo, nada me falta.

Tu palabra es la fuerza que mantiene mi fe en tiniebla;
es soporte que aguanta la oscuridad de mi noche;
tu Espíritu es el poder y la seguridad que aguanta mis dudas;
es la luz y el calor que animan mis pies cansados.

Eres Amigo verdadero, Señor Jesús, como el buen pastor,
que al venir el lobo no huye monte abajo;
tú estás siempre conmigo y defiendes mi causa con tesón
hasta que me sienta libre y restablecido en mis fuerzas.

Preparas para mí una mesa y te sientas a mi lado;
unges con óleo perfumado mi cabeza
como prueba de amistad sincera,
y llenas del buen vino mi copa hasta rebosarla.
Tu mesa, tu óleo, tu copa, son mi mesa, mi óleo y mi copa.

La dicha y la gracia de tu amistad, Señor Jesús,
me acompañarán a lo largo de los días de mi vida.
Seré dichoso con tu fidelidad inquebrantable,
y tendré siempre la seguridad de tu amor hasta el extremo,
porque nadie tiene mayor amor
que el que da la vida por el amigo.

Tú eres, Señor Jesús, el Pastor bueno,
que guía hacia el aprisco su rebaño;
tú eres, Señor Jesús, Amigo verdadero,
que ya nunca nos llamarás siervos.

Tú eres Amigo que me has dado a conocer
los secretos del corazón del Padre;
eres Amigo que has salvado mi vida
dejándote colgar del madero.

Enséñame, Señor Jesús, a dar mi vida
por los que necesitan seguir viviendo;
enséñame, Señor Jesús, a permanecer fiel
al lado del hermano que está solo.

Tú eres la puerta que abre camino
hacia el corazón del Padre:
guíame, Amigo, y condúceme
hacia las aguas tranquilas de su Reino.

 

 

Salmo 138. SEÑOR DE LA VIDA

Señor de la vida!
Tú lates en el corazón
de mi existencia.

El amor con que me quieres
es como el aire que respiro,
como el viento que me sacude
y que empuja mi barca.

Sí, tú me envuelves.
Tú vives dentro de mí
y eres el aliento de mi vitalidad.
Tú me haces estremecer de dolor y de júbilo.

¿A dónde podría huir
para dar otro sentido a mi vida?
¿A qué viento, sino al tuyo,
podría confiar mi barca?
¿Diré entonces:
me encerraré en mi oscuridad
para adorarme a mí mismo?
No podría, porque tu luz todo lo penetra.

Tú eres quien ha concebido
la trama de mi existencia.
Tú mismo trazas mi bordado.

Cuando en el vientre de mi madre
ibas tejiendo de la nada tu proyecto sobre mí
ya tenías ante ti toda mi vida.

En tu corazón se diseñaba un camino:
Mi camino.
Dios mío, qué grande eres.

Los proyectos de los hombres,
cuando se apartan de ti,
de tu proyecto de amor,
se resquebrajan
y llevan a la destrucción y a la muerte.

¡Dios mío!
Penetra en mis secretos,
da cumplimiento a tu proyecto
y que no me fascinen otros caminos,
¡Porque sólo tú eres mi camino, Dios mío!

 

 

SEGUIR A JESÚS (Mt 10, 1-15)

También a nosotros, Padre, nos invita Jesús a seguirlo,
y nosotros nos sentimos dichosos con su llamada
y reconociendo nuestra flaqueza, le decimos que sí,
aun sabiendo que somos capaces de negarlo y abandonarlo;
fiados de su palabra, decimos que sí,
conscientes de que quien llama
habrá de dar fuerzas para responder.

Danos, Padre, tu Espíritu, que es también el de Jesús,
para saber cómo seguirlo y para seguirlo de tal modo
que nuestra vida sea puro seguimiento suyo.

