Es domingo de  Resurrección. Es primavera. Supera las cruces para gozar de la vida.
Por favor, hoy no seas una cruz para nadie de tu alrededor. Sé consciente este domingo que tienes ya la vida dentro y que puedes ofrecer vida.
Los cristianos hemos celebrado más el viernes santo que el domingo de resurrección. Recuerdo el comentario de un Hermano mío al salir de los museos de Florencia: «Te has dado cuenta que no hay un sólo cuadro en que aparezca un Jesús alegre, sonriente. Ni un sólo santo, ni obispo, ni cardenal esboza la más mínima alegría».

Es curioso que nos sabemos el final de la historia, pero seguimos poniéndole más procesiones, relatos y velas… «al Cristo de la agonía» que al Cristo resucitado…. Y es que aún estamos en la fe, en la teología «de mis mayores».

El domingo de Resurrección es la fiesta más importante del cristianismo, más que Navidad, más que el día de la Virgen del Rocío (o la de tu pueblo). La religiosidad popular aún está embebida del negativismo antropológico y del pesimismo humano que exige el sacrificio del Hijo de Dios para reparar nuestra humanidad caída. Por eso nos mola más el Cristo sufriente que el Cristo sonriente, positivo, que derrama su Espíritu para santificar nuestra humanidad.
Con el Cristo sufriente siempre tenemos refugio para estar pidiendo. Con el Cristo Resucitado ya todo se nos ha dado, ¿qué más quieres pedir? Pon en juego tus talentos. Piensa. Toma opciones evangélicas. Deja de lamentaciones y emprende acciones.

Jn 20, 1- 18

El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro.
Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: -Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte. Los discípulos se volvieron a casa.
María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Llorosa se inclinó hacia el sepulcro y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver de Jesús. Le dicen: – Mujer, ¿por qué lloras? Responde: – Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: – Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: – Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo. Jesús le dice: – ¡María! Ella se vuelve y le dice en hebreo: – Rabbuni – que significa maestro-. Le dice Jesús: – Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: – He visto al Señor y me ha dicho esto.

A veces uno tiene tentaciones de pensar que la inflacción de Cristo crucificado tiene por objetivo mantener el rebaño controlado, dependiente de los dispensadores de gracia, ovejas en minoría de edad… Si predicáramos más el Cristo sonriente, si animáramos más a dar vida, a iniciar proyectos, a pensar por sí mismo, a ser adultos, mayores de edad en la fe… otro gallo nos cantaría (no el de Pedro, claro). Pero es sólo una tentación, no hagáis caso.

¡Ale, que Dios lo ha resucitado!
Que Dios nos resucitará con él.
Mientras tanto: PON VIDA, cuenta un chiste, baila con tus amigos, invita a comer a alguien que no lo espera, complícate la vida con algún nuevo sueño, haz un pequeño regalo, canta por la calle… ¡qué más da si desafinas!