CASTELLANOS, Nicolás. Ser hoy persona humana y creyente, Ed. San Pablo, Madrid, 2016, 222 pp.
Si hemos seguido mínimamente la trayectoria de Nicolás Castellanos, entramos de lleno en este libro por lo que tiene de testimonio, crítica profética y propuesta de soluciones en las que él es el primer artífice. Apremia para que haya una auténtica humanidad, personas en plenitud; camino a recorrer: el de la razón, la bondad y la religión. Y esto para hacer posible que en el mundo resuene la Buena nueva del Evangelio.
Hoy se requiere un perfil de persona abierta, libre, adaptativa y creativa. Un ser dialéctico, que cuenta, discute, y un ser en relación. Hay un condicionante social, que es la incomunicación, contraria a la línea ascendente de la personalización: cuidar el ser; ser con; ser en situación; y ser para. La realidad social se ha de tener en cuenta en todo lo humano, así como el compromiso de acción.
La humanización choca con el problema de los valores, hoy implantados por el capitalismo y que antepone el rendimiento, la producción, el bienestar a todos los demás valores. La educación es clave, pero con un concepto dinámico de la persona, los postulados de la Psicología Humanista, las creencias arraigadas para interpretar el mundo, dar significados. Vemos la realidad y esa visión es imprescindible para el ser humano. Para el autor, la austeridad solidaria, la profundidad, la no violencia, justicia, libertad, podrán dar respuesta a la exigencia de una ética global mundial.
Nicolás hace aparecer ese gran monstruo de la pobreza –que él conoce bien- con todas sus secuelas. La solidaridad es la respuesta, unida a la belleza; no la belleza que seduce y aparta de la verdad, sino la belleza tocada por la belleza de Dios: Yo soy el buen, el hermoso, pastor.
El Altiplano es la referencia experiencial de D. Nicolás, donde se trabaja para que los niños vayan a la escuela, jueguen, tengan una biblioteca… atrayendo la colaboración de todos. Nada más que atender a los derechos del pobre. Educación que sea cuestionadora, crítica, liberadora; lo cual hace que el autor sea crítico y acuse a la Iglesia de involucionista.
Nicolás Castellanos vive la fe comprometido con la realidad, pero con alegría y empeño; la fe no es un muro, son brazos abiertos del Padre, es un don, un regalo de Dios. Pero que da frutos: son las expresiones de la caridad. Hay toda una confesión de cómo Nicolás vive estos sus 70 años de fe, donde aparece su base teológica y teologal importante.
En sus afirmaciones se declara optimista: otro mundo y otra Iglesia son factibles, pero siempre de la mano de Dios. Y si la Iglesia no es luz del mundo con un paradigma nuevo, será difícil que ilumine al mundo pues requiere valores democráticos, sensibilidad social, tolerancia, pluralismo y uso de la razón. Y todo con un centro: el Evangelio y Jesús el Kyrios.
El optimismo del autor se basa en una Iglesia profética que envía su mensaje desde el Sur, en franca recuperación de espíritu, letra, mística y música del Vaticano II. Estamos en un nuevo Pentecostés, el Espíritu sopla desde Aparecida y añade la libertad del Papa Francisco. Optimismo que tiene en cuenta que hay que cargar con la realidad que vivimos (Ellacuría) y realizar reformas urgentes: oír la voz de los pobres y de los jóvenes; la presencia samaritana de la Iglesia; una Iglesia de amistad que supera distancias y jerarquías, dinamiza a la persona y al creyente y que deja intuir el absoluto; la presencia en el camino de los pobres levantando esperanzas, reduciendo fronteras de pobreza, con pasión por Jesús y la justicia.
José Mª Martínez