”Dios, que gobierna todas las cosas con sabiduría y suavidad, y que no acostumbra a forzar la inclinación de los hombres, queriendo comprometerme a tomar por entero el cuidado de las escuelas, lo hizo de manera totalmente imperceptible y en mucho tiempo; de modo que un compromiso me llevaba a otro, sin haberlo previsto en los comienzos.”
–San Juan Bautista de La Salle-
Acepta las sorpresas que trastocan tus planes, derrumban tus sueños, dan rumbo totalmente diverso a tu día y, quien sabe, tu vida. Da libertad al Padre, para que Él aún conduzca la trama de tus días.
-Hélder Câmara-
En mi tierra hay días que cuando paseas vas sintiendo cómo cae sobre ti el “sirimiri” una lluvia suave, persistente, que va calando poco a poco, que va nutriendo por dentro, imperceptiblemente… Ese “sirimiri” se te hace presente sin notarlo, se cuela, se hace parte de ti. No eres tú quien lo buscas, es él quien te empapa quieras o no…
Así se ha ido haciendo presente Dios en mi vida. Al comienzo una presencia contada, transmitida y heredada de mis padres. Y como el sirimiri Él se ha ido haciendo colando en mi vida suavemente, me ha ido calando hasta ser en mí y yo en Él, hasta hacerse una presencia regalada.
Y ese Dios Amor me llama y me concede la gracia de responderle. Me ha regalado ser parte de la familia lasaliana. En ella he ido desprendiéndome de esas imágenes de Dios en las que fui educada en mi infancia, ese Dios vigilante, castigador, normativo. Y con Alejandro, LLuis, Encarnita, Carmelo, Pedro Mari, y tantos Hermanos, hermanos y hermanas descubro un Dios Amor que me mueve al compromiso, a lavar los pies de mis niños y niñas, de mis compañeros y compañeras, de mi familia… Un Amor que no me abandona nunca, haga lo que haga.
Me encanta levantarme por las mañanas y sentir que estoy viva. Mi primer pensamiento suele ser: “Aita-Ama, hemen nauzu, zure eskuetan jartzen naiz” (Padre-Madre, aquí me tienes, me pongo en tus manos). Qué fortuna el regalo de poder sentir su presencia. Ha habido muchas mañanas en las que después de eso venía una ducha a la carrera, hacer las camas, preparar desayunos, vestir a las niñas, sacar del congelador lo necesario para poder preparar la cena a la noche … equilibrio entre paciencia y ritmo para conseguir salir los cuatro todos los días a tiempo… Ahora dejo brotar mi agradecimiento por mis dos preciosas hijas, por haber podido gestarlas en mi vientre y amarlas desde el instante en que las soñamos, haber podido estar a su lado, y elevo una petición para que les siga acompañando el Padre.
Y en el transcurrir del día y sus acontecimientos voy haciendo escucha de la palabra de ese Padre Madre que es Amor, por encima de todo. Y se me muestra en lo cotidiano del día a día, en ese peatón que agradece que respetes el paso de cebra, en la cara cansada del que parece que acaba de salir de turno, en el adolescente cubierto con capucha, en el hombre que mañana tras mañana me ofrece unos paquetes de pañuelos al parar en el semáforo, le doy las gracias con una sonrisa, y le deseo que tenga un feliz día… Y le pido a Él que les acompañe, que el Amor se les haga presente.
Ese AMOR infinito brota en los preciosos amaneceres rumbo a San Asensio, Eibar, Sestao, Donostia, Irun, Madrid, Lliria, Griñón…, en el verde brillante de los campos y bosques, en el color del otoño entrante, en el aroma del rocío… Esa plenitud que me abrumó en Parmenia, al hacerme consciente de la grandeza de Dios, de la inmensidad de su amor que me acompaña siempre, Dios nunca me abandona.
Qué presencia más profunda, también en lo sencillo, en lo pequeño, en los rostros de cada uno de los niños y niñas que he querido y acompañado año tras año. Él se me ha hecho presente con fuerza en el más despeinado, en el que viene sin lavarse la cara, en el que para las diez está muerto de hambre porque viene a diario sin desayunar, en el que tiene que levantar a su madre porque no se despierta, en que se pasa las horas sentado frente al televisor en casa de los abuelos porque sus padres tienen que hacer su vida, gimnasio y poteo incluido, en el que quiere y no puede aprender, en el que no tiene experiencia de ser amado… Es fácil quererles viviendo la experiencia de ser amada, no tiene mérito alguno. Y de cada uno de ellos va calándote su esencia más preciada, aquello más genuino, que ha ido haciendo también mi ser.
Agradezco también los momentos de escucha, de silencio, de oración, que unos días son posibles en la comunidad, otros paseando en vacaciones, otros entre las cazuelas en la cocina, o preparando agradecida la cena para la familia. Esos minutos diarios en silencio son un bálsamo, brota en mí lo compartido a lo largo del día y a Él se lo ofrezco, y de Él recibo alimento para continuar.
Dios Amor me enseña a amar amándome sin condiciones, confiando. Él me regala todo lo que me sucede en la vida. Él me acompaña en mi debilidad, en mis errores, en mis fallos, y paciente espera a que vuelva a remontar. Él ha puesto infinidad de buenas personas que son su rostro, tierra sagrada. Me regaló a mis padres, me ha regalado a Arturo, que es rostro de Su Amor incondicional, paciente, servicial, que no pide nada a cambio. El amor de mis hijas que crecen y me saludan todas las mañanas con ese bendito whatsapp que nos permite sentirnos más cerca desde la gran distancia geográfica. El Amor se hace presente en mis hermanos y hermanas de comunidad, en mis hermanos y hermanas asociadas, en mis hermanos y compañeros de equipo de animación, en todo lo que vivimos y compartimos juntos. Qué regalo poder aprender de cada uno de ellos, qué regalo poder ponerme a su lado, vida relatada, partir el pan, compartir la Palabra. En los desencuentros, distanciamientos, en las dificultades. Cuando aquellos a quienes quiero dejan de estar entre nosotros y pasan al abrazo del Padre-Madre que les regaló la vida. Su Amor también ahí se me hace presente. Y aprendo, y crezco, y me ayuda a seguir con esperanza. Y a amar. Y sonrío, y agradezco, y confío. Deseo que toda mi vida esté trascendida por su Espíritu de Amor.
Soy muy afortunada. Como dice la canción, “Sin Ti no soy nada”. Me has llamado a una vida de amor. En todo te haces presente. Gracias por todo lo que me regalas. Gracias por Salirme amoroso al encuentro cuando me distancio. Gracias por invitarme a vivir la vida como un proyecto con sentido.
Sí.
Me pongo en tus manos.
Indícame el camino que he de seguir.
Ayúdame a ser rostro de tu Amor.
Hágase en mí tu voluntad.