El ser humano es un ser insatisfecho. Es nuestra grandeza y nuestra miseria. Porque estamos inacabados buscamos colmar nuestra necesidad continuamente. Es una grandeza porque tenemos el horizonte abierto. Somos buscadores de pozos de agua fresca, del agua que sacie esta indigencia. Es una miseria si te conformas con cualquier cosa, si apagas tu sed con el agua que no apaga la sed, o si vas mendigando pozo a pozo con ansia, pero sin buen resultado.
Cinco maridos, cinco apegos, cinco intentos de encontrar la fuente, cinco confianzas que no han sido definitivas…

Jn 4, 5-30.39-42

Así que llegó a una aldea de Samaría llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José -allí se encuentra el pozo de Jacob-. Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía.
Una mujer de Samaría llegó a sacar agua.
Jesús le dice: -Dame de beber- los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.
Le responde la samaritana: -Tú, que eres judío, ¿cómo pides de beber a una samaritana? -los judíos no se tratan con los samaritanos-.
Jesús le contestó: -Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
Le dice la mujer: – Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?
Le contestó Jesús:  -El que bebe de esta agua vuelve a tener sed;quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
Le dice la mujer: -Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla.
Le dice: -Ve, llama a tu marido y vuelve acá.
Le contestó la mujer: -No tengo marido.
Le dice Jesús: -Tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad.
Le dice la mujer :- Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres daban culto en este monte; vosotros en cambio decís que es en Jerusalén donde hay que dar culto. Le dice Jesús: – Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre. Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre en espíritu y de verdad. Tal es el culto que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y de verdad.

Le dice la mujer: -Sé que vendrá el Mesías -es decir, Cristo-. Cuando él venga, nos lo explicará todo.
Jesús le dice: – Yo soy, el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella.
La mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea y dijo a los vecinos:
-Venid a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo he hecho: ¿no será el Mesías?
En aquella aldea muchos creyeron en él por lo que había contado la mujer, afirmando que le había contado todo lo que ella había hecho.
Los samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días,y muchos más creyeron en él, a causa de su palabra;y decían a la mujer: —Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo.

A veces nos casamos con el marido de los pequeños placeres, que son necesarios, que son buenos… pero que no sostienen una vida, que no te levantan con dignidad cada mañana. Otras veces buscamos el sentido, el agua viva, en el éxito «que nos merecemos», en la buena suerte «que tendremos», en los medios de «que disponemos», en las propiedades «que poseemos».
Para muchos el amor de pareja se acerca a la experiencia del pozo de vida eterna, aunque tampoco otra persona puede saciarnos espiritualmente, radicalmente.
«Yo soy el agua viva» dice Jesús. Intenta sacar el agua de este pozo nos dice el Evangelio de hoy.