Los avances médicos actuales están girando cada vez más sobre las terapias genéticas. Muchas enfermedades son tratadas interviniendo en los genes que configuran el funcionamiento celular. Ya sabemos que en los Evangelios Jesús es presentado como un taumaturgo, un sanador: milagros de curaciones, imposición de manos, parábolas y comparaciones… Hoy la liturgia de la Iglesia nos presenta la curación de un ciego de nacimiento, que lo es desde el origen mismo. Ciego de herencia, ciego sin solución. Aún para las terapias genéticas actuales esta curacióna es inalcanzable. En espiritualidad es muy diferente. No hay minusvalía por herencia de raza, sexo, etnia o religión que no se pueda curar. Toda cegera espiritual es sanable. Y todo error perdonable.
Jn 9, 1-41
Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento.
Los discípulos le preguntaron: -Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?
Jesús contestó: -Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios. Mientras es de día, tenéis que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos y le dijo: -Ve a lavarte en la alberca de Siloé -que significa enviado-. Fue, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: -¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: -Es él. Otros decían: -No es, sino que se le parece. Él respondía: -Soy yo. […]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego -era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos-. Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: -Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos le dijeron: -Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado. Otros decían: -¿Cómo puede un pecador hacer tales señales? Y estaban divididos. Preguntaron de nuevo al ciego: -Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Contestó: -Que es profeta. Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: -¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Contestaron sus padres: -Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Preguntadle a él, que tiene edad y puede dar razón de sí. Sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él. Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: -Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador. Les contestó: -Si es pecador, no lo sé; una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo. Le preguntaron de nuevo: -¿Cómo te abrió los ojos? Les contestó: -Ya os lo he dicho y no me creísteis; ¿para qué queréis oírlo de nuevo? ¿No será que queréis haceros discípulos suyos? Lo insultaron diciendo: -¡Discípulo de él lo serás tú!, nosotros somos discípulos de Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios; en cuanto a ése, no sabemos de dónde viene. Les replicó: -Eso es lo extraño, que vosotros no sabéis de dónde viene y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Le contestaron: -Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: -¿Crees en el Hijo del Hombre?
Contestó: -¿Quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo: -Lo has visto: es el que está hablando contigo.
Respondió: -Creo, Señor. Y se postró ante él.
Jesús dijo: -He venido a este mundo a entablar un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos.
Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron: -Y nosotros, ¿estamos ciegos? Les respondió Jesús: -Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado permanece.
En espiritualidad no hay herencia: la luz o la oscuridad dependen de la libertad personal, de las elecciones que uno haga. El pecado no está en las condiciones previas, ni en las circunstancias que la vida nos ha puesto. En la Iglesia se tiende a juzgar al homosexual, al divorciado, al de otra religión… como ciego, pecador.
Piensa tú también a quién tiendes a catalogar como pecador, enfermo, ciego… y medita este evangelio: ¿quién es el ciego? ¿quién está más ciego?
Lo dicho: terapia genética. Ser creyente no es condenar, sino habilitar, curar, sanar.
Y encima Jesús cura en sábado ¡Provocador, este Jesús! Acabose.
Y yo me pregunto:
¿de dónde nace esa intolerancia religiosa?
¿Cuáles son sus raíces más profundas?
¿Nos concede la religión la potestad para juzgar o condenar a otros?
¿Es que la norma está por encima del bien, de la felicidad de las personas?
¿Cómo es posible que la observancia religiosa produzca tal ceguera?
¿Cómo es posible que aquellos hombres religiosos en tiempos de Jesús vieran pecaminoso hacer el bien a una persona, aunque fuese en sábado?
Jesús plantea la cuestión central frente a tanta ceguera: «¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o destruirla?»