Hola, soy Jesús y por aquí, mis alumnos, los más cascarrabias, me llaman “el Bejarano”. Bejarano es mi apellido pero recuerdo que cuando yo era alumno y le llamaban a un profesor por su apellido y con el artículo delante significaba que la cosa no marchaba bien. Al menos me consuela que cuando quedo con mis compañeros de promoción de aquellos años en mi colegio de la Salle Sgdo Corazón de Jerez, hablamos con enorme cariño de esos profesores y Hermanos.

La obediencia, el Espíritu, mi incapacidad para decir NO a nada apasionante me ha traído a la ciudad de Melilla. ¿Que no sabes dónde está Melilla? No te preocupes yo tampoco lo sabía hacía apenas un par de años y ahora es mi lugar de vida y misión. Te dejo que bichees por las redes sociales y descubras dónde está esta ciudad fronteriza entre África y Europa, apasionante y llena de contrastes y si algo te gusta no dudes que este artículo ya nos hace ser amigos y los buenos amigos se buscan y se encuentran.

Tú y yo participamos de un mismo carisma y eso nos hace cercanos. Estamos dotados de vida y somos invitados a continuar juntos buscando y reflexionando. Esto nos hace ser cómplices de muchas cosas que sin conocernos nos sabemos que algo nos pertenece y debemos seguir cuidando.

Hace tiempo descubrí la principal y definitiva lección que nos dejó La Salle: lo importante, lo único importante es hacer la Obra de Dios, llevar a cabo la Obra de Dios. Hago mías y seguro que como hombre y mujer lasaliana también has hecho en tu vida sus palabras:

“Miraré siempre el trabajo por mi salvación y el establecimiento y guía de nuestra Comunidad como la obra de Dios: por eso dejaré en sus manos el cuidado de la misma, a fin de no hacer lo que me corresponde en su seno, sino por orden suya; y le consultaré mucho respecto de lo que deba hacer en uno como en otro terreno; y le diré a menudo estas palabras del profeta Habacuc: ‘Señor, tu obra’. Debo considerarme como un instrumento, inútil a no ser en manos del operario; por tanto, debo esperar las órdenes de la Providencia para actuar, pero sin dejarlas pasar cuando las haya conocido”

(Reglas que me he impuesto 8-9)

Este es sin duda el centro y el fundamento de mi espiritualidad: he descubierto y siento mi vida como historia de salvación. En mis circunstancias concretas, en la interrelación con las personas con que me encuentro, en los compromisos inmediatos que se me proponen, descubro la voz de Dios y me pregunto cómo darle la mejor respuesta posible para ser un buen “instrumento” en su Obra. Mi fidelidad no es a la letra, sino al espíritu que brota del Evangelio; no a una historia pasada de salvación que se ha de repetir, sino a la historia de salvación que vivo en el proyecto que estoy llevando a cabo. Esto es lo que vale para cada uno de nosotros, en nuestras propias circunstancias.

Dice la Regla actual de los Hermanos: “Impresionado por la situación de abandono de los ‘hijos de los artesanos y de los pobres’, Juan Bautista de La Salle descubrió, a la luz de la fe, la misión de su Instituto como respuesta concreta a su contemplación del designio salvador de Dios.” (R 11)  “Impresionado” ¡Vaya palabra! ¿De verdad que hay algo hoy que nos pueda impresionar y además nos dure la emoción varios minutos en la retina de nuestros ojos? Creo que Dios me ha dado esa sensibilidad y me la mantiene. Sin ella no podría conmoverme y apasionarme por todo lo que busco o se me presenta en mi alrededor. 

A mí el Espíritu me da vida, es la fuerza o dinamismo que me empuja, es la actitud esencial que me define, es el sentido último de lo que hago. Puede que a ti te pase lo mismo: el espíritu que anima a cada cristiano, a cada familia o comunidad cristiana, es una manifestación particular del único Espíritu, el que animaba a Jesús, el Espíritu Santo. Y ¿cómo se manifiesta el Espíritu? El Espíritu se manifiesta en la vida.

