Título: Maximiliano Kolbe. El camino interior.

Autor: Zdzisław Józef Kijas 

Editorial San Pablo, Madrid 2021, 332 páginas.

Cuando uno ve un título como el que refleja el libro, enseguida piensa en algo peculiar de la vida del personaje que se estudia. Y es verdad, pero en este caso, no sólo es la vida de nuestro protagonista, sino algo más, que el propio título resalta: su camino interior.

En el caso del P. Kolbe, una vida conocida sobre todo en ese instante supremo de donación, al ponerse en lugar de un preso de Auschwitz con mujer e hijos al que iban matar; nos llama la atención cómo fueron esos últimos momentos y a qué fue debido ese arranque de generosidad en la vida, sabiendo que, como dice la Escritura: “Hay más alegría en dar que en recibir…” (Hch 20,35); o, en otro lugar: “El amor más grande es dar la vida por los amigos…” (Jn 15,13).

Y es verdad que para percibir la importancia de ciertos gestos, no se puede hacer mirando solo el final, como si hubiera sido un momento de arranque generoso. En el caso del P. Kolbe, y eso es lo que el autor quiere destacar, determinadas formas de actuar solo se entienden desde la trayectoria de una vida que ha mantenido un pulso constante con la espiritualidad, impregnada de un hondo sentido de Dios y de su amor.

Es un libro que nos conduce y nos enseña el camino interior del P. Kolbe. La historia conoce algunas cosas, pero menos su maduración interior como persona de honda altura espiritual, teñida de su momento concreto (principios del siglo XX), con unas formas y maneras de hacer que hoy, quizá, nos chocarían, pero reconociendo también que en los escritos de muchos de nuestros fundadores/as, cuando los leemos con el prisma de hoy, se nos puede hacer caducos o trasnochados; digo que a pesar de esas formas y maneras encontramos también una enorme carga vital de espiritualidad, de hondura humana y, claro que sí, de Dios.

En el P. Kolbe aparecen tres rasgos que el autor va a desarrollar a lo largo de los capítulos: sus aspiraciones nobles y fuertes; su laboriosidad y su obediencia. Rasgos que se ven reflejados en varios de los escritos que el autor va citando del P. Kolbe a lo largo de la obra.

El libro está estructurado en siete capítulos, reflejando el primero de ellos el camino espiritual de hondura que lleva a la santidad, como camino de esfuerzo que va recorriendo nuestro protagonista. A ese camino, se le unirá la fe que da sentido y principio de un hacer que genera responsabilidad y que despierta aún más la misericordia y encuentra un sentido la muerte (objeto del capítulo segundo).

El capítulo tercero destaca la importancia de la obediencia en una persona con una carga grande del sentido del deber y con un modelo que, a lo largo de la obra y de la vida del P. Kolbe, va a tener una importancia grande, hasta el punto de introducir su nombre en el suyo propio: María. Así, en la figura de María, va aprendiendo la humildad como fuente de fortaleza y de progreso espiritual, la necesidad de aceptarse como uno es y prepararse para los grandes retos que puedan sobrevenir.

Hay un capítulo (el quinto) donde se entremezclan ayuno y penitencia, felicidad y alegría que nacen no de la mera observancia del ayuno por puro ascetismo, sino porque los grandes conflictos nacen del ansia de poder y de las barreras que levantamos alrededor de nosotros en nuestro encuentro con los demás. Por eso, y aunque en sus escritos no aparece mucho el tema del ayuno, sí que lo practicó bastante porque “… desde muy temprana edad había aprendido a exigirse a sí mismo parta continuar elevando el nivel de la perfección” (pág. 192).

No cabe duda que en el P. Kolbe encontramos un firme defensor de la dignidad del ser humano. Desde que emite la primera profesión como Franciscano (1911) hasta que es arrestado (1939), su vida ha sido un continuo caminar buscando la voluntad de Dios reflejada en el dolor de las personas concretas. Y en aquel día del 14 de agosto de 1941, cuando la inyectan un veneno para matarlo en Auschwitz, luego de haber contemplado durante cerca de tres meses anteriores a esa fecha el dolor causado por el trabajo en el traslado de cadáveres hasta los hornos crematorios, realizó la entrega suprema de una vida que supo ponerse en lugar el otro para otorgar dignidad a la vida humana, tan arrebatada en el campo de concentración.

El último capítulo es un canto a lo que el P. Kolbe fue desgranando a lo largo de su vida. Luchó por encima de todo por la libertad, por devolver la esperanza a un mundo caído y, sobre todo, a los más cercanos con los que pasó la última etapa de su vida, buscando la perfección (como buen hijo de la espiritualidad franciscana de comienzos del siglo XX) y aceptando al sufrimiento como elemento educativo y no tanto por puro sentimiento ascético.

El P. Kolbe no lo tuvo claro todo desde el principio. En su vida (47 años) tuvo que animar a sus hermanos ante los momentos de silencio de Dios, cuando Dios parece que olvida a las personas justas y honradas; al contrario, en esas experiencias él experimenta que se sale más fortalecido porque el sufrimiento, según el P. Kolbe, es una expresión del amor divino.

También son frecuentes sus alusiones en los escritos a María Inmaculada, como garantía de que ella revelará cómo hacer: en su obediencia a la voluntad de Dios, en su existencia callada y sumisa al deseo de Dios. Así escribe a uno de sus hermanos de Congregación: “… La Inmaculada es consciente de todas las dificultades y problemas y Ella disponer todo para un bien mayor. Mientras la sirvamos fielmente, todas las tribulaciones solamente pueden aumentar nuestros méritos y contribuir a un mayor desarrollo de la causa de la Inmaculada en el mundo…” (pág. 313).

La devoción a María está fuera de toda duda; tanto es así que creó una asociación mariana: la Milicia de la Inmaculada, a los 23 años, antes de ser ordenado sacerdote. Y de esta asociación nace una revista que lleva por título: “El Caballero de la Inmaculada” con una tirada inicial de cinco mil ejemplares.

Como conclusión, termina el autor del libro recordando que “… el p. Kolbe no fue una persona etérea, distinta de nosotros; al contrario, muy semejante a nosotros… pero muy abierta a la gracia divina con el ayuno y la oración. De una constitución débil y enfermiza, permitió que Dios se le acercara y se estableciera dentro de él. Así maduró la semilla de santidad que recibió cuando vino a este mundo” (pág. 328)

Es un libro para profundizar en la persona, más allá de las anécdotas que pueden jalonar una vida. Un libro para explorar el interior de un hombre, acercándonos a él para ver la riqueza de su espiritualidad profunda, desde la vida ordinaria y con los elementos ordinarios de un vivir franciscano que configurarán toda su vida hasta el momento del martirio.