Seguir a Jesús es, ante todo, creer en él,
y creer en él es arraigar nuestra vida en él, en su persona viva,
en la relación con él, saberse de memoria sus palabras,
darles vueltas en el corazón,
como María, y hacer de ellas, no sólo el camino de la propia vida
sino el tesoro que nunca nos cansamos de contemplar y palpar.

Escuchar las palabras del Maestro
nos lleva a obedecerlas, a ponerlas por obra;
nos lleva, Padre, a seguir su causa, que es la tuya: tu Reino.
En una situación como la actual,
en la que tu creación está tan degradada
por la rapiña y el expolio
y en la que tus hijos, los pobres, son tenidos en nada,
la causa de Jesús es salvar lo que se había perdido,
restaurar la vida, liberar a los oprimidos,
y hacerlo todo ello, no por la fuerza,
sino invitando, sembrando semillas de vida,
tendiendo puentes, venciendo al mal con el bien.

Seguir a Jesús es proseguir la misión que Tú le confiaste;
es sentirse enviados por él como él lo fue por Ti.
Nos llamas a ser anunciadores del Evangelio de Jesús,
servidores de la recreación que él hace posible,
enviados por él a anunciar su salvación de palabra y de obra,
libres de otras ataduras, dando gratis
lo que gratis hemos recibido:
tu amor liberador y tu presencia salvadora.

Jesús de Nazaret sigue hoy en nosotros haciendo historia,
continuando su historia a través de la nuestra
si es que nos dejamos moldear por su presencia.
Te pedimos, Padre, por intercesión de María,
la que escuchó y cumplió la palabra,
que también nosotros, como ella,
seamos tus discípulos y tus enviados.

 

 

ME SEDUJISTE, SEÑOR (Jer 20, 7-18)

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir.
Al fin, después de tanta lucha y forcejeo,
tú has vencido la resistencia de mi corazón
como la luz vence la oscuridad de la noche.
Me forzaste. Me violaste. ¡Siempre eres Dios!

Soy el hazmerreír todo el día.
Nadie entiende lo que es el amor en tu Amor.
Todos se burlan de mí,
como si tú me hubieras quitado la libertad del vivir.

Quiero ser tu testigo,
y tu Palabra se vuelve contra mí.
La pronuncio y suena a hueco.
Soy escarnio y burla constante
y me encuentro como un hueso dislocado.

He dicho en mi corazón:
No volveré a hablar más de ti,
no me acordaré más de tu amor desbordante.
Pero es imposible. Ya no sé vivir sin tu presencia.
Porque eres como un fuego ardiente que me consume.

Más, Señor: he hecho esfuerzos por contenerla
y no he podido. Se ríen de mí.
Es un mundo diferente al tuyo.
Me siento solo y perdido.

Pero yo sé que tú estás conmigo.
Tú, que conoces las entrañas y el corazón del hombre,
sé como un soldado fuerte, dentro de mí.
A veces, Señor, me he dicho: maldito el día en que nací,
el día que me parió mi madre no sea bendito.
He deseado huir, huir siempre,
perderme en un mar inmenso o en un desierto infinito.

Pero siempre, Señor, tú vuelves a despertarme,
vuelves a seducirme, y la lucha y la tensión
van dejando lugar a la experiencia de tu amor sincero.
Señor, yo sé que mi corazón
necesita de la medida de tu amor para ser feliz;
yo sé que nada de lo que me rodea me seduce
y me prende hasta llenarme de sentido.

Señor, aunque me quede solo, aunque todos pasen de mí,
aunque no entiendan mi decisión de ser tuyo,
aunque falle y vuelva a comenzar de nuevo,
aunque mis ojos sean vendados y mi boca amordazada,
aunque mis pies y manos sean atados,
yo seguiré siempre siendo tuyo,
porque tú me has amado con amor primero.

Tú me sedujiste, Señor, mi vida te pertenece.
Tú me sedujiste, Señor, mi oración se siente libre.

E. L. Mazariegos