«No os preocupéis del mañana; a cada día le basta su problema».
Mt 6,34
Iniciamos un nuevo año.
Nuevos retos y nuevas oportunidades.
Nuestro Fundador nos recomienda, en estas fechas, hacer un repaso del año, ver como hemos vivido cada momento de nuestra vida y actuar en consecuencia.
Creo recordar que era Horacio quien habló primero del «carpe diem», de disfrutar del momento presente. Nunca soñaría que tantos siglos después y por razones muy diferentes su intuición seguiría siendo tan actual. Nuestra sociedad se ha encargado de ello, especialmente quienes encuentran en ella un medio de marketing económico. El presente puro y duro es lo que vale.
Vivir el presente no es de por sí malo.
Creo que Jesús vivió su «carpe diem» y nos hablaba de los pájaros del cielo y de los lirios del campo… vivía cada momento con la intensidad de quien lo da todo. En realidad se daba todo.
Juan de La Salle tuvo que vivir también su presente, su «de compromiso en compromiso», dejándose llevar por el Espíritu ante cada mirada que hacía a la realidad y superar muchas «tentaciones» humanas de abandonar la barca… como él mismo escribió.
Yo he vivido mi «carpe diem» de forma un tanto desordenada. Jamás podré negar que he disfrutado mucho de cada momento y, a veces, alocadamente. No siempre he tenido en cuenta la recomendación del “Club de los poetas muertos”, entrañable película, cuando el profesor afirmaba: “El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante. Lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida”.
El «carpe diem» de quienes nos enraizamos en Dios es otra cosa diferente al que suele utilizar nuestra sociedad, nuestro mundo. Vivir el momento presente creo que exige tener mucha confianza en Dios y fiarnos de Él totalmente. No es fácil. En todo caso tenemos todo un año por delante.
Me gusta soñar, pensar en futuro. Reconozco que ello muchas veces me ha hecho no vivir con realismo el momento presente. En mis sueños no siempre anda Dios como origen o como meta. Con frecuencia pienso en futuro desde una clave puramente humana. No significa que ello esté mal pero desde luego es un pensamiento limitado y pobre. ¿Y tus sueños?
Desde mi experiencia, soñar sin Dios me ha troceado en muchas de mis caídas, muchas noches dando vueltas en la cama sin paz interior y he roto la armonía con mi alrededor. Un «carpe diem» sin estar enraizado en quien procedemos, en quien debemos vivir y a quien vamos, nos lleva a una arritmia en nuestro corazón. ¿Tú tienes alguna arritmia?
Me comentaba un profesor de Tortuga que él lucha por sobrevivir cada día. Su sueldo no da para más. Que en su familia se pasa hambre. Que es muy duro no tener una perspectiva de futuro. Y al preguntarle cómo podía sobrellevar su situación, me conmovió su respuesta: «porque sé que Dios está con nosotros cada día. Y Él nunca nos ha fallado». Este es el verdadero «carpe diem cristiano», vivir el momento presente con la mira puesta en Dios y en los demás. Bien nos viene recordar lo que escribía nuestro Fundador en la Colección: «El tiempo se nos da para ganar el cielo». CT 13,10,2
Venimos de Dios. Cada día es un regalo que Él nos da. Hemos de vivir la cotidianidad, cada momento del día con intensidad espiritual. Se trata de ejercitar la «espiritualidad de lo cotidiano» vivir el «carpe diem» desde la fe que nos lleva a saborear las cosas de Dios en las cosas del mundo y de nuestra vida, sin tensiones inútiles porque, también en otra película memorable, “no nos toca a nosotros decidir qué tiempo vivir, sólo podemos elegir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado” se afirma en el guión de “El Señor de los anillos”. Bien cierto.
Escucho la Palabra mediada por Pablo cuando nos dice: «Nada os inquiete; antes bien, presentad a Dios vuestras súplicas con acción de gracias» Ef 4,6. Necesidades las tenemos, basta con mirar la realidad que nos interroga y apremia, pero hemos de ser capaces de vivir con serenidad, con corazón abierto al Espíritu cada momento de nuestra vida sin «hacer diferencias entre…» porque nuestro «carpe diem» lasaliano se manifiesta en unidad en todo cuanto hacemos durante cada momento del día y a lo largo de toda la vida y si lo «gestionamos» bien, entonces… «ganamos el cielo» y obtenemos el «céntuplo» aquí mismo, en la tierra. Se trata de descubrir y responder nuestro «de compromiso en compromiso».
Con Pablo digo, gracias Señor por permitirme vivir cada instante junto a Ti en mí y en los demás.
«Carpe diem» y que Él reparta suerte, a todo el mundo, especialmente a quienes más lo necesitan a lo largo de este 2015 sean cuales sean las razones.
Con o sin Lotería del Niño.
Y mi oración para este Nuevo Año:
AÑO NUEVO
Señor, fácilmente decimos:
“año nuevo, vida nueva”.
Con frecuencia la novedad
consiste en seguir envejeciendo…
sin más.
Pasamos del fervor del cava
a la resaca de la rutina cotidiana.
Aprovechando poco de lo “nuevo”.
incluidos los regalos de los Magos.
Los mismos horarios,
los mismos ritmos,
los mismos trayectos,
los mismo cansancios.
Las mismas costumbres,
las mismas ideas,
las mismas manías,
las mismas quimeras.
Las mismas miradas,
las mismas cegueras,
las mismas palabras,
las mismas quejas.
¿Dónde encontrar pues la novedad?
En el interior de uno mismo.
en lo profundo de nuestro ser,
en lo que nos falta por recorrer,
en los que nos queda por sondear.
Ahí, ahí hay que buscar.
En el fondo de nuestra alma,
hurgar, arañar o cicatrizar.
Permitir que brote, que brolle el Manantial.
Señor del Año Nuevo,
ayúdanos a entrar
y dedicarnos tiempo en Ti.
Señor del Año Nuevo,
que te descubramos
y que escuchemos tu palpitar.
Señor del Año Nuevo,
conviértete Tú en nuestra novedad,
para mirar con ojos nuevos la realidad.
Ayúdanos, Señor,
a seguir creciendo por dentro,
descubrirte en lo oculto de nuestro corazón,
para cambiar nuestra rutina en vida nueva.
Señor, ¡que vea!
Amén.
H. Rafa Matas
La Tortuga, enero 2015