ataturkDe nuevo el terror anida en el corazón (¿será verdad que hay corazón?) humano. La tragedia se ha cebado en terreno turcos y el aeropuerto Ataturk (Ankara), lugar de abrazos de salida, de besos encendidos porque se marchaba o venía un ser querido se ha visto conmocionado por la barbarie.

Muchos muertos y un numeroso grupo de heridos, con nombres y apellidos, con sus raíces familiares, locales o de otros países, han encontrado el triste destino de una muerte arrancada de cuajo, sin pedir permiso y la sobrecogedora estadística de los heridos que deja familias o amistades rotas y maltrechas. ¿Por qué? ¿Por qué?

No acabaríamos de seguir desgranando las causas de tanta barbarie, de tanto dominador que se cree con derechos a segar la vida de otros, simplemente porque la ideología es más fuerte que la sensatez, porque la violencia es el camino (dicen los violentos) que permitirá cambiar el mundo. ¿Cambiarlo cuando haces de la tragedia el «pan nuestro de cada día»? ¿Acaso alguien te da permiso para disponer de la vida de otros y quitarla o dañarla cuando tú quieras?

Creo que fue Miguel Delibes, el que dejó caer, en algunos de sus escritos: «Que paren este mundo, que me bajo«. Y claro que dan ganas de ello, cuando imágenes terribles de la televisión o de los periódicos se cuelan cada día en casa trastocando planes o ilusiones por pensar en un mundo que puede ser mejor.

Y aquí viene ahora la lucha diaria; mejor, el esfuerzo diario por no sucumbir al terror, por seguir viviendo y poner en cada gramo de vida sensatez, criterio honesto de servicio hacia los otros, cordura que no hace guerra por tener ideas diferentes, ternura… sí, ternura que no es debilidad o ñoñería, sino abrir el corazón a los valores dela vida.

Fotografiar-una-Gota-de-Agua-800x520Nos hacen daño cada vez que el terror actúa. Pero debe erigirse como compromiso firme el creer, desde los valores lasalianos, por qué no, que fraternidad, fe en el Dios de la paz y la concordia,  esfuerzo por vivir de manera abierta y desinteresada en favor de los otros (los débiles, los pequeños, los que menos posibilidades tienen…) puede ser la pequeña gota que cambie el mundo. Pero gota perenne que puede hacer mella en el duro corazón de aquellos que solo buscan su propio interés y sacan la cara sólo por sus propios egoísmos.

Seguro que si nos ponemos todos a ello, aunque sea poquito, podremos cambiar algo. Lo creemos así. ¡Y vamos a trabajar por ello! Porque … «es justo y necesario«