De aquí me viene también la familiaridad con la Palabra de Dios, pero una Palabra leída en confrontación con la vida de cada día, no al margen de ella, y contrastada con las personas, en la comunidad… y una oración que es esencialmente celebrativa: porque celebramos nuestro encuentro con Dios, el gozo de vivir en su presencia. Una oración que busca unirse a Dios, y no ‘servirse’ de Dios. Una oración así hace brotar en la persona esa Presencia viva, el Espíritu. Y de una oración así van originándose actitudes de encuentro y comunión: dando prioridad a la relación personal, con Dios y con los hombres; buscando el sentido profundo de las cosas, de los acontecimientos… animando las obras con sentimientos de fe, y no simplemente ‘cumpliendo’…; estableciendo lazos de comunión con las personas, estando con ellas, escuchándolas, valorándolas…

No son precisamente las ideas, ni los conocimientos teológicos, ni algún libro sobre educación… quienes me conmueven y orientan mi búsqueda. Son los acontecimientos que ocurren en mi vida, los que me interpelan: En primer lugar, las personas. Esa quiero que sea una constante en mi vida: que los que me rodeen encuentren en mí un corazón abierto dispuesto a hacerme cercano incluso antes de que me lo pidan. Tengo que reconocer que a mis momentos fuertes de oración y a mis espacios deseados y tan necesitados de desconexión o retiros, a Dios también lo encuentro y experimento en el quehacer ordinario que intento vivir con enorme pasión.

Ser discípulo es apasionante pero ser apóstol mueve además adrenalina todo el día. Sí, ya sé que la palabra apóstol está en desuso. Quédate si quieres con: animador, mediador, facilitador. Algo de eso también he tenido que ir trabajándome con mis hermanos de comunidad y con aquellos con los que he compartido misión y con los jóvenes y niños con los que me voy encontrando en mi camino.

Con todos he aprendido a caminar juntos: estar con ellos y ser como ellos. Esta encarnación me exige siempre un gran sacrificio. Se trata de descentrarme, de acercarme al otro por la senda de lo desconocido. Acercarme a ellos y aprender a tratarlos; ayudarles a descubrir las riquezas profundas que ocultaban en su interior bajo formas muchas veces de apatías o desmotivación pero con mi convencimiento del gran regalo que hay en el interior de cada uno.

En mis relaciones intento facilitar la responsabilidad: Que la comunidad tome en sus manos su propio destino, que se haga responsable de la misión que se le ha encomendado. Busco, como otros bien me enseñaron, que los que comparten vida conmigo tomen su vida y sus proyectos en sus propias manos. Autonomía y libertad: valores que siempre he necesitado y que pongo como requisito al otro para que pueda crecer.

Y las crisis, ¿llegan? Dime que no y no te creo. He tenido crisis de misión, crisis de comunidad, crisis incluso de consagración. A todas las combato con una gran dosis de discernimiento que siempre está fundamentado en los grandes amigos que Dios me regala en esta familia lasaliana y que son los que me hacen ver lo que Dios quiere cada día para mí.

Resumo y termino con las actitudes que centran mi espiritualidad y que seguro que comparto con muchos de los lasalianos y lasalianas del mundo entero y que enmarcan mi conducta: Fidelidad y creatividad. Responsabilidad y compromiso sobre todo con los más pobres. Apertura y docilidad al Espíritu. Y por último comunión con mis hermanos.

Todo esto se hace vida cuando tengo una comunidad religiosa intercongregacional (somos Hermanos Maristas y Hermanos de La Salle) en la que soy su Hermano director y de la que me siento orgulloso de pertenecer.

Se hace vida con una maldita valla a apenas un par de kms de mi comunidad que separa las esperanzas de muchos hombres y mujeres que buscan un paso a Europa escapando de muchas injusticias y desesperanzas.

Se hace vida dentro de la escuela La Salle de Melilla acogedora con las diferentes religiones y culturas, que valora el ser lasaliano como carisma identitario, que su cristianismo lo lleva de una manera sencilla y testimonial desde una pastoral auténtica y cercana.

Se hace vida con el ejemplo que voluntarios y gente de corazón grande ponen al servicio de la alfabetización de mujeres musulmanas en el Proyecto Alfa y de chicos abandonados en la calle, que son rechazados por un sistema educativo en el que no tienen cabida y de aquellos jóvenes que esperan el salto a la Península para ver realizados sus sueños y que buscan un apoyo en las actividades que con gran cariño proponemos desde nuestros espacios de creatividad del Programa Fratelli.

Se hace vida en el acompañamiento y cercanía a aquellos jóvenes, profesores y amigos que buscan un espacio de escucha, de acogida e incluso de silencio y abrazos.

Todo esto se hace vida porque el que es la Vida quiere que yo le responda como tú haces día a día, con sencillez y corazón abierto.

Gracias por ayudarme a pensar, por ayudarme a vivir, por ocupar tu tiempo en mi lectura y por sentirme hoy un poco más cerca de ti.  fratellimelilla@gmail.com