… Porque tiene mucha miga y nos puede sorprenderHumanidad.

Un nuevo libro de José María Castillo que sale a la luz en este año 2016.

Es un libro sorprendente para lo que estamos acostumbrados a leer. Porque el autor nos ofrece de lleno, sin buscarlo, una controversia que tiene su explicación en la respuesta que Castillo da al siguiente pregunta: ¿Quién ocupa en realidad el centro en la vida de la Iglesia: Jesús y su Evangelio o Pablo y su teología?  La pregunta no es indiferente o el sólo un “caldo de cabeza”. Es crucial porque de la teología de Pablo arrancan muchas de las cosas que vivimos hoy. Y es verdad que “Pablo no conoció al Jesús histórico«.  Por eso el punto de partida en Pablo es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Lo cual hace que predicara una obediencia a este “tipo” de Dios: que exigen sacrificio y la muerte de un hijo.

De alguna manera, según el autor, a Pablo no le importa la vida humana de Jesús (p. 45) porque él arranca del Jesús resucitado, como Señor, de una salvación “para la otra vida”, cuando Jesús centró sus predicación en cómo resolver los problemas de las gentes de su tiempo, en cómo hacerles llegar una salvación que se define como curación, expulsión de los demonios, una vida mucho más humana. La idea de Pablo de “ser apóstol” que tantas veces recalca, no la pudo ver Pablo como una decisión del Jesús terreno sino del Cristo resucitado y glorioso, celestial. Llega a decir Pablo, según Castillo, «que el conocimiento de Jesús según la carne no le interesa» (II Cor 5, 16), pues para Pablo el conocimiento de Dios solo puede estar en conocimiento «puramente espiritual (p. 46).

Es un libro muy sorprendente el que tenemos entre manos, pero también, creo, muy clarificador de cómo Pablo ha influido tanto, no sólo en la teología de la Iglesia sino en otras serie de cuestiones que el autor trae al recuerdo: la misma Iglesia, los ritos, la moral (problemática sexual o la homosexualidad), el papel de la mujer en la Iglesia, la religión… Pues quien ha dejado una huella más fuerte en la Iglesia a día de hoy ha sido Pablo y no tanto Jesús y su Evangelio. Lo cual hace que se le considere a Pablo más importante que Jesús. ¡Gran contradicción!

Al final el autor refleja que “tenemos más religión que Evangelio” (p. 71) en la Iglesia. Y por eso, tanta gente ve en la Iglesia “religión” y no tanto “buena noticia”. ¿Dónde queda ese Dios del que nos habla Jesús, como Padre bueno, que come con pecadores, que abraza a niños y mujeres…? Pues, el Dios de Pablo, es un Dios que pide el sacrificio de la víctima , mientras que el Dios de Jesús es un Dios que salva sanando al que sufre, que da vida y ofrece felicidad.

Es verdad que deben convivir ambas realidades: el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Pero primar una por encima de la otra, nos hace perder la perspectiva de lo que fue la persona entera de Jesús, verdadero Dios y  verdadero hombre. ¿Por qué no empeñamos, dice el autor, en silenciar, olvidar, minusvalorar la humanidad de Jesús?

Acaba el autor afirmando: “… la plenitud de lo divino solamente la podremos encontrar en la plenitud de lo humano, pues ese es el camino que nos trazó Jesús” (p. 143).

Es pues una invitación a leer el libro, dejarnos sorprender, sopesar lo que el autor dice y hacer nuestra reflexión propia para ver qué conclusiones podemos sacar y aplicarlo,s i es posible, a nuestra vida y a nuestra manera de pensar,q ue no está, pues, de más.

¡Será un valiente desafío!